martes, 14 de junio de 2011

SOCIEDAD AL DESNUDO (I). VIOLENCIA.

De nuevo aquí, aporreando las teclas del ordenador y, en menor medida, la materia gris, que a ciertas edades las neuronas no están para mucho trote y uno debe ser consciente de sus muchas limitaciones: las adquiridas por el uso y las que venían de serie.
Tras este breve descanso, pensaba jubilarme, pero la cosa se ha puesto complicada, retomo ese vicio en que se ha convertido la escritura en este blog con ganas de abordar todos aquellos temas que me parezca que merecen la pena y sobre los que tengo que aportar algo, aunque sean estupideces (volvemos a las limitaciones). 
Para abrir boca he pensado realizar una trilogía o tetralogía, veremos como sale la cosa, titulada: Sociedad al desnudo, donde espero ser capaz de desmadejar el ovillo, o parte de él, que es nuestra sociedad y nuestro sistema, póngasele el apellido que se le quiera poner al mismo. La idea es analizar diversos aspectos, todos interdependientes, que, desde mi punto de vista, conforman nuestro mundo, al menos en lo referido a las instituciones, mejor dicho, los que las dirigen y la forma en que se articula la relación de estas instituciones, que en teoría nos representan, con el ciudadano. Como el título de la entrada anticipa el primer aspecto que abordaré será la violencia; la violencia que de formas muy diversas se perpetra contra minorías y contra la gran mayoría, no sólo la que sale en los informativos.
Si buscamos en el Diccionario de la R.A.E., encontramos que violencia, más concretamente violento (violencia aparece como cualidad de violento), se puede definir como: "que está fuera de su natural estado, situación o modo" y también: "que se hace bruscamente, con ímpetu e intensidad extraordinarias". En general, con ambas definiciones, la 1ª y 3ª, tendríamos más que suficiente para saber de que hablamos y, si fuera menester, llegar a un consenso sobre el asunto. Estas dos acepciones de la palabra sirven para definir la mayoría de las situaciones que aparecen en los medios de comunicación asociadas a tal palabra. Uno se imagina a Pedro Piqueras utilizando la palabra con deleite, asociada a otros calificativos como espeluznante, impactante, abracadabrante... Por otra parte, nadie dudaría en unir el término violencia a una actuación personal o colectiva que cumpliera las características arriba referidas, asimilándolo a aspectos tan macabros como la violencia de los hombres contra las mujeres, por el mero hecho de que los primeros son hombres, a la violencia de niños o adolescentes contra otros niños o adolescentes, a las de las bandas organizadas que utilizan métodos violentos para conseguir sus fines, a las violaciones en los conflictos bélicos, a las matanzas entre clanes de la droga... En general a todo aquella actuación que utiliza la fuerza bruta, nunca mejor dicho, contra otras personas, obviando cualquier atisbo de cumplimiento de la legislación vigente. 
Sin embargo, este mismo diccionario recoge más usos para dicha palabra, entre ellos el séptimo que reza: "que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia". El lector podrá alegar, tal vez con mucha razón, que esta definición completa o refuerza a las anteriores. Tal vez. Pero a uno le parece que aporta algo nuevo e importante: los términos razón o justicia. Es en este punto donde se nos abre un nuevo abanico de posibilidades para describir otros tipos de violencia (en el fondo sólo existe un tipo, pero interesa vender un aspecto de la misma: la que vende en los medios de comunicación) como aquella que se ejerce contra millones de personas que no tienen para comer o como aquella otra que se ejerce contra millones de personas que buscan trabajo en nuestro país, derecho recogido por la Constitución, para poder subsistir, mientras los poderes públicos permiten que unos pocos sean cada vez más ricos. Este tipo de violencia la de la falta de alimentos, medicinas, agua..., o la de la falta de trabajo en los países más "desarrollados", se practica de manera sistemática, mientras el dinero, los recursos tal vez fuera más apropiado escribir, se concentra en manos de unos pocos, con la aquiescencia de nuestros ¿gobernantes?, que intentan vendernos que este tipo de políticas es lo mejor para todos nosotros. La muerte por hambre, sed o ingesta de agua insalubre, o bien por falta de medicinas, así como abocar a personas capaces, útiles y con ganas y necesidad de trabajar al desempleo (me gustaría añadir con las consecuencia psicológicas y/o psiquiátricas que conlleva para ciertas personas, muchas, la imposibilidad de trabajar, aún poniendo todo de su parte para cambiar esa situación), todo ello para que unos pocos acaparen cada vez más, es una forma de violencia extrema, silenciada por los medios de comunicación, que no de información, pues los dueños de los mismos forman parte de ese circo, siendo ellos algunos de los acaparadores, de los verdugos, que circulan por este macabro sistema. 
Este tipo de violencia, silenciosa y criminal, mata cada día a millares de personas, condenando a millones de personas diarias a esperar la caridad de los países "desarrollados" para poder subsistir. 
Este tipo de violencia, deshumanizadora y sibilina, consigue que millones de personas en todo el mundo se sientan inútiles, prescindibles, pues, aún intentándolo con todas sus ganas, no consiguen aportar dinero a sus hogares, que en muchos casos lo necesitan de manera imperiosa, porque el acceso al trabajo les está vedado, todo en nombre de conceptos "económicos" vacíos.
Esta violencia, la del hambre mortal, la de la desesperación, la que fomenta cada vez más desigualdades, no aparece en los medios, como mucho se nos enseña un niño africano con la barriga hinchada de ciento en viento para recordarnos la suerte que tenemos por poder comer caliente todos los días, como si encima debíéramos dar las gracias por ello, cuando todos con nuestro trabajo, lo tengamos o lo busquemos, ganamos un dinero que nos permite entre otras cosas eso: comer, lo más básico. Sin embargo, aunque Piqueras no nos recuerde lo espeluznante del asunto, esa violencia es diaria, convive con nosotros como nuestra sombra y nos hemos acostumbrado a verla como compañera de viaje, mitigando mediante vete tú a saber que mecanismo (tal vez ese que dice que nos conformemos con lo que tenemos, que otros están peor, mucho peor) su atroz presencia y efecto sobre los habitantes de este mundo, el nuestro. 
No deja de ser curioso que muy poca gente se crea las excusas que se dan para que se perpetúen este tipo de actuaciones violentas, teñidas con un pátina de intelectualidad economicista, pues, en teoría, se les ha ocurrido a unos tipos que conocen al dedillo como funciona esto de la economía. Muy poca gente cree que acaparar mucho en las cuentas corrientes, o no tan corrientes, de unos pocos sea lo mejor para todos, de hecho los partidos neoliberales hablan de crear riqueza, mediante la creación de puestos de trabajo, vendiéndolo como una forma de reparto de la misma (aunque no se lo creen ni ellos, lo de repartir la riqueza). Pero día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, nos intentan vender la burra de que lel acaparamiento de la riqueza en manos de unos pocos y la consiguiente muerte de miles de personas diariamente como consecuencia de ello es lo mejor que nos puede pasar. Dicha barbaridad la adornan con una reflexión tan perversa como el sistema que defienden: no nos podemos quejar, vivimos en el primer mundo y, la gran mayoría de nosotros tenemos para comer todos los días. La reflexión parece certera. O no, simplemente juegan con el miedo. La realidad es otra bien distinta: si la riqueza estuviera mejor repartida todos viviríamos mejor, salvo la minoría que posee mucho más de lo que podrá gastar en cien vidas, ocurriendo algo tan curioso como que no tendríamos la necesidad de compararnos con nadie, pues todo veríamos como las necesidades mínimas estarían cubiertas. Tal vez en ese momento, y sólo en ese momento, desaparecía el miedo a perder lo que se tiene y ellos perderían toda la capacidad de ejercer su violencia, la violencia silenciosa y omnipresente basada en el miedo al hambre, a la necesidad, a la desnutrición, a la muerte por falta de medicamentos, a no encontrar trabajo... 
Curiosamente todo el tinglado funciona gracias a nosotros, que generamos los productos a la par que los compramos. Todo el sistema se basa en producir y consumir y somos nosotros, aquellos sobre los que ejercen la violencia, los que hacemos que todo funcione. Si alguien lo duda le propongo un ejercicio de economía-ficción: imagine el lector que se realiza un boicot a cierta marca comercial, a cierto hipermercado o lo que el seguidor de esta página desee. Bastaría con que las ventas de los productos de esa marca, del hipermercado o de lo que se desee descendieran aproximadamente un 15% para que sonaran todas las alarmas por parte de los gestores de las respectivas empresas.
Concluyo esta parte con un vídeo esclarecedor sobre lo que comento de la violencia extrema a la que nos vemos sometidos, violencia que sufren especialmente aquellos centenares de millones de personas que no tienen nada, debido a un tremendo pecado: nacer en el país equivocado, en el momento equivocado.



Me gustaría concluir haciendo refencia a tipo de violencia: la de corte intelectual o, tal vez mejor quede mejor definida como violencia representativa. Ese tipo de violencia que nos considera a los ciudadanos como seres incapaces de entender por ejemplo la ¿alta política?, los postulados de los economistas neoliberales o cualquier otra ocurrencia de cualquier grupo de poder, que desee, bajo una apariencia de inaccesibilidad debido a los altos conocimientos que pretendidamente atesoran, situarse por encima de los ciudadanos, al menos al nivel intelectual, obviándonos, pues, en teoría, somos una panda de zotes, que poco más que sabemos comer, dormir, trabajar y ver la televisión. Este tipo de violencia, la intelectual o representativa, será el tema de una próxima entrada.
Un saludo.

3 comentarios:

McVilla dijo...

Hola Paco... ya veo que te ha sentado bien el descanso ... estoy impaciente para ver la segunda parte ¡... que suerte tienen tus alumnos. Un abrazo. Carme.

PACO dijo...

¡Gracias,Carmen (perdón si he escrito mal el nombre, pero no recuerdo como se escribe en catalán)! Creo que me tienes en demasiada alta estima. Soy un tipo normal, con mis fallos y mis aciertos, como todo hijo de vecino.
Me alegra que sigas leyendo mi blog. Por cierto, yo también lo hago con el tuyo y me ha encantado que cuelgues el link de Jean Siegler.
Un saludo.

PACO dijo...

Perdón, Carme, acabo de comprobar en tu comentario como se escribe correctamente tu nombre. Es lo que tiene ir con prisas.
UN saludo.