martes, 24 de julio de 2012

NOS VAMOS PORQUE QUEREMOS, NO PORQUE NOS ECHEN

Debo reconocer que nunca pensé que nuestros "socios" nos dejaran caer. Alegaba para ello, torpe de mi, que tras nuestro rescate se debería producir el de Italia y que eso tiene tela, no olvidemos que el país transalpino pertenece al G-8, el grupo de países más ricos del mundo. Pero nada de lo que a simple vista puede parecer racional tiene cabida en las mentes de los políticos europeos, impregnados de ese pensamiento neoliberal cuyas consecuencias estamos sufriendo, capaces de depauperar países enteros por motivos ideológicos y electorales. 
Partamos del hecho de que nuestros representantes políticos, elegidos por los ciudadanos españoles, no lo olvidemos, conforman una casta de ineficaces y estultos personajes, cuya mayor virtud reside en su capacidad para atacar al adversario, dando igual que estos tipos estén en la oposición o que detenten el poder desde hace décadas. La consigna siempre parece ser: la culpa la tiene el de la acera de enfrente (aunque en realidad la gran mayoría se encuentre en la misma acera). Prueba de esta estulticia y esta forma de hacer son aquellas manifestaciones que Cristobal Montoro le espetó a una diputada de Coalición Canaria en las que defendía el consabido cuanto peor mejor para nosotros. A las que añadió, con un cierto tono de chulería, que cuando llegaran al poder ellos arreglarían el desaguisado. Parece meridianamente claro que el interés por los ciudadanos pasa a un segundo plano cuando se trata de acercarse o mantenerse en el poder, lo importante es auparse, y si es posible no bajarse, a la poltrona.


Hecha esta afirmación deberíamos empezar a considerar el contexto en el que nos movemos; para ello nada mejor que refrescar las declaraciones de dos compatriotas nuestros que se hallan a distinto lado del problema. En primer lugar haremos mención a lo dicho ayer por ese tipo que llegó al Gobierno con una aureola de genio, especialmente entre aquellos que militan en la ortodoxia neoliberal, y que ha resultado una fiasco absoluto, como ya preveíamos muchos, Luis de Guindos (existe una gran diferencia entre pertenecer al bando de los que tienen manos libres para hacer lo que desee y situarse en el otro bando, el de la gestión del bienestar público). Este neoliberal convencido no ser ruborizó ayer cuando declaraba que las decisiones del mercado, paso de escribirlo con una mayúscula inicial, son IRRACIONALES y volvió a solicitar ayuda del B.C.E. para INTERVENIR EN LOS MERCADOS, ¡con un par!
Lo de la irracionalidad de los mercados tiene mucha más importancia de lo que parece, pues el tal de Guindos puede definírsele como un seguidor irredento, por lo menos hasta ayer, de la ortodoxia neoliberal y de los postulados de la Escuela de Chicago, que defiende la racionalidad de los mercados, de los inversores, vete tú a saber como llegaron a esa conclusión. Parece que el alopécico político ha comprobado, cuando le ha tocado gestionar los recursos de todos, que esta idea constituye una estupidez de tamaño mayúsculo. Pero no contento con ello ha ¿demandado? ¿exigido? ¿suplicado? que se intervengan los mercados. Milton Friedman se debe revolver compulsivamente en su tumba, ¡un seguidor suyo apela a la intervención de los estados frente al mercado! ¡Anatema! O no. A nadie con dos dedos de frente se le puede ocurrir que un sistema montado para ganar dinero de manera cuantiosa y cuanto más rápidamente mejor sirva a los intereses de los ciudadanos. Pero, por desgracia, existen muchos personajes con dedo y medio de frente en nuestro mundo, siendo porcentualmente el número de ellos muy alto en las grandes esferas del poder.


Dejemos aquí al incapaz Luis de Guindos, atrapado por su propia miseria intelectual, y rescatemos a Joaquín Almunia, ése que lleva medrando años y años en la Comisión Europea, aproximadamente desde que perdió unas elecciones generales en España. El Comisario de la Competencia defendió la intervención, no intervención, del Banco Central Europeo, recurriendo a su independencia, y defendió, de manera velada, que nuestro Desgobierno recurra a los fondos de rescate. Traducido al cristiano: no se debe cambiar el estatus del Banco Central Europeo, ineficaz y creado para favorecer a la banca, y sí acudir a un dinero prestado por otros estados, con los procesos lentos y contradictorios que conlleva. Entre estos procesos y contradicciones se encuentran los intereses políticos de los gobernantes de aquellos países que deben "dar" ese dinero, especialmente cuando las elecciones, y los resultados de las mismas, están cercanas.
El diseño europeo, de corte neoliberal, con un B.C.E. que supedita la situación de los estados a la inflación, o presunta inflación, y que aporta dinero a los bancos, no a los estados, con una Comisión Europea compuesta por unos tipos que siguen la ortodoxia neoliberal a pies juntillas, y que han sido nombrados mediante componendas varias, con un parlamento europeo ninguneado y con unos gobernantes europeos que miran, casi de manera exclusiva, para dentro de las fronteras que constituyen su país resulta un claro fiasco, más interesado en la ortodoxia neoliberal y los votos que en el bienestar de los ciudadanos europeos.
Por su parte, como ya comenté en una anterior entrada, quienes mayores ventajas sacan del euro son los países más competitivos y potentes, abriéndose una brecha cada vez más grande entre países del Norte y  Centro de Europa y los meridionales. Los préstamos de Alemania, Francia y otros países a estados en desarrollo constituyen una forma de asegurar mercados y se recuperan con creces.
Parece una obviedad escribir que el euro beneficia a unos pocos y depaupera a otros muchos, entre ellos a nosotros, a los ciudadanos españoles.
Si en su momento me pareció una desgracia que Zapatero y Berlusconi gobernaran España e Italia, cuando la crisis empezó a tocar a ambos países, hoy no tengo duda alguna de que la inacción de ambos, que deberían haber echado un órdago a Merkel y Sarkozy, amenazando con abandonar el euro (algo así como lo que hicieron Monti y Rajoy hace poco, pero a lo bestia y desde el principio), ha supuesto una rémora que estamos pagando los ciudadanos de ambos países.
Pero aún no es tarde. El abandono del euro parece el único camino lógico a tomar. Sé que no lo harán nuestros pusilánimes gobernantes, pero parece la opción más adecuada. Nuestra deuda pública, no así la privada, es asumible (inferior a la de gran parte de los países de la U.E.). La emisión de moneda y la compra de deuda por parte del banco emisor español, la devaluación de la moneda, lo que nos permitiría ser más competitivos, a cambio de comprar más caro, entre otras medidas, supondría aplicar las recetas de toda la vida para intentar solventar los problemas del país. Que nadie espere que esas medidas tengan efecto inmediato sobre el país. Durante un periodo de tiempo que puede ser de uno o dos años las cosas irían mal, pero, como se ha demostrado repetidamente (creo que tenemos un ejemplo magnífico en Islandia), una política económica dedicada a coger las riendas de los problemas, reconduciéndolos para mejorar la situación general de los ciudadanos, merece la pena.


El peligro de la inflación, debido a la emisión de dinero, posiblemente a cascoporro, no parece constituir el mayor problema, especialmente en una economía agonizante, en la que no consume ni el tato.
Si que puede suponer un problema la pérdida del valor de nuestros ahorros en función del tipo de cambio que se aplique a la nueva moneda, sea ésta la peseta o no. Lo que antes sabíamos que valía 166 pesetas y pico ahora puede valer bastante menos, lo que conllevaría que nuestros ahorros valieran menos. La política de devaluación conllevaría este "efecto secundario".
Pero todo esto lo explica el profesor Navarro mejor que yo:

http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2012/07/24/%C2%BFpor-que-la-sabiduria-convencional-esta-equivocada/

Sin embargo, a pesar de éste y otros inconvenientes, como la dificultad inicial para financiarse muy probablemente no nos abocarían al desastre al que nos conduce esta aberración político/financiera en la que participamos gustosos, al menos nuestras élites. De nada sirve intentar construir algo nuevo y más grande si se olvida y menosprecia a los ladrillos que deben sustentar el edificio: los ciudadanos. Esta unión, o pretendida unión, se diseñó para poder aplicar una serie de ideas neoliberales y no para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, por tanto parte de una idea fascistoide, totalmente alejada de la realidad del ciudadano y de la democracia. Estas teorías económico patológicas, que hablan del mercado y su bondad, se han mostrado como una estupidez soberana, fruto de mentes limitadas y sin escrúpulos.
Alguien podrá alegar que hemos recibido mucho dinero de la U.E., lo cual es verdad, por lo que ahora podemos parecer unos desagradecidos. ¿Desagradecidos por abandonar el euro, que no la U.E., que tanto nos ha dado? Nosotros también hemos contribuido a enriquecer a los países donantes, por ejemplo comprando sus productos. Y, por otra parte, a nadie se le ocurre seguir siendo amigo de aquel que desde hace tiempo se dedica a mortificarle. La cosa es así de sencilla. Y, le guste o no a Mariano Rajoy, los ciudadanos españoles buscamos, como dice la Constitución del 78, que los gobernantes defiendan a sus ciudadanos y no se dejen llevar por ideas esquizofrénicas que condenan a sus conciudadanos, a muchos, a la miseria. 
Tal vez falte una segunda parte referida a lo que debemos hacer nosotros como colectivo que forma un país, España, pero eso llegará otro día.
Un saludo.

No hay comentarios: