lunes, 10 de diciembre de 2012

ESTAFADORES

"El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
de ingénita malicia y natural astucia,
formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!"
(Antonio Machado)


El último informe de la Organización Internacional del Trabajo, organización de las Naciones Unidas, sobre salarios muestra algo evidente en nuestro país y en todo nuestro entorno: las rentas del trabajo cada vez son un porcentaje menor de la renta nacional. O lo que es los mismo: los trabajadores cada vez se reciben menos trozo del pastel. 
Puede que algún neoliberal o ultramontano despistado esté leyendo esta entrada y defienda que todo ello se deba a la crisis que vive España, Europa y una buena parte de los países que se conocen como desarrollados. Falso. Las estadísticas son claras, en los 16 países emergentes estudiados, incluido China, los trabajadores se llevaban el 62% del PIB en 1990, actualmente ese porcentaje se sitúa en torno al 58%.  Es factible que ese mismo neoliberal, o ultramontano, alegue que los sueldos en países como China han llegado casi a triplicarse en este período. Cierto, pero si el porcentaje del reparto de la riqueza hubiese seguido en el mismo porcentaje que hace veinte años, los sueldos podían haberse llegado casi a cuadriplicar. 


La verdad es que escucho a ese lector neoliberal, o ultramontano, al cual agradezco sus preguntas, que sigue defendiendo este modelo basado en que los que más tienen acaparen aún más para crear riqueza a nivel global. Parece que ahora alega que de no haberse producido esta mayor concentración de riqueza en pocas manos los países no pudiesen haber crecido, como bien defiende la teoría neoliberal. No puede existir nada más falso y eso lo demuestran las mismas estadísticas, pero aplicadas a los países desarrollados, que se encuentran en crisis, o muy cercana a ella (países como EE.UU. que están creciendo lo hacen gracias a unas inversiones públicas enormes que están generando que, la ya de por sí descomunal deuda pública, se agrande ad infinitum, haciendo inviable su pago a medio/largo plazo). Los países desarrollados, concretamente los  16 más desarrollados han visto como la proporción del dinero que recibían los trabajadores han descendido del 75% a principios de los años 70 al actual 65%. Resultado de tal descenso: una crisis de campeonato. Lo que demuestra, le pese a quien le pese, que concentrar el dinero en pocas manos no sólo no genera más riqueza, al contrario: genera más pobreza y fomenta las desigualdades. 
En ese mismo informe de la OIT se observa como los salarios disminuyen en el conjunto de los países desarrollados, en España entre un tres y un cuatro por ciento (esta es la estrategia del ominoso de Guindos, que no se diferencia en nada de la del pretendido keynesiano Paul Krugman, idolotrado por alguno medios progresistas, aunque defienda las mismas medidas que los neoliberales ortodoxos en lo relativo a los salarios de los trabajadores), mientras que en los países en desarrollo dichos salarios aumentan en los últimos años. Que nadie se lleve a engaño, todo se trata de una estadística, y detrás de este entramado de avances salarios se esconde un hecho simple: los salarios suben porque entre la nada, la miseria y un salario la diferencia es significativa. ¡Ojo!, con ésto no quiero decir que no haya mejorado la calidad de vida de los ciudadanos de esos países, que debería mejorar mucho más, pero entre los salarios, cuando los había, del mundo agrícola y los de las empresas, por muy bajos que éstos sean hay una diferencia considerable, especialmente en las sociedades en desarrollo. El ejemplo lo tenemos en nuestro país en los años sesenta y setenta. Los años en que el campo se empezó a despoblar, también debido a la mecanización del sector agrícola, y las ciudades empezaron a crecer debido a la emigración de personas que buscaban mejores condiciones de vida, mejores salarios, en la industria o en la construcción que se hizo necesaria para crear viviendas para todos esos inmigrantes. 


Sea, como fuere, un hecho parece evidente, el reparto cada vez más desigual de la riqueza de los países es parte del proceso que vivimos y sufrimos. Como ejemplo me voy a permitir copiar y pegar una parte de  una reflexión realizada por Julio López en la página web www.attitude-asesores.com:

"En un mundo que parece a punto de autoinmolarse nos encontramos situaciones curiosas, como que las empresas americanas tienen los mayores márgenes y beneficios de su historia, a la vez que tienen el menor porcentaje de empleados sobre población total de las últimas tres décadas, o que el porcentaje de salarios como porcentaje de la economía sea el más bajo de sus 240 años de historia.
Todos estos factores han contribuido a que el diferencial en el reparto de riqueza se encuentre más separado que nunca. Ya hemos comentado anteriormente, que en los últimos 40 años, de cada dólar nuevo producido en Estados Unidos, 60 céntimos han ido al 1% de los más ricos. El endeudamiento de la mayor parte de la sociedad ha creado una falsa apariencia de riqueza, que permitía consumir como si todo el mundo fuera rico, que se está pagando ahora. Hasta aquí, no introduzco ninguna opinión personal y me limito a exponer datos."


La última parte del segundo párrafo tiene una importancia crucial, al menos desde mi punto de vista, porque aborda el nudo gordiano de la cuestión: la economía capitalista necesita que los ciudadanos consuman masivamente y durante un período de tiempo, a pesar de que el dinero del cual disponían los ciudadanos eran menor, se pudo crear la ficción de que ésto no ocurría mediante la concesión de crédito fácil a todo bicho viviente. Parecía haberse conseguido la cuadratura del círculo: los ricos ganaban cada vez más y el sistema seguía funcionando, pues se seguía consumiendo a toda máquina. Parecía que los teóricos del neoliberalismo se habían con la suya. Pero como toda idea absurda, el tiempo acaba ubicando a cada uno en su sitio y el sistema reventó por las costuras y quedaron solamente jirones inconexos que generaron estupor e incomprensión por parte de los que nos habían conducido hasta esta catástrofe.
Tras un tiempo en el que los presuntos sabíos, majaderos, actuaron como Stalin cuando las tropas nazis comenzaron la invasión de la U.R.S.S. (se escondieron en sus lujosas residencias, esperando la reacción de los suyos, pensando que les iban a cortar la cabeza), volvieron, como Stalin, con más fuerza, dispuestos a cometer todo tipo de tropelías, con los enemigos y con sus propios ciudadanos, para justificar su iniquidad. 
¿En qué han consistido las felonías de estos tipos que nos encontramos en la Unión Europea, en los ministerios de Economía y Hacienda, en la OCDE (merece no perder la pista a un tipo como José Ángel Gurría, español que ¿trabaja? en dicha organización. Estamos antes la reencarnación del neoliberalismo más radical y descerebrado. Su receta siempre es la misma: caña a los ciudadanos y a los trabajadores)?
Se acuerda el amable lector cuando le hablaba de la cuadratura del círculo, más concretamente del crédito, pues ese crédito, como era obvio, era irrecuperable en buena parte. Pero estos fenómenos neoliberales han decidido que no, que sí se puede recuperar. ¿Cómo? Estrujando a los ciudadanos para que, a través de nuevos impuestos, nuevas tasas y todo tipo de instrumentos de recaudación al efecto paguemos la deuda que unos malos gestores permitieron que se tuviera con ellos. ¿He dicho ciudadanos? No, todos los ciudadanos no. Los más ricos no pagarán esa deuda, o al menos no la pagarán en función de sus posibilidades. Por cierto, que en muchos casos ese pago acabará repercutiendo positivamente en esos mismos personajes acaudalados, que poseen acciones o parte de esas entidades financieras. De nuevo la cuadratura del círculo para que los que más poseen no pierdan. 


Si en los primeros tiempos del neoliberalismo, cuando el capo del mismo, Milton Friedman, se reunía con el recién llegado al poder, mediante un golpe de estado, Pinochet, los teóricos del mismo veían la necesidad de que los ciudadanos consumieran para que el sistema funcionara, con el paso del tiempo basta con que los ricos sean más ricos, aunque para ello los ciudadanos sean cada vez más pobres. Esa es toda la teoría que existe tras el neoliberalismo, el resto es palabrería (las parrafadas vacías de contenido alguno de de Guindos constituyen un ejemplo magnífico). La subida de impuestos, y sobre todo de tasas, las bajadas de salarios, la pérdida de derechos sociales... resulta la única estrategia de estos majaderos fascistas. 
Uno, que debe ser idiota, sigue pensando lo mismo: el sistema está agotado, lo que veremos a largo plazo, pero además todas estas estupideces que nos están imponiendo tienen fecha de caducidad, al menos parcialmente, en un período no muy lejano. De hecho en determinadas cuestiones, puntuales aún están teniendo que recular: tema desahucios, cierres de hospitales... Pequeños logros de una sociedad que se mueve y que está generando respuesta ajenas a los partidos políticos tradicionales (los partidos socialistas tradicionales parecen disolverse en el Sur de Europa, apareciendo partidos políticos más a la izquierda, inviables hace sólo cinco años). 
No me quiero enzarzar en más cuestiones, pues el objetivo de esta entrada sólo era hacer una reflexión sobre la evolución habida en los últimos años en nuestra sociedad.
Un saludo.

4 comentarios:

Piedra dijo...

Los hospitales jamás se cerrarán, y los desahucios cesan por cuanto resulta más rentable de este modo para la gran banca, si no continuarían.

Sobre el tema que creo que tocas muy de puntillas, del mundo rural, creo que es la clave de todo esto.
El mundo rural, no se vino abajo porque la gente lo odiase, si no por que el gobierno lo transformó en imposible. Sin tierra y sin posibilidad de trabajarla (porque te lo impiden las fuerzas represivas del estado), debes emigrar a la ciudad donde se rompen los lazos de convivencia del mundo rural, allí nadie se conoce, ni puede autoabastecerse, necesita trabajar para alguien, alguien que controla los medios de producción y que esclaviza a ese post-rural, esto no lo hacen por la fuerza, lo hacen con propaganda, vendiendo las maravillas de la ciudad, sus luces, sus coches, sus espectáculos... y ese mundo rural muere y a partir de ahí es otro quien controla nuestras vidas.

PACO dijo...

Hola Piedra.
Los hospitales jamás se cerrarán, la cuestión es a quién atenderán y a cambio de qué. Gran matiz.
Sobre los desahucios, el Desgobierno ha intentado hacer un lavado de cara, con una ley que afecta a mucha menos gente de la que debiera. Pero no se trata de que a la banca le favorezca o no, simplemente es un intento de lavado de imagen para seguir haciendo lo más importante para el Desgobierno y a la banca, darles pasta.
Sobre el mundo rural y su desaparición, cosa que ya ocurre en diversos lugares en nuestro país. Nada tienen que ver las fuerzas represivas. Simplemente una máquina hace el trabajo de muchas personas, que ya no son necesarias. Te lo dice alguien que ha escuchado de su padre como la llegada de máquinas, aún rudimentarias, supuso que mucha gente no fuera necesaria. Unido al uso masivo de abonos químicos, todo ello produjo que con muchísima menos mano de obra se produjera mucho más.
Un saludo.

Piedra dijo...

Pero si la tierra es tuya no te vas, te compras un tractor.
Si la tierra no es tuya, te echan y solo puedes irte a las industrias de la city.
Así que primero es robar la tierra, después expulsar a la gente y por último esclavizarlos en la ciudad.

Mira el ejemplo de los jornaleros del SOC que ocupan fincas en Andalucía, teniendo tierra, puedes trabajar para ti y nadie le hace ascos a eso.

Otro saludo

PACO dijo...

Hola Piedra.
Creo que son dos cosas distintas de lo que hablamos. Una cuestión es la mecanización, que conlleva la necesidad de menos mano de obra, y otra cuestión es la posesión de la tierra.
Repartir en los años cuarenta o cincuenta, ¡ojalá hubiese ocurrido! No hubiera evitado la emigración a la ciudad y el abandono progresivo del campo. Es más, la proliferación de pequeñas posesiones, especialmente en determinados cultivos, dificulta que se pueda comprar un tractor, innecesario.
Un saludo.