viernes, 10 de febrero de 2012

CONFIANZA

Una de las palabras más en boga en los últimos tiempos es la que la extraña pareja, Sarkozy y Merkel, largan a toda hora y en cualquier ocasión para justificar sus medidas, desmedidas podríamos decir, económicas. El término en cuestión, como ya habrá adivinado el lector, no es otro que: confianza.
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua confianza tiene varias acepciones:

1. f. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.

2. f. Seguridad que alguien tiene en sí mismo.

3. f. Presunción y vana opinión de sí mismo.

4. f. Ánimo, aliento, vigor para obrar.

5. f. familiaridad (‖ en el trato).

6. f. Familiaridad o libertad excesiva. U. m. en pl.

7. f. desus. Pacto o convenio hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas, particularmente si son tratantes o del comercio.
de ~.
1. loc. adj. Dicho de una persona: Con quien se tiene trato íntimo o familiar.

2. loc. adj. Dicho de una persona: En quien se puede confiar.

3. loc. adj. Dicho de una cosa: Que posee las cualidades recomendables para el fin a que se destina.
en ~.

El significado de la tan manoseada palabra abarca posibilidades bien distintas. Desde las que hablan de la fanfarronería, a las que se refieren a pactos o convenios ocultos entre dos o más personas. Pero, ¿a qué acepción de las expuestas cree el lector que se refieren los políticos cuando hablan de confianza de los Mercados?

Si uno interpreta al pie de la letra los discursos de nuestros bien amados políticos, no habría duda: lo que buscamos figura tras el 1: Esperanza firme que se tiene de alguien o de algo. Concretamente, queremos que los Mercados tengan una esperanza firme en nuestra economía. Seguramente el lector se habrá dado cuenta de un detalle nada baladí: son los políticos los que aluden a que debemos conseguir la confianza, jamás son los Mercados los que hablan de que no tienen confianza en los Estados. Es más, los famosos mercados, especuladores, invierten en la Deuda Pública de países que a día de hoy merecen tan poca confianza como Grecia o Portugal. Por tanto, si se me permite la expresión, nuestros políticos han convertido el significado de dicho término a la voz pasiva. Me explico. Lo normal es que una persona, o entidad, diga que tiene confianza en algo o alguien. Pero aquí no, aquí lo que se persigue es que unos entes confíen en los estados. Es decir, los estados se encuentran subordinados a los intereses comerciales de unos tipos. Nuestros políticos, por tanto, subordinan el gobierno de los intereses de los ciudadanos a las presuntas necesidades de confianza de unos tipos que dirigen negocios formidables. Parece que la ansiada confianza de los mercados conlleva una pérdida de confianza de los políticos en su oficio: representar a sus ciudadanos.




Sin embargo, visto lo ocurrido durante estos últimos tiempos, no podemos desdeñar que la acepción que aparece en tercer lugar: presunción y vana opinión de si mismo, pudiera ceñirse más a la realidad en este caso. Más concretamente la presunción y vana opinión que ciertos políticos, y la gran mayoría de economistas, tienen sobre el perfecto funcionamiento del Mercado, lo que en el fondo supone una presunción y vana opinión que tienen de sus ideas políticas y, por ende, económicas. Una buena parte de estos fenómenos que dicen velar por nuestros destino se han empeñado en hacernos creer que todo irá como la seda si nos ceñimos a unas normas que, curiosamente, varían en función de las circunstancias. La realidad, tozuda como ella sola, demuestra día a día que nada hay más alejado de esa percepción. A pesar de ello, insisten en aplicar sus ideas fruto de su confianza en ellas.
Pero, tal vez, lo más terrible de todo sea que muchos pudiéramos entender que cuando hablan de confianza se refieran en realidad a la séptima interpretación que el diccionario nos presenta para tal palabra: pacto o convenio hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas, particularmente si son tratantes de comercio. Podría constituir algo más que mera ineptitud el hecho de que las políticas basadas en la confianza realmente respondieran a un pacto entre dos partes: gobierno y gran capital, para favorecer a éstos últimos, aunque una parte significativa de los ciudadanos sufriera la consecuencia de dicho acuerdo no público.




Posiblemente, como defiende el artículo publicado por ATTAC, cuyo enlace colgué hace unas dos semanas, esta sea una explicación más que plausible al verdadero significado de aquello que nos quieren transmitir cuando nos hablan de confianza. Uno comienza a pensar que esta acepción es la correcta, especialmente si se observa como han dejado que países enteros caigan bajo las garras de las especulación, sufriendo sus ciudadanos consecuencias tremendas por ello.
Realmente nunca llegué a pensar que la palabra confianza podría dar tanto juego para realizar una entrada de blog.
Realmente nunca llegué a pensar que la palabra confianza podría acarrear tanta pobreza y calamidades. Lo único reconfortante del asunto es la coincidencia con personas mucho más formadas que yo sobre la cuestión:
http://www.vnavarro.org/?p=6903
Un saludo.

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