martes, 5 de junio de 2012

DISQUISICIONES DE UN ECONOMISTA NEOLIBERAL

Andaba yo ocupado preparando mis clases y mis conferencias, cuando una luz reveladora inundó todo mi ser, sin dejar rincón alguno en penumbra. ¡Encontré la solución a todos los males que aquejan a la humanidad! Encima lo he hecho así, como el que no quiere la cosa; sin esforzarme lo más mínimo.
 Ya lo decía mi madre: "¡Este hijo mío va a llegar muy alto!". El Premio Nobel de Economía es cuestión de tiempo. Además, si se lo han dado en Literatura a Vargas Llosa, tan difícil no debe ser.
Voy a apuntar todo antes de que pierda el hilo y no pueda contribuir con mi aportación al bienestar común y a la mejora de la calidad de vida de todos los seres de este mundo.
Todo se fundamenta en una cosa a la que denominaré Mercado. Definiré el Mercado como el conjunto de relaciones económicas, interdependientes, que se establecen en un mundo globalizado. El Mercado se caracteriza por autorregularse y por crear riqueza indefinidamente, siempre que se supriman los controles que limitan su actividad. 
¡Pedazo definición! El Nobel, va a ser poco. El Óscar y el Príncipe de Asturias. ¡Si es que valgo un potosí! Pero sigamos, que me enrollo de mala manera.
Estas relaciones se regirán por un principio que denominaré el de las decisiones racionales. Vamos a ver como lo explico... ¡Ya está! Aunque dos o tres fulanos se equivoquen a la hora de invertir, el colectivo tomará decisiones acertadas. Dos o tres personas se pueden equivocar, pero una multitud de ellas no. ¡Faltaría más! Si durante los años 20 dos o tres personas no hubiesen tomado la decisión de invertir en Bolsa, pensando que nunca iba a caer, seguro que no se hubiese producido el Crack del 29.
 No hay nada como trabajar en Chicago para que ideas tan lúcidas como éstas lleguen de forma natural y espontánea. Pero, casi con total seguridad, si no hubiese trabajado aquí ideas tan lúcidas como ésta hubiesen germinado en mi de forma natural.
Me distraigo bastante con estas loas merecidas y no profundizo en el tema. A este paso se me escapa el Nobel. Sigamos escribiendo.
La toma de decisiones racionales conseguirá erradicar las burbujas financieras del Mercado. ¿Quién va a querer invertir una cantidad astronómica de dinero en un producto que no vale una mierda? La razón va a guiar todos los actos de las personas que constituyen el Mercado. En el fondo soy un ilustrado como los del siglo XVIII, pero con más formación. 
Evidentemente, los estados deben dejar las manos libres al Mercado. Menos controles y estados más raquíticos. Bueno, tan raquíticos no. La inversión en armamento, perdón, en Defensa, debe mantenerse, e incrementarse, para defender nuestros ideales de peligrosos terroristas, comunistas y gentuza afín, que desean con todo su alma acabar con la libertad que suponen ideas como las que expongo en estas líneas. Eso sí, que nadie se confunda, a pesar de querer acabar con estos bichos subversivos, jamás apoyaremos ninguna dictadura, ni en Sudamérica ni en ningún otro lugar. ¡Faltaría más!
Los mayores problemas se producen cuando los estados, y los bancos centrales, intervienen para inyectar dinero. Este tipo de intervención lo único que genera es inflación, el mayor enemigo del crecimiento. Si tuviera que elegir entre un tipo como Pinochet y la inflación, no tendría duda alguna: preferiría apoyar al chileno. Pero que nadie crea, como ya he dicho, que personajes como Pinochet me caen bien. Jamás me relacionaría con tipos como ése.

Pinochet y Milton Friedman. El paladín del neoliberalismo negó durante
años haberse reunido con el dictador chileno.


Nosotros velaremos por el bienestar de todos, no como esos rojos, sin distinción alguna. Aunque encontraremos personas que rechacen nuestras ideas, la puesta en práctica de ellas les convencerá de la bondad de las mismas. Pensado en su bien les impondremos nuestra doctrina. En poco tiempo podrán comprobar, y admirar, la necesidad de la misma para crear un mundo mejor, sin desigualdades; o con muy pocas.
Para ello deberemos controlar la emisión de moneda, pues puede crear un flujo irreal de capital generará deuda y, especialmente, inflación. Parece más plausible que el dinero se dé directamente a los bancos, que ellos sabrán gestionarlo para crear riqueza.
No debemos olvidar, asunto fundamental, que para controlar la inflación la mejor solución posible es controlar este dinero y, por qué no decirlo, controlar los salarios de los trabajadores, principal responsable de la subida de tan peligroso índice estadístico. Seguro que esos países europeos del Mediterráneo, con ciudadanos tan haraganes ellos, agradecerán mis desvelos intelectuales. Tiempo al tiempo.
Seguramente algún inepto keynessiano repondrá que la contención de salarios provocará un empobrecimiento de todas aquellas personas que dependan en exclusiva de las rentas del trabajo, agudizando las desigualdades sociales. ¡Error! Si los accionistas, los gestores o los dueños de las empresas concentran un mayor capital invertirán más dinero en la economía productiva, consiguiendo crear un mayor número de puestos de trabajos. ¡Qué imbécil puede no ver este hecho con meridiana claridad! Esto sólo se le puede ocurrir a alguien que, en su patología anticapitalista, piense que esta concentración de capitales en manos de unos pocos va a provocar que una buena parte de este dinero acabe en paraísos fiscales. Majaderos los hay por doquier; y no merece la pena perder el tiempo en ellos.

Estos, lo militares golpistas argentinos, también siguieron los dictados de
las teorías de Friedman, con los resultados que todos sabemos.

Efectivamente, el control monetario es fundamental. De hecho voy a crear algo al respecto. Aún no sé bien como lo voy a llamar, pero versará sobre el hecho de que el empleo que se crea cuando no existe un control monetario, lo que elevará la inflación por encima de lo deseable (aún tengo que decidir cuanto es lo deseable) no se trata de empleo real y es malo malísimo para la economía. Seguro que en poco tiempo ciertos "expertos" de chichinabo atacarán este postulado, llegando a decir que tal principio es indemostrable. Pero para ellos. Ellos se lo pierden.
Por otra parte, y cambiando de tercio, me preocupa la economía financiera. Una desregulación provocará que los capitales fluyan por doquier, con total transparencia, comprando y vendiendo todo tipo de productos, abaratando su precio. ¿A quién se le ocurre que haya ciertas reservar antiliberales para comerciar con cierto tipos de productos de primera necesidad? Es un hecho que la introducción del libre mercado en diversos ámbitos producirá una mejora en los precios de venta de productos. Seguro que no existiría tanto hambre en el mundo si se implantarán opciones como el Mercado de futuros (apostar por el precio que va a tener un producto dentro de un tiempo). Todas estas opciones van a generar riqueza y bienestar sin cuenta en el mundo. No sólo eso. Con total probabilidad esta forma de entender la economía, basada en la libre competencia, no sólo va a servir para mejorar el mercado financiero. La libre competencia va a provocar que los precios de los productos básicos bajen de `precio, beneficiando a los consumidores. Nadie en su sano juicio puede creer que las grandes corporaciones van a negociar para mantener los precios artificialmente altos. Algún marxista malnacido puede defender esta visión oligopolística de la realidad. Considero que el resto de personas, con dos dedos de frente, comprenderán esta verdad como un puño que expongo en este momento.
Seguro que tras una severa desregulación el dinero fluirá por los mercados, aumentando el capital ad infinitum, las ganancias serán cuantiosas. Como es sabido, si aumentan las ganancias todos nos beneficiamos y todos seremos mucho más ricos. Algún impresentable alegará el famoso ejemplo estadístico del medio pollo. Si tu te comes un pollo y yo ninguno, estadísticamente, entre los dos, nos hemos comido medio pollo. ¡Paparruchas de iletrados! Ya verán como, al menos, a todo el mundo, le toca un ala. Tiempo al tiempo.
La verdad sea dicha, pensar tanto, y tan bien, me ha provocado cansancio. Tanta lucidez cansa. Pero considero que antes de concluir debo aportar un axioma que resuma todo lo escrito hasta el momento. ¡Ya está!
Cuando se apliquen estas ideas, grandísimas ideas, el crecimiento no tendrá fin. Sí, creo que todo se puede sintetizar en esta frase. 
Lo veo venir. Algún ecologista perro-flauta dirá que crecer infinitamente es imposible, pues la tercera pata de la Economía, que no he tocado, ni lo haré, se basa en la cantidad finita de los recursos. ¡Bobadas! Si hace falta colonizaremos Marte, Saturno y El Corte Inglés, para proveernos de lo necesario. Cierta gente sólo piensa en poner pero a ideas tan brillantes que, de seguro, me conducirán al Premio Nobel de Economía (creado en 1969 por el Banco Central de Suecia. Al creador de los citados premios, Alfred Nobel, no se le pasó por la imaginación dedicar su dinero a premiar a los economistas. ¿Por qué será).
En cuanto ordene estas ideas, y alguna más, largo conferencias por todo el orbe, que cobraré a cojón de mico, y extenderé la buena nueva por todo el mundo. Con un poco de suerte también me dan el Premio Noble de la Paz por mi contribución al bienestar del género humano.

Esta entrada la escribí el domingo por la mañana. Por cuestiones del azar, unas horas después me encontré con este artículo. Recomiendo, aunque parezca en algún momento farragoso, leerlo hasta el final. En él aparecen mencionados algunos de los datos tratados en esta entrada, algún nombre y le Escuela económica que cito de pasada en esta entrada y, sobre todo, una crítica demoledora al sistema actual.

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3858

Un saludo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

En cierto modo tienes razón, ¿sabes que hay más obesos que hambrientos en nuestro querido planeta? Por tanto, en realidad, nadie pasa hambre.
Francamente, creo que los economistas deberían de haberse contentado con seguir siendo simples contables y el mundo hubiera sido mucho más feliz.
Un abrazo.

PACO dijo...

Hola Carlos.
Buen, y triste, dato que sirve para demostrar lo absurdo de muchas estadísticas.
Algunos de los economistas de marras deberían haberse contentado con ser seres humanos.
Un saludo.