miércoles, 1 de junio de 2016

UN MARCIANO, NIÑOS Y UNA REALIDAD

"Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años
 fue a decir no cuando es no".
Gabriel García Márquez


Hoy quiero hacer una entrada algo diferente. Para ello lo primero que el lector va a tener que hacer es ver un vídeo de animación, corto y divertido. 


 A mí me encantó, y más cuando vi en él protagonista a alguno de mis alumnos. 
Como ciertos seguidores de este blog saben, me dedicó a la docencia, más en concreto a la educación especial, aunque trabaje en un centro "ordinario". Como el lector recordará, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, de modo experimental, y de manera generalizada con la implementación de la  L.O.G.S.E. (una ley mucho mejor de lo que la derecha cree, y algo peor de lo que los progres defienden),  a principios de los noventa, una parte significativa de los alumnos con necesidades educativas especiales están escolarizados en centros ordinarios.
En los centros existen, básicamente, dos tipos de alumnos que pueden llegar a las aulas de maestros como yo:

  • Alumnos con necesidades educativas especiales derivadas de una discapacidad, por lo general de tipo intelectual.
  • Alumnos con necesidades específicas educativas derivadas de causas como el escaso conocimientos del idioma, pertenencia a minorías...
Sin embargo, existe en determinados casos, algo que comparten ambos tipos de alumnos: actuar como el protagonista del vídeo. Sí, existen niños que abordan así las diferentes tareas de aprendizaje. Antes de analizar con detenimiento el vídeo, me gustaría precisar qué tipo de pequeños son los que presentan estos patrones de actuación. Se trata de niños y/o adolescentes con repetidas experiencias de fracaso educativo, por tanto con una baja expectativa hacia la adquisición de nuevos aprendizajes. 
En general esta baja expectativa puede ser generada por:
  • Una mala práctica docente.
  • Pocas expectativas de la familia sobre la capacidad del alumno.
  • Una mezcla de ambas.
No voy a entrar a detallar los dos primeros puntos, pues no creo que haga falta, y mucho menos el tercero, por motivos obvios. Por tanto, sin enrollarme más, paso a contar lo que llevo viendo en mis aulas desde hace bastante años.
Si el lector recuerda el niño empieza experimentando, pero no obtiene los resultados esperados. En ese momento inicial el experto permanece impasible y el aprendiz busca, mediante ensayo-error, como llevar a cabo su trabajo. No hace falta ser muy avispado para comprender que una experiencia repetida de fracasos lleva al individuo a la frustración, que en el vídeo aparece reflejada de manera extraordinaria cuando el extraterrestre empieza a tocar botones al azar de manera compulsiva. No espera, o tal vez sí´de manera milagrosa, solucionar el problema, sólo desea expresar su frustración por el fracaso de sus intentos anteriores.
No hace falta decir que es en el primer momento cuando los docentes, y los padres, debemos apoyar a nuestros alumnos, enseñándoles a abordar con éxito las tareas encomendadas. Enseñar procedimientos (el enseñar a hacer, no tanto aprender conceptos) resulta fundamental en estos primeros momentos. A esto se ha de añadir el hecho de no incidir en los fracasos, y menos delante del peque, presentándolo como algo inherente al niño. Este tipo de práctica, relativamente común e inconsciente por parte de algunos padres y de algunos docentes, ayudan a minar el sentimiento de autoeficacia del alumno.
El cortometraje sigue con ese momento en que el alocado marciano se da cuenta de que mirando el manual puede conseguir lo que desea. En realidad, una vez minada la moral del pequeño, la capacidad de autoaprendizaje suele desaparecer, salvo excepciones. Debe ser un profesional quien, con mayor o menor fortuna, aborde el asunto, mediante el uso de estrategias como alabar, incluso de manera exagerada, los pequeños éxitos del alumno, lo que se conseguirá mediante la resolución de pequeños pasos de actividades, o de actividades muy cortas que permitan que el alumno las consiga concluir de manera satisfactoria. Obviando, o minimizando, al menos en un principio, los errores. Lavando la cara del niño frente a sus compañeros, ensalzando lo bien que está trabajando ahora.... 
Lo curioso del asunto es que mejorar el rendimiento, de manera inicial, resulta bastante sencillo. Pero, pero, pero también ocurre lo que se ve en la película de Pixar: ante los primeros éxitos el alumno se suele relajar, considerando que es capaz de hacerlo, lo que supone un subidón de autoestima y, en cierta manera, un estar a gusto consigo mismo. Parece que no hace falta que se demuestre más. Tal vez, es una hipótesis, todo venga determinado por algo tan sencillo como la poca costumbre que estos alumnos tienen de que se les demande un esfuerzo sostenido. Para que nos entendamos, sería absurdo pedir a alguien que no corre que terminase una maratón. 
Además, el lector recordará que cuando el protagonista consigue dominar los mandos y empieza a atraer de manera correcta al niño a la nave surgen una serie de obstáculos. En realidad, esos obstáculos existen durante el proceso en el que el niño empieza a cambiar el chip. Son obstáculos generados por los hábitos creados a base de una historia de fracasos. Hábitos que dificultan que el niño aprenda. Hábitos que son una respuesta, tal vez, para protegerse de otro fracaso si intenta abordar en serio la actividad. Si no lo intenta en serio, no fracasará. 
No tengo soluciones mágicas al asunto. Cuando pensaba sobre esta entrada recordaba que sólo ha habido una ocasión en la que he tenido un control bastante grande sobre buena parte del proceso educativo de este tipo de alumnos, aunque no llegue a tenerlo por completo. Creo que la cosa no salió del todo mal, aunque no fue perfecta, ni mucho menos. 
Sea como fuere, lo triste es que estos niños deambulan por el sistema educativo, perdiendo su tiempo y sus posibilidades de crecer. 
Un saludo.

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