lunes, 10 de octubre de 2011

LA BANCA GANA. TODOS PERDEMOS

Cuando ayer publiqué la entrada dedicada al sector bancario me basé en la banca patria, aunque dudo mucho que el concepto banca y patria puedan ir de la mano, a no ser que patria signifique exclusivamente dinero, lo que me reportó una sensación de parcialidad. Me explico. En este mundo incoherente y, en teoría, interconectado, presentar la realidad local como un visión total y absoluta de los acontecimientos me parece un error o un acto digno de un ser pretencioso e irresponsable. Por tanto, tras unos breves segundos de reflexión, ni el asunto ni yo damos para más, decidí que, aunque fuera de manera somera, debía dedicar una entrada a lo que acontece con la banca de allende nuestras fronteras o, mejor dicho, con la banca cuya sede central está radicada en ciudades no españolas, con la finalidad de dar una visión, la mía, lo más completa posible sobre el asunto. Por lo que, esperando no aburrir en demasía al lector, nos meteremos en harina.
Para nadie constituye un misterio que todo este presente enfangando que hemos sufrimos vino precedido de una serie de tropelías cometidas por diferentes bancos, empresas de seguros e inmobiliarias, amparadas por  las tres agencias de calificación que todos conocemos,  que decidieron jugar a ganar dinero pronto y rápido sin importar el futuro con una única finalidad, que sus directivos se forrasen.


Como he escrito los bancos contribuyeron de manera decisiva a que todo esto ocurriera. La banca, preferentemente la de inversión, se dedicó a vender miseria, convenientemente fragmentada y maquillada, con rimbombantes nombres, que otros bancos y particulares adquirieron con la finalidad de obtener ganancias fabulosas. La cosa funcionó hasta que la pata más débil de la carcomida silla cedió y entonces, como un dominó inmenso, todo implosionó y el sistema, lo más recóndito del sistema, se hizo añicos, no pudiendo sostener la estructura, por muchas manos de pintura que se empeñen en dar a la misma.
La base del sistema, la banca, no fue capaz por sí sola de soportar todo el daño y hubo de recibir dinero público, de todos los ciudadanos, para subsanar el mal generado por la codicia y la estupidez de los gestores bancarios. Este dinero, necesario para mantener el pútrido sistema, generó el aumento de la deuda de los países que hubieron de poner dinero de todos los ciudadanos para asegurar los depósitos de esos mismos ciudadanos en los bancos. En algunos casos, Irlanda e Islandia, el estado llegó a colapsar, arrastrando las deudas generadas por la salvación de la banca a la bancarrota a dichos países. Afrontando de diferente manera los ciudadanos de ambas islas la situación, como es bien conocido.
No vamos a entrar en temas como la desconfianza interbancaria, lo que dificultaba la concesión de créditos entre ellos, fundamento del negocio, pues ese dinero prestado por otros bancos es lo que luego se presta a los ciudadanos. Ni, no es momento para ello, en la política de los bancos centrales de proporcionar dinero a bajo precio, muy bajo precio, a los bancos para que fluya el crédito, con resultado desigual según los países. Por lo que seguiremos con la narración donde la dejamos.
Todo ello pareció suficiente para aplacar al fantasma del caos desintegrador de la sociedad, logrando que todo empezara a funcionar de manera tímida otra vez. Al menos eso era lo que parecía.


Como se dijo anteriormente los bancos centrales, especialmente el nuestro, el europeo, aflojaban pasta, y mucha, a muy bajo interés, el 1% en nuestro continente, para que el mercado interbancario se recuperara y con él la confianza del Mercado???? Pero hete aquí que los mismo tiñalpas que gobernaban antes los bancos o, al menos su mentalidad, seguían dirigiendo los destinos de dichas entidades y la gran mayoría de ellos (los españoles no se libran, recemos para que no se hunda definitivamente Portugal, porque entonces tendremos que apretarnos el cinturón, vender los tirantes y prostituirnos en los ratos libres) se dedicaron a invertir en Deuda Soberana de... países al borde de la quiebra, entre otras cosas porque sus movimientos especulativos para conseguir mayores intereses por dicha deuda contribuían decisivamente a la quiebra de dichos estados. Tipos lúcidos estos banqueros que apostaron en la ruleta al azul cuando, como todo el mundo sabe, sólo hay dos colores: negro y rojo. Pero tranquilos, mamá Merkel, papá Sarkozy, el abuelo FMI, el primo Obama y el lucero del alba han cubierto la apuesta al azul y, muy probablemente, entre todos, unos más que otros, llenemos de nuevo las arcas de esos bancos que, no lo olvidemos, con sus acciones han contribuido a arruinar, aún más, a países como Grecia (una muesca más en el arma de la banca).
No deja de ser repugnante que los mismos políticos que nos exigen austeridad a los ciudadanos, o los mismos organismos económicos internacionales, regidos por una serie de imbéciles que, a pesar de ello, reciben un sueldo, pagado por todos, de ciclópeas dimensiones, que apoyan la visión sobre la austeridad por la que nos debemos regir los ciudadanos, no muestren la misma inflexibilidad cuando se trata de juzgar las acciones de la banca, perdonando todo "desliz" de los banqueros, que, en el fondo, conforman una oligarquía compuesta por dirigentes de bancos, multinacionales, miembros de organismos internacionales económicos y políticos. Parece ser que los culpables de todo este desaguisado somos los ciudadanos, o eso parece indicar su respuesta ante la crisis: ajustes, privatizaciones y condonación de deudas y pecados para bancos, banqueros y economistas que no se enteran de nada.


Todo ello parece constituir motivo suficiente no sólo para echarnos a la calle el día 15 de octubre, también para exigir responsabilidades penales a políticos, banqueros, dirigentes de organismos económicos internacionales y demás tropa de sinvergüenzas, iletrados y estúpidos trajeados. Responsabilidad penal por crímenes contra la humanidad, contra todos nosotros, que sufrimos las consecuencias de esa estafa que nos han intentado vender como la única realidad posible y que, les guste o no, sólo es una forma de asegurarse un nivel de vida espectacular a costa del sufrimiento de miles de millones de personas.
Un saludo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Curiosamente coincidimos (solo en parte en esta ocasión) en nuestras entradas, pues yo hablo en la mía de las indemnizaciones escandalosas que se han puesto los directivos salientes de las cajas de ahorro que su ineptitud -en el mejor de los casos- ha llevado a la ruina y a ser rescatadas con dinero público, es decir de todos los ciudadanos. Esto, que sería causa de enjuiciamiento en otros países por malversación de caudales públicos, es apoyado aquí por varias sentencias habidas en firme, e incluso alguna irrecurrible en Cajasur, por el Tribunal Supremo de Andalucía. Así estamos compañero.
Salud y un abrazo.

Claudia Baelo dijo...

Hola Paco: Estamos de acuerdo y yo en este tema me temo que aún no hemos visto todo,no paran de recapitalizar a la banca y esto va a tener un coste social inmenso,más aún.Ha sido fácil desde esa oligarquía hacernos ver que fuimos nosotros culpables,mucha gente aún se cree esta patraña muy mal intencionada pero que tu lo explicas muy bien como la perversidad ,la codicia,la especulación se instala sin límites en la banca, haciéndonos a los ciudadanos rehenes de estos criminales.Un saludo!

PACO dijo...

Parece ser que no existen dudas sobre los culpables, el problema es como echarles el guante y hacer que paguen sus delitos. Lo que más esperanza me da es que, por fin, se empieza a hablar de crisis sistémica (Trichet lo ha ha dicho hoy mismo, a modo de despedida) y ello implica un cambio, más o menos rápido del modelo, como ocurrió tras la Crisis del 29 (aunque para que esto ocurriera tuvo que haber una Guerra Mundial). Un cambio necesario, pues el sistema está agotado y es cuestión de tiempo que todo explote. Recordemos que, en buena medida, movimientos como el nazismo fueron consecuencia de un sistema económico agonizante. Espero que los cambios, que llegarán, no vengan propiciados por otro gran conflicto.
Un saludo.