martes, 5 de abril de 2011

DESMONTANDO UNA DE TÓPICOS

En este mundo de Dios todos tendemos a generalizar, yo el primero. Algunas veces ocurre por desconocimiento y otras por necesidad. Necesidad de qué, necesidad de justificar algo que nos afecta directamente y que solucionamos despachándolo con algún estereotipo que nos saca del apuro, eso sí, aplicado siempre a colectivos a los  que no pertenecemos. Uno de estos casos clichés me ha movido a crear esta entrada: la generalización de la juventud como unos perdidos, borrachos, drogadictos e inconscientes que no hacen nada por cambiar las cosas.
De entrada me resulta curioso que demandemos a los jóvenes lo que no somos capaces de hacer los adultos, que, en teoría, mandamos sobre el catarro. Muchos jóvenes aún no han llegado a la edad de votar, poseyendo, por si ésto fuera poco, una percepción del mundo muy limitada (la incorporación al mercado laboral, junto con las responsabilidades familiares, constituyen un aprendizaje fundamental para cualquier individuo). Se podrá alegar que los jóvenes muestran un ímpetu, propio de la edad, que después desaparece. Mi pregunta es la siguiente: ¿ese arrojo, consustancial a la edad, ha servido alguna vez para modificar la situación de manera permanente? La respuesta es no. Ni tan siquiera en el loado por muchos Mayo del 68 (uno de los pocos políticos coherentes del Parlamento Europeo, que lideró la revuelta del 68, aún clama pidiendo lo imposible). Tal vez, una pequeña excepción puedan ser los movimientos insurreccionales ciudadanos del Mundo Árabe, donde los jóvenes protagonizan las masivas manifestaciones, pero, por desgracia, los que van a tomar el mando cuando la cosa se calme serán los mayores, algunos de ellos con experiencia en política en los gobiernos corruptos derrocados, véase el caso de Egipto. Además en dichos países la población menor de 25 años es mayoría, por lo que es normal que en las manifestaciones se hagan notar y, afortunadamente, mucho.
El lector habrá observado que me explayado caracterizando a los jóvenes como perdidos, borrachos, drogadictos e inconscientes, obviamente lo he hecho con total intención, caricaturizando ciertas opiniones. No seré yo el que diga que los jóvenes no se emborrachan, no se drogan o no son consumistas, en líneas generales practican lo anteriormente expuesto de la misma forma en que lo hacen muchos adultos, incluido el tema de la droga (basta ver las estadísticas sobre consumo de cocaína de este país), con algunos matices: poseen menos dinero, por lo que el alcohol es de peor calidad y tienen que consumir parte del mismo en la calle, el famoso botellón, las drogas, nocivas para todos, causan más estragos en sistemas nerviosos aún no plenamente formados y para adquirir ciertos artículos un alto número de jóvenes dependen de sus padres, especialmente los que estudian.
Respecto a la historia del botellón y la drogaína, a uno le hace gracia observar como se generaliza un comportamiento que se limita a una horas del fin de semana (siempre hay alguno, como entre los adultos, que desfasa en exceso, llegando a convertirse en alcohólico o drogodependiente, sería absurdo no reconocerlo), bien es cierto que algunos empiezan los jueves (especialmente los estudiantes universitarios, no siempre, aunque en los jueves sociales también participan ciertos profesionales que viven fuera de sus domicilios habituales y su poder adquisitivo se lo permite, seguramente más de uno de los que lee este blog sabe de lo que hablo y haya participado en algún jueves social, como he hecho yo). Según dicha teoría un chaval de dieciocho años sale de su casa el lunes por la mañana con una botella de 2 litros llena de algún refresco de cola y ron. Debo ser muy despistado, pero en mi vida he visto a ningún joven en esa tesitura cuando se dirige a trabajar o a estudiar un lunes por la mañana. Qué tienen más tiempo para el ocio, qué las responsabilidades son menores, cierto y, por si fuera poco, tienen más aguante, mucho más diría yo, que una persona de cuarenta años. 
No es menos obvio que entre la juventud hay de todo, como en botica. Una parte significativa trabaja, o quiere trabajar, desde los dieciséis o los dieciocho años, otros estudian, no sólo carreras universitarias, un porcentaje nada desdeñable enfoca su aprendizaje hacia la Formación Profesional, dándose la paradoja de que algunos de ellos no pueden estudiar lo que desean cuando toman esta opción, y, por último, una parte de ellos, ni chicha ni limoná. En resumidas cuentas, encontramos de todo y, por tanto, es inconsecuente generalizar.
Respecto a lo de no irse del hogar paterno no se puede negar que en este país los jóvenes se independizan muy tarde. No existe una causa única, desde la mera comodidad, hasta la imposibilidad económica se abre un amplio abanico de posibilidades sobre los que existirán estudios sociológicos, que asignarán los porcentajes correspondientes a cada una de las opciones, y que, con sinceridad, desconozco.
Retornando al tema de la responsabilidad de los jóvenes en los cambios esperables para esta sociedad, parece absurdo demandar a las personas que aún están construyendo su vida los cambios que nosotros, los que realmente deberíamos manejar todo, no somos capaces de realizar. Como prueba de ello basta remitirse a la última huelga general, los que la seguimos, aún renegando de los sindicatos apesebrados, como fue mi caso, fuimos minoría. ¿Cómo podemos demandar a los demás lo que nosotros no hacemos? Sin embargo, los jóvenes nos dieron una lección a todos cuando sucedió el desgraciado accidente del petrolero frente a las costas gallegas (qué nadie se olvide en Asturias, cuando vaya a votar, de la persona que mando el buque al quinto coño para intentar salir del apuro, evidentemente, para intentar lavarse las manos), creo recordar que la mayoría de los voluntarios eran esos jóvenes irresponsables que se dejaron días enteros ayudando a que nuestras costas sufrieran, en la medida de lo posible, el menor daño. De estos ejemplos se pueden poner unos cuantos: asociaciones ecologistas, voluntariado que trabaja con personas con algún tipo de discapacidad...
Entonces... ¿qué hacer respecto al papel de los jóvenes en la cuestión de los cambios sociales? A uno le parece, seguramente de manera equivocada, que los cambios les debemos propiciar nosotros, buscando aliados entre los jóvenes, explicando qué queremos y por qué. No basta con descalificar (para eso ya tenemos a los neoliberales y sus voceros mediáticos), debemos unir fuerzas, porque, en el fondo, si no imbuimos de ese espíritu crítico, cuando ellos, nuestros hijos, manejen el cotarro no sólo estarán jodidos ellos, debido a nuestra herencia, nosotros también estaremos jodidos y encima más indefensos que ahora, pues nuestro poder de decisión será menor, habrá pasado nuestro tiempo.
Un saludo.

1 comentario:

McVilla dijo...

Hola Paco, te has ganado un besazo... a esto le llamo yo tener los pies en el suelo !
Es verdad, que el botellón ha facilitado borracheras, peleas, molestias vecinales, alguna que otra muerte y heridos y también, creado alguna dependència de por vida, pero no és menos cierto que todo lo demás dicho por tí està entre nosotros y són la mayoría. También creo que los agoreros que hablan negativamente de la juventud, són aquellos que han visto pasar la vida y su evolución ha ido más hacia una negatividad de los valores positivos de su ya pasada juventud. Un saludo. Carme.undostr