miércoles, 21 de septiembre de 2011

LOS DERECHOS DE TODOS, LA AUTÉNTICA LIBERTAD

Desde tiempo a cierta gente, siempre los mismos, se les escucha hablar del respeto que ha de tener hacia sus ideas y sus planteamientos. No sólo eso, además asocian deliberadamente sus ideas a la palabra libertad, considerando que no opinar o no llevar a cabo sus ideas se convierte en un liberticidio de consecuencias funestas para la humanidad.


Tal vez el lector se pregunte de que hablo exactamente, pues, tal vez, con un ejemplo le pueda sacar de dudas. La Líder Esa, la amiga del hijo puta, decía ayer sobre la jornada de lucha convocada por el profesorado de Madrid, esa jornada que, a pesar de todo, se ha convertido en un éxito, pues ha sido seguida por profesores, sindicatos de alumnos y asociaciones de madres y padres, que los profesores estaban en su derecho de hacer huelga, pero que se deben respetar los derechos de los demás???? ¿A qué se refiere la colega? Nadie lo sabe, pues no ha habido incidentes, pero ella, y la gente de su troupe, siempre habla de derechos de los demás, de libertad de los demás, especialmente cuando no le gustan lo que tienen enfrente. Pero, ¿a qué se refieren con los derechos o las libertades de los demás? Básicamente, como demuestra la realidad, a que nadie se enfrente a ellos y a sus medidas. Cualquier atisbo de reacción contra sus medidas neoliberales, privatizadoras, segregacionistas y clasistas son una ataque contra la libertad. El colmo de esa estupidez es la de los neoliberales de postal que hablan sobre la imposición que supone pagar impuestos. Pues nada, no pagues impuestos y ya veremos. A mi no me gusta ir a trabajar ciertos días y tengo que hacerlo. El otro pegaría una paliza al vecino que le molesta y se limita, como mucho, a llamar a la policía para denunciarlo. A muchos nos apetecería darle zapatilla al coche de vez en cuando, pero nos aguantamos pensando en la multa o en una sanción peor que nos puede caer por vulnerar las reglas de tráfico. A la otra le gustaría... Pero, obviamente, uno de las cuestiones básicas de vivir en sociedad es que ésta debe funcionar y para ello todos, con mayor o menor entusiasmo, debemos seguir unas normas y no seguir esas normas no genera mayor libertad, provoca la desmembración de la sociedad. Desmembración de la que salen beneficiados los que mayor capacidad de organización tienen en ese momento o, lo que es lo mismo, las grandes organizaciones económicas del momento. Obviamente, toda norma se puede y, en muchos casos, se debe cambiar, en función de la evolución de la propia sociedad, pero, lo que parece claro que cambiar las normas para satisfacer a una minoría, que en este caso ejerce el dominio económico, genera tensiones, enfrentamientos y, posiblemente, conflictos que trascienden de lo meramente dialéctico. Generalmente, las normas se han modificado en una sociedad, cuando la mayoría de los ciudadanos que la componían veían como algo lógico esos cambios, pues dichas modificaciones son contempladas por esa mayoría de ciudadanos como mejoras, no como imposiciones, que, exclusivamente, benefician a una minoría. 


Pero volvamos al principio, me enrollo demasiado. Cuando esta gente, los neoliberales, hablan de respetar sus libertades siempre se produce una extraña relación causal: los derechos que reivindican ellos siempre tienen un rango superior a los derechos de los demás, que generalmente son recogidos por leyes de carácter universal. Me explico. Cuando los profesores hacen huelga, derecho reconocido en multitud de leyes, siempre buscan anteponerlo al derecho a???, en este caso ni tan siquiera lo dicen. Cuando se habla de una educación pública de calidad, ellos intentan anteponer el derecho a la elección de centro por parte de los padres (lo cual esconde una maldad intrínseca, pues si fomentaran la educación pública de calidad, existiendo la educación privada autofinanciada de verdad, no subvencionada como ahora, es muy posible que la gente no se preocupara tanto de elegir centro educativo, como de participar activamente en la educación de su hijo). Tres cuartas partes de lo mismo pasa con la sanidad... En resumen, siempre que hablan  de respetar sus libertades se refieren a acabar con los derechos de muchos. Derecho a una educación pública de calidad, derecho a una sanidad de calidad, derecho de huelga e, incluso, derecho de cátedra (se investiga, en Castilla la Mancha, quién escogió un texto de Escudier para un examen de Selectividad que arremetía contra Esperanza Aguirre) y de expresión, derechos que, según los neoliberales (que por cierto, no lo son ni por el forro, especialmente su tienen instrumentos de propaganda pagados con el dinero de todos) ocupan un lugar menor en el escalafón que sus pretendidas libertades, que como bien digo son suyas y de sus colegas.
La mentira que supone reivindicar supuestas libertades para acabar con derechos de millones de ciudadanos es moneda común en nuestro país, pero no por ello deja de ser menos mentira, una falacia que esconde la verdad: sus pretendidas libertades consisten en la pérdida de derechos de los ciudadanos de a pie. Sus pretendidas libertades consisten en concentrar la riqueza en manos de unos pocos, que encima son intocables, véase la reacción de Mariano, el escritor templado, y su colega la Cospe, no sin mi mantilla, ante la vuelta del Impuesto de Patrimonio. 
No, jamás son libertades, en tal caso se trata de deseos de una parte de los ciudadanos, que, a pesar de todo, son una parte de la ciudadanía, ni tan siquiera son la mayoría, por eso han optado por arroparse con la palabra libertad (esa que igualmente usabas Franco, Hitler o Mao para justificar sus barbaridades), porque, a pesar de la terrible campaña mediática, saben que no son la mayoría, como se ha comprobado en Madrid, donde hasta una parte de las AMPAS, entre ella la agrupación mayoritaria, se ha mostrado en contra de medidas que atentan contra los derechos de la mayoría de los ciudadanos, con la pretendida escusa de optimizar los recursos públicos. Medidas que atentan contra la mayoría de los ciudadanos y, en teoría, favorecen lo que ellos defienden la libertad de elección de los padres, una estupidez como otra cualquiera, pues en realidad lo que han hecho es desviar dinero de todos para que funcione la educación privada, quitan 80 millones del dinero de todos a la enseñanza de todos, la pública, para dar esa cantidad y diez millones más a la privada en forma de desgravación fiscal. Como se puede comprobar el argumento de las libertades es falso, se trata de desmantelar la competencia a lo privado, de desmantelar lo público.


Hasta aquí se podía tratar de una forma de entender la mejor forma de dar servicios al ciudadano, unos apuestan por un sistema y otros apostamos por el mejor, pero detrás de la palabra libertad, usada por estos tipos casposos y estas tipas cuyo consumo de laca se convierte en un atentado contra el equilibrio ecológico, subyace otra realidad. Estos tipos, que utilizan la palabra libertad con la facilidad con la que mi hijo se comió ayer una ciruela para merendar, tienen problemas para entender la libertad de los demás y para respetarla. Si una persona no cree en la religión y critica a la cúpula de la Iglesia Católica es poco menos que un desalmado, que no tiene derecho a la vida. Si alguien critica la política de estos tipos inmediatamente se le califica poco menos que como el inspirador de la Comuna de París. Si se está en contra de la educación religiosa en el sistema educativo se carece de valores. Si...  En resumen: si no se apoyan sus ideas y decisiones se sufre la descalificación inmediata, cuando no opciones más violentas, como por ejemplo el expediente que se ha abierto a un policía por pertenecer al 15-M. Lo que en el fondo demuestra que el uso que hacen de la palabra libertad es meramente estético, mejor dicho, totalmente interesado, pues cuando han de aplicarse el cuento se olvidan del significado de dicho término y no dudan en vulnerar los derechos básicos de otros ciudadanos, entre ellos la libertad de expresión, de cátedra o el derecho a una educación, sanidad dignos o a un trabajo o a una pensión digna (todos ellos recogidos en ese pequeño libro llamado Constitución Española de 1978). 
Para concluir me gustaría decir que cuando nos hablen de libertades, que generalmente suelen referirse a la libertad de una persona o unas pocas, contrapongamos los derechos inalienables que se han de perder para dar gusto a una minoría y decidamos si merece la pena dar gusto a unos pocos, que, en líneas generales, buscan exclusivamente su beneficio, sin importarle en absoluto lo que ocurra con el  resto de ciudadanos.
Un saludo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola.Buena entrada y muy de acuerdo con tus planteamientos.El problema es que estos fascistas disfrazados en demócratas en Madrid obtienen mayoría en las elecciones,lo que le da legitimidad a algo ilegítimo.No soy de Madrid ,ni vivo allí pero me parece que Aguirre no es más que esos que llaman ahora Tea Partys pero que son en el fondo fascismo puro y duro.Fundamentalistas que favorecen a iglesias y otros cánticos del estilo.Estoy con vosotros ,con la enseñanza pública y de calidad ,y no volver a esos tiempos que los griegos enseñaban a los palurdos de los romanos por un plato de pan y agua,o en esa edad oscura de La Edad Media que la enseñanza desapareció.Ahora quiere que sea para una élite aleccionada por ellos ,los ultraliberales..La solución está en volver ágora.Claudia

PACO dijo...

Gracias por leer la entrada.
Respecto a la educación, en el fondo, los neoliberales intentan volver al siglo XIX o, lo que es más triste, a la distinción medieval, basada en las doctrinas platónicas, que defendía la existencia de diferentes tipos de almas o de seres, nacidos cada uno para un tipo de cosas específicas. Aunque muchos de ellos no son nobles ni pertenecen al clero, sí parecen tener claro que muchos de nosotros sólo servimos para trabajar y hacerles cada día más ricos.
Un saludo.