lunes, 6 de mayo de 2013

LA MADEJA NO ES TAL

Día a día, con alguna puesta en escena incluida, los dirigentes neoliberales europeos, por ende los españoles también, muestran una mayor flexibilidad ideológica, lo que conlleva que sus absurdos, y desvergonzados, planteamientos vayan trufándose de planteamientos keynesianos. Su fundamentalismo se derrumba de manera progresiva y sin remisión, debido a los trágicos hechos que, día a día, afectan, nos afectan, a millones de europeos. 
En realidad, todo lo ocurrido hasta el momento se puede resumir en unas pocas líneas y para encontrar soluciones, a corto y medio plazo, también bastan unas pocas lineas. A riesgo de simplificar en exceso y de cometer ciertos errores, una vez más, expondré, de manera sintetizada, como se ha llegado a esta situación y  las opciones más racionales para salir de ella.
Respecto a como se ha creado esta situación bastará un espacio muy reducido de esta entrada para describirlo.



Los teóricos del neoliberalismo (esos que hablan de manos invisibles y el orden natural de las cosas) optaron por desregularizar todo lo fiscalizable, al menos en lo referido a la economía, para que no existiese freno alguno a la avaricia de los "inversores". El desmantelamiento del Estado, la debilitación del mismo (excepto en aquellos aspectos que pueden provocar el enriquecimiento de la empresa privada, industria de la guerra o  en los relacionados con mantener el orden establecido), facilitarían esa desregulación y el enriquecimiento, aún mayor, de unos pocos. La mentalidad, cada vez más extendida durante la década de los 80, 90 y la primera del siglo XXI, de que todo valía para ganar pasta de manera rápida, creó el escenario perfecto para que las burbujas financieras surgieran por doquier. Este aspecto conllevó dos consecuencias fundamentales: la inversión en la economía productiva perdió importancia y el crecimiento, ese que Friedman decía, a mediados de la primera década del siglo XXI, que sería eterno, existía sólo sobre el papel. Fruto de estas inversiones suicidas, perpetradas por estúpidos formados en escuelas de negocios y universidades de renombre, el sistema financiero sufrió, sufre, graves problemas.
Resulta evidente que la apuesta por la especulación y la pérdida de importancia de la economía real genera un problema serio, muy serio, que nos conduce al abismo.


A la par que ocurría ésto, la ideología imperante, la de los economistas patológicos, conseguía detraer dinero de las nóminas de los trabajadores (rentas del trabajo), dinero que iba a los accionistas, empresarios, especialmente los grandes y a gestores que inflaban su sueldo día a día. En un sistema basado en el consumo masivo esta pérdida de poder adquisitivo se debía compensar de alguna manera y a algún lumbrera se le ocurrió que proporcionando créditos a todo bicho viviente se podría cuadrar el círculo. Una vez más los imbéciles integrales de la economía patológica cavaban su tumba ideológica, y la nuestra en muchos aspectos. Como era de esperar cuando aparecieron los primeros impagos la burbuja, otra más, explotó y se descubrió que le bienestar generalizado era una vana ilusión. Los que en realidad movían la economía real, los ciudadanos, habían perdido capacidad para seguir moviéndola, lo que genera una espiral de difícil salida.
Parece evidente, que en un sistema basado en el consumo masivo, la primera medida debía ir encaminada a que todo el mundo consumiese más, o que lo hiciesen los estados. Se hizo en un primer momento en Europa, al menos los estados invirtieron un pastizal, pero luego se descartó. Es más, se incidió en políticas tan estupidas como bajar los salarios a los que trabajan (es un fenómeno generalizado en todo el mundo, las rentas del trabajo cada suponen un porcentaje menor), que son los que deben consumir para seguir produciendo y generar más trabajo... engrasando así el sistema. Todo ello se hace para mejorar, según ellos, la competitividad. En el fondo, una patochada para seguir estirando el chicle todo lo que puedan.

Como se puede comprobar el camino que nos ha conducido a esta situación que padecemos no puede haber sido más estúpido. Cuando se deja que unos imbéciles, adornados con títulos universitarios, piloten la nave, lo más probable es que la nave encallé y haya víctimas. Nada nuevo bajo el Sol.
La solución para que este sistema, basado en el consumo masivo, funcione resulta mucho más simple de lo que pudiera parecer, aunque lleve un cierto tiempo. 
En primer lugar se necesita enfocar la atención sobre la economía productiva. La producción de bienes debe convertirse en la prioridad absoluta de los estados, así como el pago de salarios dignos a los trabajadores (ampliando así su capacidad adquisitiva). Cuando hablo de bienes no me refiero, exclusiva, a  fabricar automóviles, televisores... destinados al consumo privado. La compra de productos sanitarios, relacionados con la educación, la dependencia... por parte de las administraciones supone otro foco importante, que engrasará el sistema. ¿Cómo se consigue todo esto? Por dos vías:
  1. Mediante inversión pública. Que se recuperaría vía impuestos.
  2. Redefiniendo el sistema financiero, más concretamente la banca, para facilitar el crédito al sector privado (empresas y ciudadanos). 

Este segundo aspecto, dotar de nuevas normas de funcionamiento al sistema financiero, a la banca de toda la vida de Dios, merece unas líneas por su importancia. 
Uno de los problemas que arrastramos, reconocido por economistas patológicos y alternativos, consiste en que muchas de las políticas económicas de Europa, especialmente con los denominados países periféricos, se implementan pensando en que la banca alemana y francesa no quiebre. Las deudas de la banca  de los países como España o Grecia con bancos galos y germanos es salvaje. El impago de la misma generaría la quiebra de algunas de estas entidades. Solución: dejar el contador a cero y nacionalizar parte de esa banca, tanto la de unos países como la de otros. ¿Por qué? Porque la nefanda gestión de los unos y los otros no puede ocultarse por más tiempo y porque esta ocultación está acarreando consecuencias terribles para decenas de millones de europeos. Y, además, porque la finalidad de la banca es engrasar el sistema con dinero, si durante un lustro no lo consigue hacer parece evidente que no tienen la capacidad de cumplir con la función que la sociedad tiene "asignado" a tales entidades. 
La nacionalización de una parte de la banca generará que se empiece a conceder créditos, lo que conllevará un mejor, y mayor, funcionamiento de la economía productiva, con lo que se conseguirá que el paro disminuya y, de paso, que la banca privada pueda empezar a funcionar de nuevo, pudiéndose paliar de esta manera los problemas en los que se ve inmersa en estos momentos.



Sin embargo, uno que considera que el consumo excesivo, y el mal reparto de la riqueza, suponen una lacra, también apuesta porque los ciudadanos del primer mundo reduzcamos nuestro consumo y que parte de ese consumo se "trasvase" a los países del llamado tercer mundo. Por ejemplo en lo referente a productos sanitarios, educativos, etc. Además de consumir menos, deberíamos optar por potenciar aspectos como las energías limpias, los transportes públicos, el reciclado masivo... En el fondo, otra forma de producir, más respetuosa con el medio en el que vivimos, y del que formamos parte, que, como ya he escrito anteriormente, debería ir acompañado por un cambio de mentalidad progresivo de todos nosotros, para consumir menos y de manera más selectiva. En el fondo se trata de repartir lo que hay entre todos los que moramos en este gigantésco globo azul y verde.
Posiblemente alguien me acuse de demagogo, es posible, pero también lo hacían con los que exigían trabajar ocho horas al día hace poco más de un siglo. 
Un saludo.

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