miércoles, 10 de agosto de 2011

LOS LÍDERES PARA TI. YO INTENTO PENSAR

Hace dos días escuchaba  disertar en una emisora de radio, no recuerdo cual, a un fulano, más de derechas que Franco, sobre la necesidad de un político con capacidad de liderazgo. En un principio, lo reconozco, no le di mayor importancia, pero tras un breve período de tiempo pensé que esa aseveración, muy frecuente cuando se avecinan cambios en la presidencia del gobierno, encierra aspectos no tan inocuos como pudiera parecer a simple vista. Veamos a que me refiero.
Cuando un tipo se presenta como cabeza de lista de una formación política se supone, al menos en eso debería consistir la democracia, que va a hacer lo posible, y a veces lo imposible, para sacar adelante el programa político del partido o la coalición a la que representa. El hecho de que el tipo, o la tipa, que asume el número de un partido o coalición sean fotogénicos, atractivos física o intelectualmente para los votantes, tengan un verbo fluido y/o cautivador, o cualquier otra cuestión que allane el camino para ser aceptado por los ciudadanos, no es óbice para que el candidato intente llevar adelante los diferentes puntos que componen el programa que dicen representar.
Entonces, ¿qué es eso de un político que tenga capacidad de liderazgo? 
Para algunos supone que un pollo sea capaz de aglutinar las ilusiones de la mayoría de los miembros de un partido y de una buena parte de la sociedad. En este caso se trata de alguien que propone, al menos en teoría, una nueva forma de hacer y entender la política. Suele tratarse de candidatos llegados recientemente a lo más alto de la política y sus propuestas suelen ser un revulsivo a lo anteriormente conocido, especialmente en el aspecto formal, no tanto en el fondo. Conocemos a unos cuantos que se han aupado al poder de esta manera y que, desgraciadamente, han demostrado que cuando las cosas van mal su forma de actuar no dista en exceso de la de los demás.
Para otros, la capacidad de liderazgo, es algo bien distinto, y peligroso. Bajo las palabras capacidad de liderazgo se esconde una perversión, nada infrecuente, que consiste en burlar la voluntad de los ciudadanos que eligen mayoritariamente a un político para que lleve a cabo un programa político, bajo cuyo paraguas se ha presentado a las elecciones. El "líder" electo en cuestión, una vez revestido con los atributos del poder, reniega de lo prometido y emprende una política bien distinta a la propuesta en un principio. Dicha forma de actuar, eso que eufemísticamente se llama una política dolorosa, consiste en recortes sociales y económicos dirigidos al ciudadano medio, nunca al más rico, eso sí, todo por el bien común.
Esta "capacidad de liderazgo", realmente una burla a la democracia, es lo que defienden tipos como aquél al que me refería al principio de la entrada de hoy. Curiosamente, cuando estos tipos se refieren a la capacidad de liderazgo de un político jamás consideran  que este hecho ocurre cuando un tipo, una vez aupado al poder por los votos de los ciudadanos, busca el reparto de la riqueza, subiendo los impuestos de manera significativa a los más ricos, persiguiendo, de igual manera, el fraude fiscal con tesón y sin fatiga. Que nadie busque en este tipo de políticos a un líder con capacidad, al menos para una cierta parte, mayoritaria, de esos tipos que cobran, y mucho, mañana, tarde y noche por decir sandeces de todo tipo y condición en las tertulias de radios y televisiones (de nuevo se demuestra que el capitalismo es una falacia, es mucho más efectivo ser un tonto útil que un verdadero y buen periodista). Estos tipos, y otros que no son estos tipos, no tienen ningún empacho en ensuciar y alterar el funcionamiento democrático, con un único fin: que sus ideas, especialmente las económicas (cierto, querido lector, asociar la palabra idea a estos tipos es harto arriesgado e irreal en general, pero uno, a estas horas, no encontraba otra palabra mejor), triunfen. Curiosamente, tal vez diría yo que de manera repugnante, no tienen ningún empacho en convertirse en adalides de la democracia y del orden constitucional, o al menos toman de la parte de la Carta Magna que les interesa, cuando la gente se manifiesta reivindicando  sus derechos bien sean fundamentales o, exclusivamente, laborales.
Señores, no necesitamos líderes, necesitamos representantes democráticos, que cumplan con aquello que han propuesto en su programa electoral. Los líderes, espero, que hayan sido engullidos por la historia. No necesitamos caudillos, Primos de Riveras, ni Dios que la fundó. Si tantas ganas, o necesidad, tienen de que un pastor les guíe, creen su propio partido, levanten le brazo en alto para decirse buenos días y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendigue. Pero, por favor, a los demás déjennos en paz. No necesitamos, ni queremos, escuchar a una panda de imbéciles, refugiados bajo la denominación de periodistas, alentando sin pudor alguno una mayor desvirtuación del sistema democrático de la que ya tenemos y mucho menos necesitamos que se arropen con la bandera de la constitucionalidad cuando se trate de limitar los derechos de los ciudadanos a reivindicar lo que es justo, o a ellos les parece justo. Os recuerdo, querida panda de estómagos agradecidos, que los únicos legitimados para hacer una interpretación de lo que es constitucional o no conforman un tribunal, el Tribunal Constitucional, vosotros sólo sois unas personas que diciendo sandeces, aprovechándoos de que habéis acabado una carrera llamada periodismo, casi todos, os ganáis la vida muy bien, aportando al día a día de los ciudadanos sandeces sin orden ni concierto y que os permitís el lujo de criticar a los demás, o de intentar menguar los derechos de los ciudadanos, sólo porque pensáis que todos debemos ser y sentir como vosotros.
No, la democracia no necesita líderes. La democracia necesita personas que cuando lleguen al poder cumplan con los programas electorales que les han aupado a los cargos de representación que ostentan. Lo demás es un sucedáneo de fascismo, o de Despotismo Ilustrado, considerando al ciudadano poco menos que como un niño o un número. Y ¡ojo!, no sólo hablamos de cuestiones económicas. El PSOE llevaba en las dos últimas elecciones en su programa electoral una propuesta para sacar adelante una ley sobre transparencia en las administraciones, que afectaría especialmente al funcionamiento de los políticos. Como el lector sabrá, aunque ahora con el movimiento 15-M ha hablado de ello, no ha hecho nada de nada al respecto. Si esto es capacidad de liderazgo, que se lo metan por donde les quepa.
Un saludo.

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