viernes, 31 de agosto de 2012

DESGRACIAS AJENAS, ¡QUÉ GRAN NEGOCIO!

La finalidad de este blog no es otra que exponer mis ideas sobre distintos temas, todo ello aderezado, de vez en cuando, con escritos de mejor o peor calidad y algo de humor. Obviamente, si lanzo estas reflexiones y escritos a la Red es porque tengo interés en que la gente lo lea y comparta mis reflexiones, aunque sea para ponerme a caldo. Reconozco que no descubro nada nuevo. De igual manera ciertos temas no los he tratado en entrada alguna, bien por no interesarme, bien por seguir una línea argumental huyendo de ciertos tópicos, tratados hasta el hastío en los medios de comunicación, que no información. Sin embargo, haciendo una excepción, me apetece introducirme en un tema de candente actualidad, de esos que están en el candelabro, que diría la otra, que no podía ser otro que el de los asesinos de niños, que tanto espacio y preocupación genera en los medios y entre los ciudadanos.
Antes de comenzar me gustaría aclarar que todos estos hechos y las personas que los perpetran me parecen repulsivos, criminales, es obvio, y detestables, pero me gustaría analizar las cosas de una manera, si se me permite utilizar la palabra, aséptica o más aséptica.
Iniciaré mi argumentación haciendo un ejercicio de introspección, que considero necesario, para enfocar adecuadamente el asunto.


Imagino que al que suscribe le pasa lo que a la mayoría de los lectores: cuando se entera de una acto execrable en el que niños son asesinados lo primero que le viene a la mente es la figura del asesino colgado de los huevos (siento la crudeza de la expresión, pero creo que a nadie escandalizará). Resulta inevitable tal pensamiento y más si tienes hijos. El ánimo de venganza, del ojo por ojo se dispara como si un resorte oculto existiera sólo para tal fin. Esta especie de reacción instintiva no constituye per se algo bueno o malo, pues generalmente queda en el ámbito de las ideas, no de los actos, y, si me apura el lector, de la mera supervivencia; una especie de reacción de supervivencia que se circunscribe a lo posible, pero difícilmente ejecutable.
Sin embargo, la vida en sociedad constituye algo más que el mundo intrapsíquico, privado y particular de cada uno de nosotros. La convivencia en un entorno social, y más en los entornos sociales complejos como las sociedades actuales, se rigen por una serie de convenciones sociales, llamémosle cuerpo legislativo, que aseguran, o lo intentan, un trato de igualdad para todos y cada uno de los miembros que integran o participan, aunque sea de manera anómala, en dichas sociedades, por muy execrables que puedan ser sus actos. En otras palabras: las sociedades se dotan de leyes que persiguen la mayor igualdad posible para cada uno de sus miembros. Aspectos como que la culpabilidad debe ser probada o el sometimiento a un código legal donde se marcan los castigos que la sociedad impone cuando se vulneran las normas, y se demuestra, aparecen como garantes de un trato similar para todos.
Además este cuerpo legislativo asegura otro aspecto fundamental, o debería hacerlo: la actuación de un sistema específico social donde el ánimo de venganza no pervierta el proceso que ha de demostrar la culpabilidad o inocencia de la persona encausada. Por tanto hablamos de un sistema regido por principios de imparcialidad, tendente a asegurar que cualquier persona tenga las debidas garantías.
La distinción entre el mundo privado, interno y un sistema organizado imparcial, al menos en teoría, no sólo constituye una garantía para el acusado, también evita una escalada de la violencia debido a ajustes y reajustes de cuentas, con las consecuencias desastrosas que en muchos casos conocemos.
En el fondo la existencia de estas normas contribuyen de manera decisiva a que ciertos casos que nos vienen a la memoria constituyan excepciones y no se conviertan en algo cotidiano. La existencia de un cuerpo legal perfectamente estructurado, aunque seguramente mejorable, y el conocimiento del mismo, aunque sea de manera rudimentaria, por parte de una buena parte de los individuos que integran la sociedad contribuye a que actos como los de ciertos personajes no abunden y, si se me permite la expresión, constituyen una excepción.


Este aspecto me parece crucial para seguir desarrollando la entrada de hoy: la excepcionalidad de estos actos. Para demostrarlo voy a someter al amable lector a un ejercicio de memoria. ¿Cuántos casos recuerda el lector donde unos criminales desalmados hayan asesinado a niños indefensos en los últimos 20 años? ¿Cuatro, cinco?
 Por tanto, nos encontramos ante situaciones excepcionales, que los medios de comunicación se encargan de presentarnos repetidamente, alimentando esa parte intrapsíquica de la que hablábamos en párrafos anteriores. ¡Ojo! Los medios de comunicación, que no de información, aluden reiteradamente a estos trágicos sucesos no con un afán de que se haga justicia; más bien pretenden llenar horas de programación, captando la mayor audiencia posible, lo que para ellos supone obtener más ingresos vía publicidad. A esos mismos medios les importa una mierda el sufrimiento diarios de millones de personas en este país, o en otros, debido a la falta de recursos económicos. Es más, algunos hasta lo ocultan y si tocan el asunto lo hacen de manera tangencial y ofreciendo una visión folclórica del asunto. La verdadera justicia les importa un carajo. Su único objetivo es liderar las audiencias.
Es en estos medios donde repetidamente se habla de endurecer las penas, penas que deberían ser más duras cuanto más de derechas son los medios. ¿Pero realmente es necesario? Según lo presentan sí y utilizan para ello ejemplos como el del adolescente que tras ser declarado culpable de un asesinato se fue casi de rositas y sigue delinquiendo. De nuevo la anécdota y la mala memoria, pues esos mismos medios lincharon a una mujer, presuntamente relacionada con un crimen, que tras un segundo juicio fue declarada inocente de un crimen y eso parece importarles bien poco. Como puede comprobar el lector la anécdota puede volverse fácilmente contra los que la usan como herramienta de acción cotidiana.


Por si esto fuera poco hablan sobre el asunto de las penas carcelarias con un desconocimiento y osadía que linda con lo inmoral. Le invito al lector a que lea este enlace, donde se aclaran algunos aspectos de nuestra legislación y de la legislación de otros países, que tanto mencionan con desconocimiento absoluto, los tertulianos y conductores de programas "especializados" en trágicos sucesos en los que niños pierden la vida:

http://www.eldiario.es/zonacritica/2012/08/29/los-medios-y-las-penas/

Parece que los datos que aportan estos dos expertos en derecho coinciden bien poco con la realidad que nos quieren presentar los medios. Ni la cadena perpetua es perpetua, ni ha habido tiempo material para que las nuevas reformas y la ampliación de condena se cumpla en España...
Evidentemente, nuestro sistema, como cualquier creación humana, es susceptible de mejoras, puliendo errores que permitan dotar de mayor coherencia a las actuaciones legales, sobre todo en ciertos casos, que considero igualmente anecdóticos. Pero dicha coherencia debe servir en uno y otro sentido (el año pasado fue indultado una personas que llevaba más de treinta años en la cárcel, que no había cometido ningún delito de sangre).
A modo de resumen, podríamos concluir diciendo, que resulta normal que ciertos sucesos, anecdóticos y trágicos, nos conmocionen, pero existe un cauce para que todas aquellas personas que cometen estos actos, tras demostrar su culpabilidad, paguen por ello. No han de ser los medios de comunicación, ni los abogados o comisarios mediáticos que aparecen en ellos, los que juzguen, prejuzguen o influyan sobre el sistema de justicia, mejorable, existente en nuestro país.
Un saludo.

2 comentarios:

Piedra dijo...

Hay muchas cosas de las que no se habla o que son difíciles de tratar, ¿que se hace con una persona que tras estar "retenida" durante un máximo de 4 años es puesta el libertad por no encontrar pruebas de su culpabilidad, sea culpable o no? (prisión preventiva)

Las leyes, que por otro lado creo que cada día es más evidente que solo se aplican a los pobres, no impiden que se cometan los delitos, la gente roba, mata, estafa... a pesar de estar prohibido y penado. Esa no es la manera, hay que prevenir, no castigar, que por otro lado según nuestra propia legislación, no es lo que se persigue, sino reinsertar, (jajajajajajajaj).

Sobre los delitos de terrorismo, entendamos que en el siglo 21 en españistán, manifestarse contra una ley injusta, puede ser considerado acto terrorista; Creo que con eso ya está todo dicho.

Por otro lado, habría mucho que decir sobre el sistema carcelario español (mundial) y sus fines reales.

Pero vuelvo que me pierdo, Por supuesto la pantomima llevada a cabo por los medios de desinformación es bochornosa, al igual que los juicios paralelos y la criminalización de personas a las que se les niega la presunción de inocencia.
Y sobre bestialidades, se cometen muchas más de las que nos cuentan, pero está visto que se ceban en unas más que en otras.
Los medios de desinformación, últimamente se parecen cada vez más a aquel periódico del régimen, El caso, solo pretenden mostrarnos violencia y atemorizarnos con casos excepcionales para justificar, cualquier cosa que se persiga y que de este modo será aceptada de buen grado por los que quizás algún día sean sus propias víctimas.
Sobre la legislación penal, la española, es una de las más duras, aunque no se cumpla y mucho menos de forma igual para según quien cometa el delito.

PACO dijo...

Hola, Piedra.
Suscribo gran parte de lo que dices.
Evidentemente, las leyes las hacen los que están en el poder, para seguir perpetuándose en él.
El sistema debe perfeccionarse para que no ocurra, por ejemplo, lo que cuentas sobre los cuatro años de prisión preventiva sin pruebas.
Y sobre los medios de comunicación, que no de información, todo dicho: el miedo y el espectáculo, a partes iguales, constituyen un gran negocio para ellos, intentándonos hacer creer que hacen un servicio público.
Un saludo.