martes, 2 de octubre de 2012

¡QUÉ NO! ¡QUÉ NO! ¡QUÉ NO NOS REPRESENTAN!

Hace cuatro o cinco días mantenía un encendido debate con un amigo a través de una red social respecto al tema de la intervención policial el 25 S. Como el lector habrá adivinado, el que suscribe defendía que la Unidad de Intervención de la Policial se había pasado tres pueblos, al menos una parte de los profesionales que la componen, las imágenes de Atocha, entre otras, no tienen nombre. Me gustaría aclarar que la discusión llegó a extremos bastante duros, aunque una amistad de más de tres décadas consiguió mitigar la mala baba que por una y otra parte creaba el asunto de marras. 
Seguramente al lector le importará una higa mi vida privada y mis discusiones, con toda la razón del mundo, pero creo necesario narrar este hecho, y alguno otro más, para que la entrada de hoy resulte coherente y , de paso, para que el lector siga el hilo que me condujo al razonamiento que intentaré exponer en este post.
Creo que la cosa había quedado en una reconciliación, si se puede llamar con ese pomposo nombre, entre mi amigo y yo. Durante un par de días intentamos no tocar el tema, pero fue inevitable. Volvió a ocurrir, esta vez con un mejor talante por parte de los dos, pero yo tenía claro que él no era mi enemigo, ni yo debía ser el suyo, porque el asunto que nos enfrentaba era un divertimento que servía para distraer al personal de la verdadera idea: la falta de representatividad de los sujetos en los que en teoría recae la soberanía nacional, los diputados y senadores y, por supuesto, los diferentes desgobiernos, empezando por el del Reino de España y acabando por el de muchos municipios, pasando por todas y cada una de las comunidades autónomas, sin olvidar las diputaciones. Esa falta de legitimidad, luego veremos porqué, de los políticos que se han aupado al poder era el motivo de la protesta de miles de ciudadanos, no sólo en Madrid, en ciertas capitales de autonomías también hubo intentos de rodear los parlamentos autonómicos.


Creo que la intervención policial durante el 25 de septiembre se puede, y debe, criticar (de hecho un líder sindical de la Policía lo ha hecho, exigiendo la dimisión del comisario encargado de la actuación), por excesiva; tanto en el planteamiento de los que diseñaron el sistema, como por la forma de actuar individual de algunos elementos policiales. Pero este no es el quid de la cuestión. O tal vez sí, pero no tal como nos lo presentan. Veamos a lo que me refiero.
Imaginemos que el líder sindical policial tiene dos opciones: callar o exponer toda o parte de la realidad. Parece evidente que la elección elegida es la segunda (creo que expone parte de la realidad, porque no pide que aquellos policías que se han excedido sean investigados). Pero..., ¿por qué actúa así? Pueden existir varias explicaciones: pero a mi hay dos que me parecen las más plausibles. Dos explicaciones que además se complementan a la perfección.
La finalidad primera del representante del sindicato policial, el mismo sindicato que calificó de grave error la orden que auspiciaba la carga policial ocurrida en Valencia de hace unos pocos meses,es exculpar a sus posibles afiliados, cargando contra un alto cargo policial como último responsable de todo lo ocurrido. Como diría el otro: "si es blanco y en botella, es leche".
Una segunda finalidad de dicha explicación es devolver la pelota a los que imparten las órdenes, en este caso un comisario, que, muy posiblemente, recibe órdenes de algún cargo político (cargo político que, a lo mejor, ve como el nombre de su marido aparece en un boletín oficial, solicitando que aquella persona que sepa de su paradero haga el favor de notificarlo). Este aspecto, el de devolver la pelota, resulta mucho más importante de lo que pudiera parecer. Veamos porqué.
Aunque la actuación de la U.I.P. del 25 S deje en algunos momentos bastante que desear, no debemos obviar que obedecían órdenes. Es este aspecto el más importante, pues marca la diferencia en muchos aspectos. Como algún miembro de la Policía comentaba la U.I.P. se encuentra presente en miles de actos en Madrid cada año y en más del 95% de ellos no interviene. ¿Qué o quién hace que intervengan? Los políticos de turno, obviamente. ¿Qué motiva que los políticos decidan la intervención de esta unidad? Básicamente, desde mi punto de vista, dos aspectos, que se pueden solapar o no: que la alteración del orden público adquiera un carácter tal que se necesite el concurso de este tipo de unidades y, dos, los intereses políticos de los mandamases de turno. Veamos un ejemplo.


Cuando el Partido Popular llegó al poder nacional empezó a utilizar a la policía para reprimir cualquier atisbo de contestación en la calle. Los indignados sufrieron esta forma de proceder en sus carnes. Esta misma política de represión la aplicaron en Valencia durante las protestas estudiantiles, con el resultado que todos conocemos, teniendo que recular en días posteriores, no ordenando la intervención de los antidisturbios. La no intervención de la U.I.P., casualmente, provocó que no se produjeran disturbios.
Paralelamente a la orden de intervención de las unidades policiales, los medios de comunicación de ultraderecha (invito al lector a que conozca el canal de televisión TreceTV, quedará encantado de la objetividad informativa de dicha cadena, que, a veces, deja a Interlobotomía a su izquierda) lanzaban una campaña, justificando la actuación policial, tanto en el caso de Valencia como en el del 25 S, en ambos casos totalmente desproporcionada. La intervención torticera de los medios de comunicación, que no de información, conseguía distraer la atención de una parte significativa de la ciudadanía, enfrascados en atacar o defender la actuación de las fuerzas antidisturbios, olvidando que en Valencia protestaban por la falta de unas condiciones mínimas en el centro de estudio.
Lo acontecido hace una semana sigue los mismos patrones: el representante político de turno ordena cargar contra los manifestantes sin contemplación alguna. En este caso además de la típica manipulación de los hechos mientras estos ocurrían, y por supuesto después también (¡qué forma tan sencilla de llenar la programación!), se produjo una manipulación previa, tanto de políticos (la Cospedal, imagino, que después de sus declaraciones acudiría al confesionario más cercano o aquél de su total confianza) como de vociferantes tertulianos y plumillas que, tras verlos actuar, situarían  en la izquierda al mismísimo Manuel Fraga. Todo este clima no se creo para desconvocar la manifestación. Al contrario. Interesaba que la manifestación se convocara porque el objetivo era criminalizar a los que acudieron a la misma (según fuentes policiales unos 6.000, pero que nadie dude de que ese mismo número de personas se contabilizarían como 600.000 si fuese una manifestación a favor de la ¿familia? o contra la negociación con E.T.A.). ¿Por qué interesaba que la manifestación tuviera lugar y que hubiese jaleo? Básicamente por dos motivos:

  • Para asustar a los ciudadanos que quisieran adherirse a la manifestación y no lo tuvieran claro. Asustarles porque podían recibir de la policía. Asustarles porque alguien pudiera asociar a ese ciudadano "honrado" con una panda de delincuentes profesionales, que acaban con todo lo que se pone a su paso. No hace falta ser muy listo para saber que los que montan el pollo, infiltrados policiales aparte (merece la pena leer críticas satíricas que circulan por la Red sobre la indumentaria de los infiltrados), son una minoría, los de siempre y que la gran mayoría, como se ve en las imágenes, van a hablar de lo suyo: el secuestro de la democracia. Por tanto, se trataba de deslegitimar a unos ciudadanos que pedían democracia real. 
  • En segundo lugar, si se impelía a las fuerzas antidisturbios a actuar con contundencia muchos ciudadanos ya tendrían nuevo enemigo: el madero del casco y la porra (¡ojo! aquí no se trata de exculpar aquellos comportamientos abusivos de aquellos policías que los cometieron, aspecto éste que algunos vídeos delatan con claridad) o el tipo, radical en palabras oficiales, que se enfrentaba a las fuerzas policiales. Que el enemigo sea uno u otro dependerá de la ideología, pero el objetivo se cumple: no debatir sobre el asunto que ha juntado a miles de personas cerca del Congreso. 


Como se puede contemplar, a modo de resumen, el objetivo perseguido era doble, aunque el tiro, en parte, les salió por la culata, pues la gente no pareció achantarse en días posteriores y, al final, se demostró que el problema no eran tanto los radicales, como las ganas de deslegitimar un movimiento. 
Me gustaría hacer un inciso a este respecto. Me resulta repugnante que los mismos que hubiesen vivido igual de bien si hubiese triunfado en este país un golpe militar, bien a finales de los setenta o bien a principios de los ochenta del siglo pasado, ahora se erijan en paladines de la democracia. 
Volviendo al asunto que nos traemos entre manos, parece claro que los disturbios, o al menos una buen parte de su intensidad, pudieron ser evitados (como se demostró en días posteriores), pero intereses bastardos facilitaron que ocurrieran, buscando un objetivo que no debemos dejar que se consiga. Todos debemos tener en cuenta lo que pretenden: QUE OLVIDEMOS QUE NUESTROS POLÍTICOS NO NOS REPRESENTAN. 
Un saludo.

3 comentarios:

Piedra dijo...

Por desgracia es mucho más complicado que todo esto, y a la vez más simple.
15M, DRY, 29S y los que vengan después, todos son movimientos falsos y artificiales creados por el poder para encauzar el enfado colectivo que de otro modo acabaría en rebelión o revolución.

¿Quien controla los medios?
-Pues si al poder no le interesase que todo esto se supiera, no se sabría, no saldría en todas las cadenas.
Que se agrede a unos inocentes, por supuesto, es necesario crear mártires y hacer que parezca que la lucha en noble y vale la pena, pero te aseguro que entre ellos no habrá ninguno de los que no demasiado tarde se proclamarán representantes de este movimiento.

El problema es la desigualdad reinante, que cada vez es mayor y lo será mucho más. Deben encontrar (y ya lo han hecho) maneras de ocultar el problema principal así como inventar protestas de diseño, en la que miles de borreguillos de forma involuntaria faciliten la labor del estado, y como premio les rompan la cabeza.

Las manifestaciones no sirven de nada, son una estafa. Además están llenas de infiltrados que provocan disturbios para justificar no solo las cargas policiales, sino las medidas que se tomarán (no tardarán mucho), para prohibir las manifestaciones REALES y los posibles brotes de cordura de la población.
Esto es una estafa y sin querer estamos colaborando.
La forma de luchar no es esta, esta es la que nos han dicho que usemos porque no sirve de nada.
-Tiempo, no e digas que no, espera un poco, que por desgracia no será demasiado.

Enrique Luengo, geógrafo. dijo...

Te doy toda la razón en tus argumentos, para apoyarlos te diré que yo estuve allí y estaba muy claro que buscaban el enfrentamiento. La forma de caldear el ambiente, la forma de cerrar "todo el centro de Madrid", los registros en autobusus. Allí en Neptuno no paraban de hacer cruzar a grupos de antidisturbios de una zona a otra para provocar la ira de los manifestantes, pobres polis, la cara de miedo que tenían y vaya superiores. Todo parecía que iba a acabar mal y de hecho a las nueve menos cinco, todos los policías de los alrededores se prepararon en orden de carga y, casualmente a la nueve y dos minutos, la hora de la conexión a rtve, un grupo de infiltrados con banderitas y pañuelos rompieron la paz, tensa pero paz. Lo que siguió luego también estaba estudiado, la forma de ir cerrando las calles. El cerrar a la masa tensa, abrirles el paso tres minutos y volver a cerrar, para acojono general y un larguísimo, y estudiado, nada salió al azar, no creo ni siquiera que el bajar y entrar en los andenes de renfe, no estuviera previsto.
La lección es clara, el estado de derecho, (el derecho que ellos se han arrogado y corregido), no dará un paso atrás frente a los "violentos".
Yo por mi parte creo que si no mostramos nuestro cabreo, van a llegar hasta el fondo de nuestras cocinas. No les pienso dejar seguir así, y si no sirve de nada, no daré ese tiempo y esa lucha por perdida a no ser que ya no me quede ninguna fé en el hombre.
Al día siguiente con otros que habían estado allí, vimos que todo el mundo tenía las mismas sensaciones, ya se ha acabado el tiempo de hacer lo que quieran y ponernos cara de condescendientes con nuestras quejas, ahora ya empiezan a mostrar claramente sus cartas. Y son esas

PACO dijo...

Hola a ambos.
Piedra, como dije otras veces, no soy capaz de vislumbrar tan magnas conjuras, lo que no implica que no existan, pero yo no llego a discernir con claridad tales hechos. Es más, algunos de los ideólogos del neoliberalismo y sus pérfidas consecuencias han llegado a hacer públicas sus estrategias de confrontación con los ciudadanos. Sin embargo, sin negar que existan cabezas pensantes en la oscuridad, yo creo que una gran mayoría de los tipos que rigen nuestros destinos son unos mediocres, en algunos casos unos imbéciles integrales, a pesar de sus títulos universitarios. Dentro de poco escribiré una entrada defendiendo éste y otros aspectos, que espero sirvan para aclarar mi postura. Sobre lo de la forma de manifestarse, es una más, pero considero que la auténtica pesadilla para doblegar a los que mandan es dándole donde más le duele: en la producción y en el consumo (curiosamente,su avaricia está contribuyendo a que esto último ocurra). Una huelga general permanente y/o una limitación voluntaria del consumo son nuestras verdaderas armas. Al sistema se le tumba con sus mismas armas.
Hola Enrique Luengo.
No hay duda de que todo estaba montado para deslegitimar a los
manifestantes. Lo que cuentas del tipo de despliegue imagino que es de manual de academia y lo que pretendían, como bien dices, era intimidaros. Aunque, por el lugar donde vivo, tengo pocas posibilidades de sumarme a las manifas, siempre que puedo lo hago y lo seguiré haciendo. Pienso que al menos deben ver, como tú dices, que no les tenemos miedo.
Un saludo.