miércoles, 20 de abril de 2016

EL PERRO MÁS FIEL A LA MENTIRA.

La traición es en gran medida una cuestión de hábito.
John le Carré.

Para la entrada de hoy voy a solicitar al amable lector que aparque su ideología. Déjela descansar un rato, que, casi seguro, la utiliza con cierta frecuencia y no la vendrá mal un reposo. Nada más fácil que pensar que ha sido secuestrado por unos alienígenas, de los de Íker Jiménez, o de los del planeta Raticulín, y que, tras ese rapto, su mente ha quedado tan en blanco como las camisas de los anuncios de detergentes. 
Lo reconozco, con cierta frecuencia solicito que se alejan de su realidad y se pongan en el lugar de otra persona, pero éste no es el caso. Sólo les pido que se olviden de sus ideas, preferencias y demás bagajes intelectuales y morales. Va a ser un momento de nada; o de todo. Luego, no lo duden, llamaremos a las naves de Ganímedes y Raticulín y su mente volverá a ser la misma que antes; si así lo desean.
Una vez puestos en situación busquemos una ambientación adecuada. Por ejemplo, las siete de la mañana en un país llamado España (ustedes eligen la localidad). Acaba de sonar el despertador (sí, ese cacharro apestoso, asociado a la rutina) y proceden a hacerse un café mientras escuchan la radio. En concreto, una emisora donde emitan noticias. Descartemos a Federico Jiménez Losantos, tampoco hace falta empezar el día insultando a todo perro quisque, y elijamos un par de emisoras al azar: la SER y la COPE. Es posible que, debido a su nuevo estado, recién estrenado, no sepan que son la SER y la COPE; pues yo no se lo voy a decir, aunque le voy a dar algunas pistas, para poder ajustar el cuadro de su despertar. 
Ambas emisoras, como ya se ha dicho, emiten noticias, o algo similar, a esas horas de la mañana. En una trabaja una mujer, que no dice tener una ideología, y en la otra el puesto de locutor se encuentra ocupado por un hombre que tuvo bigote, que dice no tener la ideología contraria a la mujer de la que hemos hablado con anterioridad.
Lo reconozco, hasta aquí todo parece un galimatías. Pues agárrese, qué vienen curvas.
Resulta que el del bigote perdido, y la que no lo tuvo, se dedican a informar a sus oyentes sobre los sucesos más importantes acontecidos en las últimas horas o en los últimos días, si la cosa es muy importante. Sin embargo, ¡cágate lorito!, lo que resulta importante para el uno, puede llegar a no ser ni mencionado por el de la emisora de enfrente. ¿Cómo? ¿Qué las noticias no coinciden? Pues sí.
¡Lo siento, querido y abducido lector! Las cosas son así en el mundo de la información española. Pero (redoble de tambor), ¡aún hay más!
Le propongo que el amable oyente siga escuchando al del mostacho que fue, o a la que careció de él. Es muy posible que, fruto de su amnesia temporal, no consiga identificar la ideología, tal vez sea mejor decir el partido, defendidos por el uno y la otra. Pero, pero, pero, lo que sí conseguirán saber con prontitud es el nombre del rival político, enemigo, o como queramos definirlo, del locutor en cuestión. Sí, estimado lector, una buena parte del tiempo dedicado a la información de estos próceres del periodismo se destina a zarandear a base de bien al que ocupa el escaño ajeno.
Haga la prueba. Coja un cronómetro, o el móvil, y sume cuanto espacio de su programación dedican el uno y la otra a transmitir informaciones y cuanto a despellejar al que parece no coincidir con su ideología. En este sentido también cuenta cuando llaman a expertos sobre un tema que, por casualidad, tienen la misma opinión que ellos (la palabra opinión no ha aparecido por casualidad) sobre el asunto en cuestión.
Imagino que tras esta pista ya han podido ubicar un poquito más a nuestros protagonistas. Lo más probable es que tengamos mala suerte y ese día ni el uno ni la otra entrevisten a ninguno de los líderes políticos más importantes del panorama español, pero, casi con total certeza, alguno de los segundos, o terceros, espadas de algún partido político harán acto de presencia en el programa. Y es aquí, querido lector, donde tendrá la pista definitiva del pie que cojea cada uno. La connivencia, a veces rota por alguna pregunta histriónica para intentar disimular, con aquellos conmilitones o las preguntas punzantes repetidas, una y otra vez, a quien no comparte cuerda ideológica delatarán de qué pie cojea cada cual.
Vamos a tomar un poco de aire, que le vendrá bien al lector para coger fuerzas e integrar toda la información que va adquiriendo. Voy a hacer un pequeño resumen de lo visto hasta ahora, para facilitar la digestión de todo lo visto hasta el momento.
En dos programas que se dicen informativos las noticias no pueden coincidir en un mismo día y hora.
En todos estos informativos una parte significativa de los mismos se dedica a zurrar al que no piensa igual, utilizando cualquier medio para ello.
A los que son de la cuerda se les suele tratar mejor en las entrevistas que a aquellos que poseen otra forma de entender la política. Aún recuerdo a la una y al otro babeando, respectivamente, ante un fulano que fue presidente del Gobierno en los años ochenta y noventa y ante un fulano que fue presidente del Gobierno en los años noventa y principios de la primera década del dos mil.
Respecto a lo de los expertos me gustaría hacer una acotación que, tal vez, sirva al lector para hacerse una mejor composición de lugar de la distante vida del antiguo bigotudo y de la siempre imberbe presentadora.
Existen una serie de aspectos, relacionados con las Ciencias Naturales por lo general, que no admiten interpretaciones. Por ejemplo, si se ha descubierto agua en Marte, eso no admite discusión alguna. Sin embargo, en todo lo relacionado con las Ciencias Sociales o Humanas las interpretaciones pueden llegar a ser diametralmente distintas (pudiendo tener parte de razón las dos, no tener razón ninguna o tener razón sólo una de las dos). De hecho, si uno escucha al experto que lleva la mujer que nunca tuvo pelo sobre el labio, puede diferir en todo del experto que ha decidido consultar el hombre que no tiene media melena.
¿Expertos que no coinciden en la interpretación de la realidad? Sí. La una y el otro recurren a un viejo concepto de la Psicología Social: presentar a alguien fiable (o que ellos dicen es fiable, por ser un pretendido conocedor del tema a tratar), que avale las ideas defendidas por el locutor.
Lo sé. Lo sé. Sé que el lector se está revolviendo en su asiento, porque considera que para informar sobre un asunto se deben dar todas las visiones posibles del mismo. Ya, pero eso supondría confiar en el oyente y cesar en el adoctrinamiento sistemático del escuchante. Seguro que, de maenra inevitable, le ha vuelto la memoria al amable lector y empieza a recordar que la llamada prensa libre le trata como a un objeto, que sólo sirve para conseguir sus fines: compartir la ideología (tal vez sería más adecuado decir intereses) que defienden ellos y, sobre todo, sus jefes. Siento haber devuelto al lector a la cruda realidad. Pero no se preocupe, acabo pronto. Un par de minutos y dejamos este ejercicio de amnesia, no tan amnésica.
En este país una buena parte de las exclusivas son fruto de filtraciones de tipos cabreados, abogados que buscan sacar ventajas para sus clientes y otros tipos que buscan venganza o ventaja gracias a la información que largan a los medios. Esto no implica que no existan equipos de investigación que destapen casos de corrupción de cualquier tipo. Sin embargo, si usted escucha a la mujer que defiende defender la independencia informativa y al hombre que defiende defender poseer la verdad absoluta, de vez en cuando, fardarán de que su cadena ha desenterrado un escándalo que te cagas (por lo general nimiedades), porque (¡tachán, tachán!)... su función es descubrir lo que se oculta al común de los mortales. Ellos, la una y el de más allá, han venido al mundo para iluminarnos sobre mala gente que pretende abusar y aprovecharse de nosotros. El lector no podrá estar más de acuerdo con este postulado. La función de la prensa es desentrañar misterios, conspiraciones, y, como hace poco hizo un periódico digital, alardear de que hacen su trabajo. Pues, siento decepcionarle, pero esa no es la finalidad principal de la prensa. Esa parte de la historia es la más espectacular, y la que justifica la miserable vida laboral de personajes como los que hoy nos ocupan. La finalidad de la prensa es mediar entre la realidad y el informado, transmitiendo de manera veraz lo que ocurre en entornos más o menos próximos. Enseñar al lector la realidad, que por falta de medios o de formación no es capaz de conocer. Pero no debemos olvidar que lo acontece no es sólo lo espectacular y, en especial, lo sórdido. Una nueva medicina, una nueva vacuna, la mejora de la calidad de vida en un país, resultan tan importantes y gratificantes como un escándalo; pero nuestros amigos, la del mostacho inexistente, y el de la melena que nunca fue, saben que vende mucho más un poquito de sangre, o mucha, para apoyar sus tesis.
Haga el amable oyente el mismo ejercicio que realizó con anterioridad con su cronómetro o con su teléfono móvil. Mida el tiempo que ocupan las noticias positivas en los programas de ambos elementos y...
Pero lo que nunca, nunca, nunca le contarán el hombre que poseyó un bigote y la mujer que nunca lo poseyó, es todo lo que saben y callan. Todo lo que ocultan para no perjudicar a los suyos, o que guardan en el cajón, en espera del momento adecuado para hacer más daño al contrincante. O, como escuché en un medio a los miembros de una tertulia (en la que participaban dos personas de derechas y dos que se pueden encuadrar en el progresismo): existen directores que a cambio de que que un empresario inserte publicidad en sus medios, se olvidan de tal o cual escándalo, que puede no favorecer mucho al empresario en cuestión. Aseveración con la que los cuatro contertulios dijeron estar de acuerdo y sobre la que dieron sobradas muestras de ser capaces de poner nombre a los directores en cuestión.
Como el lector, que ya habrá recuperado su memoria, puede comprender resulta difícil discernir sobre lo más tremebundo del asunto: directores que chantajean a personas para no publicar noticias o personas, algunas periodistas, que conocen el chantaje de sus compañeros de profesión y callan, perjudicando tanto a su profesión, como a las personas que son estafadas.
Creo que ha llegado el momento de cerrar la entrada y agradecer al amable lector haber llegado hasta aquí.
Un saludo.

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