miércoles, 23 de mayo de 2012

SOCIALIZACIÓN, EL ARTE DE ENSEÑAR A SER

Como expuse en la entrada del domingo, el ser humano ha llegado al lugar donde está ahora mismo, entre otros factores, gracias a la socialización. Si el lector ha visitado, o visita, el yacimiento de Atapuerca le explicarán como se han encontrado restos de un individuo, que a pesar de su discapacidad, y con ayuda del resto del grupo, pudo vivir un número de años considerable. Este ejemplo, si mal no recuerdo ocurrido ocurrió entre individuos de la especie homo antecesor, sirve para ilustra como los homínidos se apoyaban mutuamente, siempre que las condiciones lo permitieran, para seguir adelante. Además de suceso que podemos definir como solidarios, el lenguaje, que no se sabe si ya existía entre lo Neardentales, ha contribuido decisivamente a que nuestra cognición, influyéndose ambos aspectos de manera mutua, sea la que ahora tenemos. Resulta evidente que el lenguaje nace de la necesidad de transmitir ideas, necesidades, afectos... en un entorno social.
Como cualquier otra construcción social, los procesos sociales han ido adquiriendo una complejidad cada vez mayor, especialmente a medida que las sociedades se han ido estratificando, apareciendo diversas formas de relacionarse con los iguales, o con los no iguales. Todos estos procesos requieren la interiorización de una serie de normas, explícitas o no, en muchos casos bastante complejas.


A nadie se le escapa que muchas de estas prácticas sociales se adquieren sobre la marcha, mediante el aprendizaje vicario generalmente, con gran éxito por parte de casi todas las personas. Sin embargo no todos los aprendizajes son tan fáciles de llevar a cabo. Tal vez, esto no sea correcto del todo. En muchos casos los aprendizajes sociales, su enseñanza, no se hace de manera correcta. Veamos a que me refiero.
Cuando un niño hace una travesura, por ejemplo un niño pega a otro porque quiere un objeto que posee este último, generalmente recurrimos a la bronca, para posteriormente seguir abrocándole y, por último, si es menester, castigarle. Resulta difícil ver como alguno de nosotros se entretiene en explicarle al niño una serie de pautas que le permitirán compartir y disfrutar del juego con el otro niño. Como mucho tendemos a decir eso de: debes compartir.
Cuando uno estudiaba eso del Magisterio le enseñaron que en estos casos lo que se debe hacer es lo de la bronca (o el tipo de advertencia que cada uno considere necesario), para luego seguir con la exposición de la conducta deseada. En otras palabras: se debe enseñar para que el niño, en la medida de lo posible, sepa lo que se espera de él (otra cuestión bien distinta es que luego el niño haga lo que le da la gana). Pero, obviamente, lo que la humanidad, o una parte de ella, ha construido en miles de años no aparece inscrito a sangre y fuego en el cerebro de los niños. Muchos de los usos sociales, aceptados sin ningún tipo de cortapisa por los adultos, conllevan una tremenda complejidad y una gran cantidad de pequeños matices, que se pueden aprender mediante dos vías: ensayo-error o, la más sensata, a través de la verbalización, que explique lo que se espera y por qué.


Cuando intentamos imponer a nuestros pequeños formas de actuar sin explicar el cómo y el por qué, lo que hacemos, con total probabilidad, es adoctrinarlos. Intentamos que el pequeño acepte algo porque se lo decimos nosotros, sin hacerle comprender las implicaciones que una u otra conducta pueden conllevar para él en el presente y en el futuro. En este sentido nuestra actuación no difiere apenas de la de sacerdotes o de la de los políticos neoliberales de turno.
Construir a una persona no sólo consiste en que aprenda inglés, esa cuestión que ocupa y preocupa a mucha gente, o en que llegue a ser ingeniero o arquitecto. Aconsejar lo mejor posible a nuestros hijos, presentar posibilidades de actuar correctamente, adquirir conciencia de por qué y para qué se hacen las cosas, mostrándose crítico si es menester con ellas constituye parte de nuestra misión como padres y como docentes. La cultura del esfuerzo, ese eufemismos doctrinario, el inglés y la madre que lo parió y otra serie de cuestiones no servirán de nada si no creamos un camino para que nuestros pequeños sepan en que mundo se mueven y como deben actuar en él.


Todo ello, le pese a quien le pese, es susceptible de ser enseñado y forma parte de nuestra responsabilidad. No sólo crearemos el futuro de nuestros hijos protestando contra esta dictadura económica o luchando contra la injusticia, debemos mostrar a nuestros hijos como ser personas, como comportarse socialmente y como cuestionarse cualquier tipo de imbecilidad que se ponga de moda, que siempre ocultará el beneficio para unos pocos.
Me pensaba alargar más en este trance, pero considero que no es necesario,  porque la idea central del asunto creo que ha quedado clara, o no soy capaz de expresarla con mayor inteligibilidad.
Un saludo.

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