domingo, 4 de diciembre de 2011

EL RAPTO DE EUROPA

Como bien comentó hace tiempo Claudia Baelo, en la Mitología Griega Europa era una mujer de una extraordinaria belleza de la que se prendó Zeus, cosa bastante frecuente en esta divinidad por otra parte. El "jefe" del Olimpo secuestró a esta bella dama, utilizando para ella una estratagema bastante original: se convirtió en un bello toro blanco que se postró manso a los pies de la bella Europa, que se acercó, desterrando poco a poco sus temores, hasta acabar sobre el hermoso animal. Cuando ésto ocurrió Zeus emprendió el vuelo hacia un lugar donde nadie pudiera encontrarlos para consumar su deseo, cosa que ocurrió y que no le debió parecer nada mal a la fémina que da nombre a nuestro continente. 
La historia sigue, como los lectores sabrán, pero no quiero atosigar al lector con la Mitología Griega, bastante más original, y si se me permite, humana,  que las de las grandes religiones monoteístas, pues basta, al menos así lo creo, con esta introducción para ubicar el asunto que hoy nos ocupa: nuestro continente, Europa y la situación del mismo, de todos nosotros, para ser más exactos.


Recuerdo cuando hace más de un lustro las autoridades nos invitaron a votar para aprobar la Constitución Europa, ese mamotreto legal que quedó en el limbo de los injertos jurídicos, y porfiábamos una amiga y yo sobre la utilidad o inutilidad de votar a favor de dicho cuerpo legal y sobre la validez ética de no perder el tiempo en acudir a un colegio el domingo. Como el lector habrá adivinado él que pasaba de acudir a su centro de trabajo en día festivo era yo, básicamente porque consideraba que la Constitución Europea consistía en un serie de leyes encaminadas a favorecer a mercaderes sin escrúpulos, que se olvidaba de los más importante: los ciudadanos europeos. Por contra, mi amiga (seguimos siéndolo, hace poco estuvimos cenando las dos parejas) defendía la integración en Europa como forma válida para mejorar nuestra calidad de vida, como había demostrado lo ocurrido desde nuestra integración en la antigua C.E.E. 
Recuerdo estas disquisiciones camino del trabajo entre mi amiga y yo porque la actualidad sigue lanzando este debate a través de los medios cada día. Sí, éste es el verdadero debate: Europa para los mercaderes, los mercados se llaman ahora, o Europa por y para los ciudadanos.
Los dirigentes actuales, que son calcados a aquellos a los que sucedieron, apostaron por construir un continente en él que cabían casi todos, las ampliaciones así lo demuestran, pero no para mejorar la calidad de vida, gracias al afianzamiento de los derechos inherentes a las personas, entre los que se incluyen los derechos económicos, que conllevan una vida digna de las mismas, sino para facilitar el intercambio económico, desmantelando de paso aquellas regulaciones que aseguraban la calidad de vida del ciudadano. Dicho intercambio económico, que en principio pudiera favorecer a los ciudadanos, acabó por vertebrar toda la política europea y se convirtió en la única justificación y meta de las políticas de los diferentes "líderes" nacionales. La construcción continental ha quedado reducida a macrocifras, estadísticas y previsiones, siempre erróneas. Pareciera que Zeus hubiera vuelto a interesarse por esta ya vieja Europa y se hubiera presentado en forma de economía neoliberal para raptar su voluntad.


Pero no, desgraciadamente no. No es Zeus quien ha obnubilado la visión de estos tipos que se autoproclaman líderes europeos (uno de los requisitos básicos para considerar a una persona con el apelativo de líder es la capacidad de convicción, de enganchar a las personas para que la sigan de manera incondicional y estos fulanos, la de la disciplina y el refundador, tienen menos seguidores que Ramoncín). El verdadero sustentador de esta locura miope que nos arroja hacia el abismo a muchos ciudadanos europeos es el neoliberalismo, que se ha abrazado a otro colega que parece quererle mucho y que también tiene su parte de culpa en esta historia: la perspectiva electoralista de los diversos líderes a la hora de asumir responsabilidades. Me explico.
La gran mayoría de los tipos que manejan el cotarro actúan en función de lo que puede pensar su electorado, al que por otra parte se deben, cuando se trata de adquirir compromisos solidarios. Al lector le puede parecer perfecto esta actitud, que yo personalmente he defendido una y mil veces en este blog; sin embargo dicha postura muestra la hipocresía de estos políticos de manera descarada, pues de la misma manera que apelan a sus electores cuando se habla de "solidaridad", no dudan en romper sus compromisos electorales cuando se trata de satisfacer a los especuladores, perdón, al mercado. Mercado que en muchas ocasiones son bancos de sus propios países, a los que ha habido que rescatar (sería más correcto decir salvar de la inoperancia de sus gestores) con dinero de todos sus conciudadanos (cuestión que no pareció importar en exceso a los gobernantes, aunque no estuviera escrito en ningún programa electoral tal salvación).
Entonces, ¿qué propongo yo? Parece claro. Caminar hacia una Europa de los ciudadanos, de los derechos y las obligaciones, de los ciudadanos. Caminar hacia una Europa de la obligaciones de los gobiernos hacia sus ciudadanos y no de las restricciones de éstos mismos. Caminar hacia una Europa donde el eje principal de todo sea el ciudadano, la persona, no eso que pomposamente denominan los Mercados y que, curiosamente, también están radicados en la vieja Europa (la City londinense es el buque insignia de estos piratas del siglo XXI).


De nada sirven todos los intentos estúpidos de estos tipos que se autodenominan líderes políticos del Viejo Continente si la derrota seguida es la misma de los últimos tiempos: directos hacia un gigantesco remolino que destrozará hasta el último centímetro de la embarcación sobre la que nos encontramos, arrastrándonos ,como así está ocurriendo, a la gran mayoría de ciudadanos al abismo y sin salvación posible.
Tanto el anterior presidente del B.C.E., como el anterior presidente del gobierno griego, el socialista Papandreu, han lanzado un mensaje claro: nos encontramos en medio de una crisis sistémica. Las vigas del edificio padecen aluminosis y es cuestión de tiempo que todo se venza y nos atrape. Podemos seguir hacia delante, intentando convencer a la vigas con palabras para que no se caigan o, por contra, podemos movernos todos a una para intentar que el edificio no se caiga, realizando los arreglos necesarios con una mira única: que el edificio construido sea acogedor para todos y constituya un espacio donde sentirnos a gusto en nuestra casa, en la de los demás cuando vamos de visita y en los espacios comunes.
En definitva: el edificio debe ser reconstruido por sus moradores para conseguir el bienestar de los mismos y para ello debemos enfocar hacia los ciudadanos como ejes del cambio y como los destinatarios finales del cambio, obviando otras visiones simplistas y economicistas que lo único que aportan es pobreza, miedo y frustración.
Termino con una reflexión. ¿De qué sirven las políticas de austeridad del gasto, si como decían antes de ayer en RNE,, en torno al 25% de los ciudadanos británicos no pueden pagar el recibo de la luz?
UN saludo.

2 comentarios:

Participativa dijo...

Muy buen artículo. Casi todo el proceso de construcción europea ha sido un ejercicio de despotismo ilustrado de muy buenas intenciones, que buscaba a través de una "solidaridad de hecho" basada en la economía, desterrar para siempre los conflictos bélicos del viejo continente. Igualmente, el Estado de Bienestar nacido tras la Segunda Guerra Mundial buscaba evitar dramas humanitarios asegurando a todos un digno nivel de vida. ¿Como recuperar esa solidaridad de hecho cuando el neoliberalismo ha impuesto la ley de la selva, del más fuerte y del sálvese quien pueda?
En cuanto a la fracasada Constitución Europea, ésta se aprobó pero evirtando las farragosas consultas populares que no daban el resultado deseado por las instituciones europeas. Se llama el Tratado de Lisboa, ratificado por los Gobiernos sin necesidad de contar con los pueblos europeos. Toca reprensarse muy en serio la democracia.

PACO dijo...

Gracias por tu comentario, acertado como siempre. Sin embargo, echo de menos un factor necesario para explicar el estado de bienestar alcanzado y dicho factor no es otro que el miedo al Bloque del Este y a la posibilidad de que los comunistas llegaran la poder, por lo civil o lo criminal, en países de Europa Occidental (el caso de Italia es un buen ejemplo).
Un saludo.