lunes, 24 de octubre de 2016

¿QUÉ QUEREMOS QUE SEA?

"Bienaventurado el que comienza por educarse,
antes de dedicarse a perfeccionar a los demás".

Juan C. Abella


Imagino que se debe a que me dedico a esto de la docencia, por lo que unos y otros, todos padres y madres, me hablan de aquello que debería ser prioritario en el sistema formal educativo. En líneas generales me transmiten que desde la ESCUELA se debe transmitir una serie de valores (los de los unos no suelen coincidir con los de los otros) bastante genéricos. Incluso leyendo comentarios donde el personal opina sobre las metas del sistema educativo se observa que para algunas personas la educación debe contribuir, en esencia, a hacer felices a los niños. Y dos huevos duros, que dirían desde el marxismo, de Groucho.
Cuando intento explicar a la gente más allegada que cada cual transmite unas prioridades distintas y que es imposible cubrirlas todas, tengo la impresión de que, en algún caso, me miran y piensan: "Tú no quieres reciclarte. ¡Así nos va!" Aunque, lo reconozco, se trata de algo subjetivo y no puede afirmar que se trate de lo que piensan algunos de mis interlocutores. Pero eso poco importa. La percepción que yo tengo de la realidad no constituye el argumento de esta entrada, por lo que nos vamos a volver centrar en el asunto de hoy.
Sobre el funcionamiento del sistema educativo todo el mundo parece saber, y mucho; al igual que de fútbol, aunque debiera existir una gran diferencia entre un asunto y otro: poco, o nada, puede influir en nuestra vida si Messi es mejor futbolista que Ronaldo (que lo es) y, sin embargo, mucho debe influir en nuestra vida el tipo y modelo de sistema educativo del que nos dotemos. Por tanto, opinar a la ligera sobre un tema complejo, del que en muchas ocasiones sólo se tiene un conocimiento subjetivo y muy parcial, resulta harto aventurado y preocupante. Aventurado, porque no se posee la información suficiente (muchas veces captada de medios de comunicación, que no de información, que distorsionan la realidad a capricho) y preocupante porque se inmiscuyen en asuntos absurdos, de los que además no conocen la misa la media. Veamos un ejemplo.
Está de moda la cuestión de los deberes, sobre la que no voy a escribir, pues ya lo hice hace un tiempo (http://desalmado.blogspot.com.es/2016/06/deberes-e-inquisicion.html) y existen demasiados desaprensivos, y demasiada gente desinformada, que se ha dedicado a hacer de este tema su bandera. Allá cada cual con su nivel de prioridades. Sin embargo, no puedo evitar pensar que entre los desaprensivos, y los desinformados, de manera involuntaria, o no, existe un punto de esnobismo cuando se utiliza el asunto para hablar de la desigualdad y la perpetuación de la misma. Cuando oigo hablar a expertos, políticos y progres del montón de que los deberes instituyen aún más la desigualdad, tras el correspondiente sangrado de oídos, pienso: ¡Me cago en la madre que os parió! Uno, que lleva unos cuantos años en esto, y en muchos casos trabajando con esos marginados y que tiene amigos docentes que se ven en el mismo caso, se pregunta con qué criterio hacen esa afirmación. Sabe, querido lector, mejor nos iría si a principio, o a final de curso, los centros educativos, de oficio, mandaran a Servicios Sociales un listado de alumnos con problemáticas que abarcara desde asuntos como el maltrato físico o psicólogico, hasta temas como la higiene personal o la alimentación, pasando por cuestiones relacionadas con la vida académica, como no traer de manera habitual el material escolar o los deberes, a pesar de haber insistido una y otra vez a los padres sobre el asunto.
Ya sé que no resulta moderno hablar de Servicios Sociales, pero me da igual. Me preocupan los niños, no ir a la moda, ni las estupideces de gente que vive muy cómoda y que a través de la redes sociales arregla el mundo, un mundo que desconoce en muchos casos.
Por cierto, la CEAPA ha hecho llegar a las AMPAS esta comunicación:

https://www.ceapa.es/sites/default/files/Documentos/CEAPA%20denuncia%20la%20sobrecarga%20de%20deberes%202.pdf

Querido tipos y tipas que deberías representarme, os voy a contar lo que me dio tiempo a hacer con mi hijo, que cursa Educación Primaria, desde la dos de la tarde del martes 11 de octubre, hasta las 9 de la mañana del 13 de octubre. Nos dio tiempo a que fuera a entrenar una hora y media, a que estudiase un rato para un examen, a ver la televisión, a aprender a hacer su cama, a jugar, juntos y de manera individual, a aprender, los dos juntos, a hacer canelones (y comérnoslos, por supuesto), a volver a estudiar  para el examen, a jugar a baloncesto... ¡Vaya! Parece que nos dio tiempo a hacer muchas cosas, incluido estudiar y pregúntarle el tema.
Tal vez deberían preocuparse por el tiempo que las administración tardan en sustituir a  los docentes que se cogen una baja. Tiempo durante el cual la clase de su hijo la da cada hora de la semana un docente (el profesor de guardia), que, en determinados casos, ni es especialista en la materia que da.
He puesto este ejemplo, ex profeso, para ilustrar sobre lo que estaba exponiendo: resulta aventurado y preocupante que la gente pontifique sobre algo que desconoce. Limpiar conciencias a base de conjeturas sólo sirve para entorpecer el funcionamiento del sistema y, por desgracia, para perjudicar a los más desfavorecidos.
Algo parecido ocurre cuando se habla de las prioridades del sistema educativo: ser feliz, enseñar a emprender, formar ciudadanos críticos, ser personas solidarias... Para empezar, una buena parte de estos valores (lo de ser feliz desconozco como definirlo) se deberían enseñar en casa, en el seno familiar. Y, para continuar, ¿por qué se indigna tanto la gente cuando los informes PISA nos dicen que enseñamos como el culo Lengua y Matemáticas, si a la gente le interesa otras cosas del sistema educativo? Pongámonos de acuerdo.
Paradojas aparte, creo que el verdadero problema es conocer qué se espera del sistema educativo y, fundamental, qué se espera de la familia. Delimitando campos de actuación propios de cada tipo de sistema y lugares comunes en los que la acción de unos y otros deben ir al unísono por el bien del niño. De igual manera se debería establecer el mecanismo de actuación del sistema si alguna de las partes no cumpliese con su parte. El problema de la desigualdad no se soluciona con palabras y monsergas progres. La actuación firme de las administraciones para intentar paliar las carencias de los niños resulta fundamental, aunque ésta consista en privar de la tutela a ciertos padres. Como me decía hace poco un amigo que trabaja desde hace mucho tiempo en servicios sociales con niños y familias de niños desfavorecidos: el instinto maternal o paternal no lo tienen todas las personas. Y me gustaría aclarar que él no se refería sólo a personas desfavorecidas. Este tipo de situaciones e suele asociar a familias de clase baja, o muy baja, un error bastante común. Lo que ocurre es que en familias de clase media o alta se nota menos, porque lo externo y los recursos materiales tapan otras carencias.
Sí, existen cauces de actuación en la actualidad, pero resultan lentos y, en muchas ocasiones, ineficaces. Me vienen a la  mente un par de situaciones, una de ellas extremas, que servirían para ilustrar lo que expongo, pero no se trata de hacer un programa de sucesos, sino de reflexionar sobre una cuestión compleja, intentando aportar soluciones.
Creo que lo primero para lo que debe servir el sistema educativo es para detectar todas esas necesidades no cubiertas. Lo prioritario debe ser que todos y cada uno de los pequeños reciban lo mínimo indispensable para su desarrollo físico, intelectual, psicológico y moral. A partir de aquí se puede abrir el debate.
Seguro que a alguien le parece que lo dicho con anterioridad es un disparate. Piense el lector una cosa: la escuela resulta, junto con la familia, el primer núcleo de socialización del niño. A diferencia de la familia, el sistema educativo no posee un carácter afectivo (no existe amor, para que nos entendamos) e intenta tratar a todos los estudiantes por igual. Por tanto, resulta, junto con las consultas del pediatra, el lugar ideal para determinar las carencias que pudiese tener cualquier pequeño.
Una vez dicho esto me gustaría volver a los objetivos que deberían marcar el sistema educativo. Yo no voy a exponer mi visión del asunto, entre otras cosas porque no lo tengo en absoluto claro, pero sí me gustaría hacer pensar al lector.
Los dos asuntos que nos traen a mal traer en el mundo de la educación son: el abandono escolar y los informes tipo PISA, que nos ponen a caer de un burro.
Respecto al abandono escolar decir que se ha reducido en los últimos años, tal vez fruto de la crisis y de la inexistencia de salidas laborales que permitan a los críos de 18 años comprarse un coche de 150 CV, como ocurría antes. O, tal vez, también por efecto de las políticas educativas implementadas en los últimos años. Ver página 6 del informe de la OCDE.
Sobre la calidad de nuestra educación, el famoso informe PISA y otros de la OCDE, debemos pensar que lo que se mide, en líneas generales, es la capacidad del alumnado para enfrentarse a los requerimientos del mercado laboral. El tipo de pruebas, los enunciados y los requerimientos son los típicos de nuestro sistema laboral. Ni más ni menos. Tal vez todo se deba a que una de las funciones del sistema educativo es filtrar a los alumnos. Dejar caer a los menos aptos que, por lo general, tendrán profesiones menos valoradas y remuneradas, seleccionando a los más capaces de cumplir con los requisitos del sistema laboral y, por ende, a aquellos que más pueden aportar al beneficio económico del mismo.
Escribo todo esto para que aquellos que defienden la necesidad de mejorar nuestros estándares educativos, para salir mejor parados en los citados informes, sepan que las pruebas están diseñadas según unos criterios, que son los de la ideología dominante.
Cuando ocurrió el desastre del Prestige uno observó que el grueso de los voluntarios habían realizado buena parte de sus estudios bajo la LOGSE. Uno, que ni defiende ni ataca dicha ley (tiene sus cosas buenas y sus cosas malas) piensa: ¿tendrá algo que ver dicha ley para que los jóvenes sean solidarios? ¿Cómo se mide eso? De haber influido que en dicha norma aspectos como la solidaridad sean básicos ¿resulta importante? ¿Lo miden las pruebas estandarizadas que tanto fustigan otras cuestiones?
No sé dar una respuesta a lo que esperamos del sistema educativo, pero sí que tengo claro que debe formar personas que puedan desenvolverse en el mundo de manera plena. Tal vez en la falta de una respuesta unívoca, y en la ausencia de un debate sobre lo que queremos para nuestros jóvenes resida el quid del asunto.
También me resulta curioso el asunto de las nuevas tecnologías. En los medios de comunicación, y el mundo de la enseñanza, mucho se habla de las NNTT como la panacea que ha de erradicar todos los males que se ciernen sobre nuestro sistema educativo. A mí, que sí las uso, y algo sé de ellas, me parecen un recurso más, que pueden ayudar en ciertos momentos, pero nada más. Resulta importante distinguir entre recurso y objetivo. Recurso se refiere a algo que utilizamos para alcanzar un objetivo. Objetivo es aquello que se persigue. Por tanto, debemos distinguir qué es lo queremos, cuestión que debe debatirse y aprobarse con el mayor consenso y cómo lo hacemos, parte ésta que corresponde a los profesionales del asunto. Y, en este sentido, las tecnologías de la educación y la comunicación suponen una herramienta más, lo importante es el docente y su capacidad para transmitir y enseñar. No por utilizar una pizarra digital interactiva los niños van a aprender más y mejor.
He sacado el tema de las nuevas tecnologías porque me hace gracia el contrasentido que existe en aquellas personas que defienden que la Nintendo, la Wii... entontecen a los alumnos y luego se presentan como fervientes defensores de gafas de realidad virtual en la escuela o zarandajas por el estilo. Las nuevas tecnologías, utilizadas de manera coherente, resultan una ayuda en el proceso enseñanza/aprendizaje, pero, ¡ojo!, el niño debe pintar, recortar, escribir con lapiz, ensuciarse con témperas. A veces no puedo evita que tras ese bombardeo masivo sobre la necesidad de utilizar las nuevas tecnologías existe intereses económicos de grandes empresas, que las hay, para vender sus productos.
Por cierto, otra aclaración. El hecho de que un niño sea nativo digital no significa que sepa usar los recursos de manera adecuada. Sería mejor distinguir entre visitante digital y residente digital, pero no es lugar. Pero quiero que el lector piense en algo: los niños nacieron inmersos en las nuevas tecnologías, pero no por ello saben utilizarlas de manera correcta. La prueba de lo que digo es la cantidad de charlas dirigidas a alumnos que se realizan en los centros de secundaria, a veces por parte de expertos en el tema de miembros de las fuerzas de seguridad del estado, para evitar problemas por utilizar mar las redes sociales (que suele ser lo que más utilizan los chavales). De igual manera hay formación para padres para evitar problemas que sus hijos pueden tener si utilizan mal la información. Lo que, desde mi punto de vista, demuestra que los jóvenes utilizan los recursos de las tecnologías de la información y la comunicación, pero, como en cualquier ámbito de la socialización, no significan que sepan hacerlo de manera adecuada, ni tampoco son capaces de exprimir las distintas posibilidades que les ofrecen dichas tecnologías.
Me gustaría concluir hablando de los medios de comunicación y del lector. En muchas ocasiones, cuando la prensa habla sobre educación suele desfigurar la realidad a su conveniencia. Por ello le sugiero que piensen sobre el asunto basándose en su experiencia, en la de sus hijos, en la de sus hermano la de sus sobrinos, vecinos, primos... Cuantas más mejor. Tal vez desde una visión más amplia que la personal (preguntando, escuchando, intercambiando pareceres con los más cercanos) y menos distorsionada que la de los medios, pueda nacer la respuesta a qué queremos que sea el sistema educativo de este país.
Un saludo.

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