jueves, 23 de junio de 2016

GENTE DEL TRABAJO

Como ya estoy a punto de cogerme unas más que merecidas vacaciones, voy a dedicar mi tiempo a describir los diferentes tipos de personas que nos encontramos en el curre. Esas personas con las que convives un montón de horas y que en algún caso no elegirías ni como suegra malvada. 
Tal vez el lector piense que exagere; pues no. Baste un dato para aclarar ese punto: los diferentes trastornos que aparecen en el DSM V (el manual de desordenes mentales más usado) pudieron ser perfilados tras un trabajo de campo de menos de un año en mi empresa. 
No estoy diciendo que en mi lugar de trabajo haya un tipo con un embudo en la cabeza que se cree Napoleón. En mi curre sólo hay una compañera con un sombrero horrible, según ella regalo personal de la reina Isabel II de Inglaterra, tras compartir un día en las carreras de Ascot. Todos sabemos que no dice la verdad, porque ese día a ella le tocó trabajar y no pudo estar en Ascot. Pero es una tía maja. Si que es posible que tenga cierta relación con la Familia Real Británica, porque le da a los gintónics igual, o mejor, que lo hacía la Reina Madre.
Todos tenemos ubicado a uno, e incluso dos, compañeros que pertenecen al servicio de información. Informan a todo el mundo de lo que hace todo el mundo, olvídándose, vete tú a sabe por qué, aportar información sobre ellos mismos. La cosa funciona de la siguiente manera:
- ¡Hola, Menganito! ¿Has visto a Mari Puri? Viene vestida como una buscona. Con esas lorzas y ese vestido ajustado parece cualquier cosa relacionada con el mundo vacuno.
O, esa otra que dice:
- ¡Zutanito! ¿Te has fijado en Carlos José del Último Responso? No trabaja una mierda. Todo el día hablando y tomando cafés. ¡Pedazo de vago!
Lo divertido ocurre un cuarto de hora después cuando la misma persona dice:
- ¡Carlos José del Último Responso! ¿Te cuento lo que ha pasado? Ha venido Zutanito hace un rato y venga hablar, venga hablar... No me ha dejado trabajar. Encima se dedica a poner verde a los compañeros. Que si tú tomas cafés. Que si Menganito critica a Mari Puri...
¡Qué les voy a contar que no sepan!
En mi empresa, como en todas, existe un tipo intermedio entre el cotilla y el indolente (vago de tres pares de cojones para los amigos): el ingeniero. El ingeniero, o ingeniera, es un fulano, o fulana, cuyo cometido laboral no es otro que supervisar la labor ajena. Eso sí, demostrando un montón de iniciativa en ese aspecto, pues cuando firmó su contrato, hace ya muchos años, esa atribución no figuraba entre sus obligaciones. El ingeniero puede presentarse en cualquier momento, en cualquier situación, utilizando cualquier medio de transporte imaginable, para dar su docta opinión sobre un asunto que no le incumbe en absoluto. Dicha opinión se caracteriza por ser una crítica constructiva, si lo que desea el criticado es suicidarse y no lo tiene aún decidido del todo. También se les denomina los masturbadores, pues su especialidad es ver la paja en el ojo ajeno. Esa facilidad, diría que innata, para detectar cuestiones a mejorar desaparece cuando se trata de su ejercicio laboral. Por lo general los problemas propios, si por una rara casualidad existieran, suelen estar generados por los demás.
- María del Salitre, el satélite que has diseñado mide 3 metros de largo y la cápsula espacial sólo tiene espacio para alojar un artefacto de 2,5 metros. Te lo dijimos antes de comenzar el proyecto.
- Pues habrá sido el metro de medir satélites que me habéis dado. Seguro que lo habéis comprado en los chinos. La próxima vez me dais material de calidad para hacer mi trabajo. ¡Tanto recorte y tanta hostia!
O también se dan casos como el siguiente:
- Pedro Alberto de la Estepa, te dije que me pasases ese documento y me lo mandases por correo electrónico. Aún no lo he recibido.
- Perdona, jefe, pero es que he estado ayudando a Luis Carlos del Polvorón, con su investigación sobre la pandemía de ladillas guineanas.
- ¡A ver, Pedro Alberto de la Estepa! Luis Carlos es un epidemiólogo de fama mundial y tú eres auxiliar administrativo. ¿A qué cojones le estabas ayudando?
- ¿Qué a qué le estaba ayudando? ¡Pregúntale, pregúntale! Lo estaba haciendo todo de pena, si no es por mí...
En el otro extremo encontramos al sujeto sumiso, que dice sí a todo. Suelen ser buenas personas, muy buenas personas. Recuerdo aún una escena de la que fui testigo hace varios años:
- ¡Peláez, tengo que pedirle un favor!
- Usted dirá, querido jefe.
- Mi mujer se niega a practicar sexo anal y yo tengo cada vez más necesidad de ello. No quiero engañar a mi señora con una prostituta y por eso he pensado: ¿le importaría, Peláez, si practicamos sexo anal?
- ¿Con vaselina?
- Sí, por supuesto. Compre usted la que desee.
- Gracias por permitirme esa libertad, querido jefe.
Reconozco que esta última situación me la he inventado; la vaselina la puso el jefe.
Abandonemos esta desagradable situación para centrarnos en otro tipo de ser humano que nos podemos encontrar en el trabajo: el flower power. El flower power es un tipo, o tipa, que parece haberse fumado ya un par de lirios a las ocho de la mañana. Avanza por la vida con una sonrisa perenne y nada parece afectarle de manera negativa. Le da igual que le comuniquen que debe hacer trescientas horas extras en una semana o que le van a bajar el sueldo un 15%, todo tiene su aspecto positivo.
- ¿Tengo que hacer trescientas horas extras esta semana?  Mejor, así no utilizo transporte para ir a casa y contribuyo a que mi huella de carbono disminuya.
- ¿Me bajan el sueldo? ¡Qué buen karma! Así consumo menos y pongo mi granito de arena para acabar con esta sociedad materialista.
Lo único que afecta sobremanera a este tipo de trabajadores es no encontrar su rooibos. Una persona amable se puede convertir en la versión amplificada de Jack el Destripador. Existen dos pociones básica en la historia de la humanidad: la poción mágica de los galos de Astérix y el rooibos de los compañeros flower power. Se han dado casos de trabajadores flower power capaces de destrozar una empresa de acero por no encontrar su rooibos sabor vainilla caucásica.
No se me puede olvidar un último tipo fundamental en cualquier empresa: el compañero yo. El compañero yo es un tipo que parece tener un problema serio de lenguaje, pues en todas las oraciones sólo utiliza los verbos conjungados en primera persona del singular. En lo relativo al uso del pronombre personal si se observa cierta variedad. A veces utiliza la forma yo, otras mí, precedido de la preposición a, y, en alguna ocasión, hace uso del sujeto elíptico, ahorrándose decir yo.
Si tiene alguna duda a la hora de discriminar a un compañero de esta tipología basta hacer la siguiente prueba:
Cuando se acerque el sujeto, o la sujeta, (siempre en primera persona del singular) pruebe a decir: "Aquí hay algún gilipollas". Si su respuesta comienza por el pronombre yo, no lo dude, ha encontrado lo que buscaba.
Seguramente el lector se pregunte en cuál de todos los tipos descritos me encuadraría yo. Tal vez tenga algo de todos, aunque pienso que a mi resulta más fácil clasificarme dentro de los que escriben chorradas en un blog, mientras los demás trabajan.

No hay comentarios: