La siempre orginal Esperanza Aguirre, a la sazón Presidenta de la Comunidad de Madrid, ampara una idea basada en el agrupamiento de los jóvenes más prometedores que cursen Bachillerato en un único centro, dotado con medios humanos y materiales, esto último sólo lo supongo, adaptados a sus especiales características intelectuales. Nada nuevo bajo el Sol, ni tan siquiera en este aspecto la Lideresa es original.
Antes de continuar me gustaría hacer un inciso aclaratorio.
No tengo ningún problema a la hora de reconocer que la tal Esperanza me parece una de las personas más despreciables de todas las que circulan por la política de este país. Además de sus indiscrecciones ante los micrófonos, supuestamente cerrados, no resulta difícil sorprenderla en contradicciones, cuando no faltando a la verdad. Por si ésto fuera poco, su ideario político, ése que queda como trasfondo de su desmedida ambición y de todas las añagazas que utiliza para mantenerse e incrementar su cuota de poder, no puede encontrarse más distante del mío.
Una vez realizada esta aclaración, necesaria, continúemos.
La medida, que a simple vista puede parecer la respuesta a las necesidades educativas específicas de unos alumnos, se puede tildar de encomiable. Sin embargo, si buceamos un poco en el contexto y en la mentalidad de las personas que impulsan tal medida nos encontraremos con otra realidad bien distinta.
La primera información que nos proporciona dicha medida, muy evidente, no es otra que la falta de respuesta del sistema educativo a este tipo de alumnos, no necesariamente superdotados intelectualmente, pues el punto de corte es la nota, no la valoración de las capacidades del joven. Efectivamente, si se ven en la "obligación moral", lo de moral lo digo yo, de crear una respuesta distinta para un determinado tipo de alumnos la causa no puede ser otra que la ineficacia del sistema educativo. El sistema hace aguas y las aguas son mucho más profundas de lo que pudiera parecer, pues el sistema educativo debe ser capaz de responder a la diversidad, en la medida de lo posible desde los centros ordinarios, la excepción que se contemplan son los denominados centros de educación especial, precisamente no destinados a personas con alto rendimiento escolar. Diría mas, los centros de alto rendimiento no están contemplados en la legislación nacional sobre educación. Debo reconocer que desconozco la legislación madrileña al respecto, si la hubiere, pero desde luego puedo asegurar que dicho modelo de centros choca con la legislación nacional vigente, pudiendo llegar a ser inconstitucional, pues vulnera el espíritu de la ley.
Si seguimos ahondando, pongamos que sin conocer el funcionamiento de la educación en Madrid (aunque tengo referencias por algún amigo del desaguisado que Esperanza Aguirre está realizando en el sistema educativo público de su comunidad), uno se puede llevar la impresión siguiente: si aquellos alumnos que presentan menos dificultades para aprender no encuentran una respuesta ajustada a sus necesidad, qué ocurrirá con aquellos otros que tienen muchas más dificultades. Me aventuro a dar una respuesta, llevo más de década y media trabajando en ese campo y conozco un poco el percal, que una mayoría significativa de ellos verán infraatendidas sus necesidades educativas. ¿Qué me lleva a pensar ésto? Algo tan sencillo como el incumplimiento de la legislación vigente.
¿A qué me refiero con incumplimiento de la legislación vigente? Lo primero que tengo que aclarar que este desafección por la ley no es exclusiva de Esperanza Aguirre, en líneas generales, se produce en todas las comunidades autónomas, en mayor o menor grado, pero en determinadas comunidades es más evidente por un dato que luego aportaré. Según una ley que ha cumplido sus primeros veinticinco años, si la memoria no me falla, los centros privados-concertados, no confundir con los centro privados que no reciben ni un euro de las administraciones públicas, deben admitir a todo tipo de alumnado, sean inmigrantes sin recursos, pertenezcan a etnias minoritarias o tengan necesidades educativas especiales. Es más, el incumplimiento de esta ley conlleva la retirada del concierto (el dinero que, antes la administración central y ahora las comunidades autónomas, dan a los centros por los servicios que prestan). ¿Realmente este requisito se cumple? La respuesta es evidente, no, basta ver las estadísticas y las ratios. Es más, la intelectual Pajín e, intuyo, que su amiga Aído, han lanzado un globo sonda a este respecto, adelantando que van a incluir este supuesto de discriminación en su nueva Ley de Igualdad (uno se pregunta: ¿no bastaría con aplicar la ley existente?). ¿Cuál es el resultado del incumplimiento de esta ley? Algo obvio. En ciudades y demás grandes poblaciones (en los pueblos pequeños no suele haber colegios concertados) existe una doble red educativa, pagada con el dinero de todos: por un lado la pública, en la que la relación de alumnos que se incluyen dentro de los que tienen necesidades específicas de aprendizaje es mucho mayor que en los centros privados-concertados. Para ser honesto debo reconocer que existen centros, los menos, de congregaciones religiosas que están "especializados" en este tipo de alumnos con mayores dificultades. Esto genera una distorsión tremenda en el sistema educativo, pues los centros públicos deben afrontar esta cuestión con cada vez menos recursos (sí, los recortes, por mucho que digan, también afectan a la educación, dando igual que la administración autonómica sea del PP o del PSOE, aunque los recortes empezaron mucho antes, antes incluso de la crisis, en ciertas autonomías del PP, como la que nos ocupa hoy). Como docente la conclusión es fácil: trabajar en la privada-concertada es más cómodo que en la pública, existen menos alumnos con necesidades específicas de aprendizaje. No sólo eso, el índice de aprobados en el primer caso será superior, cuanto menores sean las dificultades del alumnado más fácil enseñar. Un pequeño dato al respecto, que seguramente pueda ser esclarecedor. Mi experiencia me dice que los mejores en las promociones de Magisterio acaban estudiando Psicopedagogía o trabajando en la enseñanza pública. Muchos de los que terminan la licenciatura también acaban en la enseñanza pública, se supone que en uno y otro caso son los que, a priori, más fácil lo tienen para aprobar unas oposiciones, que te aseguran trabajo para toda la vida.
Pero volvamos a la medida del Gobierno de Madrid. A uno le llama la atención que dicha cuestión no sólo vaya dirigida a los alumnos de la enseñanza pública. Según la Consejera de Educación, esta medida también irá destinada a alumnos de la enseñanza privada-concertada. En otras palabras, este último tipo de enseñanzas, con alumnos menos problemáticos, parece que tampoco da con el quid de la cuestión. Sorprendente. Parece que lo público no es tan malo.
Una nueva aclaración antes de continuar. En la enseñanza pública, como en la privada-concertada y en la privada existen excelentes profesionales, otros del montón y una parte, nada desdeñable, de auténticos botarates, desconocedores de los mínimos principios pedagógicos.
Tras la enésima aclaración, retomemos la cuestión.
Uno desearía que no se segregara, ni a los alumnos brillantes ni a los que presentan más dificultades, considerando que sería más apropiado invertir en los centros ordinarios, también en buena formación dirigida a los docentes, para dar respuesta a todas las necesidades de los alumnos desde un mismo lugar. Considero que la opción de crear redes alternativas, que, pueden o no, dar buenos resultados, lo único que consiguen, especialmente en el caso de alumnos brillantes (sí que me muestro partidario de centros de educación especial, con profesionales específicos, al menos hasta que los centros ordinarios tengan los recursos necesarios y se produzca el cambio de mentalidad pertinente de una parte de los docentes) es seleccionar a futuros triunfadores, al menos sobre el papel, de las medianías, igualmente de manera teórica. En el fondo, como me ha explicado mi amiga Isa, conocedora del sistema estadounidense, se trata de mimar a los mejores, lo cual choca, frontalmente, con el principio de igualdad de oportunidades. Esto último, me gustaría aclararlo, no significa que los alumnos con más capacidades tengan que seguir el currículum ordinario, existen varias opciones como la ampliación del mismo, el enriquecimiento, el adelantamiento de cursos, que deberían servir, correctamente aplicados, para satisfacer las necesidades del alumno. Incluso se puede contemplar con el asesoramiento externo de expertos en el tema, no sólo de orientadores. En fin, toda una serie de medidas que impliquen el avance del alumno, sin separarle del resto, incluidos, hipotéticamente, de su novio o novia.
Hasta aquí lo referido al sistema educativo como tal y las objeciones que se pueden plantear desde el sistema, pero hay un segundo punto, que trasciende meramente a lo educativo, igualmente criticable.
En palabras de Esperanza Aguirre, no pongo comillas porque no son exactas, aunque sí el espíritu del mensaje, un país no puede desaprovechar a sus mejores estudiantes, pues son los futuros científicos, técnicos superiores... Estos demuestra que detrás de esta medida se esconde, tal vez no se esconde tanto, un afán por marcar desde jóvenes a los futuros trabajadores altamente cualificados de nuestro país. En cristiano, lo que mueve a la duquesa, condesa, o lo que rayos sea, es preparar trabajadores altamente cualificados. La colega no habla de líderes morales, de personas que impulsen a esta sociedad hacia una mayor justicia, no. La Lideresa, que sobrevive a siniestros varios sin un rasguño, pretende crear instituciones para encauzar a los jóvenes hacia la empresa, necesitada siempre de personas brillantes, al menos eso dicen.
Como el lector asiduo sabrá mi visión de la educación se basa en el humanismo, en ayudar a hacer personas mejores en todos los ámbitos, por tanto, esta visión mercantilista de la educación me parece igual de aborrecible que la persona que lo defiende, entre otras cosas porque desvirtúa el termino educación, castrándolo en beneficio de una visión limitada, economicista y muy pobre, que, por si fuera poco, limita a los alumnos a meros trabajadores, cualificados pero trabajadores, obviando otros aspectos igual de importantes de su persona.
Escucho en una emisora de radio que Alemania separa a los alumnos brillantes a los 10, 11 años, aplicando el modelo propuesto por Esperanza Aguirre. Tras conocer hace uno o dos meses que el país germano demanda mano de obra especializada, titulados universitarios, surgen dos cuestiones: o el programa de segregación se ha puesto en marcha hace poco, lo que demostraría que su sistema educativo falla como una escopeta, pues no es capaz de surtir de trabajadores cualificados al mundo laboral, o, por contra, el programa lleva bastantes años instaurado y muestra sus carencias brutalmente, no sirve para lo que los políticos neoliberales pretenden, proveer al mercado laboral de técnicos altamente especializados.
No creo necesario añadir nada más a la entrada, pues resultaría redundante y no deseo aburrir al lector.
Un saludo.
Una vez realizada esta aclaración, necesaria, continúemos.
La medida, que a simple vista puede parecer la respuesta a las necesidades educativas específicas de unos alumnos, se puede tildar de encomiable. Sin embargo, si buceamos un poco en el contexto y en la mentalidad de las personas que impulsan tal medida nos encontraremos con otra realidad bien distinta.
La primera información que nos proporciona dicha medida, muy evidente, no es otra que la falta de respuesta del sistema educativo a este tipo de alumnos, no necesariamente superdotados intelectualmente, pues el punto de corte es la nota, no la valoración de las capacidades del joven. Efectivamente, si se ven en la "obligación moral", lo de moral lo digo yo, de crear una respuesta distinta para un determinado tipo de alumnos la causa no puede ser otra que la ineficacia del sistema educativo. El sistema hace aguas y las aguas son mucho más profundas de lo que pudiera parecer, pues el sistema educativo debe ser capaz de responder a la diversidad, en la medida de lo posible desde los centros ordinarios, la excepción que se contemplan son los denominados centros de educación especial, precisamente no destinados a personas con alto rendimiento escolar. Diría mas, los centros de alto rendimiento no están contemplados en la legislación nacional sobre educación. Debo reconocer que desconozco la legislación madrileña al respecto, si la hubiere, pero desde luego puedo asegurar que dicho modelo de centros choca con la legislación nacional vigente, pudiendo llegar a ser inconstitucional, pues vulnera el espíritu de la ley.
Si seguimos ahondando, pongamos que sin conocer el funcionamiento de la educación en Madrid (aunque tengo referencias por algún amigo del desaguisado que Esperanza Aguirre está realizando en el sistema educativo público de su comunidad), uno se puede llevar la impresión siguiente: si aquellos alumnos que presentan menos dificultades para aprender no encuentran una respuesta ajustada a sus necesidad, qué ocurrirá con aquellos otros que tienen muchas más dificultades. Me aventuro a dar una respuesta, llevo más de década y media trabajando en ese campo y conozco un poco el percal, que una mayoría significativa de ellos verán infraatendidas sus necesidades educativas. ¿Qué me lleva a pensar ésto? Algo tan sencillo como el incumplimiento de la legislación vigente.
¿A qué me refiero con incumplimiento de la legislación vigente? Lo primero que tengo que aclarar que este desafección por la ley no es exclusiva de Esperanza Aguirre, en líneas generales, se produce en todas las comunidades autónomas, en mayor o menor grado, pero en determinadas comunidades es más evidente por un dato que luego aportaré. Según una ley que ha cumplido sus primeros veinticinco años, si la memoria no me falla, los centros privados-concertados, no confundir con los centro privados que no reciben ni un euro de las administraciones públicas, deben admitir a todo tipo de alumnado, sean inmigrantes sin recursos, pertenezcan a etnias minoritarias o tengan necesidades educativas especiales. Es más, el incumplimiento de esta ley conlleva la retirada del concierto (el dinero que, antes la administración central y ahora las comunidades autónomas, dan a los centros por los servicios que prestan). ¿Realmente este requisito se cumple? La respuesta es evidente, no, basta ver las estadísticas y las ratios. Es más, la intelectual Pajín e, intuyo, que su amiga Aído, han lanzado un globo sonda a este respecto, adelantando que van a incluir este supuesto de discriminación en su nueva Ley de Igualdad (uno se pregunta: ¿no bastaría con aplicar la ley existente?). ¿Cuál es el resultado del incumplimiento de esta ley? Algo obvio. En ciudades y demás grandes poblaciones (en los pueblos pequeños no suele haber colegios concertados) existe una doble red educativa, pagada con el dinero de todos: por un lado la pública, en la que la relación de alumnos que se incluyen dentro de los que tienen necesidades específicas de aprendizaje es mucho mayor que en los centros privados-concertados. Para ser honesto debo reconocer que existen centros, los menos, de congregaciones religiosas que están "especializados" en este tipo de alumnos con mayores dificultades. Esto genera una distorsión tremenda en el sistema educativo, pues los centros públicos deben afrontar esta cuestión con cada vez menos recursos (sí, los recortes, por mucho que digan, también afectan a la educación, dando igual que la administración autonómica sea del PP o del PSOE, aunque los recortes empezaron mucho antes, antes incluso de la crisis, en ciertas autonomías del PP, como la que nos ocupa hoy). Como docente la conclusión es fácil: trabajar en la privada-concertada es más cómodo que en la pública, existen menos alumnos con necesidades específicas de aprendizaje. No sólo eso, el índice de aprobados en el primer caso será superior, cuanto menores sean las dificultades del alumnado más fácil enseñar. Un pequeño dato al respecto, que seguramente pueda ser esclarecedor. Mi experiencia me dice que los mejores en las promociones de Magisterio acaban estudiando Psicopedagogía o trabajando en la enseñanza pública. Muchos de los que terminan la licenciatura también acaban en la enseñanza pública, se supone que en uno y otro caso son los que, a priori, más fácil lo tienen para aprobar unas oposiciones, que te aseguran trabajo para toda la vida.
Pero volvamos a la medida del Gobierno de Madrid. A uno le llama la atención que dicha cuestión no sólo vaya dirigida a los alumnos de la enseñanza pública. Según la Consejera de Educación, esta medida también irá destinada a alumnos de la enseñanza privada-concertada. En otras palabras, este último tipo de enseñanzas, con alumnos menos problemáticos, parece que tampoco da con el quid de la cuestión. Sorprendente. Parece que lo público no es tan malo.
Una nueva aclaración antes de continuar. En la enseñanza pública, como en la privada-concertada y en la privada existen excelentes profesionales, otros del montón y una parte, nada desdeñable, de auténticos botarates, desconocedores de los mínimos principios pedagógicos.
Tras la enésima aclaración, retomemos la cuestión.
Uno desearía que no se segregara, ni a los alumnos brillantes ni a los que presentan más dificultades, considerando que sería más apropiado invertir en los centros ordinarios, también en buena formación dirigida a los docentes, para dar respuesta a todas las necesidades de los alumnos desde un mismo lugar. Considero que la opción de crear redes alternativas, que, pueden o no, dar buenos resultados, lo único que consiguen, especialmente en el caso de alumnos brillantes (sí que me muestro partidario de centros de educación especial, con profesionales específicos, al menos hasta que los centros ordinarios tengan los recursos necesarios y se produzca el cambio de mentalidad pertinente de una parte de los docentes) es seleccionar a futuros triunfadores, al menos sobre el papel, de las medianías, igualmente de manera teórica. En el fondo, como me ha explicado mi amiga Isa, conocedora del sistema estadounidense, se trata de mimar a los mejores, lo cual choca, frontalmente, con el principio de igualdad de oportunidades. Esto último, me gustaría aclararlo, no significa que los alumnos con más capacidades tengan que seguir el currículum ordinario, existen varias opciones como la ampliación del mismo, el enriquecimiento, el adelantamiento de cursos, que deberían servir, correctamente aplicados, para satisfacer las necesidades del alumno. Incluso se puede contemplar con el asesoramiento externo de expertos en el tema, no sólo de orientadores. En fin, toda una serie de medidas que impliquen el avance del alumno, sin separarle del resto, incluidos, hipotéticamente, de su novio o novia.
Hasta aquí lo referido al sistema educativo como tal y las objeciones que se pueden plantear desde el sistema, pero hay un segundo punto, que trasciende meramente a lo educativo, igualmente criticable.
En palabras de Esperanza Aguirre, no pongo comillas porque no son exactas, aunque sí el espíritu del mensaje, un país no puede desaprovechar a sus mejores estudiantes, pues son los futuros científicos, técnicos superiores... Estos demuestra que detrás de esta medida se esconde, tal vez no se esconde tanto, un afán por marcar desde jóvenes a los futuros trabajadores altamente cualificados de nuestro país. En cristiano, lo que mueve a la duquesa, condesa, o lo que rayos sea, es preparar trabajadores altamente cualificados. La colega no habla de líderes morales, de personas que impulsen a esta sociedad hacia una mayor justicia, no. La Lideresa, que sobrevive a siniestros varios sin un rasguño, pretende crear instituciones para encauzar a los jóvenes hacia la empresa, necesitada siempre de personas brillantes, al menos eso dicen.
Como el lector asiduo sabrá mi visión de la educación se basa en el humanismo, en ayudar a hacer personas mejores en todos los ámbitos, por tanto, esta visión mercantilista de la educación me parece igual de aborrecible que la persona que lo defiende, entre otras cosas porque desvirtúa el termino educación, castrándolo en beneficio de una visión limitada, economicista y muy pobre, que, por si fuera poco, limita a los alumnos a meros trabajadores, cualificados pero trabajadores, obviando otros aspectos igual de importantes de su persona.
Escucho en una emisora de radio que Alemania separa a los alumnos brillantes a los 10, 11 años, aplicando el modelo propuesto por Esperanza Aguirre. Tras conocer hace uno o dos meses que el país germano demanda mano de obra especializada, titulados universitarios, surgen dos cuestiones: o el programa de segregación se ha puesto en marcha hace poco, lo que demostraría que su sistema educativo falla como una escopeta, pues no es capaz de surtir de trabajadores cualificados al mundo laboral, o, por contra, el programa lleva bastantes años instaurado y muestra sus carencias brutalmente, no sirve para lo que los políticos neoliberales pretenden, proveer al mercado laboral de técnicos altamente especializados.
No creo necesario añadir nada más a la entrada, pues resultaría redundante y no deseo aburrir al lector.
Un saludo.
2 comentarios:
Hola Paco, la idea de Esperanza Aguirre, me recuerda la "recolección " nazi de los jóvenes más inteligentes...
n saludo
Te mando un link por si quieres leer algunas cosillas de lo que pasa en la Comunidad de Madrid. Es una plataforma de apoyo a la educación pública en Madrid. Ahí va:
http://soypublica.wordpress.com/
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