viernes, 29 de junio de 2012

POSTULADOS NEOLIBERALES, S.O.S. HACEN AGUAS

Cuando el políticamente desparecido Nicolás Sarkozy hablaba, hace casi un lustro, de refundar el capitalismo todo parecía indicar que los políticos consideraban que este sistema económico, caracterizado por su obsolescencia y por la desigualdad, tocaba, de manera programada, a su fin. Nada más lejos de la realidad. Para sorpresa e indignación de los ciudadanos los responsables de este desastre se hacían con las riendas del poder, si es que alguna vez las abandonaron, en algunos casos, como el griego y el italiano, de manera antidemocrática, pues no respetaba la voluntad de los ciudadanos, expresada en las urnas.
Pero hete aquí que la realidad ubica a cada cual en su sitio y uno de los paladines de ese neoliberalismo, rancio y pérfido, Mario Monti, se topó con los hechos. A pesar de las lágrimas de una de sus ministras, o de declaraciones de tan alto contenido intelectual como aquella que decía que cambiar de trabajo era chachi lerendi (a él nunca le ha faltado nunca, y, visto lo visto, todo parece indicar que su facilidad para desempeñar altos cargos se debe no tanto a la brillantez de sus ideas, como a defender aquello, el neoliberalismo, que una vez llegado al poder ha comprobado que es una memez) sumergirse en los problemas del día a día ha conseguido que sus ideas viren de manera sorprendente. 


¿Por qué he elegido a Monti y no a Rajoy, por ejemplo? Rajoy es un recién llegado a esto, que ha llegado con la mesa ya puesta y lo único que puede elegir es la cantidad que ha de comer de cada plato, pero no el menú (aunque el menú neoliberal le hace tilín), al menos de momento. Sin embargo, Monti lleva un tiempo en la cocina y sí que ha podido participar en la elección de los ingredientes y la forma de cocinarlos. Curiosamente, Monti ha encontrado en el recién llegado, Rajoy, a un aliado formidable para decidir de que platos se compondrá el próximo menú, aspecto en el que Hollande parece que también tendrá un protagonismo notable.
Cuando Mario Monti copó el poder en Italia, con el consentimiento del presidente de la República de Italia, no lo olvidemos, se dedicó a aplicar la receta clásica: recortes de todo tipo, que implicaban pérdidas de derechos. Resultado: parece que no muy bueno. Conclusión: algo se debe cambiar en este esquema de pensamiento.
Uno de las grandes mentiras, o estafas, de esta crisis se encuentra en la socialización de las pérdidas del sector privado. Hecho éste que no sólo se produce en el sector financiero, remito al lector a la entrada de hace unos días, más concretamente al crédito extraordinario concedido a las empresas que gestionan las autopistas de peaje en nuestro país. Este aspecto, tan característico del sistema neoliberal, se ha mostrado como uno de los grandes problemas para muchos países. Tal vez el ejemplo más claro lo encontremos en Irlanda. 
El acuerdo alcanzado esta noche por los jerifaltes europeos, donde se deja claro que la ayuda a los bancos no se computa como deuda del Estado (aunque no entrará en vigor hasta dentro de unos meses), deja bien a las claras que esta forma de actuar no sólo no es ética, sino contraproducente para los intereses de los ciudadanos y, por ende, para los gestores políticos, que comprobaban como sus países se iban al garete sin remedio. Dos de las grandes gurús del neoliberalismo, Monti y Rajoy, han defendido con uñas y dientes la no socialización de estas pérdidas. Gran contrasentido, de no ser porque sus respectivos países se ven ahogados por este tema, así como por la presión de los especuladores, que se amparan en el hecho de que la banca privada de ambos países está hecha unos zorros para posar sus zarpas sobre la Deuda Pública.
También resulta tragicómico contemplar como se empieza a hablar de un fondo para impulsar la actividad económica. Esa inyección de dinero, que llegará más tarde o temprano, supondrá vulnerar otro de los principios del neoliberalismo: la intervención de los estados, inyectando pasta para activar la economía; lo que a juicio de los seguidores de Friedman puede generar una subida de la inflación, entre otras cosas malas malísimas, que lastrará todo lo lastrable. Una estupidez como otra cualquiera. 


Parece pues que los hechos, entre ellos la libertad de acción de los grandes fondos para atacar a países en busca de beneficios rápidos y cuantiosos, a los que no se ha opuesto el B.C.E. y, sobre todo Merkel, han obligado a esta cuerda de neoliberales a aceptar que las ideas con las que andaban por el mundo se sustentaban sobre un cúmulo de majaderías, dignas del mejor Don Quijote.
Que nadie espere que los cambios supongan un alivio para el ciudadano, de hecho sería más prudente esperar lo contrario. Pero estos cambios en el paradigma neoliberal suponen un primer paso, aunque siempre lastrado por otro de los grandes pilares del neoliberalismo: lo más importante son las macrocifras, no la calidad de vida del ciudadano. 
Los cambios, como anticipé hace no mucho, están llegando y, de manera progresiva, favorecerán, en cierta forma, al ciudadano. Pero que nadie se engañe, este sistema se basa, o alega como excusa, en la famosa palabra competitividad: competitividad con el vecino, con tu primo, con tu compañero de trabajo, con otras empresas, con otros países, con Marte. Mientras esta palabra no deje de constituir todo lo que se puede encontrar  en el vademecum que manejan estos grandes teóricos de la pobreza y la desigualdad, nada cambiará en el fondo. Cuando esta palabra, que de manera inconsciente nos cala hasta los huesos, se entierre en una sima, lo más honda posible, habremos conseguido acabar de manera definitiva con este sistema, tal vez adoptando los postulados de la teoría del decrecimiento. Mientras tanto, sólo nos queda que estos tipos que nos gobiernan pongan parches aquí y allá para seguir manteniendo la ficción de que este sistema, horadado como un gruyere, se puede mantener en pie. Nada más lejos de la realidad. 
Como decía antes, queriendo o sin querer, nos vemos imbuidos por esta forma de pensar. Un ejemplo claro lo tenemos en el famoso Paul Krugman, paradigma de bondad económica para muchos progres, que defiende, en aras de las competitividad, una reducción salvaje de salarios en España para poder exportar nuestros productos, que de esta forma saldrían más baratos. Uno más que antepone las macrocifras a la realidad del ciudadano. ¿Qué sus ideas generan riqueza a medio y largo plazo? Falso. Porque en esta carrera pueden entrar todos los países y al final siempre perderá el trabajador, además del medio ambiente, que verá como se sigue deteriorando a pasos agigantados para conseguir seguir produciendo barato. Es más, la bajada de sueldos conseguirá que ni Dios tenga poder adquisitivo para comprar nada que no sea los indispensable para poder vivir. Por tanto sus postulados, como los de otros neoliberales más descarados, carecen de toda validez y sólo benefician, en un principio, a aquellos que tienen el capital.


Existen soluciones keynesianas de verdad, que se basan en subir los salarios de los trabajadores de manera significativa para que puedan comprar infinidad de productos, favoreciendo así el aumento en la producción. Esta idea no sería más que otro parche pues, de nuevo, el medio ambiente y lo limitado de muchos recursos, acabarían por colapsar el sistema a medio/largo plazo.
Por tanto, nos encontramos en un período de transición hacia algo distinto y nuevo, que igual muchos de nosotros no llegamos a conocer en su forma definitiva, pero lo que parece claro es que los postulados neoliberales hacen aguas por todos los sitios y sus propios defensores se han visto obligados a tomar medidas, a la fuerza ahorcan, que contradicen los postulados de los tipos de la Escuela de Chicago. Sigo pensando que en relativamente poco tiempo, tal vez en uno o dos años, las cosas mejorarán pero todo se deberá a una serie de medidas que constituirán un decorado que ocultará la realidad, lúgubre y finita, de un sistema obsoleto desde que nació, como copia de sistema anteriores (ni tan siquiera sus "inventores" tuvieron la capacidad de hacer algo nuevo y distinto). Como ha dicho Don José Luis Sampedro, sabio y, entre otras cosas, economistas: "este sistema está acabado".
Un saludo.

2 comentarios:

Piedra dijo...

Por fuerza tendrá que cambiarse el sistema, no se si lo siguiente será mejor o peor, pero seguirá siendo sostenido por una mayoría desde la pobreza, solo tienen que ponerse de acuerdo en como hacerlo.

PACO dijo...

Hola Piedra.
Soy más optimista que tú y lo que haya de llegar, que no sé si llegaré a conocer, en un principio será mejor. Aunque soy consciente de que cuando imbéciles, como los actuales neoliberales, consigan adueñarse de lo que ha de venir, lo destrozarán, como están haciendo ahora mismo con lo que había. Es ley de vida.
Un saludo.