miércoles, 27 de julio de 2011

BALTASAR LOBO

El zamorano, Cerecinos de Campos (1910), es uno de esos grandes artistas españoles olvidados de manera injusta e hipócrita. 
Injustamente olvidado por la gran calidad de su obra.
Olvidado de manera hipócrita porque tuvo la mala suerte de ser un exiliado político, uno más, por defender ideas anarquistas. En este país de miserables, en los que una panda de autodenominados progresistas han marcado, e intentan marcar, que podemos entender por cultura, ser anarquista no es aval suficiente para ser considerado como mártir del franquismo. Además, nacer en Cerecinos de Campos, por lo menos para  los imbéciles que dictaminan que es lo guay y lo no guay, para los que parece que sólo existen ciertos lugares en este país.



Yo descubrí a Baltasar Lobo, genial escultor y también dibujante, ilustrador (ilustró la edición inglesa de Platero y yo), de manera casual, cuando mi pareja vivía en Zamora. La ciudad castellana intentaba, y lo consiguió, crear un museo donde exponer la obra del genial artista de Tierra de Campos. No recuerdo en cual de las maravillosas iglesias se llevó a cabo la exposición temporal de la obra escultórica del exiliado zamorano, creo recordar que esta primera compilación de la obra se hizo en una iglesia, pero si guardo nítidamente en mi memoria la tremenda, y muy favorable, impresión que me causó el trabajo del artista que hoy ocupa la página de mi blog.


Como se puede observar, ambas esculturas son similares,
aunque la de arriba es más esquemática,
reduciendo las formas a volúmenes básicos,
no entrando en detalles . 
Baltasar Lobo fue amigo de Picasso, con quien coincidió en París durante su exilio, y del escultor Henri Laurens, que le marcó de manera decisiva.




Es evidente que la especialidad del artista zamorano son las maternidades. Hermosas representaciones de algo tan ancestral como fundamental: la relación madre/hijo.

De esta escultura, como de parte de su obra, no me llama
tanto la atención los volúmenes, que pueden recordar
al cubismo, si no el apoyo de la maternidad sobre el suelo.
Mientras en otra esculturas el peso recae,
fundamentalmente, sobre un punto,
en ésta, y en otras de esta época,
 el peso se reparte en dos puntos distantes,
lo que cambia la concepción, el escorzo, de la figura.


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