jueves, 28 de octubre de 2010

EL MEDIO POLLO QUE NO SE COMIÓ EL HAMBRIENTO

La realidad es tozuda, a veces malvada y siempre cierta. 
En este mundo de artificios de todo tipo, destacan, como no podía ser de otra manera, los artificios contables. Las grandes cifras, lo que se denomina macroeconomía, suele ser un sarta de embustes, enlazados unos detrás de otros, sin orden ni concierto y con un único interés, justificar la verdad del que maneja los hilos.
Una de las cuestiones más utilizadas para distraer, tal vez engañar, al ciudadano es el término Producto Interior Bruto (PIB). Es cierto que, en líneas generales, a mayor PIB, mejor nivel de vida del ciudadano medio. Pero, como en cualquier asunto ligado a la economía, este término oculta realidades oscuras y no siempre clarificadas.
Se supone que el PIB es el total de dinero que un país es capaz de generar durante un año, mediante sus medios de producción. Es decir, la riqueza que crea una nación en doce meses, si la medida de tiempo que se toma para medir tal cuestión es el año. Dividiendo el PIB entre el número de ciudadanos de un país, se obtiene la renta per cápita (la pasta que nos correspondería a cada uno, si se hiciera un reparto equitativo de la riqueza generada). Hasta aquí la teoría.
Según esta sencilla medida estadística, nuestro país es uno de los más ricos del mundo, lo cual, en parte, es real. Pero la malvada realidad vuelve a atacar. Otras estadísticas, estas no suelen ser usadas por los economistas chachis, revelan que, hasta hace poco, en nuestro país existían casi un 20% de personas que malvivían por debajo del umbral del umbral de la probreza. Actualmente, esta cifra supera el 21%.
Otro dato, recien sacado del horno, Cáritas, la organización benéfica ligada a la iglesia, considera, según sus cifras, que 800.000 personas dependen de su ayuda directa para malvivir, adviritiendo de que hace un año este número era inferior en 150.000 personas.
Pero... ¿no eramos un país que hace dos años ibamos a igualar la renta per cápita de Italia (donde imagino pasará otro tanto)? ¿No seguimos siendo la 12ª potencia económica mundial? ¿Qué coño pasa entonces?
Tal vez, el mejor caso para ilustrar lo que pasa sea Irlanda. 
Durante años, el milagro irlandés era puesto como ejemplo por economistas y voceros neoliberales. El aumento de su PIB y de la renta per cápita era el ejemplo a seguir. ¿En qué se basaba ese milagro, que había llevado a la isla a tener una de las rentas per cápita más altas de Europa? Basicamente en dos cosas: el dinero que recibia de Europa para infraestructuras y desarrollo en general y, más importante, una bajada de impuestos y un mercado tremendamente salvaje, que permitieron a muchas compañías fijar allí su residencia para pagar menos impuestos. Además los bancos participaron en esa orgía neoliberal de inversiones sin ningún sentido que precedieron a la crisis actual. Resultado: hace poco el gobienro tuvo que  salvar otro banco quebrado, el peligro de quiebra es inminente en tal país y, lo más preocupante, la renta per cápita real del ciudadano medio subió, pero no de la manera que las estadísticas reflejaban. En otras palabras, el artificio contable se volatilizó y devolvió a la gente a la cruda realidad. Algo así, como lo que ha pasado en nuestro país con la burbuja inmobiliaria o, más doloroso todavía, lo que ha ocurrido en Islandia.
Es triste tener que escuchar a licenciados en económicas ponderar las bondades de un sistema que, en el mejor de los casos, aboca a un amplio porcentaje de los ciudadanos de los países desarrollados, no hablemos de los que están en vías de desarrollo o de los subdesarrollados, a la pobreza, o la miseria. Es triste contemplar como las teoría defiende la liberalización de todo, lo que no implica libre competencia (hay pruebas de ello hasta la saciedad), para que unos pocos posean todo aquello que necesitamos en nuestra vida: electricidad, créditos, transporte público, sanidad, educación,...
Por cierto, he escrito lo de créditos intencionadamente. Creo en una banca pública, que existía anteriormente, que sirva de freno a los excesos cometidos por la banca privada, que debería seguir existiendo, que nos han llevado a esta situación. ¿Verdad, señor Botín? ¿Verdad, señor González? Excesos que tienen ahogada a la pequeña y mediana empresa que no recibe créditos de unos bancos, ahogados por sus créditos anteriores, concedidos alegremente. Si va a ser que parte de la culpa del paro y del cierre de pequeñas y medianas empresas la van a tener estos señores banqueros que ahora nos dan lecciones de moral y economía por el mismo precio.
Volviendo al tema de las privatizaciones, se me ocurre una pregunta ¿qué va a pasar cuando no haya nada que privatizar? ¿De dónde va a sacar la pasta el estado para cuadrar presupuestos, como hizo Aznar? ¿Cuándo no haya nada que privatizar, qué negocios nuevos va a buscar la banca, la gran industria para simular que este modelo es inagotable? Recuerdo que cada vez que hay una crisis, mayor o menor, la solución es privatizar. Es decir, lo privatizado anteriormente ya ha rendido los suficiente y no se puede seguir exprimiendo esa ubre, ahora toca otra ubre, pero la vaca no es suya, y eso no puede ser.
Recomiendo al lector que olvide las grandes cifras, que pase de empresarios y de banqueros y lea estadísticas de organizaciones independientes. Desgraciadamente, la realidad no tiene nada que ver con las macrocifas.
Un saludo.

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