martes, 28 de febrero de 2012

TRABAJADORES POR OBRA Y GRACIA DE DIOS

Durante un largo paseo por mi ciudad natal me vino a la memoria un conjunto de soflamas proempresariales  y antitrabajador que el juntaletras que responde al nombre de Salvador Sostres editó en el periódico el Mundo, dirigido por un personaje que no dudó en comprar acciones a los pequeños accionistas por un 200% de su valor para venderlas, poco después, a un 1500% de su precio original, como aparece recogido en el libro Traficantes de información. La cosa no pasaría de mera anécdota de no ser porque las teorías defendidas por el autoproclamado rey de la fornicación coincidieran, casualmente, con las medidas recientemente aprobadas por el gobierno del P.P., dirigido por Mariano Rajoy Brey.
A nadie se le escapa que el catalán, que igual sirve para denostar al resto de los españoles que para defender las teorías más reaccionarias del empresariado español, se gana la vida vendiendo su plumilla al mejor postor y provocando algún escándalo cuando carece de amo al que adular y debe hacerse notar para ganar el favor de su director y, por tanto, la validez de sus alegatos carece de toda credibilidad, pues uno tiene la impresión de que este tipo ocupa el papel que bufones y disminuidos psíquicos ocupaban en las cortes de la Edad Moderna, el de agradar al poderoso y entretener al personal.


Sin embargo, uno se percata de que bajo la superficie represiva e irracional de la reforma laboral, subyace una visión del mundo laboral francamente parecida a la que sostenía el obeso y alopécico personaje en el mencionado artículo. Bajo ese arranque de seriedad, responsabilidad y toda aquella palabra que al lector se le ocurra y acabe en dad (exclúyase necedad, iniquidad, maldad y sinónimos, al menos de momento) que el actual presidente del Gobierno utiliza para justificar sus medidas, no sólo la reforma laboral, se esconde una visión cainita del mundo y, por ende, de nuestro país, en la que unos son buenos buenísimos y otros, la mayoría, somos poco menos que la escoria humana que Agustín de Foxa retrata en ese panfleto profranquista llamado: Madrid, de Corte a checa, cuando se refiere a las personas identificadas con el bando de la República. Veamos si tengo la capacidad de explicar de manera inteligible lo que quiero transmitir en este párrafo.
Nadie duda, en eso coincide todo Dios, de que los tiempos que vivimos se caracterizan por una crisis de tamaño mayúsculo. A partir de aquí existen diversas interpretaciones sobre la situación y su solución. Desde las meramente academicistas,  diferentes interpretaciones sobre el asunto dadas por los profesionales, que no expertos, del mundo de la Economía, a aquellas otras que superan las tesis meramente economicistas y basan su contenido en devolver al protagonismo al ser humano, respetuoso con su hábitat. No voy a desarrollar aquí las diferentes teorías, entre otras cosas porque será incapaz, pues no constituye el objetivo de esta entrada. Me centraré en la solución propuesta por el Gobierno de nuestro país y sus connotaciones, que es lo que más interesa, y para ello tomaré el ejemplo de la reforma laboral.
Dicha ley constituye una merma sustancial de los derechos de los trabajadores, la mayoría de los ciudadanos, en favor de los empresarios, una minoría, con la excusa de que, a medio plazo, servirá para crear empleo, ganar competitividad, ser más guapos y rubios y practicar sexo más a menudo. La repera.


Como dije en otra entrada anterior, estas presunciones se basan en conjeturas, no existe dato empírico que demuestre, más bien al contrario, que dicha disminución en la protección del trabajador sirva para conseguir lo que se propone (de hecho en España largo fían hasta que se empiece a crear empleo, a pesar de que dicha ley parece ser el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura). Sin embargo, en esta reforma, contrarreforma sería mejor escribir, subyace una cierta ¿animadversión? hacia el trabajador y hacia el no trabajador, el parado. Por un extraño proceso mental se asimila al currito a un personaje más interesado en cogerse bajas, trabajar lo menos posible, tomarse cafelitos a deshora y hablar con sus amigotes por teléfono  en horario laboral de la fiesta que les espera el fin de semana, que según estos tipos eso sí que lo hacen bien. Esa misma concepción se aplica a los parados, poco menos que unos holgazanes que desean vivir de cobrar la prestación de desempleo sin pegar palo al agua hasta que este se vaya acabando, para después buscar un trabajo, que desempeñarán con la desgana y dejadez que caracteriza al trabajador español, nada que ver con el chino: cumplidor y amante del trabajo o con el alemán: eficiente y disciplinado.
Medidas como el despido  basado en el número de bajas, de la disminución de las ganancias de la empresa,  los trabajos sociales que desempeñarán los parados, para no defraudar (curiosamente lo mismo que hacen los perceptores de lo que anteriormente se denominaba P.E.R. y que tanto criticaban los medios afines a la derecha), la disminución del salario de manera arbitraria a parte de los trabajadores o el aumento del período de prueba (hace falta ser zote para no darte cuenta en un mes si un trabajador es capaz de desempeñar eficientemente su labor) o la congelación del salario mínimo interprofesional, muestran que el enemigo, perdón, el trabajador, constituye algo así como un cáncer al que hay que marcar de cerca, porque de otra manera puede acabar con la prosperidad de las empresas y del país.
Sin embargo, las medidas para vigilar de cerca a los empresarios, esos benditos varones y varonas, brillan por su ausencia. La lucha contra el fraude fiscal recaudarán menos que el año pasado (recordemos que en torno al 20% de la economía de este país se caracteriza por no retratarse impositivamente), incentivar que investiguen o que inviertan parte de sus ganancias en su empresa tampoco parece importar mucho al gobierno, o, ya que sí regulan lo de las bajadas de sueldos, tampoco estaría de más apoyar que cuando la empresa vaya viento en popa, como así ocurre, por ejemplo, con muchas del IBEX 35, repartan beneficios con los trabajadores. ¡Dios mío, qué herejía! Las empresas son libres, especialmente cuando se trata de gestionar sus ganancias. ¿Qué importa que una parte significativa del gran empresariado deslocalice sus empresas, invirtiendo durante el año pasado, por primera vez, más dinero fuera de España que en nuestro país? El problema lo tenemos los trabajadores, que no somos capaces de trabajar por la misma cantidad de dinero mensual que los marroquíes o los brasileños.


Pudiera parecer que estos tipos del Gobierno, que tanto hablan de buscar el bien para todos, y que tanto dicen preocuparse por los parados (no se sabe si porque haya más y de manera más arbitraria o por disminuir la inmensa lista de ellos, cosa que ya han declarado no van a conseguir este año), se preocupan especialmente por los empresarios; tan buenos todos ellos que se desviven por crear trabajo de manera desinteresada, sin importar si ganan más o menos con ello.
Lo tremendo de todo ésto, desde mi punto de vista, es que directamente han largado que, al menos de momento, estas medidas, que demuestran una animadversión indisimulada hacia el que se levanta todas las mañanas para "levantar" este país. Es decir, primero nos culpan de todos los males, y casi casi del huracán Katrina, y luego, tras vapulearnos, reconocen que no sirve para nada, al menos de momento. Pero no se asuste el lector, como le ocurrió a de Guindos cuando reconoció que los mercados eran injustos pues no se portaban bien, a pesar de las medidas tan chachi pirulis que había tomado su gobierno (parece que el tipo que tanto sabe de economía y de mercados no conocía esta faceta de los especuladores. Si es que son unos desalmados).
En definitiva, toda la culpa de la crisis se carga sobre el trabajador, la mayoría por ahora silenciosa, y el parado, la gran minoría igualmente silenciosa, por el momento. De la falta de créditos, lo que supone que la banca no cumple su función, se habla poco (como mucho se les da unos miles de millones, para ver si arrancan de una vez, y de paso se les dice que sus balances tienen que responder a la realidad. ¿A nadie le preocupa que la banca se haya pasado años falseando sus balances y nadie tenga que pagar por ello?). Por supuesto de la política del pelotazo, parte fundamental de la cultura empresarial de este país en un pasado no muy lejano, nada de nada (recordemos que tras el ladrillo llegó el pelotazo de las fotovoltáicas, sí esas de las que se quejan las eléctricas, y de las que se beneficiaron ampliamente grandes constructoras, aspecto que parece se le olvida a mucha gente). El fraude fiscal ha quedado arrinconado y sólo se asocia con los parados...
Pero tal vez lo que mejor resuma esta forma de pensar y actuar proempresario y antitrabajador sea aquella vez en que Carlos Herrera, el locutor de radio, se apresuró a defender a Ruiz Mateos, alegando que con créditos se hubiera salvado, acción que hizo antes de que empezaran a conocerse los tejemanejes del jerezano y, sobre todos, antes de que se descubriera que Botín había pasado de él. Evidentemente, los plumillas de la derecha no osan ir contra los dictados y procederes de uno de los jefes de la grey, Botín, y cuando han de hablar de él aprietan el culillo antes de hacer la correspondiente genuflexión, real o retórica. Esta forma de actuar, similar a la que tuvo con el anterior presidente de la CEOE, actualmente procesado, muestra bien a las claras que el empresario siempre lleva la razón y los malvados, los que no saben cuando deben acudir al médico, ni cuando y como consumir, ni cuando debe disfrutar de su tiempo libre, los que defraudan al fisco siempre son los trabajadores y especialmente los parados y los funcionarios, casta a erradicar para ellos.


Pero ojo, a pesar de la maldad intrínseca que nos define, parece que para algo servimos pues un periódico que se define como católico (quien les ha visto defendiendo la usura que, al menos teóricamente, condenaban) y monárquico alertaba de las consecuencias catastróficas de una huelga general, que poco menos que podía causar un cataclismo universal. ¡Vaya vaya! Somos haraganes, tramposos, taimados, irresponsables, pero si no vamos a trabajar los buenos, los empresarios, no poseen la capacidad suficiente para, con su sapiencia y esfuerzo, sacar ellos solos todos ésto adelante. ¡Patético!
Y uno piensa, para concluir esta entrada, que todos estos tipos, y tipas, andan por el mundo con unas teorías implícitas (se tienen, pero no se es consciente de ello) que defienden un nuevo tipo de eugenesia (bien nacidos) adaptada a los tiempos. Dichas teorías en el fondo vienen a decir que los elegidos son los que  tienen dinero y el resto son poco menos que recambios prescindibles, sin alma ni sentimientos. Lo que me lleva a pensar que, a pesar de como muchos de ellos son de comunión al menos semanal, no han tenido ningún rubor en apropiarse de las ideas calvinistas, esas que dicen que el triunfador es el elegido por Dios para salvarse y que merece la pena luchar para llegar arriba, pues, en el fondo, eso significa que tendrás ganado el Paraíso. Menudo contrasentido: más de un siglo luchando contra el hereje por media Europa para, al final, adoptar algunos de sus postulados. Tal vez ésto explique el recorte presupuestario sufrido en investigación en este país: los actuales gobernantes siguen las costumbres de Calvino: quemar todo lo que huela a ciencia.
Un saludo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Un análisis completo al que bien poco se puede añadir. Sólo espero, que no se les ocurra a ningún sindicato sentarse en una mesa para "negociar" alguna de los puntos de esta Reforma Patronal Anti-obrera, que aparte de retrotraernos al siglo XIX, no sirve en la actualidad para nada, tal y como elllos mismos - los empresarios - han reconocido, pues gracias a los continuos recortes, hemos entrado en recesión y ya no les hacen falta reformas de ningún tipo. En realidad, les sobran hasta las fábricas, porque han empobrecido de tal manera a la población que nadie puede comprar nada y han hundido el mercado con las medidas del mercado; el capitalismo se carga al capitalismo. Y es que la voracidad no tien límite.
Saludos y un abrazo.

PACO dijo...

Hola Carlos.
Resulta tremendo que las últimas frases sean tan certeras. La avaricia de unos pocos, junto con la ineptitud de unos pretendidos políticos, están laminando un sistema y, de paso, nos está machacando a los demás. Veremos que sale de todo ésto y hacia donde evoluciona, porque creo que estamos en un proceso histórico de cambio y, me puedo equivocar, lo que estamos viviendo en estos momentos sea el umbral de algo bien distinto, que ninguno de los teóricos del neoliberalismo, torpes y zafios, alcanzan a vislumbrar con su cortedad de miras.
Un saludo.