jueves, 3 de mayo de 2012

EL DÍA QUE CAMBIÉ DE GPS

Cuando comprobé que mi anterior aparato GPS me indicaba que debía seguir caminos equivocados no tuve más remedio que adquirir otro nuevo que, por desgracia, me sigue indicado rutas equivocadas, muy difíciles de transitar. El lector, con mucho tino, considerará que se encuentra ante una persona despilfarradora y caprichosa, pero, tras esta explicación que me dispongo a ofrecer, tengo el convencimiento de que tal percepción se diluirá como un azucarillo en el café.
Hace unos años adquirí un aparato de localización que en un principio prometía resolver todos mis problemas de orientación y localización. Debo reconocer que dicho artilugio no era de mi completo agrado, ni mucho menos, pero me impusieron su compra. Mis preferencias era un pequeño aparato más revolucionario y, a veces, caótico, que representaba mi espíritu de aventura y mi forma de transitar por la vida y las carreteras.
Pero, por h o por b, tuve que utilizar el GPS que utilizaba la mayoría, que en un principio aparentaba funcionar bien, aunque los caminos elegidos en bastante ocasiones eran mucho más adecuados para poseedores de coches de alta gama que para los utilitarios que poseíamos la mayoría. 
Todo se empezó a complicar cuando para realizar cualquier ruta siempre había de pasar por la Avenida de la Desaceleración. En un principio tenía su gracia el tránsito por dicha avenida. Un poco cuesta arriba, un paisaje nuevo... Pero, poco a poco, no se sabe muy bien la causa, la pendiente fue inclinándose más y más, y sólo se podía circular en un sentido, subiendo, jamás bajando. Las indicaciones del aparato siempre remitían a dicho lugar, que, con el paso del tiempo, debió ser cambiado de nombre por las autoridades pertinentes, pues a partir de un momento que no logro recordar, la avenida pasó a denominarse Ronda de la Crisis. 
A partir de aquí el GPS pareció volverse loco, casi todas las calles por las que antes se podía transitar se convirtieron en terreno vedado. Direcciones prohibidas aparecieron por aquí y por allá sin aviso previo. Bellos lugares accesibles al tránsito anteriormente se convirtieron en terreno vedado para el tráfico. Mi GPS se había vuelto loco.
La Calle del Cheque bebé había desaparecido, así como la de la Deducción por vivienda. Otras habían visto menguado su trazado, como la Rúa del Funcionariado. También marcaba mi aparato de localización que otras vías habían visto como el mantenimiento de las mismas había desaparecido, siendo además su acceso cada vez más difícil, por ejemplo en el Boulevard del Pensionista. Sin embargo, el Paseo del IVA se convirtió en lugar de referencia y paso casi obligatorio para mi vehículo si quería seguir las indicaciones del GPS.
Parecía obvio que la maquinita se había convertido en un cacharro y que se debía cambiar inmediatamente. A finales del año pasado fui a comprar otro aparato y, como la vez anterior, al final no puede adquirir aquél que más gustaba, tuve que conformarme con uno que prometía muchas prestaciones. De nuevo debía utilizar el mismo producto que la mayoría de la gente había decidido comprar. 
Una vez instalado el nuevo GPS, tardé casi un mes, debo reconocer que la Ronda de la Crisis apenas volvió a aparecer en el aparatito de marras, aunque el tránsito por la Avenida de las Reformas era obligatorio para llegar a cualquier camino. ¿Digo obligatorio? Indispensable sería más correcto. De hecho se redujo, aún más, el número de lugares por los que circular. El Bulevar de los Derechos Laborales quedó destrozado; una fortísima tormenta, que en un principio parecía chaparrón, apareció de manera inesperada y levantó todo el asfalto y el acerado, dejando impracticable para los ciudadanos el paso por dicho lugar. 
Lo curioso del nuevo cacharro que adquirí es que casi todas las rutas transitables parten de la Avenida de las Reformas y, siempre girando a la derecha, se llegan a los destinos a través de vías como: Cuesta de la Subida del IRPF, Callejón de la Congelación del Salario Mínimo o Calle de la Congelación del Funcionario. Cuando, siguiendo las indicaciones del GPS, penetro por estos lugares me encuentro, como si de un hechizo se tratara, con sitios sombríos, donde la gente no parece contenta de vivir, más bien al contrario. Por si esta desagradable impresión fuera poco, además estas rutas jamás parecen llevarme al destino deseado. Parece que el cacharro que he adquirido, al igual que el anterior, basa su éxito de ventas en una publicidad engañosa.
Pero uno, que tiene buen corazón, le dio otra oportunidad al artefacto localizador e introduje los datos de un nuevo lugar al que deseaba ir para quitarme el mal sabor de boca de todo lo acontecido en los últimos tiempos. ¡Mierda! ¡Para qué lo haría! Tras circular por la Avenida de las Reformas durante largo rato, por supuesto siguiendo las indicaciones de mi copiloto tecnológico (al que, por cierto, se le ha puesto una voz de fulano cabreado, que parece amenazar más que indicar el camino), acabé en un descampado llamado Solar de Educación y la Sanidad Pública. Lo que antaño parecía un lugar lleno de vida y con muchas posibilidades de expansión ahora se había convertido en una ruina, debido a la dejadez y al mal hacer intencionado de ciertas personas, al menos eso me contó un anciano que se encontraba en el lugar recordando viejos tiempos, según decía él.
Harto, hasta los cojones diría yo, pensé en devolver el cacharro, pero parece que había pasado  el plazo para realizar el cambio y, por si fuera poco, el GPS de marras no traía garantía. ¡Menudo timo! 
Querido lector, comprenderá usted que necesite contar en algún sitio mi situación; desahogándome al menos. He adquirido una máquina, que encima no era mi preferida, que pretendía tener funciones que ni por asomo poseía. Ya no sólo se trata de que parece que para ir a cualquier lugar tengo que pasar por la Avenida de las Reformas dichosa, girando siempre hacia la derecha introduciéndome por lugares bastante tétricos, es que además funciones como la de elección de voz vienen incompletas. Curiosamente en el menú de voces vienen varias, pero sólo puedes elegir dos: una femenina, que sólo se puede escuchar los viernes y otra masculina, que parece culparte de haber elegido ese GPS y no otro. De vez en cuando se puede escuchar alguna otro timbre de voz, por ejemplo uno que mide el esfuerzo del coche, pero que no utilizo nunca porque de cada cuatro frases, tres son absurdas. Sin embargo, lo que más me irrita es no poder usar el icono de voz situado arriba del todo. Por mucho que lo he intentado nunca ha funcionado. Conocidos que tienen un aparato similar al mío desde hace más tiempo me han comentado que tampoco te aclara mucho el camino a seguir, pero que, sin embargo, las eses las pronuncia de una manera especial, como si perdiera aire. Creo que me voy a quedar con las ganas de escucharlo.
No quiero aburrir más al amable lector con este maldito e infernal aparato que me trae a mal traer, pues seguramente ustedes también tengan su propios problemas, a lo mejor hasta con un GPS, como yo, y leer mis penas no va a contribuir en nada a que sus preocupaciones disminuyan. 
Un saludo.

3 comentarios:

Piedra dijo...

Siempre termina en la avenida del generalísimo, aunque le cambien el nombre y ahora sea de la constitución.
Yo soy más de mapa y de ir preguntando, si te equivocas, es problema solo tuyo y como mínimo haces amigos, que siempre es mejor que escuchar las ordenes estúpidas de una maquina controlada curiosamente (fíjate tu) por una red de satélites yankis.
Otra opción ir a pie, que también se llega y con esto de los peajes habidos y los que habrá, me parece que al final se va a imponer.

Anónimo dijo...

....y espera que esto no ha empezado aun.
Un saludo...otro paco

PACO dijo...

Hola a ambos.
Piedra, lo del Generalísimo es una triste genialidad; lo has clavado.
Anónimo, estoy de acuerdo contigo, quedan todavía tiempos malos, pero, por contra, creo que no hay mal que cien años dure, especialmente cuando estos tipos pisan tantos callos. Veremos donde estamos en diez años.
Un saludo.