viernes, 16 de septiembre de 2011

NIÑOS OLVIDADIZOS

Antes comenzar me gustaría aclarar que no me considero un genio ni el mejor profesional del mundo, simplemente no comulgo con ciertas percepciones profusamente extendidas. Eso es todo.
Uno, que sabe que es un bicho raro en ciertos aspectos, escucha con frecuencia el típico: "a este niño se le olvida todo lo que aprende" y no deja de sentirse incómodo. ¿Por qué? Porque le resulta difícil, muy difícil, comulgar con esa teoría, la del olvido de contenidos académicos de un día para otro y con unos profesionales más que con otros.
Antes de seguir debo aclarar que las personas que defienden esta teoría no siempre se caracterizan por ser vagos, perros y malos. Al contrario. Muchas de las personas que transmiten esa impresión lo hacen con una gran carga de frustración, a pesar de lo cual siguen luchando diariamente para que el alumno en cuestión adquiera los aprendizajes necesarios. No, ni muchos menos, no todos los que defienden esta forma de entender los hechos son malos profesionales, en algún caso es todo lo contrario.
Hecha esta aclaración, necesaria, sigamos con el tema.
Como decía, en educación no es infrecuente, y más en el caso de maestros de mi especialidad, la citada frase sobre la incapacidad de retener nuevos aprendizajes por parte de los alumnos. En esos momentos me acuerdo de una amiga, licenciada en Pedagogía, que considera que no hay niños tontos: hay un sistema imperfecto, y me congracio con el mundo, pensando que no soy el bicho más raro del orbe. Debo aclarar que soy consciente que existen personas con discapacidad psíquica, he trabajado muchos años con ellos, cuyas capacidades, cuantitativamente, están limitadas, o que otras personas padecen Trastornos del Espectro Autista..., pero yo me refiero a niños "normales". Niños que juegan al fútbol, que recuerdan como se llaman sus amigos, que saben ir a casa de sus abuelos y de sus primos, niños que saben como putear a otros niños o que no deben arrimarse a otros que les pueden hacer la vida imposible. Niños que, en definitiva, en la calle son capaces de hacer todo aquello que hacen la mayoría de niños de su edad.


Y entonces, ¿por qué olvidan de las letras, de los números o del nombre del afluente del Sil según se mira a mano derecha desde el lugar que se pone el Sol el 23 de mayo?
Todo reside realmente en la pregunta, que desde mi punto de vista no es correcta, y se debería formular de la siguiente manera: ¿por qué hacen creer a todo perro quisque que se olvidan de la puñetera letra m o de la tabla del 2?
Existen varias explicaciones, incluida la de la inteligencia, pero un aboga más por aspectos externos.
¿Factores externos? ¿Externos a qué? A lo que podíamos considerar la capacidad intelectual con la que el niño viene de serie. Tal vez se entienda mejor con un ejemplo.
Es bien sabido que con el trascurso de las generaciones, especialmente se nota en las últimas, la estatura media ha aumentado. Siendo la estatura media de la generación de los hijos mayor que la de los padres. ¿Se debe a una recombinación genética? Puede. Pero lo más probable, lo más plausible, puede ser que las generaciones más recientes se han alimentado mejor y ello ha contribuido a que la estatura, cuyo potencial estaba en los genes, se haya acercado a ese potencial genético. Tres cuartas partes de lo mismo pasa con la longevidad. 
¿Este ejemplo se puede aplicar a la inteligencia? Desde mi punto de vista sí. Alguien puede tener las condiciones necesarias para afrontar con éxito su vida académica, pero, por razones externas o por vivencias personales, no lo desarrolla en su plenitud y es entonces, cuando nos podemos encontrar con niños que en muchos ámbitos de su vida son competentes, pero en el cole olvidan lo aprendido.
Las causas de esta problemática pueden ser diversas: familias que muestran desinterés por la educación de sus hijos y que, directa o indirectamente, se lo transmiten a sus hijos, familias superprotectoras,  docentes pésimos que se encargan de encasillar a los niños y machacarlos de por vida, o, por qué no, niños que no encuentran motivación en los aprendizajes escolares porque no sienten atracción alguna hacia este tipo de actividades, que alguno habrá, o no y este último supuesto sea una estupidez mía, a diferencia del resto de la exposición, que sé que es tan cierta como que todos los días amanece.
Nada nuevo digo si defiendo que los adultos tenemos preferencias y somos capaces de evitar situaciones que consideramos desagradables, al menos lo intentamos, y cuando nos vemos inmersos en ellas, por ejemplo la comida de los domingos con los suegros , intentamos salir del paso como podemos, generalmente, sin manifestar abiertamente nuestras "ganas" de disfrutar de tales eventos. Pero hay una gran diferencia entre poder evitar la situación y no poder hacerlo, aunque al final la sangre no llegue al río, afrontar una situación nada agradable genera en nosotros algo que no es precisamente el sentimiento de alivio que aparece cuando evitamos la situación. Los sentimientos pueden ser de enfado, desesperación, tristeza...


Traslademos esta situación a un niño que tiene que enfrentarse a una situación escolar que se le trae al pairo, y no sólo eso, que tampoco supone una prioridad en su vida. La búsqueda de cariño, la necesidad de atención, el sentimiento de autoeficacia, una mayor autoestima, pueden ser alguna de las necesidades principales y, tal vez, casi casi únicas para algunos críos, siendo todo lo referido al proceso enseñanza/aprendizaje tan importante para ellos como hacer yoga tántrico. Es más, en muchos casos estos niños llegan a la conclusión de que hacer las cosas mal se convierte en una forma de conseguir atención, a veces tan necesaria como respirar.
Con razón, al menos a priori, alguien puede pensar que realizar bien las tareas es más gratificante y el alumno obtiene una recompensa más gratificante. Sí y no. Si yo busco atención hacer continuamente mal las cosas supone que el adulto esté más tiempo conmigo y si el adulto es un tipo majo, encima la atención es de una cierta calidad. No sólo eso, con un poco de suerte le ponen a un fulano especialista para él sólo. El paraíso.
Tal vez, la cuestión radica en que vemos a los niños como máquinas de adquirir conocimientos. Las máquinas que funcionan bien merecen poca atención, porque su engranaje funciona a la perfección. Las que presentan problemas son otra historia, pues, en muchos casos, lo único que nos interesa es que funcionen, sin considerar si lo que lastra su funcionamiento es una biela, el motor o un error estructural, especialmente si este  error estructural deriva de algo tan normal como la afectividad.
Que nadie se engañe, no se trata de suplir a padres o tutores, a lo que se debe aspirar es a que durante el tiempo que el alumno pase en el centro sienta comodidad afectiva, se encuentra en un entorno relajado, en él que aprender sea algo fácil, elevando de esta manera su sentimiento de autoeficacia y, por ende, su autoestima. Para ello la eliminación de etiquetas es básica. No se trata de no reconocer que ciertos alumnos tienen problemas, eso sería estúpido y contraproducente, el objetivo consiste en saber dónde está el alumno para determinar hacia donde debemos caminar. Lo importante es caminar respetando el ritmo de nuestro acompañante, pues, al menos en un principio, nosotros conocemos el camino y el pequeño no. Y, tal vez, si todos actuáramos de esta manera no existirían niños como él que ayer lloraba, tengo para mi que no de tristeza, delante de mi cuando le felicitaba por todo lo que sabía hacer mientras evaluaba sus conocimientos previos en Lengua.
Creo que la cosa va siendo demasiada larga para una sola entrada, por lo que, vete tú a saber cuando, seguiremos profundizando en el tema y tal vez hable de aquellas personas que ejercen como docentes y son capaces de destrozar la vida de un niño para justificar su inutilidad y desvergüenza, que haberlas haylas, como en cualquier otro colectivo. En todos los lugares existen auténticos impresentables.
Un saludo.

2 comentarios:

sara.r.s dijo...

Me ha gustado mucho Paco...espero que no vuelvas a encontrarte con otro niño que llora porque alguien como tú se ha preocupado de devolverle lo más importante: su autoestima.

PACO dijo...

Esperemos encontrarnos con el menor número de gente posible que sufra por la estupidez o maldad de otras personas.
Un saludo.