viernes, 27 de abril de 2012

¿QUIÉN EDUCA A LOS QUE CARECEN DE EDUCACIÓN?

Entre otras cosas buenas, tal vez igual o más importantes, que conlleva una época de vacas gordas es ese laissez-faire que genera la bonanza, o supuesta bonanza. Lo que por un lado se pierde, pongamos en dinero, se gana en horas o en otros aspectos, cuales fueren estos.
Sin embargo, en hora de vacas flacas, tornan las cañas lanzas y una parte significativa de los ciudadanos recriminan a otros los presuntos privilegios que tienen. Volvemos al tema de igualarnos todos por abajo, eso que ya ha hecho el gobierno con la última reforma laboral, que parece aliviar a unos cuantos de su penuria, no sé si económica, pero seguro que sí moral. Este extremo resulta tremendamente ridículos cuando estas personas despotrican contra los docentes, especialmente si estos ciudadanos tienen a hijos en edad escolar. 
Como es sabido soy del gremio docente, por lo que se me considerar arte y parte en este negocio. Pero hete aquí que también soy padre de un niño que acude a un centro público, por lo que también soy parte implicada en este negocio desde el punto de vista de alguien que desea que la educación que su hijo recibe posea la mayor calidad posible. Esta última cuestión parece escaparse a muchos de los padres y madres que tanto despotrican contra los docentes, olvidándose de que en este asunto muchos tenemos, además de nuestra vida laboral, el futuro académico de nuestros propios hijos.


En primer lugar parece oportuno aclarar que, en líneas generales, la gente que despotrica contra los horarios de los profesores desconocen el mismo, que excede al tiempo que permanecen los niños en el centro, pero la ignorancia es atrevida. Evidentemente, nadie tiene la obligación de saber mi horario, ni lo que hago o no en casa, o si hago un curso, ni que los maestros españoles somos los segundos de Europa que más horas docentes impartimos al año, ni nada por el estilo, pero tampoco nadie tiene el derecho de soltar estupideces, sin fundamento alguno, con el único fin de desprestigiar, ofender o... lo que al mastuerzo de turno se le ocurra. Cuando esto ocurre, aunque la decencia muchas veces te hace guardar las formas, la respuesta suele ser invariable: "Ya sabes lo que tienes que hacer si tanto te gusta mi horario: aprobar Magisterio y unas oposiciones".
De este mal ambiente los políticos, malmetedores sería un nombre más apropiado, tienen una parte significativa de culpa. La falsedad de lo que cuentan, distorsionando la realidad a su gusto, la presentación de colectivos como un sólo ser, en el que todos somos iguales a la hora de actuar, siempre mal para ellos, y la desviación de los problemas hacia el más débil, en este caso los profesionales, para ocultar que los que pierden son nuestros hijos, constituyen un caldo de cultivo ideal para que este clima de desafección hacia la educación y todo lo que rodea a la misma sea un hecho. Recuerdo que hace unos días me comentaba el padre de un compañero de mi hijo, con él que me llevo muy bien, que ahora nos iban a hacer trabajar más, por lo de las 25 horas, la respuesta le sorprendió: a mi no me van a hacer trabajar más (mi horario son veinticinco horas lectivas, la medida afectará a compañeros que, en otras comunidades autónomas tenían 24 horas y a la gente que, a punto de jubilarse, tenía reducción de horas lectivas, una o  dos semanales, a cambio de hacer alguna actividad de la que se beneficie todo el centro), pero tú hijo y el mío sí que van a perder cuando masifiquen las clases o cuando no se sustituya a la tutora si cae enferma.
¿De verdad los docentes somos los grandes perdedores? ¿Quién pierde realmente con estas medidas?


Ahondando en la cuestión aún me parece más contradictorio el personal que considera que el colegio es algo más que un lugar para aprender. Digo bien colegio, pues no suelen tener ese problema cuando los niños, adolescentes en muchos casos son mayores. Cuando el churumbel tiene catorce años me puedo ir a tomar un café y dejarle sólo en casa, que ya se apañará. Pero si tiene siete años es más jodido lo del cafelito. Curioso.
Soy el primero en reivindicar la necesidad de tener espacios libres para realizarte fuera de la vida de padre/madre. Este faceta de la paternidad resulta incuestionable, porque la falta de espacio para realizarte conllevará que tu vida pierda calidad y lo que puedes ofrecer a tus hijos será significativamente peor. Pero, ¿tanto molesta tener a los  hijos en casa unos cuántos días? Especialmente cuando uno de los dos progenitores está en casa habitualmente todo el día (en muchos casos por desgracia porque, aunque quieren, no pueden trabajar). ¿Para qué cojones decide la gente tener hijos? ¿Para delegar en toda aquella persona o institución que se ponga a mano?
Bajo esta concepción de la educación subyace algo preocupante, muy preocupante, la falta de interés por la educación que sus hijos reciben en los centros educativos. Cuando uno escucha que lo importante es que los niños pasen más horas en los centros educativos la pregunta es inmediata: ¿para qué? Tal vez para liberar a los padres de los hijos. Sin embargo, ninguno de estos padres se preguntan ¿qué hacen concretamente sus hijos en los centros educativos? ¿Qué objetivos persiguen, o dicen perseguir, los docentes y las administraciones a través de la escolarización? ¿Se cumplen esos objetivos? Las notas, ese baremo arbitrario, ¿se corresponden con la realidad? ¿Las notas reflejan que el alumno ha conseguido lo que tiene que conseguir un alumno de su edad? ¿Nuestros hijos saben aplicar lo que aprenden en su vida ordinaria? ¿Les ayudamos los padres a ello? ¿Es suficiente o insuficiente el número de horas que pasan en clase para conseguir los objetivos que se persiguen?.... ¡Cuántas preguntas! ¡Qué pocas veces se hacen estas preguntas los padres!
¡Hombre! Cualquiera puede alegar que para eso están los maestros. Tal vez. O, tal vez, no.
Sobre el tema de cómo enseñar y qué enseñar parece evidente que los maestros tienen un papel protagonista, pero sobre el tema cómo generalizar los aprendizajes o ¿está aprendiendo mi hijo lo que debe?, que se puede traducir en preguntas como: ¿mi hijo lee adecuadamente? ¿Entiende lo que lee? ¿Mi hijo sabe expresarse con corrección tanto de manera escrita como oral? ¿Mi hijo sabe resolver un problema de su vida diaria, por ejemplo calcular  la vuelta de una compra, aplicando lo aprendido en clase?... Parece que eso le interesa a muy pocos padres, y nada, o casi nada, a la gran mayoría de los que defienden que sus hijos deben pasar más tiempo en los centros educativos para... Bueno para que pasen más centros fuera de su casa.


Resulta obvio que si a una parte significativa de los padres no les interesan los detalles referidos a sus hijos, menos les va a interesar consensuar un modelo educativo para toda una generación. Más fácil que todo ello resulta despotricar contra cualquier bicho viviente. Tomar la responsabilidad, exigir a cambio de dar, implicarse, ese cantar suena raro e implica algo que mucha gente no está dispuesta a asumir: responsabilizarse del futuro de nuestros hijos. Mientras tanto critiquemos a los docentes, sus vacaciones, su sueldo, sus fiestas... Todo ello es más simple y cómodo que luchar por una educación pública, de calidad y para todos.
Antes de concluir me gustaría aclarar algo. En esta entrada no se trata de cubrir los defectos de los docentes, que haberlos haylos. Simplemente se trata de situar a cada cual en su sitio. A un docente, o a muchos, se les puede, y debe, criticar por el ejercicio de su actividad diaria, por como da las clases, para que nos entendamos, pero criticar a un colectivo basándose en un criterio que nada tiene que ver con la realización de su trabajo, es una estupidez tamaña.
Un saludo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Yo creo que hay un tema que no tocas y que es de vital importancia. La educación de los hijos, no pertenece sólo al colegio o la escuela, sino fundamentalmente a los padres y en casa, con el ejemplo y la pedagogía cotidiana del buen compotamiento y el saber hacer.
Pienso que es uno de los grandes errores de muchos padres de hoy en día, el descargar esta responsabilidad en los profesores, porque lo que consiguen al llegar a la pubertad los niños, es una ausencia de figura paterna y materna como paradigma de comportamiento en el niño, y con autoridad moral para recomendar modelos de conducta.
Hasta donde llega mi memoria, mi educación empezó en mi propia casa, y se implementaba cada día allí, con la preocupación de mis padres por mis estudios, el explicarme las normas de comportarme en público, la urbanidad en las comidas, el aseo personal, la relación con los otros...Todo eso es educación del niño que corresponde a los padres y por la que deben de preocuparse, y no dejar que se empapen de televisión o se enganchen a los juegos de ordenador o a Internet, sin fomentar el diálogo entre la familia.
Saludos, y un abrazo.

Paola dijo...

Está claro que los políticos, cuando quieren, son bien listos. En el caso de los educadores y de los funcionarios en general, supieron poner a todo el país en su contra, falseando datos y pinchando donde más le duele a la gente: jornada laboral
Total, la cosa queda así: acá hay mucho personal, trabajan poco y ganan mucho----recorte de salarios y de personal----- el público jalea las medidas (que se jodan los funcionarios!!!!)------RESULTADO mientras en las escuelas privadas aprenderán y se educarán para el futuro, en las públicas, sólo recitarán el credo y la constitución, eso si, mantendrán la postura correcta (si no me crees, abre una lata de sardina ... ¿a que están todas derechitas?, jajaja)

PACO dijo...

Hola a ambos.
Efectivamente, querido Carlos, no he tratado el tema de la educación por parte de los padres, fundamental, pero quería enfocar la entrada a la educación formal, la que se proporciona desde el sistema educativo, que, como defiendo, no tiene que estar desligada de la educación parental,como así ocurre, por desgracia, en este país.
Paola,no puedo estar más de acuerdo sobre lo de que los políticos pusieron, o lo intentaron con campañas, al personal contra los funcionarios, PSOE y PP hicieron lo mismo.
Respecto a lo de público y privado difiero contigo. La gente que ejerce en la pública y en la privada han salido de los mismos sitios, y el requisito en la mayoría de los casos para entrar en la concertada y en la privada es muy estricto: tener un buen enchufe o ser conocido por las monjas, curas y similares. Por tanto, lo de la calidad es muy sui generis. Es más, conozco anécdotas sonrojantes sobre el funcionamiento de la privada y la concertada, igual que las conozco sobre el funcionamiento de la pública. Nada es mejor por tener un apellido u otro, todo depende de quien ejerza y desarrolle el trabajo. Así de sencillo.
Un saludo.