Aprovechando que estamos en Semana Santa, parece muy apropiado tratar el tema de la religión en las centros educativos, tanto de Educación Primaria como de Secundaria. No voy a ocultar que el tema me lo ha sugerido la última sentencia del Tribunal Constitucional al respecto, favorable a una maestra, creo que era maestra y no profesora, de esta especialidad.
Para comenzar el tema creo conveniente aclarar algún aspecto.
En primer lugar, no tengo nada en contra de los maestros/profesores de religión, de hecho tengo una buena amiga que es maestra de religión y siempre he tenido un buen trato con los compañeros de dicha especialidad, excelente trato en algún caso, diría yo. La presente entrada no pretende utilizarse como ariete contra las personas cuya ocupación es enseñar religión católica en los centros educativos, pues considero que una gran mayoría de ellos aprovechan la ocasión que se les brinda para trabajar; es más sé de algún caso en el que docentes de religión han tenido esta ocupación hasta que han aprobado la oposición de maestro o profesor de instituto por la especialidad para la que realmente han estudidado. Me gustaría añadir que, como he manifestado varias veces en este blog, valoro a las personas por su comportamiento y por lo que me aportan, no por detalles puntuales de su vida, como puede ser en este caso la profesión.
En segundo lugar, como el seguidor de este blog conocerá, soy ateo, por lo que no puede haber nada más lejano a mi forma de entender la educación que introducir cualquier religión en el sistema educativo como asignatura, aunque ésta sea optativa. Considero que todo el mundo es libre para profesar la religión que desee, pero ésta debe quedar en el ámbito de lo privado, no siendo mantenida su práctica con dinero de todos.
Una vez aclarada estas dos cuestiones, abordemos el tema de hoy.
En nuestro país, creo que debido al Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, con fecha de 3 de enero de 1979, la educación de la religión cristiana se ofrece en los centros educativos, al menos en los de educación obligatoria, como una oferta obligatoria para el centro y optativa para los padres. Al ser optativa para los padres, se da la situación de que un determinado número de alumnos de cada clase no cursa dicha asignatura, por ejemplo mi hijo, debiéndose buscar una opción alternativa a esa clase. La evolución de dicha alternativa es digna de estudio. Ética fue la primera opción que se pensó y se puso en práctica, siendo en el momento actual esta alternativa un cajón de sastre, donde la única premisa es no reforzar los contenidos trabajados en otras asignaturas. Como se puede comprobar para vestir un santo, se desviste otro, por lo que el mantenimiento de la religión, sea cual sea, en los centros educativos se ha convertido en una cuestión abracadabrante, especialmente para los docentes que tienen que dar la alternativa (en general, los contenidos de dicha alternativa dependen de las ganas del docente, pudiéndose, en algún caso, llegar a jugar al parchis durante esas clases). Como podemos observar la introducción de la opción religiosa en el sistema educativo, al menos tal como está establecido, es un sinsentido, especialmente para los alumnos que no la cursan.
Curiosamente,vivimos en un país en el que la educación no es precisamente lo mejor que tenemos. En diferentes informes, especialmente en el PISA, nuestro sistema educativo no sale especialmente bien parado. Pero no pasa nada, parece ser que nos podemos permitir, por dar gusto a una minoría de personas y al Vaticano, gastarnos todos los años varias decenas de millones de euros en satisfacer las presuntas necesidades que nuestros alumnos tienen de conocer quién es la Virgen María y el Espíritu Santo. Además ese conocimiento necesita su tiempo, dos clases semanales, tiempo que, evidentemente, se descuenta de otras asignaturas, desde mi punto de vista mucho más necesarias, como indican los informes como el PISA.
Desde hace un tiempo se ha puesto de moda una solución intermedia al asunto, el estudio de las religiones, de todas, desde un punto de vista científico o desapasionado, si se quiere llamar así. Uno, que es un apasionado de la Historia, de la antropología y de alguna otra cosa relacionada, lo considera un disparate tamaño. Los siento, pero prefiero que el mayor número de alumnos posible entiendan lo que leen, a que conozcan el budismo del Dalai Lama o el sintoismo, que, en general, bien poco va a aportar al alumnado. Si alguien quiere que se conozcan las religiones en general, le propongo que se lea, en el Manual de Antropología de Marvin Harris, el capítulo dedicada a las mismas, donde comprobará que en muy pocas páginas se describen todas las religiones habidas y por haber, sus esquemas de funcionamiento y el porqué de su evolución.
Hasta aquí lo referido a la inclusión de la religión católica, u otra cualquiera, en el sistema educativo desde un punto de vista que llamaremos técnico. A partir de aquí ahondaremos en otro tipo de cuestiones, de índole más político, que parecen necesarias para completar esta entrada.
Cuando uno observa como la religión sigue dentro de las aulas, no pude evitar acordarse de la lucha entre Iglesia y Estado habida en este país durante los siglos XVIII, XIX, y parte del XX. La organización eclesial tuvo claro a partir de un momento determinado, con el surgimiento de la Ilustración, que la educación era un lugar excelente para sembrar su semilla, formando a las élites, que eran las que recibían educación. Aunque desde los púlpitos arengaban a todo quisque sobre el bien y el mal, comprendieron, mal que les pesara, que una parte de la burguesía se estaba escapando de su lazo y pusieron sus ojos en la educación de esa clase social, un buen ejemplo es el acuerdo tácito habido durante el reinado de Alfonso XII entre Iglesia y Estado o la influencia de los jesuitas en el País Vasco, donde una buena parte de la élite se ha formado con ellos. Estos patrones de funcionamiento, seculares, siguen existiendo. La iglesia exige y el estado concede. No seré yo el que critique a la cúpula eclesial por pedir, ya se sabe: contra el vicio de pedir, existe la virtud de no dar, si no al estado, me da igual del signo que sea, por ceder a las pretensiones de una minoria, repito, de una minoría, pues si desparecieran las clases de religión, con la excepción de los de siempre, a la mayoría de la gente le daría igual, es más, bien explicado, muy posiblemente estarían a favor. Los diferentes gobiernos han claudicado de forma bochornosa ante esta situación. Los últimos tres presidentes de gobierno, o sus ministro de educación, han impulsado leyes que pretendían reformar el sistema educativo, en los tres casos se contemplaba la religión como asignatura. Tal vez, el mas gracioso de todos haya sido Zapatero, que pretendiendo complacer a sus seguidores más laicos, o anticlericales, decidió que todos los docentes de religión pasarían a ser, por el artículo uno, porque me da la gana, trabajadores indefinidos, con la excusa de que de esta manera no sufrirían la arbitrariedad de los diferentes obipos, arzobispos o quien leches mandara o madase sobre el profesorado de religión. ¡Con dos cojones! Unos nos hemos dejado los cuernos para aprobar la oposición y él, para ganarse el favor de cierta parte del electorado, hace indefinidos a unos trabajadores por su cara bonita, me refiero a la de Zapatero, aunque ésto es un decir. Trabajadores que, dicho sea de paso, ocupan un puesto por motivos nada claros, en muchos casos por tener los contactos adecuados en el arzobispado correspondiente, y que, en ningún caso, han demostrado su valía como docentes, cuestión de la que no dudo, pues todos, al menos, tienen la formación teórica correspondiente. Pero, si para trabajar para la administración los demás hemos debido demostrar nuestra capacitación, al menos teóricamente, este principio debe regir para todos, y más cuando los sueldos salen del erario público.
De nuevo, nos encontramos con la hipocresía, no tanto de la anquilosada y esclerótica jerarquía eclesial, que, como dije antes, defiende lo suyo, justa o injustamente, más bien la de los gobernantes, a los que se les llena la boca hablando de calidad en la educación, de dinero para la misma y de paparruchas similares, cuando, sin embargo, no tienen ningún inconveniente en utilizar la misma como moneda de cambio en un juego más amplio, el de contentar a la Iglesia, bien por defender sus postulados, caso del PP, bien por contentarla y no tener enfrente a un enemigo, cada vez menos poderoso, pero con una cierta capacidad de movilización.
Un saludo.
P.D.: Dejo un enlace y una dirección de Facebook, que me ha enviado una lectora del blog, Marta, sobre medidas que se están tomando para manifestar el descontento que provoca la desastrosa situación que estamos viviendo.
http://democraciarealya.es/
En nuestro país, creo que debido al Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales, con fecha de 3 de enero de 1979, la educación de la religión cristiana se ofrece en los centros educativos, al menos en los de educación obligatoria, como una oferta obligatoria para el centro y optativa para los padres. Al ser optativa para los padres, se da la situación de que un determinado número de alumnos de cada clase no cursa dicha asignatura, por ejemplo mi hijo, debiéndose buscar una opción alternativa a esa clase. La evolución de dicha alternativa es digna de estudio. Ética fue la primera opción que se pensó y se puso en práctica, siendo en el momento actual esta alternativa un cajón de sastre, donde la única premisa es no reforzar los contenidos trabajados en otras asignaturas. Como se puede comprobar para vestir un santo, se desviste otro, por lo que el mantenimiento de la religión, sea cual sea, en los centros educativos se ha convertido en una cuestión abracadabrante, especialmente para los docentes que tienen que dar la alternativa (en general, los contenidos de dicha alternativa dependen de las ganas del docente, pudiéndose, en algún caso, llegar a jugar al parchis durante esas clases). Como podemos observar la introducción de la opción religiosa en el sistema educativo, al menos tal como está establecido, es un sinsentido, especialmente para los alumnos que no la cursan.
Curiosamente,vivimos en un país en el que la educación no es precisamente lo mejor que tenemos. En diferentes informes, especialmente en el PISA, nuestro sistema educativo no sale especialmente bien parado. Pero no pasa nada, parece ser que nos podemos permitir, por dar gusto a una minoría de personas y al Vaticano, gastarnos todos los años varias decenas de millones de euros en satisfacer las presuntas necesidades que nuestros alumnos tienen de conocer quién es la Virgen María y el Espíritu Santo. Además ese conocimiento necesita su tiempo, dos clases semanales, tiempo que, evidentemente, se descuenta de otras asignaturas, desde mi punto de vista mucho más necesarias, como indican los informes como el PISA.
Desde hace un tiempo se ha puesto de moda una solución intermedia al asunto, el estudio de las religiones, de todas, desde un punto de vista científico o desapasionado, si se quiere llamar así. Uno, que es un apasionado de la Historia, de la antropología y de alguna otra cosa relacionada, lo considera un disparate tamaño. Los siento, pero prefiero que el mayor número de alumnos posible entiendan lo que leen, a que conozcan el budismo del Dalai Lama o el sintoismo, que, en general, bien poco va a aportar al alumnado. Si alguien quiere que se conozcan las religiones en general, le propongo que se lea, en el Manual de Antropología de Marvin Harris, el capítulo dedicada a las mismas, donde comprobará que en muy pocas páginas se describen todas las religiones habidas y por haber, sus esquemas de funcionamiento y el porqué de su evolución.
Hasta aquí lo referido a la inclusión de la religión católica, u otra cualquiera, en el sistema educativo desde un punto de vista que llamaremos técnico. A partir de aquí ahondaremos en otro tipo de cuestiones, de índole más político, que parecen necesarias para completar esta entrada.
Cuando uno observa como la religión sigue dentro de las aulas, no pude evitar acordarse de la lucha entre Iglesia y Estado habida en este país durante los siglos XVIII, XIX, y parte del XX. La organización eclesial tuvo claro a partir de un momento determinado, con el surgimiento de la Ilustración, que la educación era un lugar excelente para sembrar su semilla, formando a las élites, que eran las que recibían educación. Aunque desde los púlpitos arengaban a todo quisque sobre el bien y el mal, comprendieron, mal que les pesara, que una parte de la burguesía se estaba escapando de su lazo y pusieron sus ojos en la educación de esa clase social, un buen ejemplo es el acuerdo tácito habido durante el reinado de Alfonso XII entre Iglesia y Estado o la influencia de los jesuitas en el País Vasco, donde una buena parte de la élite se ha formado con ellos. Estos patrones de funcionamiento, seculares, siguen existiendo. La iglesia exige y el estado concede. No seré yo el que critique a la cúpula eclesial por pedir, ya se sabe: contra el vicio de pedir, existe la virtud de no dar, si no al estado, me da igual del signo que sea, por ceder a las pretensiones de una minoria, repito, de una minoría, pues si desparecieran las clases de religión, con la excepción de los de siempre, a la mayoría de la gente le daría igual, es más, bien explicado, muy posiblemente estarían a favor. Los diferentes gobiernos han claudicado de forma bochornosa ante esta situación. Los últimos tres presidentes de gobierno, o sus ministro de educación, han impulsado leyes que pretendían reformar el sistema educativo, en los tres casos se contemplaba la religión como asignatura. Tal vez, el mas gracioso de todos haya sido Zapatero, que pretendiendo complacer a sus seguidores más laicos, o anticlericales, decidió que todos los docentes de religión pasarían a ser, por el artículo uno, porque me da la gana, trabajadores indefinidos, con la excusa de que de esta manera no sufrirían la arbitrariedad de los diferentes obipos, arzobispos o quien leches mandara o madase sobre el profesorado de religión. ¡Con dos cojones! Unos nos hemos dejado los cuernos para aprobar la oposición y él, para ganarse el favor de cierta parte del electorado, hace indefinidos a unos trabajadores por su cara bonita, me refiero a la de Zapatero, aunque ésto es un decir. Trabajadores que, dicho sea de paso, ocupan un puesto por motivos nada claros, en muchos casos por tener los contactos adecuados en el arzobispado correspondiente, y que, en ningún caso, han demostrado su valía como docentes, cuestión de la que no dudo, pues todos, al menos, tienen la formación teórica correspondiente. Pero, si para trabajar para la administración los demás hemos debido demostrar nuestra capacitación, al menos teóricamente, este principio debe regir para todos, y más cuando los sueldos salen del erario público.
De nuevo, nos encontramos con la hipocresía, no tanto de la anquilosada y esclerótica jerarquía eclesial, que, como dije antes, defiende lo suyo, justa o injustamente, más bien la de los gobernantes, a los que se les llena la boca hablando de calidad en la educación, de dinero para la misma y de paparruchas similares, cuando, sin embargo, no tienen ningún inconveniente en utilizar la misma como moneda de cambio en un juego más amplio, el de contentar a la Iglesia, bien por defender sus postulados, caso del PP, bien por contentarla y no tener enfrente a un enemigo, cada vez menos poderoso, pero con una cierta capacidad de movilización.
Un saludo.
P.D.: Dejo un enlace y una dirección de Facebook, que me ha enviado una lectora del blog, Marta, sobre medidas que se están tomando para manifestar el descontento que provoca la desastrosa situación que estamos viviendo.
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