sábado, 13 de agosto de 2011

REFLEXIONES DISPERSAS

Resulta curioso observar como unos tipos que se autodenominan profesionales, e intentan hacer de su profesión una ciencia, den como receta que lo mejor es no hacer nada. ¿A que me refiero? Evidentemente a la concepción neoliberal de muchos economistas. Su receta es dejar hacer sin intervenir. Lo que demuestra dos cosas: no tienen ni idea de la ciencia que dicen dominar, pues todos sus errores de previsión los atribuyen a los demás y, más importante, son unos vagos que viven muy bien a base de decir que no se debe hacer nada.

Parece que está mejor visto que te robe un tipo con traje y corbata a que un tipo desaliñado proteste para mejorar las condiciones de vida de todos nosotros. Tal vez cuando consideremos que un ladrón es igual de ladrón vista con terno y cortaba, vista con un pantalón roto y zarrapastroso, habremos recorrido parte del camino, más que nada porque habremos sido capaz de reconocer al que roba lo que es nuestro, sea nuestra cartera o nuestros impuestos.

El Homo Sapiens es una especie fascinante, tanto por sus logros como por su capacidad para hacer el mal. Somos capaces de crear medicinas para erradicar plagas de la faz de la Tierra mientras, con la misma facilidad, no tenemos ningún reparo en dejar morir de hambre a centenares de millones de congéneres.

Desde la creación de divinidades panteistas, que explicaban todos los fenómenos naturales que el hombre era incapaz de comprender, hasta las actuales religiones monoteistas, con dioses que ya han acabado su misión, han pasado decenas de miles de años. Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños, en ambas se necesita la intercesión de dioses menores (santos y vírgenes) para solucionar problemas cotidianos: acabar con la sequía, encontrar trabajo o un novio..., lo que demuestra que, se vista como se vista, las religiones son muy parecidas, a pesar de los ropajes que las adornen.

Nuestra ansia por consumir mucho y rápido nos lleva a olvidarnos de algo que es igualmente consumible: todo aquello que penetra en nosotros a través de los sentidos y que no cuesta dinero: la Luna, las nubes, el viento, las estrellas, la primavera, el otoño, el amanecer, una puesta de Sol... De igual manera los sentimientos que generan en nosotros nuestras personas queridas también son un bien de consumo masivo, que arrinconamos con harta frecuencia para conseguir vete tú a saber qué.

Cuando era pequeño recuerdo que me narraban con frecuencia vidas de santos y mártires. Uno se  preguntan si estos santos y mártires, especialmente estos últimos, dieron su vida para que unos gerontócratas orillen el mensaje del dios por él que dieron la vida.

Siempre me he preguntado como llegan muchas personas a ocupar cargos relevantes. Soy consciente de que en un buen número de casos lo consiguen por enchufe o nepotismo, pero cada día estoy más convencido de que el resto de personas que llegan a ocupar ese tipo de cargos lo hacen por ser tontos útiles a los que se remunera suficientemente para que obren en beneficio de las élites que realmente controlan el cotarro.

Los políticos en período de crisis cuando llegan al poder lo primero que hacen es echar la culpa al que le antecedió en el cargo, con esta excusa se saltan su programa electoral y perpetran todo tipo de barbaridades contra los ciudadanos. Lo triste del asunto es que ellos llegaron al poder, al menos así lo vendían, para solucionar los problemas de los ciudadanos, no para crearles más. Lo que demuestra que su único interés es llegar a ocupar la poltrona. Igualmente se demuestra que, en general, su capacidad para encontrar soluciones que consigan el bien común, es nula.

Hace un par de días veía una foto de la Merkel y me preguntaba como una mujer que podía haber sido mi abuela puede ser capaz de hacer tanto mal a muchos ciudadanos europeos. Cuando escribí la segunda reflexión de esta entrada encontré la respuesta:  a la gente hay que juzgarla por sus actos, no por su apariencia.

Dice un dicho popular que el trabajo dignifica. Uno tiene la impresión que lo que dignifica en realidad es tener trabajo y que esté bien remunerado. Si no se dan estas dos condiciones el trabajo, o la ausencia no deseada del mismo, no dignifica al ser humano, más bien los deshumaniza.

Hace unas semanas se casaba el príncipe monegasco. Al ojear una revista donde aparecían una buen parte de la gente invitada a tal evento, especialmente los miembros de las familias reales europeas, uno tuvo la impresión de que toda esa caterva de privilegiados habían nacido para eso: para acudir a saraos, pagados con el dinero de todos los ciudadanos, y, de ven en cuando, mostrar su interés por la situación del país que representan, que no por sus ciudadanos, y del que cobran una significativa cantidad anual para satisfacer sus "necesidades". Los vestigios de la Alta Edad Media se pudieron contemplar en todo su esplendor en este enlace matrimonial.

2 comentarios:

Unknown dijo...

La semana pasada hice una entrada en mi blog que se titulaba:¿LOS ANALISTAS POLÍTICOS, SON IDIOTAS O CÍNICOS? Lógicamente me refería a este sin sentido que es el liberalismo, en el que se han cambiado los roles unos con otros, y los banqueros y el capital ejercen el poder político sin ningún tipo de objeciones, lo que nos ha llevado a la actual ruina y empobrecimiento general con una deuda abultada por los especuladores del mercado, y camino de una recesión mundial sin precedentes.
Soluciones, las hay. Que las quieran, es otra cosa.
Saludos, y un abrazo.

PACO dijo...

He leído la entrada y estoy de acuerdo en que soluciones haberlas haylas, el decrecimiento económico, por ejemplo, pero es evidente que estos avarientos sin conciencia que rigen la política y la economía no tienen ningún interés en ponerlas en práctica, entre otras cosas porque se les acaba el chollo.
Un saludo.