viernes, 23 de septiembre de 2011

DILO SIN PALABRAS

Hoy le voy a pedir al sufrido lector de este blog que haga un esfuerzo mayor que aquel que de manera cotidiana realiza al leer estas líneas. Le voy a pedir, suplicar si es menester, que se ponga en la piel de otra persona. De otra persona al que le puede poner el nombre que le plazca, la edad que desee, los rasgos físicos que más gracia o tirria le den y todo aquellas características que les venga en gana, menos una, que esa la pongo yo. Bueno, tal vez sean más de una, o no, dependen como se tome, pero sin ella, o ellas, esta entrada no tendría sentido y el lector no podría realizar el esfuerzo que le demando. 
Y aquello que diferencia a la persona que hemos elegido del común de los mortales se trata de lo siguiente: no puede expresar oralmente sus demandas, sus pensmientos, sus miedos, sus... Pero, a pesar de sus limitaciones expresivas, comprende buena parte, o todos, los mensajes orales, y no orales, que el resto de personas de su entorno le dirigen. 
A mi si me plantearan esta situación a quemarropa me podrían venir a la cabeza dos imágenes: una persona muda que no posee lenguaje de signos o, más personal, sensación de claustrofobia de estar encerrado en vida.


Antes de continuar me gustaría referirme a la importancia del lenguaje para modificarnos a nosotros mismos y, en este caso más importante, para poder ejercer cambios sobre nuestro entorno.
Explicar la importancia de la interiorización del lenguaje, grosso modo, lo podríamos hacer así: durante los primeros años de nuestra vamos interiorizando el lenguaje, que es el que se encarga de que tengamos unos comportamientos socialmente aceptables, entre otras cosas, pues la interiorización del lenguaje implica otras cosas. La interiorización del lenguaje contribuye a que seamos capaces de darnos órdenes sin que nadie las oiga, ni nosotros mismos a veces, pues están interiorizadas.
Por otra lado, él que nos ocupa hoy, a través del lenguaje, generalmente el oral, pero no en exclusiva, conseguimos modificar nuestro entorno. Si yo le digo a mi hijo que me dé un beso y éste lo hace, he conseguido algo que deseaba y que de otra forma difícilmente hubiera ocurrido. Eso es modificar el entorno. Evidentemente, las modificaciones pueden ser de mayor o menor calado, pero, a veces, el beso de tu hijo es más necesario que derrocar un gobierno, utilizando para ello también la voz, u otros medios de comunicación. En el fondo todo se basa en lo mismo. Este lenguaje sirve para modificar el entorno que nos rodea o, muchas veces, para, al menos intentarlo, pero, al menos, tenemos la posibilidad de intentarlo y conseguirlo en ciertas ocasiones. Ésto último es muy importante, pues si el lenguaje no sirviera para que el mundo se adaptara en ocasiones a nuestras necesidades, deseos o caprichos perdería parte de su valor y se convertiría en otra cosa bien distinta, o, tal vez, desaparecería.
Fíjese el lector que el conjunto de palabras que hilvanamos, a veces son gestos, cobran significado porque son capaces de hacer sentir al mundo que estamos ahí. Pero...¿qué ocurre cuando una persona, o un niño, son incapaces de expresarse, o de transmitir todo aquello que por dentro si que son capaces de "visualizar"?
La respuesta puede parecer obvia: si estas personas existen, deben existir un nivel de frustración brutal. Efectivamente. Esas personas existen y uno intuye que esas personas deben sufrir un nivel de frustración desmesurado, cercano a la depresión en algún caso.
Uno recuerda el caso de un adulto de casi treinta años con parálisis cerebral infantil que nunca había acudido a un centro o institución, sin lenguaje oral y con un lenguaje gestual funcional para su familia más próxima. Esta persona, con unas capacidades cognitivas buenas, fue capaz de adquirir un sistema alternativo de comunicación (SAAC) pictográfico y ampliar su mundo, sobre todo las posibilidades de ser tenido en cuenta por muchas más personas, lo cual generó un "subidón" en su autoestima apreciable, a pesar de la ausencia del pictograma autoestima en su cuaderno y de, muy posiblemente, no comprender lo que significaba, pero bastaba con mirarle a la cara cuando utilizaba su cuaderno para intentar transmitir lo que pensaba, necesitaba o creía.


Existe una extraña tendencia, vete tú a saber porqué, en educación, y en la sociedad en general, que sólo califica como apto el lenguaje oral, hablar, desdeñando otro tipo de lenguajes. Seguramente los sordomudos, que han luchado y luchan por el reconocimiento de su lenguaje, reconocido por la O.N.U., sepan de lo que hablo (el lenguaje de los sordomudos no es universal; es decir los signos de una persona de Cuenca no son los mismos, ni muchos menos, que los de una persona China). El oralismo, esa teoría que dice que el único lenguaje válido es el oral, el hablado, sigue teniendo gran predicamento en nuestra sociedad, y entre muchos profesionales, prefiriendo que un niño diga cuatro palabras, en algún caso inteligible por su entorno más próximo, a que use un SAAC, que, aún teniendo ciertas limitaciones, permite al niño, o al adulto como él del ejemplo, tener capacidad de comunicarse, aunque sea para expresar cuatro cuestiones de su ámbito más cercano, como puede ser en los casos de personas con discapacidad psíquica severa, pero cuatro cuestiones, o muchas como en el caso de niños y personas con unas buenas capacidades mentales son la repera y mucho más que cuatro palabras o sílabas ininteligibles para el resto del mundo. Este aspecto resulta harto importante. La capacidad de expresarse con gestos, símbolos, etc. que sean entendidos por el mayor número de personas posibles aumentan las posibilidades de autonomía e integración social de las personas con limitaciones serias en su lenguaje oral. Consiguiendo que ellos mismos se sientan útiles y parte integrante de esta sociedad. Además, estos signos, símbolos, etc., en muchos casos, al ir asociados al lenguaje oral consiguen que este mejore, no siempre, pues hay personas que su patología les impide emitir fonemas.


Por último, alguien podrá pensar que lo escribo se trata de una soberana majadería digna de un idealista o de un imbécil integral con ganas de trascender, o de llenar una entrada de su blog. Bien, si alguien piensa ésto que se acuerde un científico, un tal Stephen Hawking, incapaz de articular un fonema. Este tipo, que bien es cierto sabía hablar y dominaba la lectoescritura antes de perder el control sobre su musculatura, entre ella la fonadora, tiene un sistema que le permite comunicarse con sus iguales, llegando, incluso, a escribir, a dictar, libros sobre cuestiones que a la mayoría nos supera. ¿Qué hubiera sido de Hawking si alguien, tal vez el mismo, no le hubiera dado un sistema para comunicarse con el mundo? ¿Y qué hubiera sido de la sociedad? Pues, casi con total probabilidad, hubiese perdido a uno de sus mejores científicos de los últimos tiempos.
Considero que por hoy es bastante, no deseo agobiar al amable lector, por lo que otro día, vete tú a saber cuando, profundice en este tema.



No hay comentarios: