miércoles, 24 de octubre de 2012

AUTOPROFECÍA

Su vida siempre había constituido una extraña mezcolanza en el que los actos deplorados por los adultos suplía la falta de normas y cariño que había sufrido desde la más temprana edad por parte de estos mismos adultos.
Los que le conocen desde pequeño ya narraban historias que le diferenciaban del resto de niños de su edad. Los exabruptos, aquella temporada que llevaba navaja a clase, amenazas a otros niños de su clase... Todo ello constituía parte del relato que acompañaba su biografía. Estos mismos cronistas solían olvidar que ese mismo niño solía estar solo en el parque porque ellos mismos evitaban que su hijos jugaran con él. Estos mismos cronistas obviaban, de manera intencionada o no, que los adultos encargados de su crianza habían delegado su misión en nadie. Estos mismos mismos cronistas silencian que, a diferencia de la gran mayoría de niños, los mayores intentaban cambiar el cariño de ese niño por caprichos, algunos de ellos de un precio disparatado.
Sobre lo que no parecía existir duda alguna era sobre el futuro del chaval: acabaría militando en el bando de los delincuentes. De los delincuentes que se dedicaban al menudeo, al trapicheo de drogas a pequeña escala y/o a robos de casas o vehículos. ¡En fin, un delincuente de poca monta! De esos cuya detención ocupa un breve espacio en una página par de cualquier periódico local.
A medida que el tiempo transcurría todo parecía confirmar las previsiones de aquellos adultos que no parecían darse cuenta de que ese niño todavía seguía agachando la cabeza cuando ellos les decían a sus hijos que se alejasen de él. Parecía que estuviese infectado por alguna enfermedad contagiosa que al único que no afectaba era a él. Pequeños hurtos, alguna amenaza, fumar, tabaco con y sin marihuana, a edades tempranas, cuando apenas apuntaban los primeros pelos en su púber rostro, iban construyendo un currículum que parecía confirmar todas las expectativas depositadas en él desde pequeño.
De manera progresiva se fue introduciendo en el mundo del tráfico de drogas. Primero vendiéndolas en pequeñas cantidades, siendo muchos de sus clientes aquellos niños que hacía no mucho tiempo tenían prohibido jugar con él en el parque.  A pesar de lo que les gustaba pensar a muchos de los padres, muchos de sus hijos, antes de cumplir los dieciséis años, habían probado algún tipo de droga.
Hasta ese momento casi nadie había tenido en cuenta una de las virtudes de ese crío que acaba cumpliendo la autoprofecía cumplida de toda una localidad: su inteligencia. Inteligencia que aplicada a sus intereses comerciales redundó en una ampliación de su lucrativo negocio. Las cantidades del tipo de sustancia con las que trabajaba aumentaron de manera significativa. Ya no trataba directamente con los consumidores de la mercancía que ofrecía en el amplio mercado de su localidad y las limítrofes, ahora eran pequeños minoristas los que recurrían a él para abastecerse. Entre estos minoristas se encontraban algunos de sus antiguos clientes, que ahora necesitaban el dinero que obtenían de la venta de esos productos para abastecer su propia necesidad, su adicción. Entre estos últimos se encontraban algunos de esos niños a los que sus padres les impedían que jugasen con él hace unos años. Sin embargo, ahora le necesitaban para poder subsistir, cuestión que algunos de esos padres aún desconocía.
El paso del tiempo había dado la razón a esos padres que consideraban a aquel chaval como carne de cañón. La delincuencia se había convertido en su forma de vida. Sin embargo, un matiz, sustancial, había distorsionado la visión de conjunto: él no era un muerto de hambre que vivía de pequeños hurtos o de la venta al menudeo de droga. Él era económicamente un triunfador.
Con el discurrir de los años parecía que la figura del perdedor, del marginado social, se ajustaba más a la de aquellos niños cuyos padres tenían una seria preocupación por sus hijos; por la influencia que aquel crío, siempre sólo en la calle, podía ejercer sobre sus hijos. El perdedor social, el marginado, el fracasado era cada uno de aquellos niños que ahora, ya adultos, dependían de aquellas sustancias ilegales que les facilitaba aquel niño solitario y rechazado. Malvivir día a día para todos ellos se sustentaba en aquellos polvos, de precio exorbitado, que él parecía poseer en cantidades casi infinitas.
Incluso cuando la Guardia Civil desarticuló parte del entramado que él dirigía las diferencias entre unos y otros se hacían sentir. Él, el marginal, no tuvo excesivo problema en sortear los problemas legales que parecían irresolubles. Uno de los mejores bufetes de abogados del país, cuya minuta resultaba prohibitiva para el común de los mortales, se encargó de su defensa, siendo su paso por la cárcel fugaz y casi testimonial. Sin embargo, aquellos pequeños camellos, algunos de los cuales eran aquellos niños cuyos padres les protegían de aquel pequeño destinado a ser carne de cañón, no tuvieron la misma suerte, o el mismo dinero, y pasaron una temporada larga encerrados en una prisión. En el mejor de los casos, su paso por la cárcel no bajo de los tres años.
Pasó el tiempo, no mucho, y él abandonó para siempre, sin avisar a nadie, aquel lugar donde nació,creció y vivió hasta ese momento.
Hace ya varios años de ello y en el lugar su recuerdo se ha diluido casi definitivamente. Los únicos que rememoran su existencia, de vez en cuando, son aquellos que le habían conocido desde pequeño. Todos ellos coincidían en un aspecto: desde su marcha todo había cambiado a peor. Él siempre les fió y jamás les metió prisa para pagar la mercancía adelantada, especialmente cuando ésta era para consumo propio. Ya nadie tenía esta proceder. 

4 comentarios:

Piedra dijo...

La sociedad crea sus monstruos y los educa para que ocupen el lugar que les tiene reservado, a pesar de despreciarlos cuando lo hacen.
En una sociedad competitiva, egoista y consumista, donde se mata la creatividad infantil y se encasilla los niños desde su ingreso en el sistema escolar, es difícil que la mayoría pueda llegar a desarrollar alguno de sus potenciales naturales de forma productiva o útil, ya que esto también se censura. ¿Salida? ya que las drogas son un negocio y un tabú a desafiar, las drogas son una buena salida que pone a prueba tu rebeldía juvenil, y sacia la necesidad que te han creado de conseguir mucho dinero, del modo que sea.

PACO dijo...

Hola Piedra.
A veces a los niños se los encasilla no sólo en el sistema educativo. También la propia sociedad se encarga de hacerlo en función de su procedencia familiar.
Un saludo.

Piedra dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
PACO dijo...

Hola Piedra.
No, no me ofendes, ni mucho menos. De hecho tuve una asignatura, Sociología de la Educación, donde me dejaron bien claro, y lo comparto, que somos un cuerpo represivo. Nosotros hacemos una criba entre buenos y malos, muchas veces de manera arbitraria y falta de toda ética.
Yo me refería a que en cierto contextos, pongamos pueblos, el estigma del entorno es más fácil de poner.
Un saludo.