miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA MOVIDA Y LO QUE QUEDÓ

"Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, 
antes que acostarme con quien me hable del mañana. 
me gusta ser una zorra 
me gusta ser una zorra 
Eh, oh, ah, ah 
Ay ay ay ay ay cabrón!"

Me gusta ser una zorra, Las Vulpes



En estas últimas semanas he leído una serie de autobiografías, con sus correspondientes deformaciones interesadas de la realidad, de personajes "menores" de aquello que se denominó la Movida madrileña, que me han parecido harto interesantes. En realidad, ellos fueron los que dieron sustancia y sentido a lo que se coció durante esos años, aunque a  nosotros nos han llegado sólo una serie de nombres, los de los que destacaron en el faranduleo a partir del momento en que la movida pasó a convertirse en un movimiento de culto (aquí deberíamos incluir también a los fallecidos "en acto de servicio"; toda causa necesita sus mártires). 
En todos los casos se observan una serie de coincidencias en sus biografías: sexo desenfrenado, uso, y abuso, de drogas, en muchos casos provenían de familia bien, se unían las ganas de divertirse, de experimentar y la falta de miedos a la hora de emprender aventuras relacionadas con la música, el cine, la publicación de revistas, fanzines... y, una parte de ellos, conservan ciertos hábitos de comportamiento de aquellas fechas.
No pretendo reivindicar algo que no viví, y de lo que desconozco hasta que punto mereció la pena. Mi intención es reflexionar sobre cómo y cuándo acabó y por qué tenemos una imagen algo distorsionada del asunto. Una percepción interesada de la que se beneficia cierta gente, los que pervivieron de cara al público y viven muy bien de ello.
Tras la lectura de las percepciones de unos y otros, intuyo que lo divertido de lo que se llamó la Movida residía en la capacidad de improvisación y la falta de límites. Todo parecía posible (y más si se iba hasta arriba de drogas y alcohol). En ese conglomerado de gente debía haber un poco de todo: gente con talento, personas sólo con ganas de juerga (adinerados o buscavidas), tipos que se apuntan al carro de moda para medrar o como forma de promocionarse. Y es en este último apartado aparece varias veces un nombre: Pedro Almodóvar. El manchego no parece gozar del afecto de ciertas personas que coincidieron con el en aquella época. Sin embargo, su compañero de grupo en aquel tiempo, Fabio McNamara, suscita la admiración de todo el mundo, tanto por su bonhomía como por su talento. Sin embargo, el cineasta se ha convertido en santo y seña del fenómeno que nos ocupa hoy.
Me interesa la figura de Pedro Almodóvar como símbolo de una sociedad, la nuestra actual. El director representa, desde mi punto de vista, todos los vicios de una parte de la sociedad, la que se dice progresista o de izquierda, acomodada, capaz de protestar por los cosas más absurdas, sólo con el fin de hacerse oír, pero incapaz de cambiar nada.
Pienso que lo mejor para explicar lo que intento transmitir es retrotraerse a los ochenta.
Como dije, las opiniones que he encontrado sobre el autor de Átame de aquellas personas que le conocieron en sus orígenes creativos distan mucho de ser las mejores. Se habla de un tipo con ambición (lo que no resulta malo), sin excesivo talento y muy dado al autobombo (puede que su punto más fuerte). Como el lector puede haber constatado, algunos de los atributos de los vendedores de humo.
Reconozco que alguna de sus películas me gustan bastante, unas pocas. De igual manera, reconozco que hace tiempo que  no me enfrento a ninguno de sus nuevos estrenos, en concreto desde un bodrio que por título llevaba La mala educación. Pero éste no es el asunto.
Almodóvar representa a los que sobrevivieron a la Movida y representa todo lo que no fue la Movida. El de La Mancha se ha convertido en un burgués snob, apegado a ideas políticas arcaicas y hueras, con nula capacidad para crear algo diferente que, incluso, parece que tuvo dinero en empresas ficticias en paraísos fiscales. Un tipo, que intenta ser referente cultural de la izquierda y el progresismo, que sólo vende humo y enfrentamiento. Aún recuerdo cuando ZPpero ganó las elecciones y el colega cascó que el P.P. preparaba un golpe de Estado. El business, la fama y la autocomplacencia necesitan una forma de no apretar demasiado a cierta gente que creyó, o al menos lo fingió, en la justicia social. Largar de vez en cuando alguna soflama anti alguien resulta muy adecuado para lavar la conciencia, tanto la propia como de cara al exterior. Pero, en el fondo, desde un primer momento él, ellos (hay muchos así), sabían que la Movida, o cualquier otro movimiento espontáneo, marginal o que suponga una ruptura con lo anterior, sólo eran una oportunidad para construirse un futuro lejos de aquellos lares e ideales.  Se trata de gente que han utilizado la situación como herramienta de promoción, dándoles igual haber navegado en un movimiento u otro, y, lo criticable (al menos desde mi punto de vista), que intentan vendernos su carácter alternativo y su alejamiento del poder establecido. ¡Mentira! Ellos forman parte del mismo; en especial cuando lo ostentan los "suyos".
Existe una segunda cuestión que me llamó la atención en alguna de las biografías que leí: como acabó todo y en lo que derivó.
Uno de los momentos de mayor libertad creativa en este país se produjo en el período que abarca los últimos años de gobierno de la U.C.D. y los primeros del P.S.O.E. En ese interregno cultural todo parecía posible. Sin embargo, en unos pocos años Felipe González no dudó en acabar con todo aquello que se saliese de la norma, de su norma: secuestró la televisión y la radio pública, para ponerla al servicio de sus intereses, minó el asociacionismo todo lo que pudo, creó una extensa red clientelista... Obvio resulta que movimientos donde la gente hacía, y pensaba, lo que le daba la gana no encajaban con las necesidades del sevillano y sus acólitos. De esta manera, junto con el proceso lógico de desgaste, se fue acotando, y destruyendo, todo lo que representaba la Movida: improvisación, libertad, desfase (por qué no decirlo) y se intentó reconducir hacia términos aceptables.
Una de las cuestiones que aparecen en algunas de esas biografías es el hecho de que en aquella época no había problemas para que heterosexuales, homosexuales, transexuales... participasen en fiestas e historias, incluidas orgías, de manera conjunta, sin hacer distingos. Curioso, una minoría, hace más de tres décadas, había conseguido que a nadie le importase con quién follaba el uno o la otra. Resulta aún más curioso que hoy exista un movimiento, en muchos aspectos victimista, que defienda la libertad de amar y acostarse con quien se crea conveniente (reconocida desde 1978 en la Constitución) y busque hechos para justificar su cuota de poder.
El lector podrá opinar que el suscribe se ha vuelto homófobo, nada más lejos de la realidad. La libertad de las personas para hacer lo que desee en su vida me parece uno de los pilares fundamentales de su vida. Al contrario, pienso que ciertos movimientos que dicen defender a personas homosexuales resultan homófobos o heterófobos (no lo tengo claro). Piense el lector lo siguiente: a principios de la década de los ochenta una minoría aceptaba a la gente por sus cualidades, no por sus tendencias sexuales, a fecha de hoy los que dicen defender a unas minorías nos intentan imponer que hagamos actos de contrición porque cierta gente no acepta las tendencias afectivo/sexuales de otras personas. Estas asociaciones no nos piden que valoremos a los "suyos" por sus actos, sólo hemos de valorarlos, y además bien, por sus preferencias afectivo/sexuales. ¡Tremendo! Todas las personas de un colectivo deben ser medidas por el mismo rasero, el mejor, por el mero hecho de pertenecer a ese colectivo. Lo siento, no puedo evitar pensar en las directrices nacionalcatólicas. Cierto que existen agresiones de neonazis, que están perseguidas por la ley, como las que estas mismas bestias cometen contra sudamericanos, negros o personas que se equivocan de lugar a la hora de dar un paseo. Pero, como he dicho, la ley no ampara este tipo de actos, ni otros parecidos.
El lector podrá pensar que nada tiene que ver este asunto con el fin de la Movida y con lo que vino después. No estoy de acuerdo. Cuando personas como Felipe González destrozaron la izquierda, sirviéndosela en bandeja al neoliberalismo, tuvieron que crear ficciones que hiciesen creer a la gente más disconforme que existían cosas por las que luchar, siempre evitando que aquellos que detentaban el poder económico viesen afectados sus intereses. Los sucesores de Felipe González en ese partido descubrieron que apoyar ciertas causas, que a veces tenían reivindicaciones  necesarias y en otras absurdas, servía para ganar votos, dar la sensación de que se luchaba por cambiar algo y, en realidad, dejar lo sustancial como estaba. Se trataba de parcelar la realidad en colectivos, reales o artificiales, que diesen la sensación de que se luchaba por el bien de mucha gente. No se copió la idea de convivencia de la Movida, se troceó la sociedad de manera artificial, para acallarla.
Lo triste del asunto es que esas secciones artificiales se convirtieron en herramienta útil para el sistema y deben permanecer a costa de lo que sea en él (en general a costa de nuestros impuestos). Para continuar siendo una herramienta del sistema necesitan tener causas que defender, lo que les lleva a posturas integristas, nada alejadas de los que dicen combatir. Lo explicaré con un ejemplo.
Es sabido que ciertos sectores de la Iglesia (la misma que aceptaba la prostitución durante la Guerra Civil) no aceptan que se tenga hijos fuera del matrimonio. El que suscribe nunca se casó y tiene descendencia, al igual que otras muchas personas. A nadie se le ocurre atacar a la Iglesia para que piense como nosotros. Yo hago lo que me da la gana y lo que piense una parte de la sociedad, con la que no me identifico, me la trae al pairo. No necesito que cambien de idea, porque la sociedad en la que vivo me permite hacer lo que considero mejor. Sin embargo, no es infrecuente escuchar a ciertas personas y representantes de asociaciones LGTB criticar a ciertos sectores de la Iglesia y de la derecha por no pensar sobre ellos en lo referido a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Vamos a ver, la gente puede pensar lo que quiera y opinar lo que desee sobre aspectos sociales. No todo perro quisque debe pensar lo mismo, eso se llama adoctrinamiento (eso que la Iglesia Católica ha hecho durante siglos). Lo importante es que la legislación permita ese tipo de matrimonio, no lo que piense una parte de ella. Pero, como se necesitan causas, cualquier fricción es buena.
Uno, que cada vez es más radical, piensa que si las asociaciones LGTB se preocupan tanto por sus "defendidos" deberían acabar con el estereotipo de gay, o lesbiana, cool y forrado/a y presenten la realidad. Sería mejor que hablasen de personas LGTB de todas las clases sociales, en ciertos casos pasando necesidades económicas y que se implicasen en la mejora económica social, que también afectaría a sus patrocinados. Pero mejor defender causas generales y de difícil mesura, así nadie pide responsabilidades por no mejorar.
Al final, la imagen de la Movida es Almodóvar y Alaskal , dos personajes pretenciosos que se han apoderado de un momento para seguir en la brecha.
Al final, la libertad, la ruptura con el franquismo, se disolvió en fragmentos  que buscan la confrontación, ser distintos al de enfrente y, por supuesto, implantar una moral, que haga olvidar cuáles son los verdaderos problemas. La convivencia dejó de cultivarse para dar paso a lo paralelo.
Un saludo.

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