lunes, 1 de febrero de 2016

UN PREMIO, UNA MENCIÓN Y GOMORRA

En la mayoría de los casos
la ignorancia es algo superable.
No sabemos por qué 
no queremos saber

Aldous Huxley
 

Tras leer Gomorra, de Roberto Saviano, he quedado impresionado. Como el lector sabrá, la obra trata sobre la Camorra napolitana y sus diversas ramificaciones. El argumento, bastante más complejo de lo que pudiera esperarse a primera vista, me ha estremecido. No tengo intención de destripar la novela/ensayo/narración periodística (o lo que sea), deberá ser el lector el que, si aún no lo ha leído y le interesa, se enfrente a las trescientas y pico páginas del relato. Sin embargo, no he podido evitar asociar el trasfondo del relato a una noticia que he escuchado en la radio en el día de hoy y que, por asociación, me ha retraído a una vivencia de hace más de una década. para no liar al lector empiezo a desgranar los hechos y luego, si soy capaz, expongo una conclusión, o algo que se le parezca.
Siguiendo un orden cronológico comenzaré por una experiencia que presencié, y viví, hace más de una década. Una institución en la que participaba se postulaba para recibir un premio nacional (no voy a decir ni que institución, no necesariamente privada, ni de que premio se trataba). Para acceder al galardón se realizaron un par de inspecciones con la finalidad de comprobar que aquello que aparecía en los papeles se correspondía con la realidad. Los encargados de confirmarlo se pasaron por la institución y dieron su visto bueno, consiguiendo el primer premio la entidad en cuestión. Todo eran parabienes y felicitaciones por la gran labor realizada. La verdad sea dicha, la labor era buena. Ante el aviso de las inminentes inspecciones todos se acomodaba a lo que esperaban los evaluadores. Por supuesto, una parte significativa de los profesionales encargados del día a día no compartían el espíritu que defendían los papeles guiaban el quehacer diario. Una puesta en escena, que sirvió para dar fama a... Me ahorro calificativos. Tal vez deba completar la información alegando que el asunto es uno de esos tan de moda en estos días. 
Es posible que alguien pueda alegar que debí levantar la voz. Ni yo, ni otros cuantos que pensábamos que era una farsa, y tal vez la respuesta haya que buscarla en que el sistema, con sus avisos previos de inspección y con el interés de cierta parte de la administración, luchaba por que los hechos diesen la razón a sus intenciones. No se puede luchar contra los elementos. O sí y yo soy un cobarde. Vete tú a saber.
El segundo caso tiene que ver con otro asunto también muy candente en estos últimos tiempos y también encontramos en él un premio. He escuchado, como dije esta mañana, que a una organización de ayuda (me abstengo de decir a quién) le han concedido un premio, o una mención, a nivel nacional, por su buen hacer. De nuevo muchos parabienes y felicitaciones por el trabajo bien realizado. Resulta que sobre como funciona el asunto tengo información de primera mano y el descontento entre cierto sector profesional por el uso indiscriminado que es está haciendo de ciertas atribuciones es patente. Al ser un asunto muy de moda, donde se busca lo emocional para tapar ciertas barbaridades, los profesionales, muy cualificados, sólo pueden hablar de ello sotto voce. Sin embargo, nadie se cuestiona la veracidad de los datos (de nuevo el papel, que lo aguanta todo).
Cuando escuchaba esta noticia no podía evitar pensar en Gomorra y en un episodio que en él se relata. Siento destripar algo de la obra, pero va a ser muy poco, y aviso con antelación por si el lector no desea leer. 
En un capítulo se narra como dos clanes de la Camorra emprenden una guerra y los muertos se convierten en el pan nuestro de cada día. Ante el macabro espectáculo la prensa nacional (italiana en este caso) e internacional hace acto de presencia en un lugar olvidado y que sólo resulta interesante porque el número de personas asesinadas ha aumentado de manera exponencial. El autor del relato no duda en describir escenas de sus compañeros periodistas que no desentonarían en una obra de Valle-Inclán. Nadie tenía intención de llegar al fondo del asunto. Los reporteros desplazados sólo querían presentar una realidad parcial, moldeada por su prejuicios. Voy a contar una sola cosa para que el lector se haga una idea. Ante la insistencia de plumillas y correveidiles por aparecer al lado de gente de baja estofa la propia Policía, para quitarse de encima a esa panda de chupatintas, hizo pasar por camellos a algunos agentes del orden, eso sí, vestidos de paisano. Camellos que, por casualidad, acabaron hablando con los avispados reporteros, ofreciéndoles el material tan anhelado a dichos profesionales.
De nuevo, aunque de otra forma, el papel lo aguanta todo. La realidad presentada de manera parcial, cuando no inexistente, se convierte en la verdad oficial. 
Uno, que ya ha vivido bastante, considera que la gente que luchó por ganar el premio, por ganar la mención o los periodistas citados (alguno de cadenas internacionales muy famosas) consiguen vender su visión del asunto porque ellos son los que luchan por estar ahí. No tengo ningún problema en reconocerlo. Sin embargo, por el mero hecho de que hayan llegado allí no poseen la verdad absoluta. Al contrario, muchas veces intentan, y consiguen durante un tiempo, imponer su verdad (acallando o, en sentido figurado, aniquilando a aquél que disiente). Resulta muy posible que cuando se llega a un cierto estatus se debe en buena parte por ambición personal (en muchos casos disfrazada de buenas intenciones) y aquel que llega a un determinado lugar para saciar su ambición con mucha probabilidad se negará a reconocer que en determinados momentos se equivoca o que, en realidad, sus hechos se dan de patadas con aquello que defiende. Es más, los refuerzos externos (en forma de premios, menciones o estatus profesional) sirven para avalar sus tesis.
Nosotros, los seres humanos de a pie, no debemos saber de todos los asuntos, para eso están lo presuntos expertos y la prensa; pero ese órgano mediador, así como los presuntos expertos, se han convertido en... 
Es posible que el lector me tilde de pesimista o de cualquier otra cosa peor. Puede que tenga razón; pero le invito a que haga un breve ejercicio de reflexión y analice el funcionamiento real de aquello que conoce, comparándolo con la visión que la gente de a pie que no domina el asunto, tiene sobre ese aspecto de la realidad. 
Un saludo.


No hay comentarios: