martes, 26 de abril de 2011

¡CUÁNTO GILIPOLLAS!

El domingo, mientras veía un programa de humor, El club de la comedia, y sufría mientras una perica destrozaba un excelente guión, en él que se nos ponía a caer de un burro a los tíos, acudió a mi mente un pensamiento que me inspiró la entrada que continúa y que espero, a pesar de todo lo que pueda parecer en un principio, sea interesante para el lector. ¡Ah, se me olvidaba el pensamiento!: qué hubiera pasado si las "lindezas" que nos estaba dedicando la monologuista a los hombres, hubieran ido en sentido contrario, perpetradas por un hombre, especialmente, si hubiera tirado de tópicos como hacía la aprendiz de soliloquista. Para la mayoría de la gente nada, pero existe una raza de modernillos progresistas que, con total probabilidad, hubieran puesto el grito en el cielo, metafóricamente hablando.
Pues éste es el tema: la nueva "élite" de modernillos progresistas, que no rojos, como mucho rosa pálido, que se aferran a una comprensión del mundo maniquea, sin posibilidades intermedias de comprensión del mismo, obviamente, donde los malos son muy malos, seguramente, y en eso estoy de acuerdo, se hayan ganado este calificativo a pulso, por sus actuaciones anteriores, y los buenos, ellos y los que ellos deciden, en ciertos casos no mucho mejores que los malos, son muy buenos. Esta visión reduccionista, bastante carca en algunos casos, nace de un hecho constatable en ciertos períodicos y emisoras de radio, que se dicen de tendencia progresista: esta minoría de pseudoilustrados, avanzadilla "intelectual" de la progresía, maneja o, directamente, forma la opinión de una determinada parte de la gente que se autodenomina progre o de izquierdas, arrinconando a quien no comparte con ellos todos sus puntos de vista, tildándole de facha, derechista, reaccionario y demás lindezas, que, en el fondo, denotan una intrasigencia preocupante, por parte de estos faros de la libertadad y el progreso, que viven bastante bien de cribar lo fetén de lo deleznable y de "formar conciencias".
Algún lector, seguramente no habitual, pensará que ha entrado en una sucursal secreta del Partido Popular; le propongo que siga leyendo y si al final piensa lo mismo que ahora mismo, tiene a su disposición las calificaciones, los comentarios o la indiferencia hacia este blog a partir de este momento.
Antes de continuar, para aclarar posibles equívocos, debo reconocer que en muchos momentos coincido con sus postulados, pero, en mi caso, no tengo miedo a criticar y culpabilizar al PSOE, cuando es menester. No comparto la trivialización de ciertas cuestiones, especialmente cuando se trata de buscar enfrentamientos con los de enfrente, con todos, todos parecen ser iguales,  y más cuando este enfrentamiento se hace en nombre de la libertad. Desgraciadamente esta visión de la libertad es tan limitada como los que se sitúan enfrente, ladrando igualmente. Tampoco soporto que se adueñen de cuestiones como la igualdad entre sexos, el respeto hacia lesbianas, gays y compañía y lo conviertan en su bandera, más que nada por la sencilla razón de que si esta igualdad se está consiguiendo es porque la mayoría de los ciudadanos, que no todos, lo consideramos normal.
Es curioso que estas luminarias, tan integras ellas, se preocupen tanto de las mujeres, la inclusión en la vida laboral les trae de cabeza y, como dijo la mística abulense, viven si vivir en ellos por el asunto, de los gays y lesbianas (lo cual no me parece mal, al contrario), y, en rara ocasión, se ocupan de los discapacitados, especialmente de  aquellas personas cuya discapacidad es más severa, de los ancianos, de los niños en riesgo de exclusión social... Rectifico, si hablan de estas personas, para meterse con Esperanza Aguirre, que, más que probablemente, se lo tendrá muy merecido la casposa Lideresa, por no apoyar a estos colectivos. Pero, claro, para hablar de las necesidades de estas personas en profundidad, o, al menos, con cierto conocimiento de causa, hay que bajarse de la peana y practicar lo que se predica: estar al lado del más débil, del más necesitado.
Tampoco me gusta su reduccionismo estúpido, muestra, en la mayoría de los casos, de una incultura atroz, cuando no de un intento de aculturizar al lector. Dicho reduccionismo es el de la historia de España, que parece comenzó a finales del siglo XIX y principios del XX, con el inicio de los movimientos regionalistas (que no independentistas en un primer momento), siendo todo lo ocurrido con anterioridad malo por definición o inexistente. Al pedo con ellos, la historia de este país no es ni mejor ni peor que la de los países vecinos, y, por supuesto, no es la de la burguesía de unas cuantas regiones de este país, burguesía a la que estos juntaletras pertenecen por linaje en muchos casos. No me siento ni orgulloso ni arrepentido por lo ocurrido durante milenios en este país, simplemente es lo que ha ocurrido e intento conocerlo con la mayor profunidad posible, para que los imbéciles de un lado y otro no intenten engañarme con conceptos como la unidad de destino o con la historia de pueblos ancestrales que conforman realidades independientes. A uno le duele que en vez de hablar del día del Libro, fecha en que se conmemora la muerte de Don Miguel de Cervantes, este año hace cuatrocientos noventa y cinco años, se habla, para referirse al mismo hecho, del día de San Jordi. El día de San Jordi tiene su importancia, quién lo duda, pero, ¡por Dios!, estamos hablando del mayor escritor en lengua española de todos los tiempos, cuyo novela, El Quijote, es el libro más leído  en todo el mundo, tras la Biblia. ¡A qué coños juegan estos gilipollas!
También se ha puesto de moda, al menos entre cierta parte de estas lumbreras,renegar de la Transición, esa entente que se hizo como se pudo, con una única finalidad: no volver a hacer realidad lo que representa el lienzo de Francisco de Goya, "Duelo con palos". La cosa, en algunos aspectos fue una chapuza, y de estos barros vienen estos lodos, pero la situación, la verdad sea dicha, no daba para mucho más. Las presiones eran formidables por parte de la extrema derecha, el terrorismo de uno y otro bando apretaba lo suyo y la crisis económica tampoco contribuía mucho. 


Estas luminarias reniegan de ella, parece ser que por no ajustar cuentas, lo que demuestra el escaso conocimiento de la historia de los fulanos en cuestión, no hace falta conocer mucho nuestro pasado para saber que la gran mayoría del ejército estaba loco por la música, ansiando que llegara la ocasión de pasear por las calles sus armas y sus tropas, a ser posible machando a rojos, melenudos y hippies varios. Muy valientes parecen algunos treinta y tantos años despues. Además, esta historia de mirar hacia atrás para construir el futuro me parece un error tremendo, básicamente porque el presente seguramente se parezca muy poco a aquel tiempo del pasado que tanto se critica.
Respecto a este tema, el del ajuste o no de cuentas, uno considera que los muertos por la asesina represión de Franco y sus seguidores (para que ésto ocurriera debían existir gentes que voluntariamente, apretaran los gatillos, el enano cabrón no podía hacerlo todo sólo) deben descansar donde sus familiares consideren más oportuno, y las administraciones deben ayudar a que ésto ocurra, cosa que en muchos casos no hacen, porque son igual de progres que los fulanos de los que hablo. Sin embargo, ¿es necesario que Fraga se siente en el banquillo? Por poner un ejemplo. Considero que no. La venganza ha movido toda nuestra historia desde principios del XIX, si no antes, y no parece el mejor camino, visto como a sido nuestra historia hasta bien poco.
Por otro parte, estos ideólogos de sabiduría infusa, se refieren, con bastante frecuencia, a los perdedores de la guerra y, debo reconocerlo, estoy harto de oír hablar de los perdedores de la guerra, básicamente, porque no todos los que lucharon perdieron. Mi padre perdió, aunque no luchó en ningún bando, por imposibilidad temporal, nació a los dos años del comienzo de la guerra, pero perdió. No pudo estudiar, comenzó a trabajar antes de cumplir los 10 años, tuvo que trabajar doce horas al día para poder ir tirando cuando mi hermana y yo éramos pequeños. Si, el también fue perdedor y no sale en los documentales, ni los cantamañas de los que hablo le ensalzan, fundamentalmente porque hay millones de perdedores que no son chic, que no han escrito obras guays o pintado cuadros modernos que te cagas. No, nadie habla de los auténticos perdedores, los que fueron condenados a la ignorancia y a la explotación. Yo soy hijo de uno de ellos y por eso me da por el culo que estos pequeños burgueses, de cultura escasa y luces aún más limitadas, se intenten apropiar de la izquierda, más aún cuando no dudan en arropar a los que traicionaron hace muchos años a la izquierda (ya en 1923 dieron muestra de ello), todo el mundo sabe que hablo del PSOE, para seguir viviendo en su pedestal.
Uno tiene la impresión de que parte de su trabajo, no el de todos, es encabronar al personal, enfrentándolo con él que ideológicamente no piensa como él, especialmente si se trata de plumillas y tertulianos que trabajan en empresas de ideología distinta. En otras palabras, bajo la capa de la libertad y la defensa de la misma, se oculta el enfrentamiento con el diferente, que a veces es otro gilipollas integral, con él que no está de acuerdo. Curiosamente, si el lector lo piensa, a muchos de los de enfrente los conocemos porque nuestras luminarias hacen referencia a ellos, nuestra vida seguiría siendo exactamente la misma si no hubiésemos conocido a los de enfrente. En el fondo los gilipollas de los que hablo no se diferencian en exceso de los gilipollas del otro bando, Dios los cría...
Siento que la entrada haya salido con una cierta mala baba, pues no era mi idea inicial; simplemente pensaba ridiculizar a unos cuantos pseudoizquierdistas, pero me he ido encendiendo a medida que escribía y reflexionaba sobre los meapilas en cuestión.
Un saludo.

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