sábado, 8 de septiembre de 2012

EDUCAR DESDE EL DESCONOCIMIENTO (II)

Habíamos dejado a nuestro personaje, José Ignacio Wert, defendiendo, cual Quijote antes de recuperar su cordura, la bondad de un sistema escolar más acorde con el nacionalcatolicismo que con el discurrir del siglo XXI, por donde transitamos a duras penas. Pero las proezas de nuestro héroe en estos nueve meses no acaban aquí, como el lector bien sabrá. 
No merece la pena reseñar pequeñas metedura de pata como aquella que defendía que mientras en España existían 80 universidades en California, con una población similar a la nuestra, sólo había diez. Vale que de 340 que hay en realidad, a diez hay una diferencia, pero el mejor escribano echa un borrón. Y el peor también. Tal vez haya que preguntarse de donde ha sacado el hombre que se encarga de regir los destinos, o desatinos, de la educación española dicha información. Si se le ha "currado" él debería pedir perdón de inmediato por tamaño error. Si él no ha sido el encargado de elaborar dicha "información", el sujeto, seguramente pagado con el dinero de todos ,que ha inducido a cometer el error, el enésimo, habría de ser despedido de inmediato, especialmente si se trata de un asesor, cargo de confianza o como narices lo queremos llamar.


Pero como dije con antelación este pequeño desliz no ha de servir para minusvalorar la trayectoria firme, especialmente en lo referido a las declaraciones peculiares, que José Antonio Wert ha desarrollado durante este embarazo de riesgo, estos nueves meses, de labor en el Ejecutivo al frente de la nada fácil tarea que es llevar con tino todo lo correspondiente a la educación patria.
Otros "pequeños" deslices de este insigne campeón del desconcierto los podemos encontrar en asuntos referidos a la educación postobligatoria, concretamente en lo referido a la antigua P.A.U. y a la validez o no de la preparación de nuestros universitarios.
La P.A.U., antigua selectividad, ha sido minusvalorada por el hombre que ocupa esta entrada por la sencilla razón de que mucha gente consigue superarla. Imaginemos que seguimos sus criterios y proponemos que los ministros peores valorados en las encuentas del C.I.S. deberían irse a su casa. Seguro que ese rasero no le parece el más adecuado al señor ministro, el peor valorado de todo el Desgobierno, aunque a otros muchos nos parecería una medida que estimularía la competitividad dentro del Ejecutivo y favorecería la buena gestión.
A pesar de la nulidad de argumentos del encargado de Educación, uno considera que si debe argumentar, con mayor o menor acierto, los increíbles argumentos del encargado de regir el sistema educativo español.
En primer lugar aclarar al lector que los dos cursos de Bachillerato, de donde proceden la mayoría de alumnos que se enfrentan a la P.A.U., tienen como función preparar al alumno, mediante la adquisición de una serie de conocimientos previos, para acceder a la universidad. Lo que mide la P.A.U. no es otra cosa que los conocimientos adquiridos por el alumno, al menos en teoría (en una prueba es difícil medir los conocimientos reales del alumno). Esta prueba, la P.A.U., lo indica la adquisición o no de unos conocimientos mínimos por parte del alumno. Por tanto, si tantos alumnos aprueban (alumnos que han superado la criba que por diversos motivos es la E.S.O., por tanto los más capacitados, al menos en teoría, para estudiar) lo que supone es que los alumnos han adquirido los contenidos mínimos que se le exigían. De nuevo el argumento de Wert se cae por su propio peso. Además la P.A.U. tiene un factor corrector que, por supuesto, el ministro no hará público: dicha prueba sirve para subsanar, al menos en parte, las excesivas e infladas notas de ciertos centros, muchos, privados y concertados, lo que representa una desigualdad por parte de los alumnos que cursan sus estudios en la enseñanza pública.


Por otra parte el ministro hablaba de que la generación actual era la más preparada, pero que a su vez era una tontería. Este sofisma o, tal vez más acertado, argumento paradójico no merecería mayor comentario si no fuera porque esconde una visión neoliberal y falsa de la realidad. De nuevo la culpa del paro en este país la tiene Rita la Cantaora, pero nunca el empresariado, los que no contratan, o hacen por cuatro euros, a los universitarios formados en este país, que sí contratan los países con las economías más potentes. Esta realidad demuestra que el problema no reside en la Universidad, sensiblemente mejorable, y la formación que da a nuestros jóvenes, capaces de competir en los mercados de trabajo internacionales. La cuestión radica en el tipo de economía que interesa a nuestro empresariado, o a gran parte de él, y a sus amigos del Desgobierno.
Por otra parte, el C.S.I.C (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), cuyo presupuesto ha sido reducido hasta extremos increíbles por el Desgobierno donde ejerce el señor Wert, en cuyo seno trabajan, e investigan, una multitud de científicos españoles, muchos de ellos formados en universidades españoles, la mayoría, constituye uno de los organismos investigadores referentes a nivel mundial. Por tanto, el problema no se sitúa tanto en lo que saben hacer nuestros universitarios como en lo que pueden hacer dentro de este país. Evidentemente este enunciado desprestigia a una parte importante de los nuevos héroes del país: los empresarios y eso no gusta ni a Mariano Rajoy Brey ni a sus subalternos.
Mención aparte merecen otros "deslices" como aquél que atribuía a un libro de texto de Educación para la Ciudadanía cierto párrafo que, en realidad, se había publicado en un ensayo. Bastaron un par de capotazos y un que yo no he sido para zafarse, o intentarlo, de aquella majadería fruto del desconocimiento y de una visión tendenciosa del asunto.
Otra "perla" del parlanchín ministro puede considerarse asociarse el fracaso escolar en Ceuta y Melilla, únicos lugares dependientes en exclusiva de su ministerio, a una avalancha de marroquíes (seguramente juramentados para hacer fracasar el sistema educativo español dependiente directamente del Ministerio de Educación). Esta joya se acompañó, por un extraño proceso que se produjo dentro de la cabeza del ministro, o de algún asesor, de asimilar extranjero, marroquí, con todo aquel de religión musulmana. Casualmente en poco tiempo aparecieron datos oficiales, obviamente no esgrimidos por nadie del ministerio en cuestión, que demostraban que el número de inmigrantes era superior, muy superior en algunos casos, en otras comunidades autónomas, encabezando este ranking La Rioja, una de las comunidades autónomas donde mejor es el sistema educativo según todos los estudios, evaluaciones y demás pruebas realizadas.
Me gustaría concluir con una reseña a la nueva ley que parece se redacta por parte de este Desgobierno. No parece oportuno reseñar las contradicciones que en este período de gestión han salido de miembros del Ministerio de Educación, pues puede considerarse algo normal (lo digo en serio). Más importante me parece la deriva que toma la citada ley en cuanto a sus referentes. Todo lo que ha salido de labios de Wert, el ministro, hasta este momento habla de fomentar la competitividad, la preparación para el mercado laboral y demás paparruchas neoliberales, que centran la educación como una forma de preparar a operarios, de mayor o menor cualificación, y a consumidores.


La educación supone formar a personas en su integridad; es decir: en lo referido a su mundo afectivo, social/moral, físico, cognitivo..., pero estos profetas del neoliberalismo sólo ven macrocifras, ganancias, pérdidas, triunfadores, perdedores (la mayoría) y poco más. Esta visión reduccionista conseguirá, o pretende conseguir, trabajadores sumisos y consumidores compulsivos, pero nunca personas integrales. Sin embargo, a pesar de todo, se olvidan de algo: los seres humanos somos seres humanos per se y venimos dotados con sentimientos, rabia, ira, espíritu crítico...
Parece que el señor José Ignacio Wert no es la persona más indicada para dirigir un ministerio del que depende el futuro de este país. Su escaso conocimiento del tema, demostrado repetidamente a través de sus declaraciones, junto con su visión reduccionista de la educación, constituyen un hándicap importantísimo, no para él, que, en el fondo, ha aceptado una cartera ministerial que alguien le ha ofrecido (luego se puede considerar si cuando te ofrecen algo debes aceptar o no, en función, entre otras cosas, de tu preparación, pero aquí no voy a entrar), sino para un país que se encuentra sufriendo una crisis, estafa, que está laminando a toda una generación, la más preparada de nuestra historia, y que en este momento debe sentar las bases para un futuro mejor para todos los ciudadanos de este país, siendo la educación uno de los pilares donde debe asentarse ese cambio.
Un saludo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, acabo de descubrir el blog y he estado leyendo unas cuantas entradas...Probablemente yo tampoco soy imparcial, porque veo las cosas básicamente como tú, pero en fin, me está gustando bastante. Esta entrada, en concreto, me ha llegado en concreto por un par de motivos. Yo fui a un colegio católico, privado, apostólico, romano y evidentemente sólo para chicos. Mi experiencia me dice que lo de los resultados de la división por sexo en las clases tiene que ver con la preparación y los resultados como los cojones para comer trigo. Mi colegio molaba mucho, todo el mundo era muy pijo, todos padres muy snobs y muy presumidos porque su hijo estudiaba en....y luego iría a.....como si vieran el brillante futuro de su prole, que por otro lado, en muchos casos así ha sido, pero ha tenido muchas veces más que ver con el tamaño de la cartera que con la calidad, aptitud o excelencia de los conocimientos adquiridos en el colegio. Veía a mis amigos de institutos públicos muchas veces mejor preparados que nosotros en muchas asignaturas. Es lo que tienen los curas, que como Wert, alguno daba la clase que le endosaban. Pero nosotros molabamos más y nuestro colegio era caro de cojones, y nuestro futuro brillante y selecto...en fin. Lo que sí que he visto en el desarrollo emocional de algunos de mis compañeros ha sido una malformación y un bloqueo obsceno por inducido y regado de pecado y milongas parecidas, una dificultad abrumadora para trabar relaciones normales con personas del sexo opuesto. Algo patológico. A mí esto me parece profundamente antinatural, bizarro, digno de la mente de un pervertido. Yo fui un hijoputa, la verdad, pero la mitad que ellos, que no tenían ningún reparo en tratar de condicionar y deformar la estructura moral y la conciencia individual de unos críos que en un entorno así éramos altamente influenciables. Esto tiene que ver con lo último que quería comentar, algo en lo que coincido totalmente y que había pensado y hablado con algunos chavales jóvenes (ahora doy clases partículares, ya que soy ingeniero en paro). La educación no es la preparación técnica competente y suficiente para desempeñar una función determinada o ser un trabajador eficiente. La educación te permite comprender el mundo, a tí mismo, a quienes te rodean. Y conocer opciones conlleva poder decidir, y esto, realmente, es la libertad. Somos distintos de los monos por eso. La educación es, en mi opinión, lo que permite a una persona ser tal, lo que la dota de las herramientas para transformar su entorno, para respetar al resto, a fin de cuentas, el tesoro más importante que podemos guardar. Es mucho más que notas finales, números clausus o salidas profesionales, es lo que te permite disfrutar con Joyce o cambiar un enchufe de tu casa, lo que te abre las puertas a comprender qué es el ser humano, lo que te permite empatizar, razonar, rectificar y disfrutar de una vida plena vivida desde dentro, lo que conforma el yo y lo integra en el universo. A mí me da la impresión de que esto se obvia, se degrada la dimensión que tiene de una forma muy intencionada, para conservar una estructura favorable a unos cuantos, para evitar que la gente de forma a lo que siente, hable, grite y elija, para conseguir que se entienda como algo tedioso, una ingente montaña de conocimientos que hay que ir cribando según te gusten más los caballos, diseñar puentes, reparar motores, poner inyecciones o soplar la gaita con el objetivo de conseguir un equilibrio razonable entre lo que puedo aprender, el peñazo que tengo que empollar y la pasta que me va a hacer ganar luego. Y esto me da ganas de vomitar. Bueno, que me he enrollado como una persiana. Me alegro de haber leído algo que había pensado tantas veces y que he tratado de explicar a los chavales dentro de mis limitaciones, expresado tal y como yo lo veo.

Un saludo de un fan nuevo.

E.

PACO dijo...

Hola E.
Gracias por leer el blog y por tu comentario.
Uno, que como dice su perfil, es maestro, por condiciones que no vienen al caso, se especializa en intentar devolver el sentimiento de autoeficacia a los alumnos, consiguiéndolo en mayor o menor medida en buen número de casos. Ese sentimiento de autoeficacia me gustaría que mis chicos lo aplicasen en su vida, la capacidad de hacer muchas cosas, no sólo laborales, para realizarse como personas. No sé si conseguiré algo, pero lo que tengo claro es que el mundo es de ellos y no deben comportarse pasivamente para reproducir unos esquemas pretéritos. Como dije por algún lado una de las finalidades de la educación, aparece en cualquier manual que no sea de extrema derecha, es cambiar a la sociedad para hacerla mejor. Este aspecto, generalmente olvidado, es uno de los más importantes desde mi modesto punto de vista.
Un saludo.