jueves, 20 de septiembre de 2012

ENTREGA DESINTERESADA

Ahora, exánime sobre su cama, comprendía que sus días se acababan sin remisión. En breve se reuniría con su Señor, por el que tanto había rezado y obrado durante toda su vida, y con el que tanto deseaba compartir la prometida eternidad.
A pesar de la inmediatez de su muerte sabía que aún poseía el tiempo necesario para realizar, interiormente, un repaso a su vida  de dedicación y entrega que, casi con total certeza, la conduciría al Edén.
Desde muy joven fue educada en el seguimiento y obediencia a Dios. No recordaba con exactitud cual fue la primera vez que pisó una iglesia, pero todas sus vivencias más importantes se encontraban relacionadas con la parroquia de su pueblo, en el que siempre vivió y dentro de unas horas morirá. Su Primera Comunión, la Confirmación. su boda, el bautizo de sus hijos y nietos, la muerte de sus padres, de su hermano... Todo, todo lo que recordaba de una u otra forma llevaba incorporado la imagen del altar de la iglesia de su localidad. Incluso su vocación, dedicarse en cuerpo y alma a los ñiños, se encontraba marcada por la necesidad de unir la formación de los pequeños a asentar en ellos la necesidad de creer en su Dios.
Desde pequeña tuvo bien claro que debía ayudar a los demás, especialmente a los más desfavorecidos. Su labor en la asociación caritativa de referencia en su pueblo, de la que llegó a ser la presidentea, constituía una de sus principales fuentes de satisfación personal. Ayudar al desheradado, recogiendo y repartiendo lo que a los demás les sobra, o, al menos, parte de ello había constituido una de sus máximas durante buena parte de su existencia. Las sonrisa de aquellos niños al ver la ropa usada que sería suya a partir de entonces o la de la madre, aliviada cuando llenaba el carro de la compra con todos los alimentos donados por su asociación de caridad constituían una recompensa superior a casi cualquier otra cosa que se pudiera encontrar sobre la faz de la Tierra.


Bien es cierto que cierta gente, personas de escasa fe y, muchas de ellas, con una vida nada ejemplar, la acusaban a ella, y a su grupo, de perpetuar con su actitud la injusticia sobre la Tierra, repartiendo las migajas que sobraban a los más ricos entre los pobres. Nada más lejos de la realidad. Su labor consistía en satisfacer las necesidades de los desheredados de la fortuna, que no eran otros que aquellos que no eran capaces de salir adelante por su mala cabeza o por sus..., por sus. Bueno, por estar predestinados a ello. De ciertas familias difícilmente puede salir nada bueno. Pero en eso consistía su labor: en ayudar a aquellos desheredados de la fortuna. Dios no abandona del todo a sus criaturas.
Muy estimulante la resultaba también acompañar en sus últimas días, en ese trance que estaba ella viviendo, a todos aquellos que agonizaban, especialmente a los afectados por problemas como el alcoholismo, la drogadicción o enfermedades como el SIDA. No dudaba ni por un momento en apoyar a aquellos moribundos que, a pesar de su vida disoluta y alejada de la moral, necesitaban alguien a su lado en aquellos momentos. Alguien que les recordara que tras esta vida existía un dios, el suyo, que les esperaba con los brazos abiertos, a cambio de su arrepentimiento. Esa era su labor: actuar de enlace entre la vida terrena y la celestial. Esas personas, a las que tantas veces había visto tiradas en la acera, interrumpiendo el paso, con esa expresión ausente, fruto de esas adicciones tan horribles necesitaban, al menos en sus últimos momentos, un consuelo y ayuda espiritual ya que sus vidas, que ellos habían escogido, constituían un fracaso auténtico, lejos del respeto y del camino recto.


Igual que en el aspecto de la caridad existían personas más fáciles de educar que otras. más de tres decenas de experiencia profesional en el ámbito de la educación le servían para afianzarse en esta opinión. Los caminos inescrutables del Señor parecían confluir sobre las mismas personas; casualmente los hijos de los mismos que necesitaban de la caridad, que ella y sus amigas gestionaban, tenían serias dificultades para adquirir los conocimientos necesarios para seguir una trayectoria académica normal. Sus muchos años en el campo educativo la habían convencido de que además de estas dificultades en el ámbito de los aprendizajes escolares solían existir otro tipo de problemas, muchos de ellos de conducta. Casos perdidos muchos de ellos, a los que no merecía la pena dedicar excesivo tiempo. Parece que el Señor, él sabrá porqué, reparte la desgracias en unas determinadas familias, excluyendo a otras, que son las encargadas de transmitir la verdad revelada.
El único lunar, pequeño, pero lunar al fin y al cabo, que asomó en aquel remedo de esa vida que sentía escapar estaba relacionado con aquella conocida, amiga para más exactitud, que se relacionó con la persona equivocada, acabando, por un tiempo, sumergida en el mundo de las drogas. Un divorcio, un intento de suicidio y un período de desintoxicación bastaron para cambiar su vida, Durante todo ese tiempo, o al menos a partir de un determinado momento, ella y su religión no estuvieron a su lado. Obviaron su desgracia, por otra parte elegida por ella, al igual que ella eligió a aquel hombre que no le convenía. Un error de elección, pero error de elección propio que las separó, pero no por culpa de ella. Afortunadamente aquella conocida, amiga durante mucho tiempo para más exactitud, se había trasladado, lejos en el espacio y en el tiempo, situándose en el del olvido.
Definitivamente, el repaso, casi total, que había realizado de su trayectoria vital, donde se intercalaban los episodios narrados con imágenes de sus seres queridos, que teñían de nostalgia o esperanza, en función de que dichas personas la estuvieran esperando en su próximo tránsito o aún tuvieran una esperanza razonable de vida entre los mortales,  la reconfortaba. Sabía que su dedicación al Señor y a los demás podía considerarse modélica y sería recompensada por ello con una vida eterna plena.
Una vez llegó a esta conclusión cerró los ojos y dos lágrimas antecedieron a un abundante llanto.



4 comentarios:

Piedra dijo...

Que desilusión debió llevarse cuando murió.

PACO dijo...

Hola Piedra.
Posiblemente no pudiera llevarse ningún tipo de desilusión cuando muriera, pero si existiera el alma y su paraíso seguramente sí, se llevaría una gran desilusión, pues no iría al paraíso ni por error.
Un saludo.

Anónimo dijo...

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PACO dijo...

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Un saludo.