sábado, 10 de agosto de 2013

TRIUNFADORES, UN MODELO ENVENENADO

Unas decenas de entradas atrás abordé, o intenté hacerlo, un asunto que, aún siendo de pura lógica, se intentaba obviar por los medios "oficiales": la necesidad de que hubiese perdedores para que existiesen ganadores. Diría más, se necesitan muchos perdedores para que el mito del triunfador cobre vida y se revista de ese aura, cuasi divino, que nos pretenden vender los teóricos del disparate humano. Este aspecto, llamémosle la cara B del asunto, constituye sólo uno de los aspectos abordables en este tema y resulta tan evidente que no merece la pena hacer perder el tiempo del amable lector buceando, de nuevo, en las profundidades del asunto. 
Como en cualquier aspecto de esta vida, siempre compleja, podemos, y debemos, analizar alguna otra faceta de lo que entendemos como éxito o triunfo social relacionado con la acumulación de dinero y bienes. Además de los perdedores merece la pena dedicar tiempo a reflexionar sobre la otra cara, la que nos enseñan, del asunto en cuestión: los ganadores.
Desde un punto de vista científico, técnico, o como se desee denominar, parece oportuno definir que entendemos por triunfador y es en este aspecto donde empiezan los problemas. A nadie se le escapa que Bill Gates, o Amancio Ortega entran dentro de la categoría de "triunfadores" (triunfador siempre que la característica primordial para alcanzar tal estatus sea la acumulación de dinero, bienes, un estatus dentro de ciertas profesiones muy determinadas y poder). Sin embargo, uno se cuestiona donde termina el triunfo y empieza la aspiración, la interpretación subjetiva del triunfo y la propia derrota (los perdedores). Reconozco que no se dar una respuesta a tal asunto (aunque sería fácil asociar vencedor a la posesión de un capital mínimo), y no creo que tal establecer tal línea constituya una necesidad primordial para desarrollar esta entrada. Me preocupa más la parte que podemos denominar moral.
En un primer momento, a vuelapluma, nada puede existir más inmoral en este mundo que acumular riquezas sin fin mientras cientos de millones de personas mueren por no poder acceder a cuestiones tan indispensables como alimentos, agua potable, medicinas... Nada resulta más evidente, e inmoral, que lo expuesto anteriormente. Puede alegarse, como atenuante, que algunos de los magnates de la faz de la Tierra dedican una parte magna de sus riquezas a ayudar a los demás, especialmente a los más desfavorecidos. Cierto, pero tal vez sea necesario analizar como esos tipos han conseguido acumular una cantidad tan grande de bienes y capital.  Durante ese proceso de enriquecimiento, o de ascenso laboral, los triunfadores no han dudado en hacer valer sus intereses, cuestión que inevitablemente choca con el interés de otras personas y, en general, de sus iguales. La explotación implacable del trabajador, la imposición de producto propios en régimen casi de monopolio, los contactos con políticos y empresarios buscando el beneficio propio, las puñaladas traperas destinadas a los competidores (que pueden estar en el despacho de al lado), la intoxicación informativa, buscando el beneficio propio... constituyen algunas de las prácticas consideradas como normales y "perdonables" en el mundo de los triunfadores. No hace falta ser un santurrón para considerar esa forma de actuar como detestable; por mucho que nos lo intenten maquillar como algo deseable, e incluso imitable.
Tal vez, sólo tal vez, esta forma de actuar delata algo más que una ambición desmedida: una falta de escrúpulos total de los triunfadores, o de una buena parte de ellos. Parece que para llegar a la cima los sentimientos hacia el otro, conocido o desconocido, suponen un estorbo y desprenderse de ellos supone una necesidad para poder seguir ascendiendo en la pirámide socio-económica. Los cadáveres se van acumulando en el armario durante el proceso, pero, afortunadamente para ellos, el armario no se abre nunca y si, por error, una puerta deja entrever alguna de las macabras huellas del pasado, estos tipos no dudarán en negar todo y algo más. 
Sé que la versión oficial habla de tipos trabajadores, de trabajadores incansables más en concreto, que crean riqueza (cual dios creador de todo lo que nos rodea) de la cual nos beneficiamos todos, cuyas obras y acciones sirven para que todos alcancemos un nivel de vida mejor, gracias a la riqueza que redistribuyen. Nada más lejos de la realidad. En realidad, para continuar, y casi acabar, debería realizar una distinción en este mundo de los triunfadores, que ayudaría a desarrollar el tema de manera más acertada. Existen dos tipos de triunfadores: los que acumulan ingentes cantidades de dinero y bienes de todo tipo y los que justifican que el acaparamiento inmoral de bienes por parte de estos tipos.
Sobre los primeros, los multimillonarios, creo haber hablado suficiente en párrafos anteriores. Es a los segundos: los políticos, economistas, plumillas... sobre los que me gustaría detenerme en este momento, tampoco mucho.
Los políticos, economistas patológicos, plumillas se caracterizan no tanto por su ansia de acumular bienes, que también, como por su falta de escrúpulos para conservar, e incrementar, lo que tienen, para lo que necesitan dorar la píldora a sus jefes, los que realmente tienen la pasta gansa. Veamos un ejemplo de lo que expongo.
El fulano denominado Olli Rehn ha largado, escrito en su blog, sobre los salarios en España, y la conveniencia de bajarlos en un 10%. De entrada un tipo que no ha trabajado en su vida no parece el más indicado para hablar de los salarios ajenos, y más cuando son éstos los que le permiten vivir a cuerpo de rey. Uno podría pensar que tras citar a Letonia e Irlanda como ejemplo de que dicha opción es la mejor, tal vez, sólo tal vez, sepa de lo que hable. Nada más lejos de la realidad. No vamos a hablar de que el PIB de Irlanda es una gran farsa, una más, pues muchas empresas tienen allí su domicilio fiscal y sólo tienen uno o dos trabajadores, a pesar de "gestionar" miles de millones de euros (unir en este caso PIB a creación de empleo sólo se le ocurre a un ignorante o a una persona que quiere engañar al personal), ni sobre Letonia, cuya economía disminuyó un 30% hasta tocar fondo y ahora, como es normal, crece, pues la economía llegó a estar en la UVI y a poco movimiento que haya crece el empleo (aquí ocurrirá algo parecido, otra cosa es el tipo de empleo), pues hablar de todo ello en profundidad nos llevará y a poco movimiento que haya crece el empleo (aquí ocurrirá algo parecido, otra cosa es el tipo de empleo), pues hablar de todo ello en profundidad nos ocupará un tiempo que no tenemos. Sin embargo, si merece la pena detenerse, un momento en la importancia de lanzar estos datos, falsos, y lo que conlleva.
Un tipo, que no ha trabajado en su vida, y que manipula los datos para favorecer a unos pocos, los más ricos, aún a costa del sufrimiento de decenas de millones de personas, supone un ejemplo ideal de este tipo de personas, "triunfadores", que no dudan en realizar cualquier acción, por muy dolorosa y trágica que sea para millones de personas, con la única finalidad de seguir medrando. Y aunque a primera vista pudiera no parecerlo eso prima por encima de cualquier otra decisión en este tipo de personas. No se trata de ideología, el tal Rehn, y los que son como él, hubiese sido capaz de pertenecer al Politburo de la  extinta U.R.S.S., se trata de ambición y de conseguir llegar a lo más alto a costa de lo que sea y de quien sea. Lo mismo da creando pobreza en un país ¿capitalista?, que mandando miles de personas a un gulag. El esquema moral de estos tipos es idéntico.
Compruebo que me extiendo en demasía para desarrollar esta entrada y creyendo que la idea fundamental, la falta de moral, que deseo transmitir ha sido desarrollada con meridiana claridad no abusaré de la paciencia del amable lector, por lo que doy por concluida esta entrada.
Un saludo.

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