martes, 15 de octubre de 2019

CONFESIONES DE ESTE MOMENTO

"Y no me pidas tanto, corazón
Que tengo poco aire en el pulmón
Lo que tengo es un castillo en el cielo
Si viene la guadaña a mi rincón
Enjuágame la frente en tu sudor
Y le das un beso a todos si me muero..."

Carlos Chaouen


¿Qué ocurre cuando descubres que los grandes ideales son tan limitados como el número de gente que conoces o que te interesan?
Cuanto más envejezco, a estas alturas tal vez demasiado, más convencido estoy de que los grandes ideales se basan en el desconocimiento profundo y, en ocasiones intencionado, del mundo que nos rodea. La realidad siempre nos arroja, de manera invariable, supuestos que desmontan todo aquello que nos parece de justicia. Sin embargo, utilizar estos ideales como arma arrojadiza parece darnos una superioridad moral, o un centro de gravedad permanente, que diría ese cantante italiano de amplia nariz, que nos permite ir tirando por este mundo. Por este mundo que avanza con nosotros y sin nosotros.
Con nosotros, porque somos una parte ínfima de esta humanidad, capaz de lo mas sublime y de lo más abominable.
Sin nosotros, porque no nos necesita para seguir, por mucho que nos empeñemos en ser el ombligo del mundo con nuestras soflamas morales y con nuestra perspectiva de inacción.
Perspectiva de inacción porque, como dije en la entrada anterior, existen dos posibilidades en esta vida: hacer y no hacer. Tan sencillo como eso.
Se puede no hacer callando o hablando. La diferencia: ninguna. Las hojas de un árbol al final de la primavera van a seguir aferradas a la rama tanto si no sopla aire como si las hablan diciéndolas que poseen un color muy bonito.
Por otra parte, se puede hacer e intentar cambiar algo, o casi todo, aunque el fracaso sea el resultado final. Hacer consiste en mover una ficha, aunque sea de manera tímida, o en jugar la partida a pecho descubierto. Una y otra cuestión no son exactamente la misma cosa, pero implica movimiento, ganas de cambiar, de acercarse a la situación ideal.
Con sinceridad, me agota el buenismo, el extremismo fascistoide y la moral vacía de todos aquellos que pretenden arreglar el mundo con imposiciones morales, prohibiciones y recetas infalibles para llevar una vida plena... de falsedad. Todos aquellos que intentan cambiarnos adoctrinándonos y que no aceptan la verdadera pluralidad, los verdaderos intereses.
Debo reconocer que cada año que pasa me interesa menos la Política, que cada vez se parece más a un programa de cotilleos para los fans. Respecto a la Política cada día que pasa albergo una creencia más fuerte sobre lo único que funciona: lo que está ocurriendo en Ecuador o lo que sucedió en la Rusia del 17.
Pero me he desviado. El tema de hoy no era ese, o sí (tampoco lo tengo muy claro). Yo solo deseaba hablar de la caída en un abismo sin fondo de esos ideales que me parecían inamovibles.
Siento que la Educación no salva a nadie que no quiera salvarse. Compruebo que la enfermedad, en especial los problemas psiquiátricos, se encuentran entre nosotros y arrastran a enfermos y personas cercanas a situaciones cercanas al abismo. Veo insatisfacción alrededor porque el discurrir de la  vida se encuentra muy alejada de la autobiografía escrita en la juventud. Vislumbro desencanto cuando se habla de aquello que no se puede abarcar, parece que somos un radio en una rueda que gira, a pesar de que a nosotros no nos gusta la dirección que tiene. Sé de niños castigados a nacer en la familia inadecuada, sin haber pedido ellos venir a un mundo hostil desde los primeros minutos de su existencia.
Sin embargo, a pesar de este pensamiento derrotista, considero que existir tiene un sentido, en el que se puede, y se debe, obtener un nivel de felicidad o de satisfacción mínimo, en función del umbral que cada uno deseemos o que cada uno conozcamos.
Ahora que escribo esto último me doy cuenta de que lo más importante que podemos emprender en nuestra vidas es hacer; hacer para buscar tener esas ventanas abiertas de  y para la felicidad y el bienestar.
¿Insolidario? ¿Egoísta? Puede que en ocasiones sí, aunque sé que en otras no lo soy. Pero, para explicar mejor el lugar en el que estoy en este momento, lo que soy (las circunstancias contribuyen a lo que somos, como dijo aquel filósofo) bastaría una frase de una canción de Extremoduro: "Busco entre tus piernas la fe". No necesito moralinas ni soluciones mágicas. Solo preciso de aquello que me hace moderadamente feliz.
Un saludo.

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