jueves, 22 de diciembre de 2011

DIFICULTADES DE APRENDIZAJE S.A. (I)

En educación, como en cualquier otra faceta de la vida, se puede ver el vaso medio lleno o medio vacío. E igualmente una u otra visión condiciona la actitud y, sobre todo, la forma de actuar, aunque ésto no siempre sea matemático (afortunadamente los seres humanos somos impredecibles y poseedores de facetas muy diversas condicionadas por el rol que adoptamos en cada momento).
Mi especialidad dentro de mi campo de trabajo, la educación, es la educación especial, mal llamada Pedagogía Terapéutica, y aunque llevo más de una década sin trabajar en centros de educación especial, mis alumnos son los que más dificultades tienen para seguir el currículum ordinario. Tal vez debido a mis inicios en centros específicos, o a mi forma de ver la vida, o a ambas cosas, o a ninguna de ellas, lo que más me interesa de los chavales con los que trabajo es aquello que queda por hacer y los avances, pocos o muchos, conseguidos hasta el momento (tal vez esto último sea una forma de reforzar al crío y a mi mismo). Esta forma de plantearme las cosas me hace considerar algunos de los "problemas" considerados como reseñables por parte de ciertos compañeros como auténticas imbecilidades.
Antes de continuar me gustaría aclarar que mi visión de la persona, de su personalidad, de sus manifestaciones, de su vida escolar, está ligada al modelo interaccionista (el resultado de lo que somos es una suma entre los genes y el entorno), donde el entorno aporta más al resultado final que los genes, salvo en ciertos casos evidentes donde la genética marca todo. El ejemplo típico es el sindrome de Down, una trisomía, tres brazos, en el cromosoma 21.


El sentido de dicha aclaración no pretende más que mostrar al lector el porqué de mi punto de vista: si el ambiente influye en lo que somos, trabajando de manera correcta sobre lo que nos ha formado, sobre las conductas que no son innatas, tendremos una expectativa razonable de que, en este caso, los alumnos adquieran nuevas habilidades.
Pero volvamos a los problemas que considero auténticas imbecilidades. Me llegan consultas y peticiones de todo tipo: "fulanito lee mal", "menganita escribe de pena", "Mari Loli contesta siempre mal a las preguntas", "Rigoberto tiene flatulencias cuando trabajamos Lengua".
Bien, ¿tú qué has hecho? "Le mando leer en casa", "la pongo a hacer caligrafía", "la digo que estudie", "la pongo un tapón en el culo".
Lo primero que a uno le gustaría preguntar al personal es qué consideran normal, ¿por qué ese niño se sale de la norma? En algunos casos es evidente; en otros no tanto. Resulta curioso que cierta gente, niños, que no saben hacer la o con un canuto sean capaces de dominar mejor que muchos de nosotros las posibilidades y el funcionamiento de multitud de programas informáticos, sean capaces de comprender mensajes complicados, leídos en su ordenador o, lo más gracioso, interpreten mensajes en inglés que advierten sobre el mal funcionamiento de dichos programas. Este mismo ejemplo, el de las discrepancias entre el rendimiento escolar y el desenvolvimiento en su vida diaria, podría ser el que ocurre cuando tipos que, en teoría, leen fatal son capaces de aprobar a la primera el examen teórica o el de un amigo, que sé que sigue este blog, que era un "zote" para los estudios, pero no tuvo ningún problema en aprobar a la primera una oposición.
Podríamos hablar de las diversas inteligencias que el Premio Príncipe de Asturias, Howard Gardner, postuló como parte de nuestro funcionamiento cognitivo. Pero no nos vamos a perder en teorías, demostrables o no.
Podríamos, de igual manera, hablar de un sistema educativo bastante esclerotizado, más centrado en recalcar todo aquello que se sale de la norma, especialmente por debajo, a los que se salen por arriba se les suele, por lo general, obviar, que en analizar las causas y los pasos para erradicar la problemática. Y aunque no era  mi primera intención, lo vamos a hacer antes de profundizar en otra cuestión: el negocio de la educación especial o, mejor dicho, de las dificultades de aprendizaje. Aunque tal vez vaya íntimamente ligado y sea imposible separar lo uno de lo otro.


Comencemos por la "pesadumbre" que genera entre parte de la docencia los niños que presentan problemas, problemas que deben llevar incorporados, a ser posible, con etiqueta y código de barras. Partamos del hecho de que este tipo de alumnos son más fáciles de encontrar en centros públicos que en los privados-concertados, como demuestran las estadísticas que año tras año se publican al respecto. Pero bajemos a lo terreno, al día a día.
Primero debo aclarar que no todo el mundo dedicado a la docencia es igual, hay de todo como en botica y, evidentemente, yo no soy el mejor, ni mucho menos, de todos los que se dedican a este asunto. Pero si tengo claras algunas cuestiones:
  • El concepto de normalidad y anormalidad es totalmente subjetivo.
  • Para solucionar un problema lo peor que se puede hacer es obsesionarte con poner nombre a dicho problema y aferrarse a la etiqueta como algo definitivo e inamovible.
  • Lo importante es diseccionar el problema, con el objetivo de comprender todos los procesos necesarios para adquirir los aprendizajes, y ver cuales de ellos no realiza el alumno en cuestión.
  • Los procesos no van ligados, necesariamente, con lo que conocemos como inteligencia, contenidos educativos ni milongas por el estilo. En muchas ocasiones damos por supuesto que los alumnos saben hacer cosas, generalmente mediadoras entre los contenidos presentados y el aprendizaje, que no son capaces de realizar. Por poner un ejemplo: resulta sorprendente que muchos alumnos no "sepan escuchar" las instrucciones y pregunten sistemáticamente antes de que se termine o que directamente, ante órdenes sencillas, no sean capaces de repetir algo que se les acaba de repetir y que no han escuchado (serían capaces de comprenderlas porque cuando se les anticipa que recibirán un premio si hace bien una actividad y luego se les da las instrucciones su comprensión mejora milagrosamente). A muchos de estos alumnos se les cataloga como "cortitos".
  • Lo importante en un principio no es tanto la meta como el proceso. Desarrollar habilidades que limitan la capacidad de adquirir los contenidos es tan importante como adquirirlos.
  • Los logros del alumno, sean muchos o pocos, se han de valorar siempre, valorando de donde se partía y, muy importante, como se aprende (la motivación, la autonomía adquirida...).
  • La motivación intrínseca es el mejor arma para que los alumnos aprendan. La consecución de dicho tipo de motivación es también labor del docente.
  • Y, por último, y troncal, todo ser humano es capaz de aprender.
Resulta evidente que en un colectivo tan grande hay de todo, pero a uno le llama especialmente la atención cuando ciertos profesionales se preocupan por aquello que no funciona, obviando lo que funciona (todo el mundo tiene cosas positivas, que en el caso de los alumnos deben servir de punto de partida para trabajar). Si alguien considera que todo es inamovible, al menos en cierto tipo de alumnos, ¿para qué narices se dedican esas personas a la educación?
Me gustaría concluir esta primera parte dedicada al asunto de la educación con una extraña teoría propia, y por tanto muy personal, seguramente equivocada. Para continuar debo explicar algo para que todos los lectores comprendan dicha teoría.


Los humanos tenemos una cosa que se llama metacognición, que para unos es la capacidad de ser conscientes de que somos conscientes y para otros responde a un proceso que consiste en lo siguiente: ser capaces de definir un problema a resolver, barajar las opciones más adecuadas para resolver dicho problema, optar por una opción y ponerla en práctica, por último, evaluar si dicha opción elegida y su puesta en práctica ha solucionado la cuestión, si no es así se puede volver al segundo paso.
Para explicar mi teoría nos quedaremos con la segunda definición, la procedimental, que, curiosamente, iría como un guante para definir lo que se denomina inteligencia, al menos según diversos autores (parece que existe un cierto consenso en definir inteligencia como al capacidad del ser humano para resolver problemas o cuestiones que se le plantean en cualquier momento de su vida). Lo que desde hace tiempo quiero explicar en este blog, no es otra cosa que lo siguiente: muchos niños que fracasan escolarmente, no hablemos ya de adolescentes, no fallan, no tienen un problema, en capacidad intelectual (su memoria o en la capacidad de aplicar los conocimientos en contextos diferentes), su mayor problema reside a la hora de valorar e implementar opciones para desarrollar adecuadamente las tareas académicas, y no por su "cortedad"; más bien por falta de "entrenamiento" en dichas habilidades. La capacidad de trabajar de manera autónoma, la capacidad de apreciar que es más importante el trabajo bien hecho que la velocidad, la capacidad de escuchar, la capacidad de leer para comprender... todo ello se puede trabajar, pudiendo conseguir en muchos alumnos que adquieran esos hábitos básicos de trabajo. Hábitos que con el tiempo se deberán automatizar, ocupando muy poco lugar en la memoria de trabajo, dejando ese espacio en dicha memoria para los contenidos meramente académicos*.
No voy a valorar aspectos emocionales o motivacionales de los alumnos, ocuparía otra entrada, que puede realice otro día, para completar lo tratado hoy. Lo que me interesaba era exponer la teoría que desde hace tiempo guía mi trabajo y que espero haber sido capaz de conceptualizar de manera correcta.
Mañana hablaré del negocio en que se han convertido las dificultades de aprendizaje, las reales y las ficticias.
Un saludo.

* La memoria de trabajo, al menos según lo estudié yo, es un tipo de memoria que realiza, aproximadamente, siete operaciones distintas de manera simultánea (esa es su capacidad), cada vez que abordamos una tarea. Si tenemos automatizados ciertos procedimientos tendremos más espacio en dicha memoria. Por ejemplo, cuando aprendemos a conducir todo nuestro cerebro está ocupado en saber cuando tenemos que cambiar, en pisar el embrague para que no se nos cale, mover la palanca de cambios... Sin embargo, cuando llevamos dos o tres años conduciendo no pensamos ya en cambiar la marcha mientras lo hacemos. Pensamos en cambiar el Cedé, en el pedazo Mercedes que nos acaba de adelantar y la pinta de gilipollas de su conductor... Eso es porque lo de cambiar ya lo tenemos automatizado y no ocupa apenas espacio en nuestra memoria de trabajo. 

2 comentarios:

isabel lagar dijo...

Genial tu entrada, como siempre. En una de las últimas reuniones de tutores antes de finalizar el trimestre estuvimos hablando un poco de esto. ¿Qué narices les pasa a los alumnos que no son capaces de aprender? ¿Qué han estado haciendo durante toda la primaria para que nos vengan con estos niveles? Te aseguro que los resultados de mi tutoría son los peores de mi historia como docente. El primer impulso es echarle la culpa a los docentes de primaria. Yo no creo que sea toda la culpa del profe de primaria. También los de secundaria se niegan a trabajar ciertas técnicas de estudio, ciertas herramientas procedimentales al margen de los contenidos de la especialidad para enseñar a esos alumnos a aprender. Eso que lo hagan los tutores, dicen, que para eso les pagan.
Pero sobre todo, yo creo que el problema lo veo cada día cuando entro en mi aula. Y es esa gran pizarra verde que corona la pared principal, esa clase toda blanca, sin un libro que echarse a las manos (salvo los de texto), esos pupitres colocados uno detrás de otro y un aula donde no cabe ni una hormona, digo un alumno más. Las aulas no parecen espacios versátiles y flexibles donde los alumnos se sientan a gusto y puedan realizar distintas actividades. Estamos ahí todos constreñidos haciendo lo mismo y sin tener en cuenta a cada individuo. Es cierto que un buen profesor le da vida al peor de los libros de texto. Es cierto que los contenidos y las programaciones y no digamos los libros de texto, nos absorben y nos dominan. ¡Yo creo que hay vida fuera del libro de texto!Pero también es cierto que es imposible hablarle a un alumno de 1º de la ESO de cosas etéreas y poco atractivas si no lo pueden tocar, manejar, participar del aprendizaje, romperlo, volverlo a armar, moverse, hacer ruido... seis horas sentados en un pupitre escuchando a seis profesores distintos hablando de cosas totalmente ajenas a ellos es un coñazo. Son niños aún. Mis mejores clases (y reconozco que es difícil hacer esto a diario) siempre han sido las clases en las que los alumnos se olvidan de que son alumnos y se sorprenden de algo nuevo y son las clases en las que yo disfruto más ¿En qué momento un niño pierde la ilusión por aprender, por leer, por descubrir? ¿En qué momento se convierte en un trozo de carne con ojos para el profe? Supongo que en el momento en el que nosotros fallamos también en entenderle y le "castigamos" por lo que no sabe.

Un saludito, Paco y que paséis unas estupendas fiestas.

PACO dijo...

Hola, guapetona.
Creo que tú has dado la respuesta sobre lo que pasa en tu comentario. Cuando los niños dejan de ser niños y se convierten exclusivamente en máquinas que han de aprender y, a ser posible, ellos solos, la hemos cagado. La despersonalización en el proceso enseñanza-aprendizaje, y no me refiero a los contenidos que han de aprender, más bien hablo de que todo el sistema se mueve por el objetivo de llegar a unos mínimos,obviando que esos contenidos se los transmitimos a unas personas, que han de formar parte de la sociedad adulta dentro de unos años y por tanto debemos cuidar sus necesidades emocionales y afectivas (sin llegar al pasteleo de alguna película) y, sobre todo, transmitirle un sentimiento de ser eficaz de que, poco o mucho, su esfuerzo le hace ser mejor, y que todo lo que consigue es por y para él, no para mi, como maestro, ni para sus padres, ni para nadie más. Todo lo que aprenda es para él y lo podrá usar, o no, en un futuro, pero es su fruto y este fruto que ha cultivado con su esfuerzo debe calar positivamente en su autoestima. Y no me refiero a asociar el esfuerzo con el triunfo, nada más lejos de mi intención, me refiero a asociar el esfuerzo con sentirse bien por conseguir algo para uno mismo, aunque luego, cuando llegue a los dieciséis, el tipo pase de estudiar y se dedique a trapichear, pero al menos si no le trincan, o si le trincan, y en un momento dado quiere volver a estudiar sabe que puede hacerlo porque se lo ha demostrado a si mismo. A ese esfuerzo me refiero, al de cultivarse a si mismo.
Esto es lo que realmente me preocupa, la forma de destrozar a ciertos niños y adolescentes por parte de ciertos docentes.
Seguimos un contacto. Felices Fiestas para ambos si no nos vemos.
Un saludo