martes, 11 de diciembre de 2012

LA MORAL, EL BECERRO DE ORO Y EL SER HUMANO

Aunque en los últimos tiempos intento no enfangarme es exceso con la estafa y sus protagonistas, en los dos últimos días he escuchado un par de reflexiones que me han sacudido por lo preclaro y contundente de las mismas. El hilo conductor de ambas lo constituía la justicia social, los derechos inalienables de las personas, derechos adquiridos por el mero hecho de ser personas. Contra estos derechos existe una derecha, esta aportación es mía, que defiende la validez de las cifras, que son adulteradas convenientemente en función de los intereses de la casta dominante, los sacrificios interminables para alcanzar cuotas de ¿bienestar?, siempre privatizado, inalcanzables...
En ambos se trata de un tipo de moral, entendida ésta como la conducta del ser humano en concordancia con la sociedad, con los valores de ésta, y consigo mismo. Y tal vez aquí radique la esencia del asunto, en la moral (esa palabra de la que han pretendido adueñarse las diferentes castas sacerdotales de todas y cada una de las religiones).

La moral que desde hace tiempo predomina en nuestra sociedad se basa en pocos principios que se pueden resumir en el siguiente: "Tanto tienes, tanto vales". Obviamente, el tanto tienes se corresponde con bienes materiales. No hay más detrás de todos los enunciados rimbombantes de los defensores de la moral neoliberal. Todo aquello a lo que dan importancia como la religión, la patria, la familia... se supedita a la posesión material. 
Sin embargo, seamos honestos, la gran mayoría de nosotros, de una u otra forma, nos vemos imbuidos por esta moral, en la que hemos crecido y a la que ayudamos, en mayor o menor medida, a sobrevivir. Y este detalle, sobre el que volveremos al final de la entrada, resulta crucial.


Sin embargo, existen movimientos que se oponen, de distintas formas y con distinta intensidad, a esta moral de lo material. Desde mi punto de vista el denominador común de todas ellas no es otro que entronizar la dignidad del ser humano por encima de cualquier otra consideración. Bien sea en asuntos puntuales, léase el tema de los desahucios, bien sea a través de planteamientos globales como la teoría económica del decrecimiento. En todo caso, se trata de que las normas sociales, especialmente las explícitas, tengan como única finalidad conseguir que todas las personas vivan con dignidad.
Hasta aquí un análisis somero, espero que certero, de las ideas que mueven a unos y otro, pero queda lo principal: ¿en que bando estamos?Moralmente estamos en el segundo, no hay duda, pero en la práctica, en muchos aspectos, pertenecemos, nos guste o no, al primero. Nacimos y crecimos imbuidos en el consumismo, que sólo puede satisfacerse mediante un determinado nivel económico. A muchos nos ha pasado que ha medida que nuestras rentas han ido ascendiendo con el paso del tiempo, nuestras necesidades han ido aumentando proporcionalmente, de manera imperceptible.
¿Somos malos por ello? Personalmente pienso que el hecho de pertenecer a una sociedad con esos valores te empuja a compartirlos, en mayor o menor medida. Considero que lo malo no es participar en el juego, sino no ser consciente de que se es parte de él y que, aunque sea mínimamente, podemos, bien voluntariamente, bien obligados por la situación económica, renunciar a parte de él, y aprender a valorar lo inmaterial. A recordar la importancia del ser humano, especialmente de aquellos que nos rodean, que es donde más fácilmente podemos influir.



Ponderar la necesidad de disfrutar del tiempo libre, de conservar espacios en nuestra vida para estar con los nuestros, para apoyar a los demás, renunciando a pequeñas cosas materiales debe ser un buen comienzo. Aprender a postergar el dinero, su posesión, su consumo, no es proceso fácil, pero todos sabemos hacerlo y un pequeño movimiento de mucha gente puede provocar un gran temblor. No se necesitan héroes que desmonten la sociedad, suelen ser todos un fraude, necesitamos cambiar nuestra mentalidad. Empezar a considerar que comer, tener educación y sanidad pública y gratuita, dormir bajo techo todos los días, tener los cuidados especializados oportunos si padeces una enfermedad crónica... constituye algo fundamental, de lo que nadie debe carecer, ayudaría a desmontar también el sistema. Considerar que con billetes o números rojos en el banco no se puede comprar todo resulta básico.
Yo no aspiro a ser un héroe, sólo a poner un pequeño grano de arena para cambiar algo, consumiendo menos y reivindicando la importancia del ser humano sobre todas las cosas, intentando aplicarlo a mi entorno más próximo y, cuando es menester, voceándolo a los cuatro vientos. Tal vez al final muchos granos construyan granero o, tal vez, muchos granos construyan una playa de esas a las que las tormentas de invierno roban toda la arena. No lo sé. Sin embargo pienso que  merece la pena cambiar un poco nuestra mentalidad y nuestros actos. Posiblemente algo tan nimio como apagar esa luz que siempre nos dejamos encendida, firmar un manifiesto, comprar un día el pan a un amigo que sabemos lo necesita, manifestarse contra alguna de las barbaridades que están ocurriendo, donar un kilo de arroz a un banco de alimentos o cualquier otra pequeña acción sea más que suficiente para empezar a  construir un mundo mejor, más habitable para nosotros y nuestros hijos. Posiblemente, sólo posiblemente, en ese momento estemos empezando a cambiar nuestros valores y nuestra moral del dinero comience a no asentarse sobre cimientos tan sólidos.
Un saludo.

No hay comentarios: