martes, 25 de septiembre de 2012

CARTA DE AGRADECIMIENTO

Esta misiva, a disposición de todo aquel que desee leerla y difundirla, la dirijo a todos aquellos ciudadanos que con sus preocupaciones y desvelos están ayudando a construir un país mejor, ¡dónde va a parar!. País en el que todos, en breve, no sentiremos tan cómodos como en el sofá de nuestro salón (todos los que aún no han sido desahuciados) o con esa plácida y gratificante sensación de bienestar que nos embarga cuando atravesamos el zaguán de nuestro hogar, tras haber disfrutado durante todo un maravilloso día de la compañía de nuestros suegros.
He sentido la necesidad, casi casi compulsiva, de mostrar mi agradecimiento a todos ellos, sin mostrar rubor alguno a la hora de hacer públicos mis sentimientos, ejercicio este último en desuso y no bien visto por una buena parte de nuestra sociedad, ellos sabrán porqué.
Seguramente el lector comprenderá mejor los motivos de esta epístola cuando enumere todos, o una gran parte, de los actos, individuales y colectivos, de mis conciudadanos. Actuaciones que me empujan a plasmar estas torpes líneas que intentan glosar lo glorioso y casi heróico de las mismas, más en este país de vagos y rojos.
¿Cómo agradecer a toda esa gente de bien su preocupación, sus desvelos por nuestras cuentas públicas? ¿Cómo osa alguien gastar lo que no se tiene? Esos viejecitos que se pulían buena parte de nuestro presupuesto en medicinas que apilaban, como si de un Lego se tratara, innumerables cajas de medicamentos cargadas cada una de ella de una cantidad desmedida del fármaco en cuestión, que aunque pareciera el envase familiar era el más pequeño de todos los que había (que nadie se lleve las manos a la cabeza que los laboratorios fabricaban los medicamentos con un número de dosis tan abultado por si a algún enfermo no le bastaba con la dosis normal; se han descrito uno o dos casos en los últimos tiempos). Los ancianos acumulan tantos medicamentos que obligaron a lanzar un Real Decreto que consiguió que ciertas medicinas de uso común bajaran de precio una media de un 40%. Tal era el gasto de estos ancianos que las compañías del ramo no tuvieron más remedio que renunciar a parte de sus ganancias para que los ancianos fueran a su médico a por más recetas gratuitas de Paracetamol.
No encuentro forma humana de felicitar a esas mismas personas por luchar contra todas las formas de fraude contra la Seguridad Social. Famosos son los casos en los que muchos de ellos, en público y privado, han denunciado a esos trabajadores abusones que obligan a los empresarios a que los contraten sin darles de alta en la Seguridad Social. De la misma manera sé que estos tipos, que tanto bien hacen por nuestro país, no han dudado en denunciar a aquellos otros tipos, tipejos diría yo, que teniendo una enfermedad laboral han recalado en la Seguridad Social para cobrar su baja laboral; y todo ello a pesar de los intentos de sus mutuas por convencer a los trabajadores en cuestión de que sus enfermedades  son de carácter profesional, llegando a cobrar más dinero por su incapacidad temporal. Pero nada, ni así entran por el aro. Con tal de hacer daño algunos trabajadores son capaces de cualquier cosa.
Pero no acaban aquí las loas a todas las personas, muchas, muchísimas, que en este país abogan por estas políticas económicas que tanto bien crea y, sobre todo, creará en un futuro próximo. ¿Qué decir de su encendida defensa a todas aquellas tesis que defienden que una Educación tan mala no necesita tanto dinero? Al contrario, demasiado dinero se derrocha en niños y jóvenes inapetentes y desagradecidos; así como en docentes apesebrados y ahítos de que llegue el siguiente período vacacional. Valiente bobada esa que defienden las instituciones europeas que postula que por cada euro invertido en educación el país recupera tres. ¿Cómo vamos a recuprar tres euros por cada uno invertido? El lector sabe que nuestros universitarios no están capacitados para trabajar aquí, en este gran país, y por eso no se le contrata o se le paga un salario ridículo. Tal es su falta de capacitación que deben irse a países del extranjero a engañar a los empresarios de allí.
De igual manera no puedo menos que elogiar la actitud de aquellas personas que defienden, si fuera menester con su sangre, que la Iglesia Católica no sea esquilmada. Pagar impuestos, como el resto de mortales, constituye una herejía, o debería constituirlo. Qué es más importante para el hombre, y la mujer, de bien: mantenerse en la fe, sin desvío posible de la verdad, o dar dinero a esos investigadores que tantas teorías incompresibles, y seguro que alguna herética, aportan para justificar su holganza y buen nivel de vida. No hay color, ¡por Dios! (nunca mejor dicho).
Loas infinitas sean dadas a todas aquellas personas, millones de ellas, que defienden la verdad del asunto, sin dejarse cegar por el embate de esos rojeras que tergiversan la realidad a su manera. No podemos permitirnos gastar más y punto. El dinero que daremos, hemos dado y seguiremos dando, a los bancos, que, por degracia, computará como deuda, no hubiera sido necesario de no haber ejercido los ciudadanos con irresponsabilidad la potestad de pedir créditos a las entidades bancarias, tan bien gestionadas ellas. Esos ciudadanos ociosos, que en vez de ejercer su labor profesional con ahínco se empeñaron en querer comprar casas y coches para disfrutar de su tiempo libre, han constituido la gran rémora de este país. Su impudicia ha llegado a arrastrar a nuestra bien amada banca a esta situación lastimosa. Es más, personajes con tan buen tino y tantos conocimientos económicos como nuestro nunca bien ponderado ministro de Economía, Luis de Guindos, llegaron a quedar en evidencia, debido a esta panda de pedidores compulsivos de créditos. De no haber sido por esta cuadrilla de sinvergüenzas, arruinapaíses,  se hubiesen cumplido sus predicciones de 2003 (en ese momento era el número 2 del ministerio que dirige ahora) sobre la, para él, no burbuja, cuando aseguró que no existía la burbuja inmobiliaria y que con el aumento de los alquileres se produciría un aterrizaje suave de dicho sector. Cualquier cosa hacen estos sinvergüenzas con tal de dejar en evidencia a personas tan clarividentes como la anteriormente citada.
Volviendo al tema de la banca, tan bien defendido por los millones de personas a los que dirijo la carta, que, a buen seguro, no expondrá fielmente todo el agradecimiento que siento hacia ellos. Parece mentira que decenas de miles de personas se manifiesten por lo que ellos llaman El fraude de las preferentes. ¿30.000 millones de euros? ¿Varios cientos de miles de personas afectadas (algunas de ellas, muchas, han perdido los ahorros de toda su vida)? Las cajas y los bancos no son los culpables. Las personas que pidieron créditos en la época de vacas gordas, obligando a recapitalizarse a dichas entidades y algún director de sucursal, que actuó por su cuenta, deben situarse en el punto de mira de los manifestantes. Esos sí que son los culpables. Ni tan siquiera parece lógico que el Fiscal General del Estado haya "instado" a que todas las demandas vayan por lo Civil. Aquí los únicos que deben ser encausados son los antisistema del 15 M, los de Ocupa el Congreso y demás gente de mala vida y peor condición (menos mal que la Policía no duda en cargar contra ellos con la contundencia que se merecen).
Y hablando de temas candentes, jamás serán lo suficiente bien ponderados, estas personas, millones ellas, que tanto ayudan al país con su defensa a ultranza de un modelo energético basado en el realismo y no en la pretenciosidad que supone implantar energías limpias que permitan cuidar el medio ambiente y conseguir una mayor independencia energética, o eso dicen ellos. La defensa que han realizado de lo nuclear consigue henchirme el alma de orgullo. Nada más coherente que seguir explotando las centrales ya existentes, aunque tengan más de cuarenta años y sean del mismo tipo que las de Fukushima, pequeños detalles sin importancia. Es tal vuestro afán que superáis incluso a las industrias propietarias de dicha central en vuestra defensa de tales ingenios nucleares. Es triste que vosotros, encomiásticos defensores de la verdad, tengáis mayor capacidad de análisis de la realidad que las propias industrias propietarias de las centrales nucleares. Como se nota que en países como Alemania o Japón, donde van a cerrar todas la centrales atómicas, no existen personas con vuestra lucidez. ¿Y esos de la U.E. que han calificado en un informe de este mismo año como desastrosa la nueva política energética de este Gobierno? ¿Quién coño son ellos para decir eso? Lo dicho, unos mártires de la causa y encima desinteresados.
Tampoco debería pasarse por alto la gratitud que siento cuando estos mismos mártires del bienestar de los españoles cargan contra la corrupción política, especialmente cuando se sitúa en la acera del partido opositor. Su fiereza a la hora de denunciar la impudicia del de enfrente (el suyo nunca hace nada) y de defender al pobre empresario envuelto en tales tejemanejes, obviamente contra su voluntad y coaccionado por los politicos rojos y masones, poco menos que hijos de Satán. Gracias por vuestra lucha, por establecer la verdad y abrir los ojos a millones de conciudadanos descarriados.
No me gustaría concluir esta misiva sin poderos agrader vuestro pundonor a la hora de establecer con claridad las prioridades que han de regir nuestra vida. Parece evidente que donde se encuentre un tema como la excarcelación de un terrorista, hállese o no en estado terminal, cualquier otra cuestión deberá volatizarse. Ni los informes de Cáritas, ni los de la Unión Europea, denunciando el aumento, casi exponencial, de la pobreza en nuestro país deben apartarnos del camino de la verdad que tan clarividentemente nos enseñáis con vuestras prédicas sobre la libertad y lo correcto. ¡Gracias de todo corazón! ¡Qué suponen la vida de millones de conciudadanos al lado del indulto o no de un terrorista que está, estaba, cumpliendo condena! Pero claro, vosotros, firmes partidarios del honor y la honra patria, tampoco sois comprendidos por una gran parte de vuestros compatriotas, aunque tal vez no merezcan ese nombre, cuando apostáis por un ejército bien dotado de armamento. Vosotros, en los que reside la esencia patria, formáis esa minoría que entiende que se destinen nuevos fondos para gastar en armamento, aunque dicho dinero suponga el dinero que se va a recortar en Educación. ¿De qué sirve saber leer o escribir si nos invade un moro de mierda o nos chulean los gabachos?
 Menos mal que no cejáis en el empeño de presentarnos la realidad sin tapujos, pero con comprensión. Con la comprensión del padre que no desiste en reconducir a su hijo descarriado. El amor, la comprensión y el perdón forman parte de vuestro ADN, no hay más que escuchar vuestros discursos basados en la tolerancia y la fraternidad.
Por todo ello, y alguno otra cosa que me olvido, ¡gracias! Vuestro esfuerzo se verá recompensado con una admiración, casi casi amor, similar al bien que hacéis día a día con vuestra dedicación y esfuerzo.

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