lunes, 11 de abril de 2016

SIN TÍTULO


HORIZONTES 

No entiendo a quienes dan una segunda oportunidad
A la segunda oportunidad. 
A lo mejor todo se debe a su constitución,
Están creados del sonido del tráfico,
Las luces lejanas de los neones 
Y el aire denso e irrespirable del anticiclón.
Prefiero alimentarme del presente
O de un futuro proteico 
De horizontes por contemplar.
Horizontes para colgar sábanas
Empapadas de desnudez.





SIN NOMBRE

Querría rimar algo con ese nombre,
Pero se me olvidó rimar,
O, tal vez, no exista ese nombre.
Resulta fácil juntar la piel sin nombre,
Sólo el instante, sólo la soledad postrera.
Lo complejo es urdir la permanencia,
El nombre que ha de ser.
Desaprender se puede convertir en hábito,
Desconocer
Coleccionar olores, formas, gemidos desconocidos,
Desaprendidos.
Lo mejor puede ser recibir un anónimo
Con un nombre en letras de diario.
Grafía de lunes odiado o de domingo sin norma fija.
Un mensaje para posar calmo los ojos
Descifrando nada más,
Y nada menos,
 El calor cercano, casi animal, y casi maternal,
Donde acurrucarse
Mientras languidece lo intrascendente.
 Pero hoy sólo
Querría rimar algo con ese nombre,
Pero se me olvidó rimar,
O, tal vez, no exista ese nombre.




¡JODER!

¡Joder! Domingo por la tarde!
¡Joder! Pienso mientras dejo escurrir el tiempo futuro.
Inactivo.
Inactivo yo,
El tiempo navega entre los engranajes de mi pensamiento,
¡Joder! Pierdo el tiempo.
Mañana será lunes.





UNA VEZ TUVE MIEDO

Una vez tuve miedo a equivocarme.
No era un miedo poderoso,
Al contrario,
Se trataba de un miedo respetuoso y sociable,
Casi un compañero de viaje ideal.
 Se mostraba calmo durante buena parte del tiempo,
Diríase un convento de clausura
Sin monjas y sin fe.
Sin fe en mi propia fe
Porque en eso consiste el miedo,
En un ateísmo sobre uno mismo.
Cuando se manifestaba también lo hacía calmo.
Horadando sin voz y, sin cesar,
Quebrando de orfandad el futuro.
Era un miedo como otro cualquiera,
Pero propio.
Tan propio como la decisión de domesticarlo.
Decidí conocerlo.
Me presenté a él sin ropaje
Y me correspondió con su sinceridad.
El miedo no existía,
Sólo existía yo.

No hay comentarios: