jueves, 14 de abril de 2016

DE USAR Y TIRAR

Es el juego del gato y el ratón 
tus mejores años clandestinidad 
no es muy difícil claudicar 
esto empieza a ser un laberinto 
¿Donde está la salida? 

Estas asustado, tu vida va en ello 
pero alguien debe tirar de gatillo. 

Tu infantil sueño de loco 
no es respuesta demencial 
este juego ha terminado 
mucho antes de empezar. 

No hay tregua. Barricada

Esta entrada lleva más de medio año en mi cabeza y hasta ahora no he encontrado el momento de darle forma. Lo que me ha decidido a enfrentarme por fin al teclado ha sido la excarcelación de un histórico de E.T.A., tras cumplir su condena, o parte de ella. 
No es mi intención hablar de etarras, francotiradores (ya contaré por qué hablo de francotiradores), buenos y malos, ni nada por el estilo. El objetivo de este post es reflexionar sobre el trabajo individual bien hecho (o, al menos, realizado de forma efectiva) al servicio de una causa que acaba convirtiéndose en un fracaso.
El caso del etarra que ha abandonado la cárcel resulta simétrico al hecho que me iluminó: la vida real de un francotirador que ejerció su labor, desde mi punto de vista asesina, en Irak. Si le digo al lector que Clint Eastwood llevó, hace no mucho, la vida del citado militar a la gran pantalla, seguro que sabrá de quién hablo. Como en el caso del asesino español, el marine cumplía con lo que creía su misión para conseguir una meta en la que él sólo era un eslabón. Un eslabón tan necesario como el general de turno o el tipo que limpia la base a la que regresaba el francotirador tras su misión.
Antes de continuar me gustaría decir que el objetivo de este post no es valorar la catadura moral del francotirador o el etarra. Lo que pretendo es algo bien distinto. Mi intención es hacer reflexionar al lector sobre un aspecto bien distinto. Para ello le voy a pedir al lector que se ponga en la piel del francotirador, del etarra, o de cualquier otro individuo cuya misión se salga de lo normal y, en especial, frise con lo legal, o con lo ético, en un contexto no excepcional. Además de ponerse en la piel del sujeto en cuestión, debe hacer un segundo esfuerzo: convencerse, como el tipo al que suplanta de manera provisional, de que su causa (conquistar un país, la independencia de una región, la expansión de su empresa...) es justa, por muy odiosa que pudiera parecer al común de los mortales.
¿Ya se ha puesto el lector en el pellejo de uno de estos personajes? ¿Qué ha sentido? Creo que la respuesta puede ser: lo mismo que antes de conocer la segunda premisa planteada. En el fondo se trata de actos execrables.
Es casi seguro que el francotirador, el etarra, el neonazi... que recurre a la violencia para "conseguir sus fines" no piense lo mismo. No sólo eso: en todos los casos se consideran unos privilegiados por poder contribuir a una causa noble. En el fondo están convencidos de lo que lo hacen y de por qué lo hacen. Como he dicho, no deseo juzgar en esta entrada esas motivaciones, que, por otra parte, se juzgan por sí mismas. Me preocupa mucho más saber lo que ocurre cuando las causas, o la afección hacia las mismas, decaen. ¿Qué piensa sobre su papel en la lucha el francontirador cuando contempla que la invasión de Irak fue un fracaso y un montaje? ¿Qué siente el etarra cuando al salir de la cárcel contempla que la organización a la que perteneció es un mal recuerdo? ¿Qué lleva al neonazi a abandonar a sus "camaradas" de lucha?
En resumen: ¿Qué siente una persona que ha cumplido con su "misión" a la perfección cuando comprueba que la causa por la que luchaba era un fiasco?
La misión de matar, apalear, generar miedo, acaparar dinero a toda costa... como acto individual para conseguir un bien mayor, bien mayor que resulta ser una quimera. No sé lo que se puede llegar a sentir. Imagino que cuando se llega pensar que no se encaja en una idea, aspiración o meta, o cuando esta idea, aspiración o meta se derrumba per se, el individuo pasa por un proceso hasta que se reubica y valora su papel. Pero, de igual manera, intuyo que la sensación de haber perdido el tiempo vital, de haberse dejado engañar tiene que ser muy fuerte.
También puede existir una visión del asunto desde otro punto de vista. Se puede abordar desde la nula importancia que los creadores y mantenedores de las causas dan a las personas que participan en sus "aventuras". El francotirador, el etarra, el neonazi son sólo peones para conseguir una meta superior. No importa quienes sean. Lo importante es conseguir peones para llevar a cabo el plan. No importa que la causa se derrumbe. Nadie va a pedir perdón por embarcar al francontirador, al neonazi, e incluso al etarra al que se le vendió desde pequeño una idea estúpida en una aventura asesina y cruel. ¿Para qué? Demasiado tienen los ideólogos con seguir viviendo a cuerpo de rey o con buscar la manera de medrar sin hacer mucho o, directamente, sin hacer nada.
Pero,volviendo a la visión del individuo, ¿cómo se sentiría usted si hubiese sido el francotirador, el etarra, el neonazi... tras comprobar que ha dedicado parte de su vida, tal vez la mejor, a servir a unos objetivos quiméricos?
Un saludo.






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