lunes, 4 de abril de 2011

INVISIBLES ANTE NUESTRAS NARICES

Mi intención era desarrollar una entrada que versara sobre lo público y lo privado, aportando una serie de reflexiones al respecto, una de ellas ocultada con especial afán por los defensores de lo privado, pero los viajes dan para mucho, entre otras cosas para hablar, y cambié de idea tras comentar ciertas situaciones que nos tocan de cerca con mi pareja. De esta conversación, proverbial para distraer el tedio generado por los 110 km. por hora en autovía, surgió la entrada de hoy. Una entrada dirigida a hacer pensar al amable lector, que intentará reflexionar, seguramente a través de ideas deslavazadas, sobre nuestras convicciones y nuestros actos.
Si hablamos de diversidad, casi con total seguridad, a mucha gente le vendrá a la cabeza una persona magrebí o una de procedencia subsahariana. Es entonces cuando una recuerda como cierta persona, muy progre ella,  con la que trabajé hace tiempo, loaba la eficiencia de las tiendas indias, como prodigio de eficiencia ecológica. A uno, que la pátina de progre con que se adorna cierta gente le fastidia bastante, le surgió inmediatamente una pregunta: ¿conoces alguna casa antigua de Castilla? Seguramente no tienen nada que envidiar, en cuanto a eficiencia ecológica, a ningún tipo de construcción de cualquier parte del mundo. La conclusión parece clara: parece que lo más lejano, lo más exótico, es más chachi piruli que lo que tenemos al lado, simplemente por el mero hecho de ser eso, exótico, o por pensar que es exótico. Desgraciadamente, con la diversidad ocurre lo mismo. Parece que es más in ser "solidario" con una aldea nepalí que con una persona con discapacidad que vive en la esquina de nuestra calle. 
Aquí voy a realizar un breve inciso aclaratorio. El lector habrá observado que he entrecomillado la palabra solidario, dicha palabra, en cierta forma, me horroriza, prefiero hablar de justicia o de dignidad.
Volvamos al asunto que nos ocupa. La diversidad es consustancial a la reproducción sexual, mediante la que se recombinan genes,  incluso algunos sufren ligeras modificaciones, formando individuos totalmente distintos a sus progenitores. Por tanto, defender la diversidad es aceptar un hecho tan evidente como que en primavera el campo se llena de flores. Otra cosa es hablar de diversidad social. En este aspecto, en él que el componente biológico comparte protagonismo con factores cognitivos, geográficos, educacionales..., la diversidad sí que puede aportar una gran variedad de formas de entender el mundo, aportar riqueza, al conjunto de la sociedad. 
Casualmente, o no, he utilizado las palabras aportar riqueza, pero: ¿qué es aportar riqueza? ¿por qué es necesario aportar riqueza? Desconozco que es aportar riqueza a la sociedad y porque es necesario aportar riqueza, pero sí intuyo que tras todo ello se esconde, una vez más, una limitación de la percepción de la diversidad. Parece que lo interesante en este asunto. como en otros muchos, radica en lo que podemos sacar de él. Si la diferencia puede aportar algo es cojonuda; pero... ¿qué ocurre cuando la diferencia demanda algo de nosotros? No, no me refiero a apadrinar a un niño en la India (cuestión que está muy bien), no me refiero a donar dinero a Cruz Roja para los ciudadanos de Haití (que también está muy bien y yo mismo he hecho). Hablo de aceptar que las personas con una grave discapacidad psíquica, bien sea generada por una limitación cognitiva considerable o por una enfermedad mental, a las personas con una grave discapacidad física, a las personas, generalmente ancianas, con demencia, a las personas con una grave... Sí, me refiero a esas personas invisibles, que en muchos casos generan pena, cuando no rechazo, entre el personal y a las que se les "aparca" en instituciones especializadas, generalmente alejadas del centro de las grandes ciudades. Instituciones que, por cierto, parecen tener un halo de malditas, cuando, en muchos casos, dan respuesta a las necesidades de personas, que conviven entre nosotros, y que nos muestran que la diversidad no sólo es aprender a hacer un plato de cous-cous o admirar al Dalai Lama, heredero de un sistema feudal, que no dejó de serlo hasta que China invadió el Tibet (cuestión que no defiendo) en los 50 del siglo pasado. Cuando nos referimos a diversidad deberíamos pensar en respeto hacia la persona, no en un término hueco, que sólo sirve, en muchos casos, para lavar conciencias. 
Uno, que como dice el verso de Manolo Chinato, prefiere ser un indio a un importante abogado,  que, además, ha dado en suerte con otra persona con la que compartir su vida que piensa igual, está intentando que su hijo conozca y respete esa diversidad. El pequeño agotador, que su madre dice que es mi hijo (algunos días, cuando no para ni dormido y yo no tengo buen día, me gustaría que no lo fuera), desde pequeño se ha relacionado, ayudado por el trabajo de mi pareja, con ancianos con demencias, con personas con enfermedad mental, con niños de otras nacionalidades y colores de piel. No sé como será nuestro hijo de mayor, pero tenemos claro que queremos que desde pequeño conozca todo lo que nosotros conocemos y aprecie que tras la enfermedad, que desgraciadamente sirve para etiquetar y discriminar, hay personas, exclusivamente éso, personas.
Me contaba mi pareja que hace unos días, el torbellino que es mi vástago, abrazaba a otro niño con una seria discapacidad física y éste esbozaba una sonrisa de satisfacción ante las muestras de cariño de nuestro retoño. Tal vez, esta escena, a la que me acabo de referir, define como ninguna otra lo que es el respeto y la aceptación de la diversidad. 
Uno, que como diría mi amigo Fonsi, tiene el culo pelado de tanta corrección política, considera que la aceptación de la diferencia , concretamente de la diferencia tratada en esta entrada, esa que en teoría no aporta nada, aporta mucho. Respetar y tratar como iguales a los seres humanos y aceptarlos como tales, aunque no sean triunfadores, ni personas exóticas, o teóricamente exóticas, nos hace personas. No puede, ni debe, haber nada más importante que el respeto hacia los demás, enterrando en el olvido, las concepciones previas sobre las personas, esas que se forman cuando sólo se considera una parte, a veces la más visible, del total de la persona.
Un saludo.

1 comentario:

isabel lagar dijo...

Me encanta esta entrada. Me gustaría mostraros a Sara y a ti mi admiración por vuestra dedicación con los discapacitados a base de una gran dosis de vocación, abnegación y paciencia. Y sobre todo, por seguir inculcando esos valores en vuestro hijo. Sé que Sara es una persona tremendamente sensible y entre los dos sé que haréis de vuestro hijo una persona tan sensible como vosotros.