viernes, 1 de junio de 2012

CONTRAPODER

Cuando Montesquieu formula en su obra "Del espíritu de las leyes" la famosa separación de poderes, judicial, legislativo y judicial, también defendió otra cuestión nada baladí: el sistema de controles y contrapesos, de clara influencia anglosajona. Este mecanismo consiste en que los diversos poderes se sometan a otros organismos que "vigilen" su actuación y la limiten, si de resultas de la misma se socavan los principios fundamentales que sustentan la democracia. Un ejemplo servirá para ilustrar en que consisten estos controles o contrapesos.
En nuestro país existe el Tribunal Constitucional, como en otros muchos, que, entre otras funciones, tiene asignada la de velar para que las leyes emanadas del Parlamento no vulneren los principios básicos de la Constitución del 78, por la cual, en teoría, nos regimos.


Esta idea de los contrapesos constituye, al menos de manera teórica, una manera sensata de mantener el sistema a salvo de demagogos, ladrones e iluminados.
El problema llega cuando estos organismos, creados para prevenir  los excesos, no cumplen su función, por  componerse por personas que deben su cargo al amiguismo político o económico. En otras palabras, los integrantes de muchos de estos sistemas de contrapoder forman parte de ese mismo poder al que deben vigilar. Y eso, querido lector, caracteriza a este país. El nombramiento político de los diferentes cargos aboca a que la acción de estos se encuentre mediatizada por su procedencia y por su filiación política. El Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Banco de España, el Fiscal General del Estado, el Consejo General del Poder Judicial... todos ellos compuestos, o dirigidos, por personas designadas por el Ejecutivo, generalmente en connivencia con dos o tres partidos de la oposición, se han convertido en organismos politizados, que consideran muy mucho que sus actuaciones antes de tomarla.
 Tal vez el ejemplo más claro y evidente de lo que cuento sea el del Fiscal General del Estado, cuyas actuaciones, en determinados casos, suelen coincidir con los intereses del partido en el poder.


Esta permeabilidad entre instituciones genera que los citados contrapoderes no actúen en ocasiones como tales, convirtiéndose en una extensión del ejecutivo, lo que mina la democracia y, por ende, nuestros derechos como ciudadanos. En ocasiones esta ósmosis resulta tan escandalosa que los hijos o sobrinos de aquellos que se arrimaron al poder político español hace décadas, algunos permaneciendo aún en él, pertenecen a los órganos creados para fiscalizar la labor política. Un auténtico disparate, por no denominarlo de otro modo más abrupto.
En el blog Los Genoveses, que el lector podrá encontrar en el margen derecho de esta bitácora, se describen ejemplos de lo narrado hasta este momento. ¡Ojo! Aunque en el citado blog se describa, con pelos y señales, como el P.P. ha acaparado el poder, colocando a los colegas, esto mismo ha ocurrido con el P.S.O.E., con CiU (donde el hijo de Pujol ha llegado a heredar la dirección de Convergencia, en el mejor estilo de la política griega), con el P.N.V. y, en menor medida, con I.U. Nadie está libre de esta deleznable forma de actuar.
Las consecuencias de esta forma de actuar la sufrimos en estos momentos: la caída de Bankia, y alguna otra entidad de menos renombre y disparatada deuda, es fruto de la inacción del regulador, el Banco de España.
Seguramente que al lector le habrá surgido la siguiente pregunta: ¿Cómo solucionar este desmán institucional?


La solución que yo aporto, no necesariamente la más acertada, resulta evidente: profesionalizar todos, o casi todos, estos órganos de control. Lo que induce a una segunda pregunta: ¿cómo profesionalizar estos organismos? Sencillamente mediante el mantenimiento de una plantilla estable de funcionarios, sin comisarios políticos impuestos por el ejecutivo, que emitan los informes pertinentes respecto a los diferentes asuntos. Las indicaciones de dichos informes deberán ser de obligado cumplimiento, so pena de responsabilidad civil y/o penal para aquellos que incumplan dichas indicaciones.
Algún lector pensará, o tal vez no, que los funcionarios somos unos tipos que nos dedicamos a rascarnos los órganos genitales y tomar cafés. De todo habrá en la viña en la Señor. Sin embargo le invite a que reflexione sobre el caso de Bankia, del sistema financiero en general. Si los comisarios políticos que han dirigido el Banco de España durante estos últimos 12 años hubiesen hecho caso de las indicaciones de los Inspectores de dicha entidad, funcionarios, no habríamos llegado a la quiebra de bancos y cajas, en muchos casos debido a una gestión politizada y amiguista.
Invito al lector a que reflexione sobre una circunstancia: el funcionario queda, el político de turno pasa.
Una vez expuesta esta idea no considero necesario torturas más al lector con mis reflexiones, por lo que ha llegado el momento de concluir esta entrada.
Un saludo.

No hay comentarios: