domingo, 30 de diciembre de 2012

MIS REFLEXIONES

Una gran amiga acaba de rehacer su vida sentimental, o al menos está en ello, sorbiendo cada instante de su nueva relación como si fuera el último. Resulta gratificante, muy gratificante, comprobar como las personas seguimos enamorándonos, queriendo aumentar el número de hijos, disfrutando de pequeños detalles... Nada nos puede arrebatar estos aspectos de nuestra esencia humana.


En estas fiestas todos aquellos que dicen hacer algo por nosotros, los ciudadanos, se dejan ver a través de los medios de comunicación para hacer visible su poder. Reconozco que no he seguido ninguna de esas comparecencias en directo, pero lo poco que he podido escuchar de todas ellas me reafirma en mis convicciones: a lo más alto llegan los que más ambición tienen, todos ellos parte de una casta bastante cerrada, siendo esta ambición inversamente proporcional a su conocimiento de la realidad de la mayoría de los ciudadanos. Por otra parte, sus palabras destilan una verdad incontestable: desconocen el significado de la palabra vergüenza.


Durante estos días se está celebrando en Madrid uno de esos macroactos de corte ultracatólico, basado en la excusa de la familia y el modelo familiar de su religión. Me sorprende bastante que una parte significativa de los "ponentes" de esta concentración de extremistas religiosos no hayan sido capaces de formar una familia siguiendo los pasos que defienden a capa y espada. Resulta igualmente trágico que estos mismos fulanos, que hacen de un tipo de familia su bandera, se opongan a que una parte de los sacerdotes de su religión que quieren formar una familia, siguiendo la visión que ellos mismos tienen, lo puedan hacer. 


Cuando el que suscribe sale a tomar unas copas, esas escasas veces, suele tirar de gin-tónic de los de toda la vida, la ginebra de los guardias británicos, una tónica de andar por casa y un poco, muy poco, de limón. Desde hace un tiempo contemplo por todos los lugares de este mundo de Dios que las ginebras Premium (por qué cojones se llamarán así, sería más apropiado llamarlas ginebras ojo de la cara) y las tónicas con sabores de todo tipo se han puesto de moda. Todo ello acompañado de rodajas de pepino, granos de pimienta, máquinas enfriadoras y toda una parafernalia digna de Star Trek. Uno, que culpaba a la quinina de la tónica de los dolores de cabeza del día siguiente, ahora se siente desbordado, pues con todo este esnobismo y estupidez no es capaz de definir si el dolor de cabeza matutino se debe al garrafón, a la quinina, al pepino, a la máquina teletransportadora del capitán Kirk, que también sirve para enfriar las copas, o al gilipollas de la mesa del al lado que se ha pasado media hora alabando las bondades de tal o cual ginebra o de no sé que tónica, todo ello mientras se le derriten los mil hielos que contiene la copa de balón. Espero que pase pronto esta estúpida moda y que los esnobs que se han subido al carro de la misma luego sigan otras como la de la copa de chorizo nebulizado, o el cóctel tailandés, a  base de cerdo enano. Uno llega a la conclusión de que la mercadotecnia, la publicidad o lo que sea se basa en lo mismo: en hacer creer al consumidor que es la caraba en bicicleta por consumir lo que otros desean.


Uno de mis amigos de toda la vida va a ser despedido tras más de diez años de trabajo en una empresa. La nueva reforma laboral y un nuevo elemento contratado por la empresa, cuya gestión consiste en despedir a todo perro quisque para "aumentar la producitividad", van a dar con los huesos de mi amigo en el paro. Curioso, a pesar de todo lo que llueve, mi camarada se alegra de que le larguen, estaba hasta los cojones del personal y de la explotación sin cuento a la que se veía sometido. El futuro, incierto. El presente, que se metan sus ganancvias y su productividad por donde les quepa; él prefiere vivir.


Los imbéciles que se han adueñado de la ideología y de la Economía hablan de productividad, de signos de recuperación, de más trabajo y de gilipolladas por el estilo. Casualmente, todos ellos ganan una talegada al mes por cambiar de opinión cada dos por tres. Todo su mérito consiste en no ruborizarse en el momento de desdecirse de aquello que afirmaban que era una verdad inmutable. Verdad inmutable que ha tenido de vigencia escasas semanas, las que la realidad ha tardado en demostrar que son unos patanes, que sus soluciones y sus previsiones son disparates y que ellos están ahí por pertenecer al círculo de poder. Círculo de poder estanco, hermético y asentado sobre la barbarie y la estupidez enfundada en trajes caros.


Uno recuerda que hace dos o tres años los fariseos (políticos, mamporreros mediáticos, pseudoeconomistas...) , que ahora hablan de drama cuando se refieren al paro y a los parados, antes se referían a los parados como poco menos que parásitos y los culpabilizaban hasta de la muerte de Manolete. Uno, en cambio, no ha cambiado la opinión que tiene sobre todos esos sinvergüenzas neoliberales/ultramontanos: son una panda de impresentables que llevan en su interior, como decía la canción, un sombrero cordobés de señorito. Por cierto, cuántos enemigos de buen funcionamiento social han buscado estos fascistas durante estos años: parados, pensionistas consumidores de recetas, funcionarios, sindicalistas, parados, trabajadores vagos, controladores aéreos, pilotos, los trabajadores de la Sanidad madrileña...


Ayer leí una viñeta tremendamente ilustrativa que rezaba, más o menos, lo siguiente: un empresario se quejaba de que en cada huelga perdía bastante dinero. Mientras la queja del empresario ocupaba la parte superior de la viñeta, en la inferior alguien decía: ¿no eran los empresarios los que creaban riqueza, cómo pueden perder dinero por el mero hecho de que los trabajadores no vayan a trabajar?

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