lunes, 6 de junio de 2016

ES LA ECONOMÍA, ¡IDIOTA!

Nada más aventurado que intentar poner remedio a un problema sin realizar, de manera previa, un análisis del mismo, que nos permita comprenderlo, en la medida de lo posible. Por desgracia, esta manera de actuar se encuentra demasiado generalizada, teniendo, a veces, consecuencias desagradables en nuestras vidas, tanto en el plano individual como en el colectivo. Tal vez nada mejor para ilustrarlo que una reflexión sobre un aspecto preocupante que está ocurriendo en nuestra sociedad, acompañado de vivencias personales.
Hace algo más de un mes, en la primera vuelta de las elecciones para nombrar al presidente de Austria, el candidato de la extrema derecha ganó con más del 35% de los votos. Los siguientes partidos por número de votos fueron dos formaciones que nada tenían que ver con los partidos "tradicionales".

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/04/24/actualidad/1461450132_987767.html

Como el lector recordará, en la segunda vuelta el candidato que obtuvo la segunda posición en dicha votación se hizo con la victoria en dichas elecciones, por un escaso, muy escaso, número de votos. Como el lector sabrá, saltaron todas las alarmas por la gran cantidad de sufragios obtenidos por el candidato de la extrema derecha. Desde los partidos tradicionales, pasando por los nuevos partidos socialdemócratas, hasta la izquierda más extrema alertaron del auge de dicha ideología en Europa. Aunque con alguna inexactitud, como en el caso de Austria (pero por muy poco), este mapa ilustra el auge de este tipo de partidos.




Las respuestas convencionales, las que encontramos en los medios de comunicación al uso, hacen hincapié en el auge de los populismos, como si los ciudadanos europeos se hubiesen levantado una mañana y hubiesen decidido cargarse a los partidos tradicionales. Pero la cosa va mucho más allá. Considero que la respuesta puede encontrarse en las propias elecciones de Austria. Estos comicios sirven para nombrar al Presidente, pero, en poco tiempo, se efectuarán otras para elegir al Canciller, cargo mucho más decisivo en la vida política del país centroeuropeo. Imaginemos las papeletas dan el triunfo al candidato del partido que se ha alzado con la victoria hace diez o doce días. La pregunta entonces sería la siguiente: ¿dicho candidato conseguirá que mejore el nivel de vida de los electores que han depositado su confianza en el partido de extrema derecha para que abandonen esta opción? En otras palabras: ¿logrará que desaparezcan, o se minimicen, los problemas económicos, sociales...de una parte de los votantes de la extrema derecha? Esas deben ser las preguntas. Debemos cuestionarnos qué hacer para que las ideologías nacionalistas, xenófobas y racistas no sigan avanzando. Po, para ello, debemos analizar como hemos llegado hasta aquí.
Cuando cayó el muro de Berlín parecía claro quien había ganado: el sistema capitalista. he escrito, de maenra intencionada, sistema capitalista, y no democracias liberales, el triunfador, fue el capitalismo, como lo demuestra la situación de países como China. Un sistema capitalista  que había tenido frente a él a un presunto sistema comunista, que, junto con las disposiciones ideadas por  Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial, aceptadas a regañadientes por Churchill, fomentaron la mejora del nivel de vida del ciudadano medio en los países afines a EE.UU. A esta mejora contribuyeron los partidos socialdemócratas, fundamentales para apuntalar el sistema. Su misión, introducir mejoras, grandes o pequeñas, en la vida de los ciudadanos, así como fomentar ciertas libertades que, por su carácter conservador, los partidos rivales no podían ofrecer. Se trataba de detener a los partidos comunistas, aportando medidas que no desmantelasen el sistema, pero que contribuyesen a la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos.
Tras el triunfo de las ideas neoliberales y, en especial, tras la crisis iniciada en 2007, fruto de la avaricia de una minoría, la pérdida de derechos (incluyendo entre ellos la pérdida de calidad de vida) no puede ser parada por los partidos socialdemócratas. Es más, dichos partidos contribuyen a esa pérdida de derechos como ocurrió en España con ZP o en Francia, a fecha de hoy, con el Partido Socialista de Francia y su reforma laboral. De esta guisa surgen los conocidos como movimientos conocidos como populistas, tanto de extrema derecha como socialdemócratas a la antigua usanza (el programa de Podemos, resulta muy similar al que llevaba el PSOE en 1982, eso sí, adaptado a nuestra "mentalidad"). En todo caso, el auge de este tipo de organizaciones políticas ocurren porque no se ha sabido, o querido, dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos.
Sin embargo, uno está convencido de que ni en un caso ni en otro suponen la respuesta a un problema bastante más profundo. Ni la estrategia de grupos neonazis como Hogar Social, similar a la de Amanecer Dorado y otros grupos neonazis europeos, ni la socialdemocracia de Podemos o Syriza suponen la solución a los problema reales.
Uno considera que los neonazis se descalifican por sí solos. Su mayor "mérito" es volcar en  los diferentes la culpa de las desigualdades sociales, haciendo percibir a sus votantes que el problema no es el desigual reparto de la riqueza, sino que la riqueza que el rico desea repartir se la quita un tipo venido de fuera. Resulta muy fácil echar la culpa de algo al indefenso, no proponiendo soluciones reales.
Sin embargo, alguien puede pensar que la solución puede encontrarse en la socialdemocracia de Podemos, o de Syriza, estos ya han demostrado ellos solos que no, o en alguno de los partidos socialistas tradicionales. Nada más alejado de la realidad. Veamos por qué.
Cuando se hurga en la procedencia del voto obtenido por la extrema derecha se comprueba que en un alto porcentaje proviene de trabajadores, con o sin trabajo. No resulta infrecuente escuchar a los "analistas", muy progres ellos, tildar a dichos votantes de carentes de formación y, poco más o menos, de mentecatos irresponsables. Y ahí está el problema. En esas élites de universitarios que no han pegado palo al agua en su vida, que no saben nada de la vida de aquellos a los que dicen, y se empeñan, en representar. Los que han perdido la perspectiva no son los trabajadores, como mucho han perdido la fe, los que desconocen lo que ocurre en muchos hogares, la desesperación, la frustración, son ellos, los universitarios que dicen sentirse a su lado, y que nunca se han levantado a las cinco de la mañana para currar un montón de horas por cuatro duros o que nunca han estado un año o dos en paro. En esos sindicatos de clase, que han dejado de ser sindicatos y se han convertido en una clase que medra a costa de los trabajadores, sin importarles una higa los trabajadores.
El mejor reflejo de ello lo encontramos en aquellos movimientos ad hoc de estos partidos socialdemócratas o neoliberales que se llaman socialistas. Los movimientos feministas, animalistas, ecologistas... no suponen más que un parche, o un negocio para mucha gente, con la finalidad de lavar conciencias.
Como ejemplo podemos hablar de esa conciencia ecológica, no me refiero a asociaciones como Greenpeace o WWF, de una parte de la población, urbanita ella, que sólo ha visto a un animal en fotos. Con su visión guay de la Naturaleza, que desconocen, por ejemplo, que la caza legal es una forma de controlar poblaciones y de generar dinero no sólo a los dueños de los cotos. Tal vez si supiesen que Nelson Mandela o ecologistas de verdad, como Miguel Delibes eran cazadores cambiarían su forma de pensar. Podrían preocuparse un poquito más sobre la "vida" que llevan esos animales que comen y sobre cómo es su final. Voy a contar algo que puede escandalizar al lector, pero que es la realidad. Sin estar a favor de que le claven banderillas al toro o que le maten en una corrida, debe pensar el lector que un toro de tres o cuatro años ha vivido en el campo a sus anchas durante ese período. Un ternero que nosotros nos comemos ha vivido durante diez meses, habitualmente moviéndose lo menos posible, para que engorde y dar el mayor dinero posible al ganadero. ¿Qué es más cruel? Pero eso no parece importar al ecologista/animalista urbanita.
El caso de los transgénicos puede resultar otro ejemplo de esta "lucha" de los urbanitas contra los poderes fácticos. Parece que los transgénicos no resultan nocivos para la salud. Lo cual resulta lógico si pensamos que llevamos fabricando transgénicos desde hace milenios: desde que domesticamos a los animales o elegimos el mejor grano para la cosecha.

http://elpais.com/elpais/2016/05/17/ciencia/1463506219_758061.html

Por otra parte, el dinero que se mueve en torno a los movimientos feministas, no confundir este tipo de movimientos con la defensa de las mujeres maltratadas (a cuya defensa no se destina de ni un 0,5% del dinero gastado para la "mejora" de las condiciones de las mujeres) resulta obsceno. Miles y miles de personas, sin oficio ni beneficio, viviendo del cuento. Transmitiendo una imagen distorsionada de la realidad para poder medrar. Se necesita mucha menos gente buscando esa pretendida igualdad y más gente gestionando esos recursos para que mujeres, hombres y niños vivan mejor. ¿A nadie le produce rubor pensar que, tras miles de millones gastados, según estos tipos, y tipas, no se han producido grandes avances en su misión en los últimos años? El problema es que la publicidad institucional de campañas vergonzosas sobre pretendida desigualdad da mucho dinero a medios de comunicación, publicistas, asociaciones...
Tal vez bastaría leer algo como esto para darse cuenta del negocio.

http://prensarepublicana.com/la-violencia-no-genero-agustin-laje-2/

Con todas estas monsergas, más alguna como los nacionalismos, se ha entretenido, y lucrado, la supuesta socialdemocracia durante todos estos años, mientras el trabajador de a pie veía como descendían sus derechos. El trabajador, sin voz en los medios, y ninguneado por su "falta de capacidad para interpretar la realidad", primero se ha frustrado y, poco después, ha buscado remedio a sus males, intentando de paso castigar a esa clase parásita, que no disimula su connivencia con el poder.
Éste es el origen del problema: una ofensiva neoliberal, que no ha encontrado una respuesta. Las condiciones han cambiado y lo que existía, tanto en el aspecto ideológico como organizacional,  para oponerse a dicha ofensiva resulta ineficaz. En el siglo XIX marxismo y anarquismo constituyeron una respuesta contra la rapiña moral y económica de las élites. En la actualidad, el análisis marxista, e incluso aspectos del anarquista, de la situación siguen siendo válidos; sin embargo, el fracaso en la puesta en práctica de las ideas de unos y otros (en mayor medida las del Marx, que derivaron en dictaduras de una élite), impiden dar una respuesta organizada y efectiva a la realidad que estamos viviendo. Todo se reduce a un problema de reparto de riqueza. Incluidos aspectos como el ecologismo, donde el beneficio rápido no quiere
Es posible que la respuesta al neoliberalismo ya exista, al menos en el plano teórico, o es posible que no, pero lo que resulta evidente es que la socialdemocracia, y todas su variables, no suponen una respuesta a los excesos que sufren los trabajadores.
En el fondo, todos los procesos de cambios han sido largos y traumáticos. De la sociedad esclavista se pasó a la feudal. De la feudal el salto se hizo, de manera progresiva, a la capitalista. Uno intuye que estamos en un proceso de cambio hacia otro sistema, pero dicho cambio será largo y, lo más probable, es que no lleguemos a verlo en toda su extensión.
Un saludo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

El "artículo" es una radiografia real de cualquier sociedad,no obstante,cabe preguntarse ¿dónde está la solución para resolver el eterno problema?

Unknown dijo...

¿Hablas del injusto social,su problemática y sus libertades y tienes censura?

PACO dijo...

Hola, Juan Salinas.
En primer lugar, no, no hay censura. Cada cual puede expresar su opinión sobre el asunto tratado, pero no sobre otros aspectos no relacionados con el tema del post, como ya ha pasado. No hay censura, se trata de coherencia.
Respecto a la solución, no la tengo. Sé lo que no funciona. Es evidente que el reparto del trabajo, menos horas= un salario digno, resulta fundamental. Desde hace años estoy convencido que vivimos inmersos en un proceso largo, que va a acabar con el capitalismo tal como lo conocemos, que se gestó en el XVI, y se afianzó en el XVIII. Desconozco si iremos hacia una economía colaborativa, u otro modelo. Todo lo que ocurre, incluidos el Brexit o la elección de Trump son procesos de búsqueda de soluciones a problemas diarios de la gente de la calle. Creo que se trata de una búsqueda desesperada, culpando a quien no se debe.
Por desgracia no tengo una bola de cristal y no sé adivinar el futuro, pero intuyo que unas décadas, no muchas, todo va a tener otro rostro. Espero que no necesitemos una tercera guerra mundial, o un gran conflicto bélico, para superar toda la estupidez y avaricia de unos pocos, como ya ocurrió el siglo anterior.