miércoles, 11 de julio de 2012

LA FILOSOFÍA VITAL DE UNA SONRISA

Sexo, crianza, cariño, amor, relaciones sociales, amistad, festejar, conversación, tranquilidad, descanso... Un buen listado de palabras que al lector, casi con total seguridad, le retrotraerán a momentos placenteros de su vida. Esos espacios vividos que conforman nuestra esencia y que poco o nada parecen importar a los que sustentan los grandes esquemas de pensamiento que intentan regir nuestros destinos. Diría más, la primera palabra provocaría cierto escándalo en algunos de estos tiparracos, o tiparracas, que se mueven como pez en el agua en los esquemas imperantes. Si, esos mismos que se atribuyen la defensa del humanismo que ha de llegar, gracias a ellos, durante este siglo XXI. De igual forma los dos últimos vocablos encresparán, sin duda alguna, a todo los paladines del pensamiento neoliberal (que a suelen coincidir con los mismos que se escandalizan ante la palabra sexo).  De nuevo nos encontramos ante la misma circunstancia que sirve para justificar la existencia y, lo que es más grave, la permanencia de esta crisis, que en realidad no es más que una estafa. Una macroestafa. Veamos a lo que me refiero.
Cuando se analiza la forma de actuar, sería más correcto escribir la forma de excusarse, de políticos, economistas, altos clérigos (no sólo católicos) e incluso de sindicalistas de profesión siempre se observa un denominador común que sirve para justificar el desinterés, malestar o rabia que generan: los ciudadanos no son capaces de entender lo que estos gurús del saber y el conocimiento proponen y, como consecuencia de esta incapacidad, son ellos los responsables de todo lo que ocurre en este perro mundo.


El hombre del siglo XXI se ha echado a perder por no seguir las enseñanzas del profeta religioso de turno. Vivir por encima de nuestras posibilidades, siempre referidas a la posibilidades de los ciudadanos, ha generado esta crisis (estafa). El incumplimiento de las propuestas electorales por parte de los gobernantes se debe a las extraordinarias circunstancias, aunque el ciudadano no lo entienda. Los sindicatos españoles de clase han luchado y luchan por los trabajadores (aunque seamos los paisanos europeos, concretamente de la zona euro, que tengamos un menor salario mínimo interprofesional, los que tiene menos tiempo por baja de maternidad...), pero no tenemos trabajadores que nos sigan y no apoyan nuestras movilizaciones. 
Curioso, en todos estos casos, y en muchos más, por ejemplo cuando la prensa habla de la escasa venta de diarios que se produce en España, debido, según ellos, al supuesto bajo nivel cultural del ciudadano medio español. Realmente uno se pregunta: ¿quién se va a gastar dinero en comprar panfletos, aunque ellos se autodenominen prensa, en este período de estrecheces?, la responsabilidad siempre recae en usted, amable lector, y en mi. Aunque sería más objetivo decir que la culpa de todos los males siempre recae en todos aquellos que no tenemos voz en los medios. Cualquier imbécil puede hablar o escribir en un mass media la primera estupidez que se le ocurra, consiguiendo que sus palabras tengan una repercusión impresionante. Es más, el hecho de aparecer en un medio de comunicación le confiere una cierta credibilidad entre el respetable. "Si aparece ahí será por algo". Imagino que todos conocemos a personas como mi madre, un saludo mamá (aunque sé que no me lees porque para ti Internet es ese gran desconocido), que identifica verdad con salir en la televisión. Pero me adentro en un tema que tal vez tenga entidad por sí mismo para desarrollar una entrada. Volvamos al asunto que nos ocupaba.


Como hemos podido comprobar todos aquellos que detentan una parcela de poder en esta sociedad, que se está adentrando en un cambio, desde mi punto de vista mucho más profundo de lo que puede parecer, culpan al ciudadano de la inviabilidad de sus postulados. A pesar de cierto adormecimiento social (en realidad existen movimientos por el cambio aquí y allá, que llevan a cabo acciones, no muy visibles, que suponen un aldabonazo para conseguir dinamitar todos estos corsés que nos asfixian por el  momento), los ciudadanos, una mayoría de ellos, tenemos la conciencia de que con las estructuras existentes nos acercamos al abismo social, económico y moral de forma inexorable.
Culpar al ciudadano, en las diversas facetas que éste desempeña en la sociedad, se ha convertido en el deporte nacional. Ello conlleva la ausencia total de autocrítica por parte de todos aquellos que han contribuido a que este modelo insano y genocida se instale en nuestras vidas. Sin embargo, por mucho que defiendan otras ideas, que les permiten vivir a cuerpo de rey a cambio de nada, palabras como: sexo, crianza, cariño, amor, relaciones sociales, amistad, festejar, conversación, tranquilidad, descanso... se encuentran grabadas a fuego en nuestro ADN y por mucho que intenten demonizarnos por desear estas y otras cosas similares, seguirán siendo fundamentales en nuestra vida. Tal vez por el mero hecho de que somos seres humanos y que estas cuestiones son inherentes a nuestra propia condición humana. De igual manera, tal vez, los que cargan contra estos aspectos intentan que todos nos deshumanicemos un poco para que ellos puedan seguir manteniendo un estilo de vida que permita colmar todas sus ansias de poder, de medrar o de transmitir una fe enfermiza porque se olvida de las personas a las que van dirigidas ese mensaje.


Cada día me convenzo más de que prefiero ser un indio a un importante abogado. Nacimos para sentir, para imbuirnos en nuestro entorno social, compuesto por seres humanos, que también sienten. Podemos competir, rezar o flagelarnos. Aunque también podemos contemplar y paladear la sonrisa de nuestros hijos,  de nuestros familiares o amigos. Tal vez en esa sola sonrisa se encierren más verdades que en todos los postulados de esos locos hijos de puta que nos intentan vender la culpa como verdad.
Un saludo.

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