miércoles, 8 de agosto de 2012

LOS VISIGODOS Y NOSOTROS

Actualmente leo una obra sobre el periodo visigodo en España (ya conoce el lector habitual mi afición por la Historia). Uno, que no acaba de sorprenderse, ha podido comprobar como el sistema de funcionamiento de la nobleza visigoda no distaba mucho de lo que ocurría en España en el siglo XIX, especialmente en la época de Isabel II. Las élites en el poder, una minoría, utilizaban todos los medios a su alcance, generalmente mediante el uso de las armas, para acceder al poder. En estos combates siempre había un bando perdedor, resulta lógico, que, tras un tiempo prudencial, volvía a ver restituido toda o buena parte de su patrimonio, así como sus posibilidades de ocupar el poder, bien los insurrectos, bien algún familiar. Aunque, a diferencia del siglo XIX, algunos de estos "insurrectos" podían perder la vida durante el fragor de la batalla que esperaban les condujese a lo más alto del escalafón. En la España Isabelina los cabecillas solían largarse al exilio cuando veían peligrar su empresa y eran los que ocupaban los escalafones de mando inmediatamente inferiores los que pagaban con su vida el intento de "alterar" el orden establecido. 
Sé que esta simplificación del asunto oculta otros aspectos de la Historia sustanciales, pero no tengo especial interés en pormenorizar sobre asuntos que, lo reconozco, no domino y que resultan insustanciales para desarrollar la entrada que me traigo entre manos. 
Tras los seis años que siguieron a la Gloriosa, que supuso el destronamiento de Isabel II, los Borbones implantaron un sistema de turnismo bipartidista que acabó con los levantamientos de las facciones que no ocupaban el poder. Dicho sistema, podrido hasta la médula, evitó algo que parecía ser consustancial: los levantamiento armados. 


Antes de continuar me gustaría reseñar que voy a obviar los movimientos obreros que se produjeron durante esta época, por considerar que no aportan nada importante para la comprensión de lo que deseo exponer.
El sistema se derrumbó progresivamente y acabó desembocando en la dictadura de Primo de Rivera, que contaba con la aquiescencia del Borbón en el poder, Alfonso XIII, y con la de ciertos partidos, entre ellos el PSOE, al menos al principio. Pero la situación del país acabó con el rey en el exilio y la proclamación de la República, la 2ª. Cinco años de esta forma de gobierno bastaron para que los españoles nos enfrascáramos en una guerra sin cuartel entre nosotros mismos. Parece justo reseñar que durante este periodo, antes del golpe de Estado del 36, existieron, al menos un par de intentos de subvertir el orden constitucional. Contrariamente a lo que muchos defienden, especialmente la gente de derechas, la primera se produjo en el 32, capitaneada por Sanjurjo. Este personaje un año antes resultó fundamental para que la República se instaurara como forma de Gobierno (en abril del 31 dirigía la Guardia Civil, último bastión de poder que podría sustentar al Borbón en el poder, no dudando en presentarse en el lugar donde se encontraban reunidos los futuros dirigentes de la República, indecisos tras la victoria de sus tesis en las elecciones, para ponerse a sus órdenes, poniendo de esta manera a la Guardia Civil bajo los designios de los futuros líderes de la República). De igual manera Sanjurjo, al que se le conmutó la pena de muerte por su intentona golpista, se convirtió en aglutinador y líder de todos los movimientos antirrepublicanos, desde su exilio portugués. De hecho él era la cabeza visible del Golpe de Estado del 36.
Las consecuencias de la Guerra Civil las conocemos de sobra, por lo que avanzaremos en el tiempo hasta la década de los setenta del siglo pasado. 
Tras la muerte de Franco el sucesor de éste, Juan Carlos I, nombrado por el dictador, facilitó un cambio político, a cambio de permanecer en el poder, que mediante lo que conocemos como Transición permitió dotar a este país de un sistema democrático formal, al menos eso nos venden.
Durante estos años se ha establecido una especie de turnismo político bipartidista, con el apoyo en bastantes ocasiones de partidos nacionalistas y regionalistas, que cada vez recuerda más al que se estableció en época del bisabuelo del actual monarca español (digo estableció porque Alfonso XII no fue quien pergeñó tal sistema, faltaría más, para eso existían personas como Antonio Cánovas) y que acabó con el hijo del Borbón en el exilio. 


El actual sistema, bastante menos fraudulento que el propuesto por la Restauración, parece que se ha encontrado con un escollo con el que nadie contaba cuando se diseñó: una crisis, estafa, que ha conducido a la pobreza a casi un cuarto de la población española y que parece va a seguir generando ciudadanos, familias, colectivos totalmente desprotegidos. El desencanto por parte de los ciudadanos hacia una forma de gobierno que permite que los líderes políticos de turno se salten a la torera sus programas políticos, en algún caso reciente mintiendo descaradamente sobre sus intenciones, sin que ello acarree consecuencia alguna para los mentirosos. Desencanto que se alimenta igualmente de la frustración que supone soportar recortes de derechos para la mayoría de los ciudadanos, mientras una pequeña élite ve como sus privilegios siguen siendo válidos, y en algunos casos se incrementan incluso. Desencanto, ¡en fin!, que se produce por falta de respuestas reales y efectivas a los problemas de los ciudadanos, sobre quienes cae el peso de la irresponsabilidad de políticos pasados y presentes. 
Todo ello lleva a pensar a una parte significativa de la ciudadanía que el sistema, instaurado durante los 70 y perfeccionado, o desvirtuado, durante las décadas siguientes, parece no ser suficiente en estos momentos, convirtiéndose más bien en un corsé que aprieta hasta la asfixia a los ciudadanos. De hecho, parece tan evidente lo expuesto que en medios de comunicación del grupo PRISA los mamporreros mediáticos del grupo en cuestión  ya hablan sobre un pacto de estabilidad entre los dos partidos mayoritarios y un algún otro partido nacionalista, con la finalidad de encauzar la situación. Como en el caso del abuelo del monarca campechano, las élites, no sabría decir bien de que tipo, posiblemente financieras, intelectuales seguro que no, intentan salvar al sistema desde arriba, sin contar con la ciudadanía. ¿Hemos avanzado algo desde el siglo VI en que una pequeña élite se repartía el poder?
Resulta evidente que esta intentona, por el momento en la mente de unos cuantos, va encaminada a salvar el estatus quo imperante, que va desde la forma de organización política del país, hasta la preservación de los privilegios de las clases poseedoras del poder económico, pasando por la subsistencia de los grandes medios de comunicación (algunos como PRISA con una situación económica calamitosa). 
No parece difícil determinar que dicha forma de entender la democracia, obviando la opinión de amplios sectores de la ciudadanía, a una parte significativa de las organizaciones ciudadanas, desde partidos políticos minoritarios a sindicatos minoritarios, pasando por asociaciones de todo tipo y a los diferentes movimientos ciudadanos surgidos en los últimos tiempos, constituye un secuestro, aún mayor, de la democracia en nuestro país. Los gobiernos de concentración nacidos de necesidades extremas, creados por los propios partidos en el poder generalmente, suelen constituir un incumplimiento sistemático de los programas electorales; una mentira y un desprecio hacia los ciudadanos, que son tratados poco menos que como trozos de carne, y hacia la democracia, palabra con la que tanto se llenan la boca. 
El intento por copar el poder por parte de los que lo han detentado durante los últimos treinta años al precio que sea, con la excusa de salvar al país, constituye un asalto a la soberanía popular, un pequeño, o grande, golpe de estado, con la excusa de salvarnos del mal absoluto, creado y amplificado hasta extremos inconcebibles por ellos mismos. Por supuesto la idea de un referéndum o de una convocatoria anticipada de elecciones no entra en su vocabulario. "Ellos han sido elegidos para sacar al país de esta situación". Lo cual es cierto, pero falso a la vez. Han sido elegidos para aplicar un programa electoral que pretendía sacar a los ciudadanos de este país del desastre al que nos han abocado unos y otros, pero no para ejercitar el poder como les dé la gana ni para mentir miserablemente. 


Esta situación también se puede observar desde otro punto de vista: la existencia de malestar, frustración, ira... entre una parte de los ciudadanos y la organización creciente de los mismos constituye, o así lo perciben ellos, un escollo para que puedan seguir ocupando plácidamente el poder. La organización social creciente, que está generando movimientos de protesta cada vez más evidentes, constituye una forma de amenaza a lo que los tipos que dirigen los partidos políticos consideran el estado ideal de las cosas, su permanencia en el poder siguiendo las directrices de los poderes económicos que han impuesto la teocracia neoliberal. Desde este punto de vista, de manera fundada o no, los tipos que detentan el poder político ven peligrar parte del pastel que les toca. 
Aunque pudiera parecer algo ajeno a lo expuesto en último lugar las amenazas a FACUA por parte del Gobierno, constituyen otra forma de miedo a perder ese poder. Se intenta laminar legalmente a una organización apolítica que pudiera generar problemas en un futuro, o que lo hace ya en el presente. 
Estos tipos, a los que se les llena la boca con la palabra democracia, pretenden hacernos olvidar a los ciudadanos que la Constitución reconoce la libertad de asociación del ciudadano para defender sus derechos y que los partidos políticos no constituyen el único cauce de expresión de los españoles. Intentar acotar a una minoría el poder de decisión no deja de ser una forma de vulnerar la Constitución del 78, lo cual puede considerarse de muchas formas, pero todas con un significado asociado al secuestro de la soberanía nacional.
Me gustaría concluir esta entrada con un dato histórico. Desde Carlos III ningún Borbón que haya heredado el trono de su padre/madre ha conseguido finalizar su reinado (vamos a considerar que Fernando VII recibió el poder de las Cortes de Cádiz, aunque no sea cierto del todo, para que se cumpla este axioma. Perdón por la licencia).
Un saludo.

2 comentarios:

rosama dijo...

Muy buena reflexión, se ve que en este país estamos condenados a repetir siempre los mismos errores.
No se como va a terminar esto, pero como no se de pronto una recuperación acabaremos como en los países del norte de Africa, con una sublevación y los ciudadanos en la calle, o esto o la miseria mas cutre y que a nuestos gobernantes les importa poco con tal de poder seguir ellos atesorando dinero y poder que lo mismo es.

PACO dijo...

Hola rosama.
Efectivamente, la casta dominante sólo piensa en llegar al poder al precio que sea (en eso intuyo que no son diferentes a los de otros lugares del mundo).
Más preocupante es el tema de la crisis, estafa, que sufrimos. El sistema, les guste o no, está quebrado, pero las élites dirigentes mundiales(las económicas y políticas) no quieren, como es lógico, ceder su posición de predominio económico e ideológico.
Sigo pensando que es cuestión de tiempo que todo estalle (deudas insostenibles, descenso del crecimiento, cuando no retroceso, empobrecimiento de los ciudadanos que adquieren los productos...), mientras tanto nos quedan dos cosas: que la Merkel pierda las elecciones el año que viene, lo que aliviará algo nuestra situación, y que todo termine por explotar. Acontecimiento que llegará bastante más tarde.
Un saludo.