lunes, 6 de agosto de 2012

ALEMANIA, UNA PEQUEÑA EXPLICACIÓN

Lo primero pedir disculpas. 
Por cambio de proveedor de Internet, unido a un viaje familiar, durante varios días no he podido disponer de línea, a pesar de haberlo intentado por activa y pasiva. Parece que los hados habían dispuesto que me alejara durante un tiempo de la Red, lo cual he agradecido en cierta manera. 
Realizada esta aclaración, creo que necesaria, pasaré al tema de hoy.
Si bien no he podido disponer de Internet, de vez en cuando he escuchado los medios de comunicación, que no de información, y no he permanecido alejado de lo que ocurría en este planeta y, especialmente, en este país nuestro de sainete, copado de mediocres, cuando no incompetentes, que intentan hacernos creer, mediante la fuerza de los hechos, que la situación a la que nos han conducido es un caos provocado por la incapacidad de los ciudadanos que habitamos esta vieja piel de toro llamada España. 
La distancia, no tanta como hubiese deseado, me ha servido para alejarme, al menos unos pasos, de la situación que nos presentan como irremediable y verdadera. Sin embargo la persona que más me ha impresionado durante estos días de distanciamiento ha sido el profesor Navarro y su clarividente exposición histórica, que explica la situación actual que vivimos. El azar quiso que accediera a escuchar una entrevista radiofónica, no recuerdo en que cadena, con el citado personaje. Debo aclarar que en un principio no sabía de quien se trataba, de hecho su voz, con un ligero acento extranjero, me indujo a pensar que se trataba de alguien nacido allende de nuestras fronteras, un Ian Gibson de la Economía. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al final del programa escuché al locutor como agradecía al Vicenç Navarro su colaboración en dicho programa. Creo que este suceso, anecdótico, al amable lector no le aporta nada esencial, más allá de mi desconocimiento parcial sobre personas con las que coincido en gran medida; lo cual no sé si puede considerarse importante o no. Por ello me centraré en lo que, desde mi modesto entender, aportó certeramente dicha persona a la comprensión del problema actual que vivimos.


Antes de comenzar debemos retrotraernos a los años 90, justo tras la caída del Muro de Berlín. La unificación de Alemania supuso un gasto de recursos ingentes para la antigua R.F.A. que, mal que los pese a los germanos, se realizó con la comprensión, y cierto esfuerzo económico, del resto de países de lo que ahora conocemos como U.E. A pesar de que habían transcurrido más de 45 años desde la 2ª Guerra Mundial ciertos países, especialmente Francia, sentían cierto temor a una Alemania unida y tremendamente potente, a pesar de los problemas generados por la adhesión de la R.D.A., lo que provocó que los políticos europeos de aquel entonces buscaran que Alemania fuera fundamental, e indisociable, en el mecanismo de la Europa unida. Ello conllevó que en las estructuras pergeñadas para la ocasión Alemania tuviera un grandísimo poder. Entre estas estructuras se encontraban, especialmente, las económicas. Un ejemplo de lo expuesto lo tenemos en la creación del BCE, en 1998, controlado por los germanos y su ideología, o tal sería mejor decir por su conveniencia.
 Este proceso "europeo" explica ciertas cosas de las que suceden actualmente, pero, y aquí entra el profesor Navarro, no la totalidad. Vincenç Navarro expuso en la citada entrevista algo que en resumen sería lo siguiente:
El proceso de unión, fusión o adhesión tampoco constituirían palabra desacertadas para definir el proceso, de la RDA por parte de la RFA, conllevo sacrificios económicos, como ya se ha dicho, y un fuerte déficit alemán. Llegados a este momento Gerard Schröder, del SPD (partido socialista alemán) canciller alemán con el apoyo de los verdes, debe capear los problemas que existen en su país, una tasa de paro bastante elevada, un déficit en aumento... El mandamás germano ante tal situación tomó una serie de decisiones que marcaron el rumbo de la economía de su país. Dichas decisiones hicieron que el ministro de Finanzas de aquel entonces, Oskar Lafontaine, presentara su dimisión en 1999 por considerar, acertadamente, que dichas medidas estaban impregnadas hasta la médula del neoliberalismo que empezaba a imponerse. En resumen podemos decir que dichas medidas: reforma laboral, recortes sanitarios... suponían un aldabonazo a las ideas, que no teoría o tesis, neoliberales. Las reformas legislativas favorecían a los grandes grupos empresariales y a la banca, pues potenciaban la exportación y la inversión de capitales financieros, generalmente no dedicados al sector productivo.
En un principio el lector podrá afirmar que dichas medidas constituyeron un acierto. Depende. En primer lugar, a pesar de ser elegido de nuevo en la siguiente convocatoria electoral, lo ineficaz a corto plazo de dichas medidas le acabó costando el cargo. A pesar de ello el SPD no dudó en facilitar que una tal Angela Merkel de la CDU (partido demócrata cristiano, la derecha de toda la vida) accediera al poder mediante un pacto.


En segundo lugar dichas medidas favorecían a las élites económicas del país, no al grueso de la clase trabajadora, que vio como sus derechos y su economía disminuían de forma significativa. Fue precisamente esto lo que contribuyó decisivamente a la dismisión del mencionado Lafontaine, que apostaba por aumentar la capacidad adquisitiva de los ciudadanos alemanes, frente a la teoría de Schröder que defendía la tesis neoliberal de facilitar la vida a los poderes económicos a costa del ciudadano.
 Posiblemente el lector defienda que al menos la política neoliberal puesta en marcha por el SPD, desarrollada hasta el paroxismo por Merkel, ha servido para crear trabajo. En ese aspecto nada que alegar. O sí. Las rentas de trabajo, el reparto de la tarta que se llevan los trabajadores, ha disminuido significativamente en Alemania. El número de contratos basura, minijobs, es de varios millones (el lector sabe de sobra la escasa remuneración de dichos trabajos). La pérdida de derechos de los trabajadores, de los ciudadanos en general (Merkel también pegó otra buena cepillada a los mismos, véase la reforma sanitaria) ha sido un hecho. La pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores ha sido un hecho (tal vez en este último año, fruto muy posiblemente de las próximas elecciones y de las derrotas electorales en los Landers ha constituido una excepción). En resumidas cuentas: la política exportadora de Alemania era la única salida para un país que apostó por ello, a costa del empobrecimiento progresivo de sus ciudadanos.
A diferencia del gigante alemán su vecino, Polonia, apostó por las políticas económicas que defendía Lafontaine, lo que permite a los propios ciudadanos del país consumir sus productos. Resultado de la política: el año que menos creció el PIB, desde 2002, el vecino oriental de los germanos fue en 2009, un 1,7%., y nada menos que de un 4,3% el año pasado. No sería justo obviar que el paro en Polonia es mucho más alto que el oficial registrado en Alemania, un 12%, pero tampoco sería justo obviar que, por ejemplo, a partir de una edad que ronda los cincuenta años a los parados alemanes no se les incluye en la estadística de demandantes de empleo, o que los minijobs encubren situaciones de penuria, que tampoco figuran en estadística alguna.


Tras esta explicación, realizada grosso modo, no cabe duda de que los dirigentes alemanes actuales, parece que el nuevo líder de la SPD tiene una visión más "solidaria", al menos eso se desprende de las declaraciones realizadas últimamente por su líder, Sigmar Gabriel, están aplicando a los países del Sur de Europa la disciplina que han puesto en práctica con sus propios conciudadanos. Por tanto, salvo presiones externas de Obama, por cuestiones electorales, amenaza conjunta de Italia y España de abandonar el euro o no pagar la deuda (los bancos alemanes perderían mucho y con ello el resto de la economía alemana) o cualquier otra cuestión que se me escape, la inflexible política de Merkel y su ministro de Finanzas no tiene visos de cambiar en exceso. Tal vez todo ello motivado porque las élites económico/financieras del país teutón han encontrado la panacea en dichas políticas y, en el fondo, la democracia cristiana alemana no deja de ser la derecha de toda la vida, apoyada en el gran capital.
Sin embargo, me gustaría decir que esta predicción, la inflexibilidad de la canciller germana, puede que acabe convirtiéndose en flexibilidad, especialmente si sus grandes compradores, los europeos, dejan de adquirir productos germanos, debido a la asfixia económica de los ciudadanos del Sur. Aunque, lo más probable, sea que todo se decida en las elecciones del año próximo en Alemania, donde, a fecha de hoy, la cosa no pinta especialmente bien para Merkel y sus socios, los liberales, que en algún Lander literalmente han sido eliminados de los parlamentos. Ya veremos.
Un saludo.

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