martes, 6 de marzo de 2012

DOGMAS DE FE

En 1921 tuvo lugar la última revolución contra los bolcheviques de la U.R.S.S. Pero a diferencia de la guerra civil que vivió el país, esta vez no se trataban de tropas zaristas, mencheviques o potencias extranjeras  (poco hablan Francia y el Reino Unido de la derrota en toda regla que sufrieron a manos del Ejército Rojo tras la 1ª Guerra Mundial) que intentaban derribar el poder de los soviets, en este caso sería mejor decir de los bolcheviques. La Rebelión de Kronstadt la protagonizaban las tropas de élite del ejército soviético, esas mismas que habían contribuido decisivamente al triunfo de la Revolución de Octubre, que según nuestro calendario fue en noviembre, y a parar el avance del Ejército Blanco durante la guerra que estaba desangrando la recién creada U.R.S.S. y que estuvo a punto de hacer caer el gobierno de Lenin.
Los marineros de Kronstadt reclaman democracia en la toma de decisiones, mejoras en las condiciones de vida de los ciudadanos soviéticos (sumidos en el hambre y la semiesclavitud en ese momento), el cese de la represión de socialistas disidentes y anarquistas, la desaparición del aparato del partido en los ámbitos de decisión... En definitiva, buscaban que la revolución, ellos creían en la misma, posiblemente más que muchos de los bolcheviques, fuera del pueblo y para el pueblo. 
La reacción de Lenin y Trotsky, al frente del Ejército Rojo, no se hizo esperar y, tras algún ataque bastante chapucero a la isla que servía de guarnición a los amotinados, mandaron a soldados bisoños, a pecho descubierto contra unas tropas perfectamente parapetadas y curtidas,  la tomaron y masacraron a todos los que no lograron, o quisieron, huir a Finlandia.


Tras esta derrota se impuso la ortodoxia de la revolución, que varió en función del líder, e incluso en función del momento histórico que vivía ese líder. Nada tiene que ver la política económica de guerra de Lenin con el N.E.P. que llevó a cabo el mismo poco después, donde curiosamsamente se pusieron en práctica algunas de las peticiones de los marineros de Kronstadt. Existe una diferencia abismal entre la forma de entender la política y la finalidad de la misma del genocida Stalin y la del finalmente defenestrado Kruschev (curiosamente el auténtico ganador de la Crisis de los Misiles, pues logró que los EE.UU. retiraran los misiles instalados desde hacia tiempo en Turquía a cambio de que la U.R.S.S. no los instalara en Cuba)...
¿Todo ésto a que viene? En primer lugar a que me apetecía reivindicar a los últimos revolucionarios verdaderos de la U.R.S.S. Pero la entrada no sólo trata de glosar un hecho que me parece digno de ser recordado. Más bien se trata de intentar trasladar como la ortodoxia, lo políticamente correcto para las élites, choca, generalmente, con la realidad vivida por los ciudadanos. Cuestión que por desgracia estamos sufriendo en nuestras carnes a fecha de hoy.
Nadie duda de que los conceptos, opiniones, que manejan los políticos europeos y los economistas ortodoxos, se basan en unas premisas imposibles de contrastar mediante el hecho científico (ya he hablado varias veces sobre el asunto y no me voy a extender más) y que todo lo que largan a través de los micrófonos son más bien opiniones, como demuestra el hecho de que hablen de conceptos tan difusos, y poco científicos, como confianza, seriedad y demás patochadas que encubren una ausencia total de rigor y, lo peor, de soluciones para los ciudadanos. Pero hete aquí que muchos de ellos se cayeron del caballo, como la leyenda que se inventó Saulo de Tarso para justificar su conversión (por cierto, a pesar de lo que digan él era judío y perseguía a los seguidores de Cristo, judíos aún, por considerarles herejes de la ortodoxia judia), y les habló el Dios de la Economía que les transmitió verdades incuestionables e inamovibles dirigidas a que todo fuera como la seda.
Tal vez la primera falacia sea de que la economía es el eje fundamental sobre el que gira la vida del hombre. En este enlace, muy recomendable, aunque muy denso, se hace una revisión sobre como surge este concepto y como, en nombre de la razón, se sientan las bases de la situación actual, en la que los teóricos intentan hacernos creer que el hombre debe girar en torno a la economía y no al revés.

http://www.eumed.net/textos/07/polanyi-falacia.htm

Ya tenemos el primer dogma de fe: el nuevo dios es la Economía, dios mucho más poderoso que el Estado y al que debe estar supeditado el hombre. Vamos a por el segundo.
La economía, esa que debe regir cada segundo de la vida del ser humano, debe ser libre, pues ella sola se regula gracias a una mano invisible, un nuevo dogma de fe, y esta libertad generará riqueza por si sola. Lo de la mano invisible, hecho científico donde los haya, tiene su pase si consideramos que el capitalismo ha sufrido crisis constantes, algunas estructurales; sin embargo se olvidan de que esta mano invisible actúa como consecuencia de no dejar "actuar" a la economía a sus anchas, (acabo de reificar a la economía, como si ésta tuviera una esencia en si misma, fuera de la actividad humana que la genera, esta es la trampa de todos estos teóricos de la nada). La creación de burbujas tal vez sea el exponente máximo de lo quiero explicar. Cuando de manera "accidental" o dirigida se crean burbujas económicas el hombre no está dejando actuar a la economía, la está imponiendo sus condiciones. En ningún caso los teóricos del laissez-faire condenan esta forma de actuar de los hombres, al contrario lo consideran parte del juego, por lo que parece claro que su definición de economía libre, con vida propia, se da de bruces con el hecho de que en el fondo la economía depende de la acción del hombre y no de una mano invisible que se aparece los domingos después de misa.


Más cuestionable aún es la teoría de que el libre mercado crea riqueza per se, como estamos comprobando actualmente. Además de ser una falacia, obvia un hecho importante: ¿qué es la riqueza? Según estos teóricos es la acumulación de capitales que se invierten y que repercutirán en todos los ciudadanos automáticamente (la misma estupidez que defendía Milton Friedman hasta su muerte, con un salvedad. El apostol de la miseria ya tenía una visión histórica de lo que suponían sus teorías, los primeros teóricos no). Obviamente de nuevo lo fían todo a una mano invisible que será la encargada de que ocurra esa redistribución de la riqueza, que tampoco contemplaban como una gran necesidad. La mitología de la mano invisible sirve para todo: para regular mercados, para crear riqueza, para que la gente viva mejor, para que suba el Depor a 1ª...

http://www.portalplanetasedna.com.ar/liberalismo_economico.htm

Ya tenemos asentados los dogmas de la nueva fe, obviamente creados por burgueses, la casta que gracias a la Ilustración copó el poder en los países Occidentales y que más se beneficiaba con estas teorías. No debemos olvidar que las tesis contrarias a éstas también fueron realizadas por burgueses (Marx, Engels...) e incluso por personas nacidas en familias nobles, como los pensadores anarquistas Bakunin o el príncipe Kropotkin. En el fondo se trata de justificar el ascenso al poder de una clase y para ello, mal que les pese, recurren a cierto chamanismo, que disfrazan de contenidos intelectuales. Éstos, en vez de remontarse a Carlomagno, a Adán y Eva o la Barbie para justificar su estancia en el poder, dan forma a unas teorías que justifiquen su situación de predominio en la sociedad.
Cuando tras las crisis del 29 todo se vino al traste, urgió cambiar las cosas y la 2ª Guerra Mundial fue la palanca perfecta para dar un impulso a nuevas políticas, que funcionaron, más o menos bien en Occidente, hasta la década de los 70, en que desaparece el patrón oro por problemas económicos y la Crisis del petróleo asoma la patita. A partir de este momento se empiezan a aplicar los paradigmas de la Nueva economía clásica, ésa que tanto furor genera en la Escuela de Chicago. Se empieza a hablar de conceptos que nadie sabe calcular con precisión, como la tasa natural de empleo no inflaccionaria (no sólo nadie sabe calcularla, existen otros economistas que defienden la inexistencia de tal tasa), se cree en la racionalidad en la toma de decisiones y de que la posesión completa de información impide errores (evidentemente ésto último es una memez, pues, por ejemplo, un gran inversor en bolsa intenta sacar beneficios y para ello no va a difundir sus intenciones a todo bicho viviente). De igual manera se contempla que las acciones y efectos hay que medirlos a largo plazo, lo cual está muy bien, pero la gente se muere de hambre hoy en día. Este argumento también les sirve para minimizar aspectos como la posición de monopolio u oligopólica, qué causalidad, pues deben medir el largo plazo y no acciones que tienen poca repercusión con el transcurso del tiempo, aunque este tipo de prácticas ahoguen el futuro de mucha gente. Sobre la teoría monetarista, la que sigue al pie de la letra el genio Miguel Ángel Fernández Ordóñez, no hay mucho que decir, pues se basa en supuestos que en el fondo dependen de la famosa  mano invisible y que, casualmente, perjudican a los trabajadores.


Obviamente estos teóricos perciben al estado como un ente ineficiente, económicamente hablando, siendo los particulares los que hacen que la economía funcione, como estamos comprobando en muchos países de Europa a fecha de hoy.
De nuevo los dogmas de fe aparecen. Conceptos huecos, creencias en la decisiones racionales de las personas., considerar que poseer toda la información (lo cual es imposible por muchos motivos, entre ellos porque las personas nos regimos por cuestiones emocionales que influyen en nuestras decisiones y en nuestra percepción de la realidad y a veces los que tienen que tomar decisiones perciben la realidad de manera errónea) es el summum, importancia total de lo privado frente a un estado ineficaz... En definitiva, más de lo mismo: seguidismo ciego a unas teorías compleja y terriblemente ineficaces.
Si empezábamos hablando de que en nombre de la ortodoxia puedes cargarte a los compañeros de Revolución, hemos concluido exponiendo que en nombre de la ortodoxia se puede condenar a decenas de millones de personas a la pobreza sin pudor alguno, porque en el fondo, la fe nos redime de nuestros errores. Al menos a aquellos que los cometen y siguen viviendo extremadamente bien.
Un saludo.

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